César Castaño forjó su sueño de oro desde su pueblo en Asturias: ser escultor de hierro

César Castaño forjó su sueño de oro desde su pueblo en Asturias: ser escultor de hierro

El escultor tinetense es el presidente de la Asociación de Bateadores de Oro que organiza cada año el campeonato en Navelgas

A César Castaño (Navelgas, 1972) un médico le dijo, cuando César tenía 30 años, que tenía que olvidarse del trabajo en la forja porque su espalda estaba destrozada. Había heredado él la pasión por el hierro, el oficio de su padre y de su abuelo, pero César iba más allá, y aunque su padre no entendía nada y se ponía nervioso viendo cómo su hijo pretendía hacer piezas exclusivas con el hierro, César tenía una necesidad interior: hacer escultura. Pensaba su padre que las ocurrencias de César no le iban a permitir vivir del oficio, y cuando descubría a su hijo dándole forma a piezas raras, se hacía un silencio en la fragua y después se oía una frase de padre, de esas que retumban y esperan una respuesta: ¿Pero tú, qué coño estás haciendo?

Un cúmulo de circunstancias llevó a que, después de aquel diagnóstico médico, César Castaño abandonase su Navelgas natal para instalarse en Madrid. Parecía que el calor de la fragua le alejaba del lugar en el que siempre había sentido que era su sitio en el mundo: Navelgas. Su pueblo, en el que César hacía grandes todas sus pasiones, como la música. Castaño fue el creador e impulsor del Concurso Internacional de Folk “Cuarto de los Valles”, un certamen que puso a este pueblín de Tineo en el mapa de muchísima gente, y que consiguió que grandes músicos, del panorama nacional e internacional, recalasen en Navelgas, en el sitio preferido de César Castaño.


César Castaño bateando

“El médico me dijo claramente que no podía seguir con la forja, luego había una chica en Madrid… Un crítico musical llevaba tiempo animándome, convencido de que podría ser yo un buen promotor musical, así que, sin conocer a nadie, me instalé en Madrid a probar suerte”, explica. Y salió bien. Once años estuvo César Castaño dedicado a la promoción musical desde Madrid al mundo. Nuevamente, las barreras que parecen abrazar siempre a los pueblos más pequeños se habían diluido. El de Navelgas triunfaba en lo suyo.

“A los 35 años me salieron todas las canas juntas. Llegó un momento en el que tenía tal volumen de trabajo que, cuando me despertaba, tardaba diez minutos en saber dónde estaba. Yo lo hacía todo: la promoción musical, desde organizar los festivales y hacer las contrataciones hasta encargarte de buscar hotel a los artistas, conducir la furgoneta… Y todo está bien hasta que te cansas”, señala. Y se cansó. Y en aquellas mañanas en las que tardaba en orientarse, le volvía el calor de la fragua y la sensación de que la escultura seguía pidiéndole paso para convertirse en oficio y destino.

Un día, César Castaño volvió a dejarlo todo, y esta vez hizo el viaje en la dirección inversa, desde Madrid a Navelgas. “Siempre supe que iba a volver; este es mi retiro espiritual, aquí está mi gente, mis tradiciones, todo lo que me gusta”. Tras tocar el cielo de la promoción musical y mientras la mayoría escapan seducidos por los supuestos encantos de la gran ciudad, Castaño volvió a casa y lo primero que hizo fue “dedicar unos meses a enfriar la cabeza”. Despertaba, se ubicaba en décimas de segundo, cogía la batea y al río a buscar oro, una práctica ancestral que le reconectaba con lo suyo.

Puede que sea casualidad, pero lo cierto es que el espíritu del bateador de oro, esa persona inquieta y constante que acude al río a menear las aguas en su batea con un ritmo cadente, es el espíritu que logra que César Castaño materialice aquello en lo que cree. El éxito del bateador es encontrar una pepita de oro, y el de César Castaño fue ser escultor y lo logró. Después del necesario descanso, volvió a bajar a la fragua; lo hace cada día, en torno a las nueve de la mañana. Castaño no trabaja con moldes, solo piezas únicas. Y aunque su padre le sigue mirando con ojos de no entender nada, lo cierto es que hoy las piezas únicas de Castaño forman parte de las colecciones más importantes del mundo y, por supuesto, vive de su obra.

