
Marga Sánchez Romero, arqueóloga: «A las mujeres nos han marcado modelos estéticos desde la prehistoria»
La catedrática y divulgadora nos lleva de paseo por la arqueología de la desigualdad, y hace un recorrido por las historias grabadas en nuestros cuerpos durante miles de años; historias de represión que han servido para controlar y ejercer violencia sobre las mujeres a lo largo del tiempo
Hallan una flecha clavada en una costilla humana de hace más de 4.000 años en un sepulcro prehistórico de los Pirineos
El cuerpo habla. Habla de experiencias, de todo lo que fuimos a lo largo del tiempo. Si sumamos ese relato al de otros cuerpos, podemos trazar un mapa común: el de la sociedad en la que hemos vivido, nuestras relaciones con otras personas y el entorno, la desigualdad que hemos podido experimentar. Habla de la humanidad, en definitiva. Esa huella imborrable perdura en nuestros cuerpos durante miles de años. Y con esa impronta trabaja la arqueología para tratar de comprender mejor cómo fuimos, cómo somos. Qué nos ha llevado hasta aquí.
Marga Sánchez Romero es una de las personas que crean ese mapa a través de los resquicios que dejamos a nuestro paso. Es catedrática en la Universidad de Granada y acaba de publicar el libro Lo que el cuerpo nos cuenta (Destino). La también divulgadora ha accedido a conversar en un paseo a lo largo del tiempo. El lugar elegido es el Museo Arqueológico Nacional (MAN), pero el contexto es mucho más amplio y abstracto: la prehistoria y la historia de las mujeres. Especialmente aquella que se puede palpar, que ha quedado grabada en sus cuerpos, que nos llega hasta día de hoy y a través de la cual tenemos una certeza de peso: que fuimos. Que estuvimos ahí. Aunque a veces hayan intentado borrarnos.
En este país el concepto de mujer ha cambiado mucho en 100 años, imagina en miles de años y en todas las partes del mundo
Esta es una parte de nuestra conversación andada, que ha tenido que ser recortada y editada por su extensión.
“Miran la prehistoria para justificar el debate actual”
Nos dan la bienvenida en esta visita representaciones de nuestras antepasadas. Lucy, por supuesto. Pero también algunas neandertales. Muchas aparecen con lanzas, una realidad que todavía choca. Marga lo tiene claro: no vale incluir a mujeres solo para poder decir que se las ha tenido en cuenta. “De lo que estamos seguras es que en las sociedades prehistóricas hay mujeres y no tenemos pruebas para decir que el descuartizamiento de un mamut solo lo hacen hombres. Por lo tanto, hay que poner a toda la sociedad, porque seguramente sería un trabajo bastante colectivo”, explica.
Marga Sánchez Romero posa al inicio de la visita en el Museo Arqueológico Nacional (MAN)
Cada vez hay más constancia de que esa imagen colectiva de los hombres prehistóricos saliendo a cazar o creando herramientas mientras la mujer se quedaba resguardada es más una visión actual que un hecho. “Ya tenemos datos científicos que nos ponen a las mujeres en ese sitio: cazando o pintando arte rupestre. Pero lo cierto es que hay otras muchas actividades que las mujeres han hecho históricamente y que no están representadas en los museos”. Es decir, no solo es que las mujeres sí cazaban, creaban y hacían arte, como ellos. Es que, además, se encargaban de otros aspectos que social e históricamente se han considerado menos importantes.
Si tú pones a una señora pintando en Altamira, te van a preguntar cómo sabes que ella pintó. Si pones a un señor, nadie te va a preguntar cómo sabes eso
Actividades como el cuidado o la alimentación, que durante años han sido denostadas pero que son fundamentales para nuestra especie. “¿Por qué contamos el proceso de fabricación de una punta de bronce y no contamos el proceso culinario, por ejemplo? Hay un montón de actividades que no se cuentan y también forman parte de quiénes somos”. “¿Por qué no dar esa información de cómo se cuida, si es lo más importante que ha hecho la especie humana? Eso es lo que ha permitido que sobrevivamos, cuidar en un sentido amplio, cuidar del bienestar emocional y de que la gente se sienta parte del grupo. También el cuidado doméstico. ¿Por qué no mostrarlo en los museos o en los libros de texto?”.
Conforme vamos avanzando, nos cruzamos con algunos visitantes. Se nota el prolífico currículum de Marga como divulgadora, es inevitable prestar atención a sus explicaciones. Da la sensación de que si levantase un poco más la voz, tendríamos a nuestro alrededor un corrillo de gente escuchándola, con su relato los restos de las vitrinas se entienden mucho mejor.
