Repelentes de mosquitos: cómo elegir el más efectivo en cada caso, según un farmacéutico

Repelentes de mosquitos: cómo elegir el más efectivo en cada caso, según un farmacéutico

Desde espráis a lociones y parches, los repelentes de mosquitos vienen en distintas formas y variedades; entender por qué nos pican nos ayudará a elegir el que mejor se adapta a nosotros

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El verano, para muchos de nosotros, significa pasar más horas en el exterior y, desafortunadamente, también supone exponernos a las tan indeseadas picaduras de mosquitos, que no solo nos molestan cuando zumban en el oído y nos atacan con su picadura, sino que también pueden ser vectores de enfermedades.

Para mantenerlos bajo control disponemos de repelentes de mosquitos, muchos de ellos compuestos por químicos que, cuando los aplicamos sobre la piel, interactúan con los insectos y evitan que estos se adhieran a la piel y nos piquen. Los podemos encontrar en infinidad de formas: pulseras, lociones, espráis roll-on o barras, todo un sinfín de productos que nos ayudan a mantenerlos alejados.

Una gran cantidad de opciones que nos ofrece, sin embargo, un arma de doble filo: es bueno poder elegir pero no siempre es fácil saber qué nos funciona y qué no, y cómo debemos aplicarlos. De la mano de Jordi Cañellas, farmacéutico, intentaremos despejar algunas dudas.

Picaduras de mosquitos: una peculiar interacción

Antes de adentrarnos en el mundo de los repelentes de mosquitos es importante que entendamos por qué nos pican ya que, muchas veces, esto también influirá a la hora de elegir cuál es el repelente que mejor se adapta a nosotros.

Para entender cómo eligen los mosquitos a sus víctimas conviene empezar por lo esencial. Cañellas explica que estos insectos poseen una visión bastante limitada, pero lo compensan de sobra mediante la detección de señales sensoriales que emite el cuerpo humano para localizar a sus presas. Estas señales varían entre individuos, dependiendo de factores como la genética, el estado fisiológico, el microbioma cutáneo, el sexo, la edad, la alimentación y los hábitos cotidianos; lo que convierte nuestra susceptibilidad a las picaduras de mosquito en una cuestión multifactorial. ¿Pero cuáles son estas señales?

El ‘radar’ de los mosquitos se activa con la detección de dióxido de carbono (CO2) que emite nuestro cuerpo con la exhalación. Donde hay CO2 hay un organismo vivo y, por tanto, posibilidad de que haya sangre de la que alimentarse. Cuanto mayor sea la fuente de CO2, más interés tendrán estos insectos, como ocurre en situaciones en las que aumenta nuestra producción de CO2 (durante el ejercicio o en embarazadas).

Una vez localizada su presa confirmarán mediante el calor, el olor y la humedad desprendida de la misma si se trata de un objetivo real o deben seguir buscando.

Los mosquitos pueden detectar el calor a través de unos sensores térmicos de los que disponen sus diminutas antenas. Esta radiación térmica se ve incrementada cuando usamos ropa oscura, puesto que tiene la capacidad de retener el calor propagado por el sol. Por este motivo se recomienda el uso de ropa clara cuando salimos al exterior.

En cuanto a su olfato, los mosquitos disponen de un olfato capaz de detectar no solo el CO2 del que antes hablábamos, sino también otras sustancias químicas específicas del sudor humano, como son el ácido láctico, el decanal o undecanal. El ácido láctico es una de las sustancias que eliminamos con el sudor. Se produce sobre todo en las células musculares y en los glóbulos rojos, cuando el cuerpo descompone carbohidratos para usarlos como energía, como cuando hacemos ejercicio físico. Y el decanal y el undecanal son dos compuestos del sudor con un olor dulce que recuerda a los cítricos, como a la piel de naranja, y que se encuentra en el sebo humano, un aceite que producen las glándulas de la piel.

La combinación de todas estas interacciones confiere a los mosquitos una estrategia muy eficaz a la hora de encontrar su comida.

De hecho, como menciona Cañellas también se ha podido evidenciar que en algunas especies determinadas de mosquito, también podría influir el grupo sanguíneo de las personas: a las que tienen el grupo 0 les picarían más, algo que podría estar relacionado con la proporción de ciertos químicos que se segregan a través de la piel en relación con este tipo de sangre.

Algunas de estas interacciones podemos modificarlas —como la de no tomar alcohol para evitar el incremento de generación de CO2 y de sudor— pero otras, no. Así que una buena manera de evitar que esto suceda es buscar soluciones para prevenirlo. Y el uso de repelentes nos ayuda a crear una barrera que afecta los sentidos del insecto, “los despistan”, explica Cañellas, e impiden que encuentren a un huésped humano.

Pero, como advierte la Sociedad Española de Farmacia Comunitaria (SEFAC), estos productos solo son útiles para prevenir: no están indicados cuando ya se ha producido la picadura porque no matan los mosquitos, sino que previenen que nos piquen.

Tipos de repelentes, ¿no sabes cuál utilizar?

Hay muchos tipos de repelentes de insectos en el mercado. Cada uno de ellos funciona para situaciones concretas ya que no es lo mismo usar uno en un entorno controlado, donde nos encontramos diariamente, “que si nos vamos de viaje a una zona tropical”, advierte Cañellas.

