
Una máquina del tiempo que viaja al desembarco del Renacimiento en España
La muestra por los 500 años de la muerte del escultor Vasco de la Zarza, que convierte la catedral de Ávila en una radiografía de la llegada del estilo italiano al país, reivindica planes de gestión para conservar el patrimonio en zonas despobladas
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“Fue uno de los pioneros en la introducción de las artes del Renacimiento en la península ibérica bebiendo directamente de los modelos italianos, que van a acoger muchos clientes castellanos de la época”. El personaje es el escultor Vasco de la Zarza y la época, la Castilla de hace cinco siglos. Nos encontramos en la cabecera de la catedral de Ávila, “colonizada” estos meses por la exposición que conmemora, precisamente, los 500 años de la muerte del creador abulense. Aunque la muestra —como precisan los responsables— no es solo un homenaje al autor del célebre monumento fúnebre de “el Tostado” (obra maestra de este periodo), sino más bien una radiografía del momento exacto en el que el Renacimiento entra con fuerza en la península y del incesante viaje de ida y vuelta a Italia de artistas y religiosos que van a hacer que este arte prospere aquí como en ningún otro país europeo del momento.
“Es un momento muy interesante de la Historia del arte y también de la historia de España: hay un cambio de dinastía, llega Carlos V y él mismo, un hombre formado y humanista, se instala como emperador a la manera italiana”, describe Fernando Rodríguez-Piñero, comisario, junto a Ismael Mont, de la muestra “Vasco de la Zarza. 500 años”, que se puede ver en la catedral de Ávila hasta el próximo mes de septiembre. “A principios del siglo XVI, se produjo un viaje de ida y vuelta de los artistas españoles que está presente en la exposición, con obras de Diego de Siloé, que estuvo físicamente en Italia, y también de otros artistas, como Felipe Vigarni, Pedro de Salamanca o Isidro de Villoldo que, si no supiéramos que son castellanos, diríamos que se formaron en el país italiano”.
De ahí que los comisarios hayan planteado un recorrido cronológico por la girola de la catedral abulense, desde el ocaso de la Edad Media a la introducción de aquel primer Renacimiento, “con Vasco de la Zarza como hilo conductor”, según explica Ismael Mont, profesor de Historia del arte en la Universidad de Salamanca. Pero la exhibición no es una foto fija ni una colección de obras que se presentan al visitante sin más, sino el fruto de años de investigación. “Lo que aportamos es la relevancia que tiene Zarza, que va mucho más allá de Ávila, sobre todo, a través de su relación con otros artistas en los que influye y en la escuela que va a dejar tras de sí”, subraya Mont. “También desmontamos la idea de que la llamada escuela de Ávila fue únicamente una escuela local”, añade Fernando Rodríguez-Piñero, conservador de Patrimonio Nacional, aludiendo a los trabajos que estos artistas produjeron más allá del territorio abulense.
Entre el gótico y el Renacimiento
Aunque ha habido una importante labor de búsqueda y selección (incluso de restauración) de las piezas que componen esta muestra, muchas de ellas ya estaban en la propia catedral, pero ahora pueden recibir una mirada más atenta por parte del visitante. Como el imponente retablo que se sitúa en el altar mayor, obra de Pedro Berruguete, pintor palentino que navegó entre dos aguas (el gótico y el arte renacentista) y que, según los comisarios, fue “un artista total” al que dedican parte de la exposición porque “es la piedra de influencia de los creadores abulenses del segundo tercio del siglo XVI”. “Se conservan en España dibujos de Berruguete copiando o retratando modelos de Miguel Ángel de la Capilla Sixtina”, cita Fernando Rodríguez-Piñero, a modo de ejemplo. Aquí, en la catedral de Ávila, pintó una serie de tablas con detalles góticos e innovaciones renacentistas, que se enmarcan en la estructura del retablo mayor que, presumiblemente, talló Vasco de la Zarza. Ojo a los detalles del sagrario trabajado en alabastro, incrustado en el propio retablo, obra también de Zarza.
Fernando Rodríguez-Piñero e Ismael Mont, comisarios de la muestra, en el claustro de la catedral de Ávila
En este inicio del recorrido por los dos universos artísticos que confluyeron hace cinco siglos hay piezas exóticas, como los vistosos alabastros pintados (importados de Inglaterra) que proceden de un pueblo de Ávila o las diferentes esculturas que llegaban desde Flandes o Países Bajos. Y, sobre todo, uno de los conjuntos estrella, a juicio de los comisarios: las imponentes sargas (telas pintadas) que ocultaban un antiguo órgano y que comparte una de las capillas de la girola de la catedral de Ávila con la escultura en terracota del Cristo de las Batallas, una obra del siglo XV que “constituye uno de los ejemplos más tempranos de producciones italianas en la península”.
