
Conciertos de altas expectativas y entradas cada vez más caras: ¿te debe tu artista favorito las canciones que quieres?
En una época en la que conseguir tickets para una gira se ha convertido en un privilegio, la libertad artística de los músicos y las exigencias de los espectadores marcan un choque en la industria
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En un momento en el que la métrica de éxito se ha reducido casi exclusivamente a las cifras de reproducción y al aforo de estadios, el estatus de leyenda cultural parece estar ligado a la viralidad en redes sociales y al número total de sold outs. Las estrategias de marketing que hay bajo las grandes producciones han hecho creer que la dimensión de estos espectáculos son el único parámetro justo no solo para medir la fama, sino también para disfrutar de la música. A su vez, el público se ha sentido empujado a no poder perderse la experiencia, aceptando precios de entradas desorbitados que los hacen esperar un concierto a la altura de sus expectativas.
Sin embargo, esta búsqueda de lo portentoso, tanto del propio cantante como del oyente, acaba mermando la libertad artística en pos de la foto perfecta para Instagram o del vídeo que apunta a triunfar en TikTok. Cuando Lana Del Rey comenzó este verano la primera gira por estadios de su trayectoria, con paradas en recintos de Reino Unido e Irlanda como el estadio Wembley de Londres, para muchos era la oportunidad de reivindicarse sobre el escenario como una leyenda de la cultura pop. Pero, si logró consolidarse con los shows como un icono de su tiempo, lo cierto es que todo indica que no era algo que buscara la estadounidense.
Lejos de seguir la fórmula que se ha puesto de moda en la industria musical, en la que los artistas optan por hacer un repaso a sus discografías con conciertos de enormes magnitudes y de larga duración, Lana Del Rey preparó un espectáculo de una hora y media en el que cantó unas quince canciones, obvió algunos de sus mayores hits y dedicó parte de su corto setlist a varios covers y temas inéditos de su próximo disco, aun sin fecha de lanzamiento pese a que estaba previsto que saliera en mayo. La aclamada compositora prescindió de aquello que se esperaba de ella y, en consecuencia, parte del público quedó decepcionado con el resultado.
Lana Del Rey, en el Primavera Sound 2024
La exigencia del espectador se explica tanto por el precio de las entradas, de un coste cada vez más elevado tras colas digitales interminables para comprarlas, como por la experiencia completa que se garantiza en los conciertos pop. Las imágenes, la coreografía, los cambios de vestuario e incluso el drama forman parte de los shows, y es algo que los asistentes asumen. Laurelanne Davis, entrenadora vocal en Atlanta y periodista cultural para Laurelanne.media, sitio web musical enfocado en presentar el trabajo de cantantes y productoras desde una perspectiva femenina, declara a elDiario.es que “los artistas pop saben cómo montar un espectáculo”.
“La mayoría de ellos tocan sus éxitos. Se apoyan en las canciones que les han llevado al triunfo y lo hacen con fuegos artificiales, purpurina y precisión. Esa es parte de la razón por la que los queremos”, aboga Laurelanne. Mientras que los que se resisten a tocar sus canciones más famosas suelen ser más del género rock o alternativo, habiendo artistas que tratan sus hits como si fueran algo de lo que avergonzarse, demasiado comerciales o no lo suficientemente profundos, el pop no suele llevar esa carga y la mayoría de sus artistas celebran aquello que los hizo famosos, reflejándolo así en los repertorios de sus conciertos.
Sin embargo, el hecho de que esto sea así no significa que se lo deban a su audiencia. Laurelanne Davis señala que “sigue siendo su arte”: “Si quieren empezar con una canción poco conocida o remezclar todo el álbum, están en su derecho. Como fans, estamos ahí para formar parte del mundo que han construido. Puede que no obtengamos todo lo que esperábamos, pero cuando lo hacen bien, nos emocionamos de todos modos”. Aun así, y especialmente en las giras por estadios, la voz y la presencia tienen que ser suficientes para atraer al público si la idea solo es estar de pie sobre el escenario y cantar. Con una interpretación sencilla, la emoción y la entrega deben ser innegables.
