Mallorca está más cara que nunca, pero bate récord de turistas: “Agobia la gente. Cruzas cinco metros en media hora”

Mallorca está más cara que nunca, pero bate récord de turistas: “Agobia la gente. Cruzas cinco metros en media hora”

Enclaves emblemáticos de la isla como Cala Mondragó, Es Trenc o es Caló des Moro experimentan cada verano una saturación similar. En mayo, 1,82 millones de personas se concentraban en un solo día en unas islas con 1,2 millones de habitantes y lo previsible es que en agosto se duplique la población

Los precios de los bares de Mallorca ahuyentan a los turistas: “Ahora piden un zumo y se lo toman entre cinco”

En la playa de Cala Mondragó, encontrar un hueco para poner la toalla es casi una prueba de resistencia. Pero, para ello, antes hay que superar otro obstáculo: acceder a este rincón ubicado al este de Mallorca supone conducir, una vez en sus alrededores, más de una hora para sortear el colapso de sus accesos y, después, encontrar una plaza en uno de los dos aparcamientos de la zona. “Agobia tanta gente. Solo para llegar con el coche y cruzar cinco metros ya tardas media hora”, comenta el encargado de un restaurante ubicado a pie de arena, granadino que lleva “toda la vida” en la isla.

La situación de Cala Mondragó es solo una muestra de lo que ocurre en otros enclaves de las islas, como Es Trenc, Caló des Moro, Formentor o Cala Agulla, atravesados por una saturación que cada año alcanza límites extremos. Mallorca continúa, de hecho, batiendo récords de turistas, a pesar de los altos precios de buena parte de sus restaurantes y hoteles en las zonas más turísticas de la isla. En localidades como Sóller, en la Serra de Tramuntana, las terrazas de los bares acusan la falta de una clientela que ahora prefiere comprar la comida en el supermercado en lugar de pagar cuentas desorbitadas.

En el término municipal de Santanyí, Cala Mondragó se extiende a lo largo de un parque natural de 766 hectáreas, cuya riqueza de hábitats y diversidad paisajística lo convierten en una de las joyas ambientales de la isla. Pese al nivel de protección con el que cuenta, es uno de los lugares que mayor masificación turística sufre, especialmente durante la temporada alta. Para llegar al mar, y después de avanzar a paso lento por la carretera que conduce a uno de sus accesos, sus dos parkings comienzan a llenarse conforme se aproxima el mediodía. Desde el parking de S’Amarador arranca una ruta de unos 15 minutos hasta llegar a pie hasta la playa. Desde el de Ses Fonts de n’Alis, la caminata lleva poco más de cinco minutos, pero estacionar se vuelve más complicado debido a la gran afluencia de vehículos. Disfrutar de la calma en este paradisíaco enclave se hace prácticamente imposible.


Barcos y bañistas el pasado viernes en Cala Mondragó, al este de Mallorca

“Es en las zonas de recreo y veraneo, como las playas, donde más hemos notado la masificación. En la ciudad [Palma] y los restaurantes no se nota tanto”, comentan Juliette y Poline, dos jóvenes turistas que, junto a sus padres, han viajado desde París para pasar unos días en Mallorca. Caminan con sus pertenencias al hombro tras bañarse durante unas horas en Cala Mondragó. Al ser preguntadas por elDiario.es, relatan que es la primera vez que visitan la isla y que la saturación no les ha impedido disfrutar del sol mallorquín.


Juliette y Poline, turistas en Mallorca: «La masificación se nota más en las zonas de veraneo, pero no tanto en la ciudad»

Otro de los turistas que camina hacia la cala es Juan, quien asegura que, pese a la gran afluencia turística de Cala Mondragó, encontró “aún más gente” en Cala Mesquida y Cala Agulla. “Es algo que me esperaba y también tienen su derecho. Todos venimos aquí”, manifiesta. Procedente de Madrid, es la segunda vez que visita Mallorca: “Entiendo las protestas de la gente de la isla. Pero al final [el turismo] es por donde entra el dinero. Nunca sabes dónde poner el límite”. En su opinión, si se limita la llegada de visitantes, “los hoteles se encarecerán igualmente”. “Si no es por un lado es por otro y de alguna forma hay que buscar un equilibrio”, comenta.

Todos venimos aquí. Entiendo las protestas de la gente de la isla. Pero al final [el turismo] es por donde entra el dinero. Nunca sabes dónde poner el límite

Juan
Turista madrileño

Turismo “ultramasivo”

En el tramo final de Cala Mondragó hace acto de presencia la cala de sa Font de n’Alis, de la que toma su nombre un restaurante situado a pie de arena. Su encargado, Manuel, asegura no haber notado que este año la zona se encuentre más saturada que temporadas anteriores. “Hay días, cuando no hay mercado, en que estamos un poco más flojos. Los demás días, especialmente los domingos, siempre hay mucha más gente”, explica. El empresario reconoce que, como residente, “no vendría a esta playa”: “Agobia tanta gente. Solo llegar con el coche ya tardas media hora para poder cruzar cinco metros”.