Durante gran parte de la historia, en el Paleolítico, la diferencia no tiene por qué convertirse en desigualdad. Pero a lo largo de cientos de años, con la producción agrícola, comienza a haber gente que tiene más que los demás. Se fabrica un discurso para que el resto crea que tengo más porque me han elegido. Y entonces tú te lo crees. Esas justificaciones siguen existiendo
Lleva muchos años investigando y hablando sobre el papel de la mujer en la prehistoria. ¿Cómo puede ser que la arqueología haya dejado a un lado a la mitad de la población por tanto tiempo? “Porque cuando la arqueología nace, los que la ejercen son de la élite intelectual y económica, y en el siglo XIX las mujeres ni siquiera podíamos votar. No tenemos presencia social, política o económica, más allá de las tareas que debemos hacer”.Y esa es la mirada que se aplica a los yacimientos del pasado.
Pero es que además, el relegarnos a las mujeres históricamente a un rol concreto —sumisas, con poca importancia para el conjunto de la sociedad—, también beneficia al estatus del momento. “Ellos miran la prehistoria para justificar el debate actual, para justificar su contemporaneidad. Las mujeres no están en el discurso histórico porque en ese momento no somos importantes socialmente. Además, ellos eligen qué ha hecho que se mueva el mundo, como la caza, la metalurgia o la creatividad, y todo eso para ellos tiene que estar en manos masculinas porque son los que dirigen en ese momento. Pero es algo fácil de desmontar”.
La catedrática y divulgadora, junto a representaciones de mujeres en el MAN
Sin embargo, ese discurso ha perdurado en el imaginario colectivo durante mucho tiempo. “Si tú pones a una señora pintando en Altamira, te van a preguntar cómo sabes que ella pintó. Si pones a un señor, nadie te va a preguntar cómo sabes eso. Necesitas pruebas. Da igual porque yo soy científica, no me importa aportar pruebas”, subraya. Pero incluso a pesar de las pruebas, desmontar esa idea arrastrada a lo largo de los años, ese prejuicio sexista, es muy difícil.
“Cuando yo empecé a investigar, era una cosa en arqueología como de segunda categoría, la anécdota, el cuadrito azul que tenemos en los libros de texto que habla de las mujeres. Se nos decía que no hacía falta hablar de género para hablar de las sociedades del pasado. Yo lo considero imposible, ¿cómo vas a hacer un relato de esas sociedades si no hablas de más de la mitad de la población?”.
Además, hablar de género también es hablar del género masculino, no solo el femenino. “Así es, pero parece que lo objetivo es hablar de señores. Cuando hablas de mujeres, es política”.
En este país el concepto de mujer ha cambiado en 100 años: éramos infantilizadas, no podíamos salir del país sin el permiso de un hombre, no podíamos votar. El concepto de lo que es una mujer ha cambiado muchísimo. Imagínate en miles de años y en todas las partes del mundo
A medida que las sociedades actuales avanzan y toman el poder los grupos históricamente marginados, estos cambios se ven reflejados en la arqueología, que mira con otros ojos a los grupos prehistóricos. Sucedió con las personas mayores: “Ahora la gente se jubila con 65 años y tienen una masa de unos 20 años de vida por delante, generan mucha economía y son personas activas. Ahora es cuando empezamos también a preocuparnos por esas personas del pasado”.
“Se están estudiando también cuándo comienzan los procesos relacionados con la menopausia de las mujeres en la prehistoria porque se han encontrado mujeres con 30 años que tenían hijos. O sea que no es cierto que todas las mujeres en la prehistoria eran madres a los 15 o los 20 años. Tenemos el hándicap metodológico de que es complicado definir muy bien las edades a partir de un determinado momento, pero eso se solucionará, como se ha solucionado en otras ocasiones”. Por ejemplo, con la melanina de los dientes, una proteína que permite establecer el sexo de un niño en la prehistoria a través de sus restos.
¡Cómo le gustan a un arqueólogo unos dientes! “Total, a mí me encantan. Dientes, dientes… ya sabes”.
Los seres humanos vivieron durante años sin desigualdad
La arqueología del cuerpo ofrece un “abanico de posibilidades” a los investigadores para conocer más sobre nuestro pasado. Permite contar historias que, de otra manera, jamás podrían haber sido contadas. Por ejemplo, cómo murió una persona, a qué dedicaba su tiempo o qué conocimientos tenían aquellas sociedades sobre la medicina. “La primera operación de oído se realizó en la prehistoria, hace 5.500 años, y lo sabemos por los restos del Dolmen del Pendón, en Burgos. El cuerpo también nos enseña la tecnología y el conocimiento de salud que se tenía”.
