
De Medina al Louvre: una investigación localiza en París dos relicarios ‘hermanos’ que vendieron unas monjas en el siglo XIX
Una investigación permite crear un mapa virtual que permite conocer la historia, destino y propietarios de bienes patrimoniales de Castilla y León en la diáspora
De reclamar la devolución de piezas a colaborar con sus nuevos dueños: la nueva mentalidad sobre el patrimonio exiliado
Año 1888. Dos vendedores de vino arriban en el convento de Santa María de las Dueñas de Medina del Campo; la madre superiora les ofrece dos brazos relicarios, el de san Lucas y otro de san Luis de Toulouse. Ambos declinan la compra, pero la religiosa sabe que el monasterio necesita dinero y seguirá ofreciendo las dos imponentes piezas de orfebrería. Al poco los dos brazos son vendidos y viajan a París. En 1891 el relicario de san Luis de Toulouse es donado al Museo del Louvre, mientras que su ‘hermano’, el brazo de san Lucas, fue vendido en 1898 por la casa de subastas Christie’s. No fue hasta 1983, casi un siglo después, cuando el Louvre pudo hacerse con el relicario y juntó las dos piezas que salieron de Medina del Campo. Desde ese año se pueden ver juntos, de nuevo, en las salas de Objets d’art.
Esta, la última en publicarse, y más de 300 historias —y aumentando— son el resultado del trabajo de investigación del proyecto ‘Nostra et Mundi’, impulsada por la Fundación de Castilla y León, que busca localizar y documentar el patrimonio artístico de Castilla y León que, por distintos motivos históricos, se encuentra disperso en colecciones y museos de todo el mundo.
La forma de presentación es sencilla e inmersiva: una web en la que poder curiosear y ofrece un mapa de la diáspora de las piezas que han salido de la comunidad con sus ubicaciones finales, intermedias y en la que, además, de conocer la vida de estas obras se puede conocer la biografía de los tratantes, de los coleccionistas y también de los centros que las acogen.
Mapa del mundo con el reparto de obras de arte de Castilla y León localizadas por el proyecto.
“Queremos que se pueda dar a conocer por qué salieron de España, en qué momento, bajo qué circunstancias y que se reconozca por qué están en Nueva York, en Cincinnati, en Berlín o en Buenos Aires”, asegura María José Martínez Ruiz, profesora de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid y coordinadora académica del proyecto en el que participan instituciones y profesionales de las universidades de Valladolid, Burgos, León, la Complutense de Madrid y entidades como la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y Patrimonio Global.
En esas historias de patrimonio de Castilla y León se pueden encontrar un ábside románico reconstruido piedra a piedra en Nueva York. Un retablo completo de la catedral de Ciudad Rodrigo situado en la Universidad de Tucson, Arizona (Estados Unidos). Rejas, esculturas y tapices castellanos y leoneses alojados en museos de Boston, Bruselas o Tokio están entre los más de 300 bienes inventariados.
La investigación comienza en septiembre de 2024: primero con una extensa revisión bibliográfica —con clásicos como Gayano Lluch, Torres Balbás o Merino de Cáceres—, que ha continuado con el estudio detallado de catálogos de museos internacionales. “No tomamos tal cual la información que ofrecen los museos. Nuestro acento está en la historia del objeto. A veces tenemos que corregir o completar datos sobre la procedencia o el trayecto de las piezas. Es un trabajo lento, pero necesario”, detalla la coordinadora.
Últimos hallazgos
El arte sacro es, sin duda, el que más ha salido de la Comunidad. Entre los últimos hallazgos, una pintura encontrada el Cincinnati Art Museum como parte del antiguo retablo mayor de la iglesia de San Pedro Apóstol en Cantalpino (Salamanca). Esta obra, que representa la Visita de San Pablo a San Pedro en prisión, es atribuida al Maestro Bartolomé junto a Fernando Gallego, mismos autores que trabajaron también en el retablo mayor de la catedral de Ciudad Rodrigo, otro ejemplo de obras en el extranjero.
Visita de San Pablo a San Pedro en prisión, a la izquierda su estado actual en el Cincinnati Art Museum y la derecha, tablas pintadas fotografiadas en el establecimiento del anticuario Juan Lafora.
