Una mañana en la premiada biblioteca que soñaron los vecinos: «Vengo cada día, es mi gimnasio intelectual»

Una mañana en la premiada biblioteca que soñaron los vecinos: «Vengo cada día, es mi gimnasio intelectual»

La Jaume Fuster, que da servicio a cinco barrios de Barcelona —donde hay de todo: tanto alto nivel adquisitivo como clase trabajadora—, ha ganado el premio Liber 2025 a la mejor iniciativa de fomento de la lectura

Cortometrajes gamberros, un estudio de podcast y una galería de arte en uno de los barrios más gentrificados de Barcelona

Hasta que en 2005 encontró su configuración definitiva, la plaza Lesseps de Barcelona fue una pesadilla urbanística: un espacio sufridor, difícilmente habitable y desmembrado por el paso de la ronda General Mitre. Para colmo de males, es una plaza en pendiente, colgada en las laderas de la ciudad, en la parte alta de lo que a finales del siglo XIX era la villa de Gràcia.

Conserva edificios antiguos, algunas joyas del modernismo como las llamadas “casas Ramos”, que atestiguan que en un tiempo remoto la plaza estuvo integrada en el paisaje y vivida por sus habitantes. Pero el desarrollismo de mediados del siglo XX, y la necesidad de dar una arteria al tráfico de la parte alta de la ciudad, partió la zona en dos, creando una suerte de frontera entre la Barcelona central y la periférica.

Esta situación, largamente denunciada por los vecinos, se solucionó con un plan de remodelación que se inicia con el siglo XXI y culmina en 2005 con una nueva propuesta más integradora, que reordena el tráfico y deja el centro de la plaza para usos ciudadanos. Es entonces cuando nace la biblioteca Jaume Fuster –que se comienza construir en 2003 y se termina en noviembre de 2005–, ganadora del premio Liber 2025 a la mejor iniciativa de fomento de la lectura, otorgado por la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE).


La biblioteca Jaume Fuster, en la plaza Lesseps de Barcelona.

Esta federación reconoce, en el comunicado en el que anuncia el premio, su “compromiso constante con el fomento de la lectura como forma de evitar la exclusión social”, además de destacar que “funciona como un auténtico polo de actividad cultural”. De hecho, la Jaume Fuster –que debe su nombre al autor del clásico De mica en mica s’omple la pica– se ha consolidado como la biblioteca más visitada de la Red de Bibliotecas de Barcelona, además de ser la primera en contar con instalaciones como un auditorio o una sala de exposiciones.

Un espacio diseñado por los vecinos

La entrega del premio se realizará el próximo 9 de octubre, en un acto que se celebrará en el Centro Cultural Conde Duque en el marco de las actividades de la Feria Internacional del Libro, Liber, que tendrá lugar en el recinto madrileño de IFEMA, del 7 al 9 de octubre. “Con él se premia no solo el fomento de la lectura, sino también un cambio de paradigma en la conformación y la función de las bibliotecas”, asegura la directora de la Jaume Fuster, Carme Galve, que lo ha sido desde su nacimiento hace veinte años.

Galve explica que la biblioteca nació aprovechando el impulso innovador en materia de edificios públicos, a la vez que escuchando las sugerencias vecinales a través de una consulta sobre cómo debería ser el equipamiento cultural ideal. Fruto de las consultas se aprobó el proyecto de los arquitectos Antoni Llinàs y Joan Vera, que terminó ganando el premio FAD 2006.

La Jaume Fuster se ha consolidado como la biblioteca más visitada de la Red de Bibliotecas de Barcelona, además de ser la primera en contar con un auditorio y una sala de exposiciones

El resultado fue un edificio funcional y acogedor, donde prima el aprovechamiento de los espacios, tanto para acoger las 105.000 piezas de material cultural que atesora la biblioteca –libros, cedés, deuvedés, videojuegos, cómics, revistas– como para crear zonas donde se pueda leer, trabajar o estudiar, siempre con acceso a la luz natural –de día– y con vistas al entorno urbano.

Distribuida en tres plantas, combina el cristal y el metal para crear un espacio interior diáfano y agradable, forrado de madera y que posee una cafetería adyacente, una galería de exposiciones –actualmente con una dedicada a la escritora Ana María Matute– y un auditorio con capacidad para 250 personas. En la planta baja cuenta también con una amplia sala dedicada a cuentos infantiles en la que niñas y niños, junto con sus progenitores, pueden acceder a números títulos.

Cultura gratuita para cinco barrios

La situación de la plaza, y de la biblioteca por ende, es tan compleja como estratégica, pues actúa de bisagra de dos distritos muy diferentes económicamente. Por un lado, el rico Sarrià-Sant Gervasi y, por el otro, el de Gràcia, que acoge barrios tanto de clase media como obrera. En total son cinco barrios para los que la Jaume Fuster actúa de biblioteca principal, si bien en cada barrio hay otras bibliotecas de menor capacidad.

Carles es del barrio de la Salut y está prejubilado. Está leyendo junto a un ventanal en uno de los bancos del tercer piso. Cuenta que acude a diario a tomar libros prestados e incluso leerlos en las salas “porque la luz es muy buena”. Define a la Jaume Fuster como su “gimnasio intelectual”. “Por la mañana voy a la piscina a ejercitar el cuerpo y luego aquí para trabajar el cerebro”, asegura. “Desayuno en la cafetería y me meto a leer”, agrega para apostillar: “Desde que descubrí la biblioteca no he vuelto a pagar por consumir cultura: ni libros ni música ni películas”. El carnet de biblioteca pública es gratuito en Barcelona.