Castaño decidió hace años dejar de lado las exposiciones, que eran el escenario perfecto para dar a conocer su trabajo y cambió estos espacios por otros. “Ofrecí a los restaurantes de la guía Michelín hacerles una decoración para cada mesa, y fue un éxito. Las exposiciones daban muchísimo trabajo porque las piezas son muy pesadas, así que pensé que llevar mi obra a estos restaurantes podría ser una buena idea” eso y la pureza que desprende su obra le han colocado en el lugar que le corresponde. Trofeos como el Johan Cruyff o la escultura que diseñó para la despedida deportiva de Rafa Nadal llevan su firma. “Hace algún tiempo recibí la llamada de Juan Antonio Pérez Simón, que es el principal coleccionista de arte privado del mundo. Había comido en un restaurante en los que estaba mi obra y quería comprarlo todo. Fueron treinta obras… para mí ha sido la mayor satisfacción que podría tener”, explica.

Pero César no regresó sólo a Navelgas a ser escultor. Al igual que años atrás había logrado convertir a su pueblo en la cuna del folk, ahora eran tiempos de apoyar otras iniciativas, tan necesarias para mantener la vida de la Asturias rural, por eso asumió la presidencia de la Asociación de Bateadores Barciaecus, que cada año organiza el campeonato de bateo de oro y que este año acogió en este pueblín el campeonato internacional. Bateador desde que era un niño, además de gaitero, lleva con honor esta presidencia y también con responsabilidad. “Yo había sido de los primeros en batear en Navelgas y en el año 98 fuimos a California, a participar en el campeonato de bateo. Yo iba de gaitero, pero ya que estaba allí decidí participar y cogí la batea. Se pensó en mí para la presidencia porque llevo a mis espaldas 26 campeonatos del mundo y yo era, digamos, una cara conocida”, explica. En el año 2008 asumió la presidencia y continúa, al igual que sigue yendo a la fragua cada mañana y manteniendo vivas otras tradiciones como la “esfoyaza”.

En Navelgas se instalaron en su día los romanos y liquidaron la montaña en busca de oro. Con él hacían monedas y hoy, veinte siglos después esa tradición sigue viva, quizás más que nunca, y gracias a la implicación de gente como César Castaño. El bateo es la ilusión de los habitantes de Navelgas, es su sello de identidad y la forma de romper con ese aislamiento que castiga a los pueblos de la Asturias interior. Fue en los años 90 cuando nació la asociación que preside Castaño, y la que organiza cada año el campeonato que es el verdadero tesoro que tiene Navelgas, el pueblo donde todos los niños batean. Este año más de 550 participantes han probado suerte en este pequeño pueblo de Tineo, es la cita anual que consigue romper con todas las estadísticas y que demuestra que la vida rural aún tiene muchos que decir y que aportar. “El intercambio cultural que hay cada año es precioso, es un evento único, por aquí pasan todas las cámaras de televisión”, explica mientras sonríe tranquilo con la ilusión que da sentir que el pueblo donde uno nació y gestó sus sueños sigue vivo.

César Castaño podría haber abandonado todos sus sueños por un problema de espalda, pero decidió luchar por su particular pepita de oro, que no era otra que la ilusión de hacer de Navelgas el lugar de inspiración de su obra como escultor y, también, mantener la vida y costumbres de esta zona de Asturias que derrocha amor al río, a música folk, a esfoyones, que huele a pote, a natas vaqueiras y que todos los años acoge a gente de medio mundo con la ilusión de que logren encontrar su pepita de oro en el río.

Nunca es tarde cuando la inspiración lanza sus señales. Castaño volvió a Navelgas a esculpir sus sueños en hierro, forjó su camino y “otros han empezado a batear a los 70”…el dolor de espalda ha pasado ser un actor secundario.