El trabajo de investigación ha permitido conocer que marcharon desde Cantalpino pasando por el anticuario madrileño Juan Lafora, fue fotografiada por el archivo Moreno, y más tarde vendida por Josep Gudiol en el mercado internacional, hasta acabar en la colección permanente del museo de Cincinnati desde 1961. La investigación ha sido llevada a cabo por Fernando Gutiérrez Baños y María José Martínez Ruiz, profesores de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, a partir de fuentes como el Catálogo Monumental de Salamanca de Manuel Gómez-Moreno y documentación del IPCE, el CSIC o el Arxiu Mas de Barcelona.
“Casos únicos” del patrimonio
Es difícil quedarse con un puñado de historias de ese patrimonio expatriado fuera de Castilla y León al extranjero. El caso el ábside de la iglesia de San Martín de Fuentidueña (Segovia) es “único”, como relata Martínez Ruiz. En 1931 fue declarado monumento nacional y en 1951 embarcó pieza por pieza hacia Nueva York de como un intercambio cultural llamado a estrechar los lazos entre Estados Unidos y España.
La salida del ábside de Fuentidueña con destino a Nueva York tenía lugar a cambio de seis paneles de la decoración mural que en su momento ornó la ermita de san Baudelio de Berlanga (Soria) que serían destinados al Museo del Prado. “Es un caso excepcional: un monumento nacional que salió del país legalmente gracias a un acuerdo diplomático con el Met. Fue instalado piedra a piedra en el museo The Cloisters, donde forma parte estructural del edificio”, explica Martínez Ruiz.
En ese mapamundi de la diáspora del patrimonio castellano y leonés se encuentran dos tablas procedentes de la iglesia zamorana de San Félix de Villalobos, hoy en Japón, tras haber formado parte de la colección de un diplomático nipón. También figuran esculturas del taller de Gil de Siloé, procedentes del monasterio burgalés de Nuestra Señora de Fresdelval, hoy en museos de Nueva York y Boston.
Expolio, venta y desamortización
Muchas de estas piezas salieron durante el siglo XIX, bien por expolio durante la ocupación napoleónica, bien por venta tras la desamortización, como esculturas del Monasterio de Frest del Valle (Burgos) hoy en Boston o Nueva York. Otras fueron adquiridas en el ‘boom’ del coleccionismo internacional entre finales del XIX y principios del XX, cuando millonarios como el magnate de la prensa William Randolph Hearst, a través de agentes como Arthur Byne o John C. Robinson, o Andrew Mellon pusieron su mirada en el arte europeo.
“A través de estos personajes podemos reconstruir trayectorias. Por ejemplo, las tablas del retablo mayor de la catedral de Ciudad Rodrigo están hoy en Arizona porque pasaron por Robinson, que fue agente del Victoria & Albert Museum y gran comprador de arte español”, sostiene la investigadora.
El proyecto no pretende reclamar la restitución de las obras, aunque no refleja los casos de expolio o desposesión: “Cuando tenemos constancia de que fue un expolio, lo señalamos. Si fue una venta, también lo indicamos. Lo que no sabemos, también lo decimos”, afirma la coordinadora. “Pero nuestro enfoque está en construir, en establecer canales de diálogo entre los lugares de origen y los museos actuales. Estas piezas son excelentes embajadoras de nuestra historia y cultura”, apostilla.
Más allá del inventario, el proyecto busca sensibilizar y generar vínculos, también es una especie de “museo virtual repartido por todo el planeta”. “Imagínate que alguien ve la reja de la catedral de Valladolid —adquirida por William Randolph Hearst— en el Metropolitan y siente curiosidad por su procedencia. Eso ya es un paso hacia la memoria”, señala. Por eso, cada ficha del catálogo ofrece no solo información técnica y biográfica, sino también hipervínculos a los museos actuales, imágenes del lugar original y del objeto en su contexto.
La plataforma es, en definitiva, una suerte de museo virtual global de la memoria artística de Castilla y León. Un mapa del tesoro disperso que, pieza a pieza, reconstruye un patrimonio fragmentado por el tiempo y las circunstancias. Y que, como asegura su equipo, aún tiene mucho por revelar: “Lo que hemos incluido hasta ahora es solo la punta del iceberg. Faltan muchas más”.