El día que Christopher Reeve cayó del caballo y nació el activista que desafió a la medicina

El día que Christopher Reeve cayó del caballo y nació el activista que desafió a la medicina

Trágico accidente – Cuando aquel 27 de mayo de 1995 el actor estadounidense terminó en el suelo de una pista ecuestre, la imagen del invulnerable hombre de acero se quebró con estruendo

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El casco no servía para nada en ese momento. Christopher Reeve, subido a lomos de su caballo Eastern Express, avanzaba con decisión por el recorrido de la prueba. Estaba concentrado en los 15 obstáculos que tenía por delante, pendiente de cada salto y cada giro, sin margen para distracciones.

En apenas unos segundos, el galope de Buck – el nombre no oficial con el que se refería a su caballo – cambió por completo: el animal frenó en seco y él salió despedido hacia adelante, cayendo de cabeza contra la valla de salto y, acto seguido, cayó con fuerza al suelo. El actor que había dado vida a Superman en la gran pantalla acababa de romperse el cuello.

La caída a caballo que lo dejó paralizado cambió su vida en cuestión de segundos

El accidente ocurrió el 27 de mayo de 1995 en Culpeper, en el estado de Virginia, durante una competición ecuestre. Reeve, que en aquel momento tenía 42 años, había aprendido a montar a caballo años antes, pero su implicación fue mucho más allá del simple aprendizaje. Participaba de forma activa en torneos y afrontaba los retos con una gran mentalidad competitiva.

En aquella jornada, el tercer obstáculo del recorrido cambió el rumbo de su vida por completo. Su cuerpo, de más de 90 kilos, se estrelló con violencia, provocando la fractura de las dos primeras vértebras cervicales. A pesar de permanecer consciente tras el doble impacto, no podía moverse y apenas lograba hablar. Según relató People, sus primeras palabras fueron: “No puedo respirar”.


Christopher Reeve pasó de ser Superman a ser un activista

La reacción médica fue inmediata. Los sanitarios inmovilizaron su cuello y le suministraron oxígeno para evitar daños cerebrales. Fue trasladado en helicóptero al Hospital de la Universidad de Virginia, donde los cirujanos lograron fijar su cráneo a la columna con una operación de urgencia. La intervención le salvó la vida, aunque el pronóstico era devastador.

Reeve vivió una etapa complicada marcada por la pérdida de autonomía y el sufrimiento físico

El actor quedó tetrapléjico, sin capacidad para respirar por sí mismo ni para mover ninguna parte de su cuerpo por debajo del cuello. Apenas una semana después, fue trasladado al centro de rehabilitación Kessler, en Nueva Jersey.

Los primeros días fueron especialmente difíciles. En sus memorias Still Me, publicadas por Random House en 1998, Reeve recordó los momentos más duros tras el accidente, agravados por complicaciones como una neumonía y un fallo respiratorio provocado por la reacción a un fármaco. Durante ese periodo, pensó seriamente en quitarse la vida.

La intervención emocional de su esposa Dana resultó determinante. Según relató el propio Reeve en el libro, ella le dijo: “Quiero que sepas que estaré contigo hasta el final, hagas lo que hagas. Pero sigues siendo tú. Y te quiero”.

Se implicó en la investigación médica para ayudar a otras personas con lesiones similares

Con el paso de los meses, el actor reconvirtió su dolor en acción. Se volcó en la investigación de lesiones medulares y en la promoción de terapias experimentales. Aunque los médicos descartaban cualquier avance, Reeve desafió las expectativas. Según publicó The Guardian en 2000, llegó a recuperar cierta sensibilidad en el cuerpo y algo de movilidad en las piernas mientras estaba tumbado. En 2003, fue sometido a una intervención para instalar un dispositivo eléctrico en el diafragma, lo que le permitió respirar durante varias horas sin respirador.


Reeve luchó hasta el final por su vida y por hacer mejor la de otras personas en situación similar

La silla de ruedas no detuvo su actividad. Intervino en conferencias, escribió libros y dirigió varios telefilmes. También apareció públicamente en galas y actos benéficos, convirtiéndose en una figura central en el activismo por la visibilidad de las personas con parálisis. En su intervención en los Oscar de 1996, lanzó un alegato sobre la importancia del cine como vehículo de cambio social y aprovechó la ocasión para reclamar mayor inversión en investigación médica.

El deterioro físico continuó siendo un riesgo permanente. En otoño de 2004, una infección provocada por una herida por presión se complicó. Pocas semanas después, sufrió una parada cardiaca y entró en coma. Murió el 10 de octubre en un hospital de Nueva York, con solo 52 años. Su muerte dejó un vacío enorme en el movimiento por la investigación de la parálisis, pero su legado sigue muy presente en la fundación que lleva su nombre.

Más 20 años después de su fallecimiento, y otros tantos del accidente que cambió su vida, su historia no se recuerda únicamente por la imagen de un héroe ficticio volando por los cielos, sino por la fuerza con la que se mantuvo en pie sin poderse mover.