Como apunta el periodista musical y experto, con tres libros publicados, en The Beatles Peter Doggett —quien en su libro Electric Shock (2016) investiga cómo la música popular ha transformado el mundo en el que vivimos durante los últimos 125 años—, la sorpresa es otro factor clave en el ámbito de las actuaciones, algo que se ha perdido en la era de las redes sociales y los vídeos que se difunden al instante. “Cuanto más interesante es el artista y más amplio es su repertorio, más quiero que sea impredecible”, afirma el escritor a este periódico. Uno de los casos más interesantes es el de Bob Dylan, cuyos conciertos entre los años 80 y 2015 eran mágicos porque el oyente no tenía ni idea de qué canciones iba a tocar ni cómo las iba a presentar.
De hecho, la idea de lo que es una “buena actuación” ha cambiado varias veces desde los años 50, cuando el rock buscaba en el directo amplificar la emoción de un álbum. Elvis, por ejemplo, era más salvaje y sensual que en sus canciones grabadas. En los 60 y 70, grupos como Grateful Dead o los Rolling Stones apostaban por la espontaneidad, mientras que artistas pop como Paul McCartney o los Eagles preferían sonar igual que en sus discos. Hoy coexisten dos modelos: conciertos meticulosamente pensados, con temas pregrabados, efectos audiovisuales y coreografías, que son los que triunfan ante las masas, y actuaciones llenas de improvisación, que mantienen su fervor entre una minoría de fans.
Ni los artistas tienen que ser buenos intérpretes para ser grandes músicos, ni todos los grandes intérpretes son genios musicales. Pero en el pop la interpretación es importante. Así es cómo la gente conecta con la música.
En el caso de la música pop, Laurelanne Davis afirma que “debe ser atrevida, divertida, tal vez hasta escandalosa”, lo que no significa que no pueda tener profundidad o significado. “Claro que puede, pero no debería ser el estándar con el que se mida”, agrega la experta. Los mejores han demostrado ser quienes mejor combinan ambas facetas. Al escuchar la música de Taylor Swift, es probable que no imagines un concierto en un estadio colosal hasta que asistes y lo ves. El éxito de su The Eras Tour se debió a que transformó sus letras íntimas y sus estribillos pegadizos en una experiencia completa. “¿Ha logrado Lana el mismo efecto? No podría asegurarlo, aunque sospecho que, si se lo propusiera, también lo conseguiría”, añade Davis.
La palabra clave es “equilibrio”, pues Peter Doggett describe los conciertos como “caminar por la cuerda floja en un circo”. En contextos en los que el espectáculo se da ante más de 60.000 personas, la intimidad es un hechizo mágico entre el público y el artista. “Solo se puede ser íntimo en un estadio si el público ya se identifica contigo y cree que estás hablando y cantando para ellos”, dice Doggett. Por su lado, Laurelanne Davis da importancia a la propuesta: “Ni los artistas tienen que ser buenos intérpretes para ser grandes músicos, ni todos los grandes intérpretes son genios musicales. Pero cuando se trata de música pop o mainstream, la interpretación es importante. Así es cómo la gente suele conectar con la música”.
Solo se puede ser íntimo en un estadio si el público ya se identifica contigo y cree que estás hablando y cantando para ellos
Aun así, siempre se ha exigido más esfuerzo a las mujeres. De hecho, en el caso de las artistas femeninas, su historia es anterior en siglos a la del pop. En muchas culturas, antes de que existieran las giras por estadios y de que se apoyaran en una veintena de bailarines, ellas aprendían desde pequeñas que, si sabían cantar y seducir, eran más comerciales. “Es lo de siempre: la mujer que todos los hombres desean y todas las mujeres quieren ser. Así que sí, siempre ha habido más presión”, comenta Laurelanne Davis. “Pero muchas mujeres también han dominado el arte de convertir esa presión en poder. Es una de las razones por las que las mujeres dominan la música pop”.
No obstante, cuando se trata de dejar un legado, numerosos artistas que son un icono han agotado las entradas durante décadas sin montar grandes producciones. Bob Dylan o los Beatles se limitaban a tocar sus canciones. Sin embargo, aunque a la gente le gustaban los discos de Michael Jackson y Prince, lo que recuerda ahora de ellos son sus actuaciones. “En el pasado, sí que se podían grabar discos que quizá fueran imposibles de reproducir en el escenario. Pero en el siglo XXI, cuando el éxito se mide en términos de espectáculo, probablemente no”, objeta Peter Doggett, que considera que, en el futuro, “la brecha entre el teatro musical y el pop seguirá reduciéndose, hasta que cada actuación en directo se convierta en un gran espectáculo musical de Broadway”.