Anaga en un día: niebla, laurisilva y arena negra en el bosque milenario de Tenerife

Anaga en un día: niebla, laurisilva y arena negra en el bosque milenario de Tenerife

En la isla del gran volcán marrón, el contraste verde lo pone Anaga: un macizo montañoso cargado de humedad, atravesado por numerosos senderos y salpicado por playas de aguas cristalinas

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En Tenerife, a poco más de media hora en coche desde Santa Cruz, hay un macizo montañoso que no se parece a nada de lo que uno espera encontrar en la isla. Lejos del sol y las playas del sur, Anaga es un rincón verde, fresco y montañoso, cubierto por un bosque húmedo que parece sacado de otro lugar. Aunque en la isla la fama se la lleva el Teide, Anaga tiene razones de sobra para dedicarle una visita.

Declarado Reserva de la Biosfera, el Parque Rural de Anaga es uno de los espacios con mayor biodiversidad de Europa. Lo cruzan barrancos profundos, carreteras serpenteantes, senderos entre musgos y algunas de las playas más salvajes del norte de Tenerife. Y lo mejor es que, aunque da para mucho más, es posible recorrer una buena parte de Anaga en un solo día.

La ruta más habitual empieza en San Cristóbal de La Laguna y termina cerca de Santa Cruz, bajando por San Andrés. Se puede hacer en coche, combinando paradas en miradores, paseos por el bosque, pueblos con historia y una playa para acabar la jornada. Un plan perfecto para quienes buscan una cara distinta de Tenerife.

Qué es Anaga y por qué es tan especial

El paisaje de Anaga es el resultado de millones de años de actividad volcánica y de erosiones sucesivas. Las laderas están llenas de roques, diques y barrancos, y por su orientación recibe directamente los vientos alisios, que traen humedad desde el Atlántico. Por eso, mientras en la costa hay sol y sequedad, en las cumbres suele haber niebla, lluvia horizontal y un ambiente fresco durante todo el año.

Este contraste ha favorecido la aparición de muchos ecosistemas distintos. En Anaga hay sabinares, cardonales, pinares, enclaves de agua dulce y, sobre todo, una de las mejores muestras de laurisilva que quedan en Canarias. En total, hay más de 120 especies endémicas exclusivas de este macizo, pero muchas están amenazadas o en peligro de extinción.

Pero Anaga no es solo naturaleza. Desde el siglo XVI, sus laderas se adaptaron con bancales para el cultivo, y durante siglos fue zona de agricultura, ganadería y comercio. El vino salía desde embarcaderos como el del Roque de las Bodegas y aunque hoy sus pueblos tienen pocos habitantes, siguen manteniendo esa relación estrecha con el medio.


Las vistas, con el Teide al fondo, desde el Mirador de Jardina.

La laurisilva, el bosque que vive gracias a las nubes

La laurisilva es un bosque siempre verde que solo puede vivir en zonas donde haya humedad constante. Su nombre viene de las hojas de sus árboles, parecidas a las del laurel, pero es mucho más que eso. En realidad, es un ecosistema muy complejo que depende de los vientos alisios y del mar de nubes para sobrevivir.

Cuando el viento del noreste choca con las montañas de Anaga, la humedad se condensa y forma una capa de nubes bajas. Las hojas de los árboles atrapan esas gotitas, que alimentan al bosque y permiten que siga verde incluso en pleno verano. Este efecto es vital para muchas especies y también para la recarga de los acuíferos de la isla.

La laurisilva es un resto de los bosques que cubrían Europa hace millones de años. Solo ha sobrevivido en unas pocas islas del Atlántico. Y aquí, en Anaga, está especialmente bien conservada. No solo hay árboles: también helechos, hongos, aves, insectos, murciélagos y microorganismos que hacen que todo funcione.


Interior del Sendero de los Sentidos, en Anaga.

Ruta para un día en Anaga

La forma más cómoda de visitar Anaga es en coche, pero ten en cuenta dos cosas: empieza temprano, en verano a partir de las 10 ya es difícil encontrar aparcamiento en los puntos de interés; y circula con precaución, hay muchas curvas, algunas son ciegas, y la estrechez de la carretera hace que dos coches pasen muy justos.