Marta Sánchez Romero, en la biblioteca del Museo
Pero también los restos humanos hablan sobre jerarquías y desigualdades sociales. A medida que avanzamos, en los expositores comienzan a aparecer las primeras joyas, y también las primeras armas, que formaron parte en algún momento de un ajuar. Se sabe porque son mucho más pesadas y menos prácticas que un arma que pudiera ser utilizada para atacar. Todo con una finalidad: señalar a esa persona como diferente, como ‘superior’ al resto, un símbolo de estatus social, algo que no dista de lo que podemos ver hoy en día. Y eso me lleva a una pregunta: ¿en qué momento, unas sociedades que pueden considerarse más o menos igualitarias, pasan a dejar de serlo? ¿En qué punto…? “¿Se tuerce todo?”, me completa la pregunta Marga.
“Es el momento de la producción de alimentos, cuando en el Neolítico las poblaciones se hacen productoras. Las poblaciones de cazadores recolectores eran sociedades muy igualitarias porque todo el mundo hacía lo mismo, no hay diferencia en las cosas que cada uno tiene o las diferencias son mínimas”. Pero una vez que se establecen, según las habilidades que tuviesen, hacían unas tareas u otras: “Esas diferencias se convirtieron en desigualdades. Durante gran parte de la historia, en el Paleolítico, la diferencia siempre es buena y no tiene por qué convertirse en desigualdad. Pero a lo largo de cientos de años, con la producción agrícola, comienza a haber gente que por muchas razones tiene más de lo que tienen los demás”.
En ese momento, esas sociedades no conocían lo que era la desigualdad, “no saben a lo que se enfrentan”. Y ocurre algo que resuena todavía hoy: quienes más tienen, más quieren. Pero deben buscar una manera de justificar que están por encima: “Se fabrica un discurso para que el resto crea que tengo más porque me han elegido, porque tengo sangre azul o lo que sea. Y entonces tú te lo crees. Esas justificaciones siguen existiendo”.
No son damas, son mujeres poderosas
Y de ahí también nace el control del cuerpo de la mujer: de la necesidad de producir mano de obra. Pero si son ellas las que crean esa vida necesaria, ¿qué poder tenían en esas sociedades? Algunas de las esculturas más famosas del MAN precisamente son representaciones de mujeres. “Una cosa son las mujeres corrientes y otra el estereotipo. Tú puedes ver en una mujer atributos relacionados con la fertilidad y divinizarla, pero estás divinizando una idea de mujer”.
Es muy útil conocer la variabilidad del comportamiento humano. No hay soluciones únicas para los problemas. El uso de la violencia, por ejemplo, que estamos viendo, no es la única forma. Mirar a las sociedades del pasado nos enseña que las estrategias para seguir viviendo son muy variadas
“Que haya figurillas [que no las mal llamadas venus] que tienen que ver con la fertilidad no necesariamente tiene que corresponder a una sociedad en la que las mujeres tengan más poder. Pero muchas veces confundimos el que las mujeres tengan menos poder con que no tengan ningún poder. Y eso tampoco es verdad. Las mujeres han tenido distintos tipos de poder en distintos aspectos de las sociedades y además de forma muy diversa en todo el mundo”. Como ocurre también en el presente. “Seguimos viviendo en un sistema patriarcal y en esta sociedad hay mujeres con mucho poder”.
Ya en la segunda planta, nos espera una de las piezas más imponentes del museo. Con su imperturbable expresión, parece que la Dama de Elche escuchara atenta a la entrevistada y nos esperara al final del pasillo. La más famosa sin duda, pero no la única: la acompañan las otras damas ibéricas, como la de Baza. Nos paramos frente a ella y su semblante tranquilo nos invita a hacernos muchas preguntas.
La entrevistada, en uno de los patios del MAN
Se sabe que la escultura policromada se ha usado para guardar restos junto a un ajuar de armas. ¿De quién? “De una mujer. El primer antropólogo que estudió los restos ya dijo que eran de una mujer, pero era 1971 y las cosas en muy distintas, todos se echaron las manos a la cabeza porque tiene una panoplia guerrera, con lo que entendían que tenía que estar enterrado un guerrero y así se ha interpretado durante mucho tiempo, demasiado”. Pero una vez se vuelven a analizar los huesos, se certifica años después que efectivamente, era una mujer, “con suficiente importancia social como para ser enterrada así. Era una señora que tenía muchísimo poder”.
Y gracias a este descubrimiento se empiezan a revisar también otros restos, interpretados en algunas ocasiones con una visión parcial por parte de la arqueología, “eurocéntrica y androcéntrica”. “Ese es el error que hemos cometido, hemos metido a la prehistoria en una bolsa de blanco y negro, hombre, mujer y adultos, porque ni siquiera contamos a las criaturas o las personas de edad avanzada, tampoco las personas con distintas capacidades. Estamos haciendo una historia muy parcial. Hay que hacer lecturas yacimiento por yacimiento”.