Monumento funerario de ‘El Tostado’, situado en la parte central de la girola del templo
Pero el auténtico protagonista de la propuesta es Vasco de la Zarza y su obra nuclear, el monumento funerario del obispo Alonso Madrigal, ‘el Tostado’. “Es el pilar principal de la exposición desde un punto de vista físico, porque es el centro de la girola, pero también metafórico, porque todas las capillas y salas confluyen aquí”, argumenta Ismael Mont. El profesor de la Universidad de Salamanca afirma que estamos ante “una obra conocida” en el ámbito de la Historia del arte, que ya fue estudiada y publicada por los grandes historiadores del siglo XX, como Manuel Gómez-Moreno. “Se trata de una obra fundamental en la escultura del Renacimiento, pero luego, paradójicamente nos olvidamos de la figura de Vasco de la Zarza”, apunta el comisario. Es decir, que la calidad de este sobresaliente retablo tallado en alabastro —una prueba de cómo Ávila se entregó a la figura de su obispo a mediados del siglo XV— “ha eclipsado a su autor”.
Zarza después de Zarza
Cuando Vasco de la Zarza muere en 1524, su obra perdura. Los artistas y artesanos que habían trabajado con él en su taller recogen el testigo y lo trasladan a otra generación de autores que está presente en la parte final de la exposición. “La herencia de Zarza es muy evidente; encontramos obras después de su muerte, en 1530, 1540 y 1550, que siguen los modelos del autor”, sostiene Fernando Rodríguez-Piñero. De los herederos, el conservador de Patrimonio Nacional destaca la figura de Isidro de Villoldo, cuyas obras no solo están presentes en la muestra, sino que forman parte permanente de la catedral de Ávila. Como el retablo de San Bernabé, que “Villoldo construye con todo su genio creativo, casi 25 años después de la muerte de Zarza, respetando los modelos de su maestro”. Serán los últimos coletazos de ese primer Renacimiento, eclipsado después por el manierismo —señalan los comisarios— que llegará a distintas ciudades desde Valladolid.
Una de las pinturas en sarga (tela) que forman parte del primer capítulo de muestra en la catedral de Ávila
La propuesta de la catedral de Ávila apunta y refuerza la importancia del Renacimiento en nuestro país. Sin embargo, ¿somos los españoles conscientes de ello? “España era el país en el que tenía que triunfar el Renacimiento fuera de Italia, porque se estaba convirtiendo en el gran imperio que va a llevar las riendas de Occidente durante los siguientes tres siglos, es decir, que había una necesidad de construir una imagen de Estado, de Iglesia, de nobleza”, analiza Ismael Mont. Las artes visuales eran el mejor vehículo para expresar “la idea de grandeza, como en el Imperio romano”, precisa el profesor. Así que España heredó la condición de “laboratorio de arte que se había iniciado en Italia” para “construir una imagen de poder”, y el Renacimiento “se prestaba perfectamente a ello, porque había tomado la lección del Imperio romano”, añade.
Retablo de San Bernabé, situado en la sacristía de la catedral de Ávila, obra de Isidro de Villoldo, uno de los discípulos de Vasco de la Zarza
El profundo trabajo de investigación de los promotores de la exposición también ha servido para poner en valor un patrimonio que, según señalan, no se encontraba en las mejores condiciones en algunos casos. Y de ahí nace otra de las lecciones de este acontecimiento cultural. “Algunas de las piezas que hemos traído, las hemos rescatado, literalmente, del abandono, porque muchas de ellas se encontraban en un estado de conservación bastante lamentable”, se queja Ismael Mont. Incluso algunas de las obras que figuraban en una preselección fueron descartadas por este motivo. “No solo es importante hacerse una fotografía vendiendo que hacemos una aportación; lo primero que hay que hacer son proyectos que planifiquen el futuro del conjunto del patrimonio cultural de España”, reivindica el profesor de la Universidad de Salamanca. Y detalla: “Sobre todo, hay que poner atención en territorios como Castilla y León o Aragón, cuyo patrimonio se encuentra en territorios, en pueblos, que se están quedando sin habitantes y este legado puede acabar en el limbo”. Hasta septiembre, una parte de esa valiosa y vasta herencia regresa al primer plano en la catedral de Ávila.