La eficacia de los repelentes de mosquitos se basa en los ingredientes activos y otros compuestos que puedan contener. Como explica el farmacéutico, podemos diferenciarlos en dos grandes grupos: los naturales, como aceites esenciales como el de citronela, el citrodiol o de eucalipto de límon. Aunque si queremos optar por algo totalmente natural el ajo sería una buena opción ya que “su contenido en alicina actuaría como un efectivo repelente”, afirma Cañellas. De hecho, algunas investigaciones como esta publicada en Nature destacan su capacidad como repelente gracias a la acción de este principio activo.

Aunque todas ellas son una buena opción si preferimos fórmulas más naturales, “su eficacia puede ser inferior en cuanto a los niveles de protección, la duración y la cantidad de mosquitos que repelen”, indica Cañellas.

Justo en el otro lado tenemos el dietiltoluamida, o DEET (dietiloluamid), uno de los más usados por su efectividad ya que es capaz de confundir los receptores olfativos del mosquito. Los estudios demuestran que, siempre que se sigan las instrucciones, los productos con DEET son seguros y eficaces a la hora de bloquear los órganos sensoriales de los mosquitos que los impulsan a picar o eclipsar los olores de nuestra piel que ayudan a los mosquitos a encontrarnos.

En general, los repelentes químicos como el DEET ofrecen una protección duradera (entre ocho y 10 horas) y de amplio alcance, y son efectivos no solo contra mosquitos, también para garrapatas y moscas, lo que resulta especialmente interesante si queremos ir de viaje a zonas tropicales.La concentración de DEET en un producto afecta al tiempo que este puede repeler los insectos. “Una concentración del 10% ya es efectiva”, afirma Cañellas. Los repelentes con DEET, sin embargo, no pueden aplicarse “a los niños menores de dos años”, advierte Cañellas.

Además del DEET está también la icaridina, otro repelente sintético que tiene un mecanismo de acción similar al DEET pero “no irrita tanto la piel”, explica el farmacéutico. Algunas investigaciones sugieren que la icaridina puede tener algún efecto sobre la capacidad de los mosquitos para percibir olores, un rasgo común que tiene con el DEET.

Por último, Cañellas destaca también el IR3535, un repelente sintético inspirado en un aminoácido natural, inodoro y no graso que es especialmente interesante para “bebés a partir de los 12 meses, muy seguro, aunque es necesario reaplicarlo con mayor frecuencia”.

De espráis a lociones: variedad de formatos con efectos similares

Ya hemos visto los distintos tipos de repelentes de mosquitos en función de su principio activo. Ahora toca hablar de los distintos formatos. Uno de los más usados es el espray, un repelente que se aplica sobre la piel y suele contener sustancias químicas como el DEET y la icaridina, así como aceites vegetales naturales o sintéticos.

Antes de aplicar este tipo de repelente es importante que leamos las instrucciones de la etiqueta. En general, deberemos agitar el envase y rociar de manera uniforme sobre la piel y la ropa descubiertas, a una distancia de unos 10-20 centímetros, o según las indicaciones de la etiqueta. Con una capa fina será suficiente. Lo mejor es aplicar el espray en un espacio ventilado y tener cuidado con niños y mascotas.

No es recomendable rociar el repelente debajo de la ropa ya que, además de que no tiene sentido porque ya estamos protegidos por la ropa, si contiene DEET, puede irritar la piel. Otra cosa sería aplicarla sobre la ropa, como afirma Cañellas, es decir, “bañar la ropa” para una mayor protección.

Es importante, además, que tengamos en cuenta no rociar el repelente directamente en la cara ni en las orejas: es preferible poner un poco en las manos y extenderlo por la cara, el cuello y la parte exterior de las orejas, evitando el contacto con los ojos y la nariz. Otra precaución que deberemos tener en cuenta es que los aerosoles pueden agravar cortes y heridas abiertas, así que es mejor evitar estas zonas de piel lastimada o irritada.

Otro formato de repelente son los parches, si bien su protección podría ser un poco inferior. Al menos esto es lo que sugiere esta investigación, según la cual una pegatina impregnada con aceite de eucalipto de limón no proporciona una protección significativa contra los mosquitos.

La duración de estos parches depende de los ingredientes que contienen y del producto. Su uso lleva asociado algunas advertencias sanitarias y recomendaciones: no pueden aplicarse sobre la piel, “únicamente en la ropa o el cochecito de un bebé”, afirma Cañellas,

Encontramos también repelentes en roll-on o en barras, que ofrecen una “aplicación más cómoda, sobre todo en la cara”, afirma Cañellas, ya que pueden aplicarse, sin tanto riesgo a que se apliquen en zonas sensibles como los ojos. Además, no manchan, ni gotean y tampoco producen vapores y, por si fuera poco, son mucho más fáciles y cómodos de llevar.

Cualquiera que sea el formato que elijamos, la efectividad viene dada sobre todo por los ingredientes que contiene, por lo que es importante dejarnos asesorar en función de nuestras necesidades.

Debemos tener en cuenta que los niños y bebés pueden ser más sensibles a los repelentes de insectos, además de que son más propensos a lamerse la piel tratada. “A partir de los seis meses podemos usar la mayoría de repelentes de aceite de citronela”, afirma Cañellas, aunque lo más recomendable es proteger a los bebés con una mosquitera y con ropa.