El primer antropólogo que estudió los restos de la dama de Baza ya dijo que eran de una mujer, pero era 1971 y todos se echaron las manos a la cabeza porque tiene una panoplia guerrera, con lo que entendían que tenía que estar enterrado un hombre
Pero la de Baza es diferente a la dama de Elche. A simple vista se puede comprobar. “Durante mucho tiempo también se interpretó que esas damas eran diosas, que no eran mujeres reales. Cuando las pones en el ámbito de la divinidad, no son mujeres como tú y como yo. Nosotras no podemos aspirar a ser una diosa”. Pero hay detalles que parecen indicar que la dama de Baza no era ninguna diosa: “Está calzada, las diosas van descalzas. Eso nos sitúa en que hay mujeres como tú”, a pesar de que “se ha intentado cortar esa genealogía de mujeres poderosas”.
“Es muy probable que sean retratos de damas que tienen importancia, porque para representar divinidades usan otros métodos”.
“Todas las épocas históricas han tenido modelos de mujer”
A pesar de la antigüedad que tienen muchas de las representaciones femeninas, se puede trazar una línea, una evolución sobre el ideal de cada época. También a través de los enterramientos a lo largo de miles de años y la utilización de elementos diferenciados en ellas, de joyas y de adornos. Como la divulgadora recoge en su libro, en los enterramientos se ve claramente cómo en las mujeres se usa más su propio cuerpo para expresar su identidad, mientras que en el caso de los hombres, son los objetos y la tecnología los que sirven para identificarlos. ¿Cómo puede ser que miles de años después sigamos sintiendo ese control del cuerpo al que nos somete la sociedad, esa presión, muchas veces reforzada hoy en día por las redes sociales? Cuando ya no estemos aquí, ¿qué historias contarán nuestros cuerpos a las arqueólogas del futuro?
Todas las épocas históricas han tenido modelos de mujer, pero nosotras no correspondemos a ese modelo
“Todas las épocas históricas han tenido modelos de mujer, pero nosotras no correspondemos a ese modelo. Hay mucha presión y un modelo que se repite, eso ha pasado siempre, la utilización del físico para mostrar identidad grupal. También se puede ver en las tribus urbanas. A nosotras nos pasará como nos está pasando cuando estudiamos a las mujeres del pasado, vamos a encontrar toda la variabilidad. Por mucho que se empeñen en un modelo estético. Aunque es cierto que nos están marcando ese modelo, nos lo han marcado desde la prehistoria”.
Esto abre varios debates en torno al género: no solo respecto a lo cambiantes que pudieron ser las identidades de género en la prehistoria, también su relevancia para las sociedades, que ha variado a lo largo de miles de años.
Marta Sánchez Romero, durante un momento de la entrevista con elDiario.es
No son solo modelos estéticos, también éticos y morales, de cómo ser una buena mujer. ¿Qué valores tiene la mujer ideal en el franquismo? ¿Y la mujer ideal en el mundo medieval? “En este país el concepto de mujer ha cambiado en 100 años: éramos infantilizadas, no podíamos salir del país sin el permiso de un hombre, no podíamos votar. El concepto de lo que es una mujer ha cambiado muchísimo. Imagínate en miles de años y en todas las partes del mundo”.
Ya en la biblioteca del MAN, después de haber hecho el recorrido con otra mirada, nos paramos a pensar en el futuro. Después de tantos años estudiando a las sociedades del pasado, ¿qué podemos extraer de todo ese pasado que nos sirva en nuestro caos actual?
“Creo que es muy útil conocer la variabilidad del comportamiento humano. No hay soluciones únicas para los problemas, el uso de la violencia, por ejemplo, que estamos viendo, no es la única forma de solucionar un conflicto. Los comportamientos de las personas, tanto en lo individual como en lo colectivo, son muy variados y responden a muchas dinámicas distintas. En este mundo en el que estamos intentando que todos los conflictos se resuelvan de forma violenta, que todos nos podamos ajustar a negros y blancos, incluso la propia política. Mirar a la sociedad del pasado, lo que nos tiene que enseñar, si nos enseña algo, es que las estrategias que las poblaciones han utilizado a lo largo de la historia para seguir viviendo y para tener las mejores vidas posibles son muy variadas. Utilizar una estrategia limitada, limita también nuestra capacidad de solucionar problemas”.
Acabamos nuestro paseo-entrevista con esta idea flotando en el aire: la de entender que si algo nos enseñan nuestros miles de años de historia y prehistoria (breve, en realidad) es que ser diferentes nos hace más fuertes como especie, es en la diversidad donde reside nuestra fortaleza. “Con que fuéramos conscientes de eso, me conformaba”, concluye Marga.