Interior de la biblioteca pública Jaume Fuster, en Barcelona

En el otro extremo de la sala se encuentra, en una solitaria mesa, Arancha. Está trabajando con el portátil abierto mientras escucha música por los auriculares. Es una joven coruñesa que habla un catalán impecable, sin acento. Cuenta que llegó hace diez años a Barcelona para estudiar un máster en comunicación corporativa y, tras terminar, encontró trabajo en Lleida, donde reside actualmente. Está de paso por Barcelona y aprovecha la tranquilidad de la biblioteca para cerrar tareas.

“Cuando estudiaba vivía cerca y venía mucho, pero no para estudiar sino para tomar libros prestados”, relata. Cuenta que aunque estaba satisfecha con la oferta de títulos, encontraba “al principio que había muchos en catalán”, traducciones de las novelas que ella buscaba en castellano“. ”Como acababa de llegar, suponía un problema para mí, pero descubrí que puedes hacer peticiones y a través de la red de bibliotecas y te consiguen los libros que pides“, agrega. ”Al final opté por leer en catalán y me ayudó mucho a aprender el idioma“, puntualiza finalmente entre risas.

Desde que descubrí la Jaume Fuster, no he vuelto a pagar por consumir cultura: ni libros, ni música ni películas

Carles

En la segunda planta, en una zona de pupitres se encuentra Pep, de mediana edad, que explica que la biblioteca es su zona de tranquilidad. “Aunque a media mañana se pone hasta los topes de estudiantes, me escapo de casa para poder venir aquí a leer y estudiar mis cosas a primera hora, porque hay mucha tranquilidad”, dice y muestra en el ordenador un libro de texto de navegación. “Me estoy sacando el título de patrón de yate, me examino en dos semanas y en casa, ahora con mis hijos sin ir a la universidad, es imposible estudiar”, explica y concluye: “Menos mal que tengo la biblioteca a mano”.

Formar ciudadanos y oxigenar el tejido urbano

Carme Galve, el motor de la Jaume Fuster desde su creación, se muestra muy satisfecha con el premio, si bien prefiere centrarse en los retos de futuro, tanto estructurales como funcionales. Entre los estructurales incluye especialmente la adaptación al cambio climático. “El edificio tiene una gran superficie de techo, además de mucho cristal, y debe prepararse para un escenario en el que puedes tener lluvias torrenciales tanto como olas de calor”, explica. “Los aires acondicionados que tenemos son de hace 20 años, cuando las temperaturas no eran tan pronunciadas”, agrega.

Las bibliotecas deben tener la misión de convertir a los consumidores de cultura en ciudadanos críticos, capaces de pensar por sí mismos y detectar la desinformación en los contenidos a los que acceden

Carme Galve, directora de la biblioteca Jaume Fuster

En cuanto a funcionalidad, Galve lo tiene claro: “Las bibliotecas deben tener la misión de convertir a los consumidores de cultura en ciudadanos críticos, capaces de pensar por sí mismos y detectar la desinformación en los contenidos a los que acceden”. Hace especial hincapié en los nuevos contenidos digitales a los que dan acceso, que asegura que se seleccionan cuidadosamente para que respeten la inclusividad, la igualdad y la tolerancia.

“Actualmente tenemos en el área de informática un taller para adolescentes destinado a la detección de fake news y la información crítica”, revela. En la misma línea, asegura que el equipo selector de contenidos para adquisición de la biblioteca atiende a los parámetros inclusivos en la selección de material infantil, y pone como ejemplo en este sentido la Biblioteca Pública de Nueva York, “que resiste las embestidas censoras del gobierno de Trump”.

Pero Galve va más allá y reclama para su biblioteca el papel de eje vertebrador del barrio, en su caso de cinco barrios: “La Jaume Fuster es el pulmón cultural de unos barrios alejados del centro, donde están las instituciones culturales, por lo que no debe limitarse solo a ofrecer cultura; también queremos que sea un centro de debate cultural y vecinal”.

Una casa para BCNegra

Explica que su equipo está buscando la manera de realizar remodelaciones interiores del espacio para albergar zonas de debate y encuentro de minorías. “Hemos pensado en cubículos insonorizados”, avanza, y explica sobre su ideal de casa lectora: “Filosóficamente nos alineamos con el concepto canadiense de biblioteca, que las considera un tercer espacio en el que la comunidad se reúne bajo normas tácitas y con un concepto igualador”.

Por el momento, la biblioteca tiene el honor de acoger las exposiciones que cada año se realizan por el festival de novela negra BCNegra. Además, en su auditorio, se realiza la ceremonia inaugural del certamen; “desde su creación”, puntualiza Galve. No en vano, Jaume Fuster fue uno de los pioneros de la novela negra en catalán. A este respecto, el escritor Carlos Zanón, director de BCNegra, explica a elDiario.es que, además del por el nombre, decidieron “que fuera así por el excelente equipo de la biblioteca” con el que siempre han trabajado “muy a gusto”. “Es un espacio maravilloso”, remacha Zanón.