Estos son los gastos que más suben en vacaciones (y así puedes ahorrar en ellos)

Estos son los gastos que más suben en vacaciones (y así puedes ahorrar en ellos)

En verano suben los precios de aquello que más consumimos, sobre todo viajes, alojamiento y comidas fuera de casa: con un poco de planificación podemos ahorrar y evitar desagradables sorpresas

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El verano es para muchas personas sinónimo de vacaciones. Son días para viajar, descansar y pasar tiempo con la familia y amigos, lejos de la rutina del trabajo. Pero también es la temporada del año en la que se consumen productos y servicios que no son habituales el resto del año. Este es un terreno fértil para que las empresas suban sus precios en estas fechas. Alquileres de coches, vuelos y hoteles son algunos ejemplos, pero también pueden subir otras cosas en las que no pensamos, como los tomates o la gasolina. Conviene que tengamos en cuenta estas subidas si no queremos que el verano haga un agujero en nuestro presupuesto.

El transporte en verano

Es la partida del gasto de las vacaciones más fácil de identificar. En esta época, los precios de los billetes de avión y tren se pueden encarecer hasta casi duplicar sus precios respecto al resto del año. La falta de previsión de quienes improvisan es aprovechada por los operadores para extraer precios elevados en los momentos de mayor demanda. Además, la sensación de urgencia por asegurar las plazas, especialmente para familias numerosas o con fechas inflexibles, hace que estas escaseen. Los precios dinámicos de las centrales de reservas, calculados mediante un algoritmo, son implacables.

La solución para ahorrar está en la planificación. Como explica la central de reservas SkyScanner, la principal motivación de las aerolíneas es llenar todos los asientos del avión al máximo precio posible. Esto hace que si se reservan las plazas con antelación, los precios siempre sean mejores. Pero, ¿con cuánta antelación? Según su análisis, los vuelos nacionales se deben reservar entre tres y seis semanas antes de la fecha del viaje y, los internacionales, lo antes posible. Lo mismo se aplica a los trenes de largo recorrido.

Los alquileres de coches se rigen por sistemas de reservas similares. Reservar con antelación siempre es más ventajoso, aunque también podremos encontrar ofertas en destino en agencias de alquiler locales, que a menudo son más competitivas que las grandes empresas.

No podemos olvidar la gasolina. En verano se multiplican los desplazamientos por carretera, lo que suele coincidir con un repunte en el precio de los carburantes. Aunque el precio obedece a los mercados internacionales, las estaciones de servicio pueden aumentarlos dependiendo de su localización o las fechas del año. Las aplicaciones para localizar los mejores precios de gasolina en tiempo real pueden ayudar.

Alojamiento en vacaciones

Hoteles, apartamentos turísticos e incluso albergues y campings aumentan sus tarifas a medida que sube el termómetro. Los precios se han incrementado, además, hasta en un 34% comparados con antes de la pandemia, lo que puede hacer que pasar las vacaciones con la familia durmiendo en un sitio agradable cueste el doble de lo que esperábamos.

Como en el caso de los hoteles, reservar con antelación y aprovechar bonos y ofertas que aparecen a lo largo de todo el año puede evitar sustos con los precios desorbitados de las reservas de última hora. Otra estrategia consiste en mirar más allá del hotel estándar. Opciones como el intercambio de casas, alojamientos rurales o plataformas cooperativas de alquiler más justo pueden ofrecer no solo más espacio para familias o grupos de amigos, sino que resultan más económicos por persona. Además, cocinar aunque sea dos comidas al día ayuda a aliviar la factura de la siguiente partida, la alimentación.

La comida en verano

La alimentación y el consumo diario son parte de los gastos que encarece los viajes y que menos esperamos al planificar las vacaciones. Los desayunos en cafeterías, los almuerzos en restaurantes cercanos al alojamiento o las cenas buscando algo típico pueden sumar facturas muy elevadas. Muchos restaurantes dejan de ofrecer menús asequibles en verano y hay chiringuitos de playa y otros establecimientos estacionales que intentan ‘hacer el agosto’ inflando los precios.

Hacer la compra también puede ser más caro. Según un estudio de Eroski, los productos típicamente veraniegos como la fruta, las cremas solares, los helados o la cerveza suman el 18% del gasto total de las familias en los meses de junio, julio y agosto. Estos productos son también los que se suelen encarecer en verano respecto al resto del año. Comprar la comida en los supermercados sigue siendo aun así la mejor opción para ahorrar, así como planificar pícnics para el almuerzo en la playa, el parque o después de visitar un monumento. Llevar nuestra propia agua evitará el gasto adicional en botellas de plástico que, según donde estemos, son carísimas y siempre contaminantes.

Las actividades

No todo va a ser tumbarse al sol. En vacaciones también hay otro gasto poco previsto que comprende las entradas a parques temáticos, museos, acuarios o monumentos y las actividades guiadas, como excursiones en barco, esa ruta en quad que tanto deseas, alquiler de bicicletas o material deportivo que no se volverá a usar, como gafas de buceo o piraguas hinchables.

Como en todo lo anterior, la previsión significa dinero ahorrado. Seguramente no sea posible realizar todas las actividades que te gustaría, por lo que investigar en Internet con antelación, elegir y reservar las que más merecen la pena puede ayudar a acotar el gasto. Además, no olvidemos las actividades gratuitas en cada destino, desde las rutas de senderismo hasta los parques naturales o pueblos pintorescos, donde no tendremos por qué gastar más.

Ahorrar en verano no significa tacañería, sino gastar con inteligencia y planificar. En vacaciones, la espontaneidad está sobrevalorada. Es cierto que, por casualidad, podríamos encontrar un restaurante perfecto a mitad de precio y entrar a una atracción turística gratis en un día en el que no había cola, pero no es lo habitual. Si queremos evitar esperas, mala comida y, sobre todo, precios desorbitados, un poco de planificación siempre ayuda.