Lo mejor es entrar por la carretera TF-12 desde La Laguna y hacer el recorrido de forma circular hasta salir por San Andrés, ya cerca de Santa Cruz de Tenerife. Al poco de empezar a subir se llega al Mirador de Jardina, un buen sitio para hacer la primera parada. Las vistas del valle son amplias y, si está despejado, se ve el Teide al fondo.

Desde allí se sube hasta el Centro de Visitantes de Cruz del Carmen, donde puedes recoger información sobre el parque, consultar rutas de senderismo e incluso apuntarte a visitas guiadas. Junto al centro hay otro mirador con buenas vistas y, justo al otro lado de la zona de aparcamiento, empieza uno de los senderos más populares del parque.

El Sendero de los Sentidos


Comienzo del Sendero de los Sentidos, en Anaga.

Esta ruta es corta y accesible, ideal para entender qué es la laurisilva. Está llena de carteles que te invitan a tocar, oler y escuchar el bosque. Hay tres tramos: el primero está adaptado para personas con movilidad reducida, mientras que los otros dos bajan un poco más y ofrecen una caminata muy completa sin ser exigente.

La ruta se recorre en unos 45 minutos y está bien señalizada. Hay zonas húmedas incluso en verano, por lo que conviene tener cuidado con el suelo resbaladizo. Se recomienda llevar calzado cerrado, como siempre que se sale al campo, aunque su bajo nivel de dificultad le permite ser una buena ruta si se viaja con niños.

Mirador del Pico del Inglés y camino viejo

A dos kilómetros de Cruz del Carmen está el desvío al Mirador del Pico del Inglés. Las vistas desde allí son espectaculares, si las nubes lo permiten. Pero lo más curioso es el inicio del antiguo camino, tallado entre paredes cubiertas de musgo.

Es uno de los lugares más fotogénicos de Anaga y suele aparecer en muchas imágenes del parque. Pero claro, eso hace que se pueda abarrotar de gente, por lo que conviene llegar muy temprano si se quiere disfrutar con calma de su verdadera esencia.


Camino viejo al mirador del Pico del Inglés, en Anaga.

Senderos alternativos y otras opciones

Si te apetece algo más largo, puedes probar con el Bosque de los Enigmas, una ruta circular de 5 km que empieza en el mismo centro de visitantes. No es dura, pero exige algo más de tiempo. También existen otras rutas como el sendero de Roque Bermejo, que baja hasta una pequeña playa.

Para un primer contacto, lo ideal es quedarse con el Sendero de los Sentidos o el de los Enigmas. Y si vuelves, ya habrá tiempo para los más largos o combinar más de una opción.

Taganana y el Roque de las Bodegas

Desde el Pico del Inglés, la carretera empieza a bajar hacia la costa. El trayecto es lento y lleno de curvas, pero las vistas lo compensan. El paisaje se va abriendo y aparece Taganana, uno de los pueblos más conocidos de la zona. Tiene arquitectura tradicional y una iglesia del siglo XVI que, si está abierta, merece una visita.

Siguiendo la carretera se llega al Roque de las Bodegas, donde puedes parar a comer algo con vistas al mar. Además de su historia como puerto vinícola, hoy tiene algunos restaurantes y una playa de arena negra. No es muy amplia, pero suficiente para un chapuzón si la marea está baja.


Taganana, uno de los pueblos más bonitos de Anaga.

Playa de Benijo, el final más bonito

Un poco más allá está la Playa de Benijo, conocida por sus vistas al atardecer y por los Roques de Anaga que emergen del mar. El acceso es por un sendero que empieza junto a un restaurante, pero actualmente su parte más famosa está cerrada a causa de unos desprendimientos. Pero calma, se puede acceder al primer tramo de playa (el primero que encontrarás una vez pases la de Roque de las Bodegas) y allí disfrutarás igualmente de la arena negra, el agua cristalina y la fuerza de sus olas, pero siempre con precaución ante sus traicioneras corrientes. Solo por la belleza del entorno ya merece la pena la visita, y sin duda es un cierre perfecto para una jornada por Anaga.