Manuel, encargado del restaurante sa Font de n’Alis, en Cala Mondragó

Las trabajadoras del mismo restaurante Ana Cristina y Soda lamentan, por su parte, las consecuencias del turismo “ultramasivo” que afecta Balears. “Llevo 12 años en Mallorca y cada año va empeorando más la situación. Mentalmente intento ser fuerte”, relata Ana Cristina, quien lamenta el comportamiento de algunos turistas que acuden a comer a Sa Font de n’Alis. “Lo sé, venimos a trabajar. Pero hay clientes que, en lugar de tomarse las cosas con calma, ya que están de vacaciones, nos ven como si fuéramos sirvientes, no personas o camareros. Es un trabajo igual que otros. Y, muchas veces, sobre todo por parte de los extranjeros, no hay respeto, no hay cariño, no hay empatía. Muchas veces dan ganas de decirles: ‘Me gustaría que estuvieras aquí trabajando aunque sea un par de meses para ver lo que se siente’. Somos personas, no perros”, incide.

Hay clientes que, en lugar de tomarse las cosas con calma, ya que están de vacaciones, nos ven como si fuéramos sirvientes, no personas o camareros. Muchas veces, sobre todo por parte de los extranjeros, no hay respeto, no hay cariño, no hay empatía

Ana Cristina
Trabajadora de un restaurante

Y abunda: “Es un turismo que, además de faltar al respeto, es muy exigente cuando está de vacaciones”. En cuanto al problema de la carestía de vivienda, lamenta que “muchos trabajadores que llegan de fuera lo están pasando bastante mal porque tienen que compartir piso o habitaciones con gente que no conocen”.


Soda y Ana Cristina, trabajadoras del restaurante Sa Font de n’Alis: «Hay clientes, sobre todo extranjeros, que nos ven como si fuéramos sirvientes, no personas o camareros»

1,82 millones de personas en un día

Si en Balears el turismo aporta un 45% del PIB de forma directa y emplea a más de 200.000 trabajadores, la principal industria del archipiélago se ha convertido a su vez en el principal factor de presión sobre el territorio y el medio marino, debido, sobre todo, al incremento de la producción de residuos, el colapso de los servicios públicos, el lanzamiento de vertidos al mar y el agotamiento de recursos -un estudio de la Universitat de les Illes Balears (UIB) constató que los turistas consumen en las islas el 24,2 % de los recursos hídricos, unos 33 millones de metros cúbicos al año-.

Además de ver casi duplicado el número de visitantes en los últimos 25 años -de los 9,8 millones de 1999 a los 18,7 de 2024-, el pasado mes de mayo Balears rompió un nuevo récord de presión humana: 1,82 millones de personas se concentraban en un solo día en unas islas con 1,2 millones de habitantes, de acuerdo a los datos difundidos por el Instituto Balear de Estadística (Ibestat).

El pasado mes de mayo Balears rompió un nuevo récord de presión humana: 1,82 millones de personas se concentraban en un solo día en unas islas con 1,2 millones de habitantes

En las últimas décadas, la llegada de visitantes y el número de plazas turísticas han crecido a un ritmo sin precedentes, con consecuencias cada vez más visibles y dañinas en la costa, donde se concentra el 99,1% del total de las plazas turísticas. Si en 1959 Balears recibía unos 320.000 turistas al año -tal como expone el Informe Mar Balear, que reúne datos de instituciones científicas y entidades públicas y privadas-, el año pasado la comunidad autónoma alcanzó un récord de 18,7 millones, multiplicándose por 58 en apenas 66 años.

Asimismo, entre 1959 y 2000 el aumento medio anual era de 224.335 turistas, mientras que entre 2000 y 2024 fue de 376.100. En lo que va de siglo, el número de visitantes prácticamente se ha duplicado. Si la tendencia se mantiene, en 2050 las islas podrían recibir más de 28,5 millones de turistas anuales, según las estimaciones de Marilles.


Un turista desciende hasta la playa de Cala Mondragó

Se trata de una circunstancia que se hace palpable, sobre todo, los días en los que se dispara el número de personas concentradas en las islas, un territorio frágil con recursos naturales y capacidad de carga limitados. El Indicador de Presión Humana (IPH), que estima la carga demográfica real que soporta diariamente el archipiélago, revela que el pasado 30 de mayo Balears contó con la presencia de 1.816.629 personas, lo que supone un incremento respecto al año anterior del 1,27% y un nuevo récord de presión humana en el quinto mes del año, de acuerdo a los recientes datos del Ibestat.

Picos de más de dos millones de personas

“El Indicador de Presión Humana muestra una clara tendencia al alza en todas las Illes Balears, con la media aumentando en 18.994 personas en el año, el máximo en 21.466 personas al año y el mínimo en 17.360 personas cada año”, señalan desde Marilles.

Tal como incide la entidad conservacionista, estos datos indican que el turismo crece a más velocidad que la población residente, un aumento que se hace aún más palpable en Mallorca. El aumento de la población visitante provoca picos de más de dos millones de personas a la vez en el archipiélago. En 2024 se superaron los máximos de presión humana registrados hasta ese momento en el conjunto de las islas: el máximo valor fue de 2.079.541 personas concentradas a la vez en Balears el 7 de agosto del pasado año.


Cruceristas en los alrededores de la catedral de Palma, uno de los puntos más turísticos de la capital balear

En el caso del pasado mayo, la cifra no descendió de las 1.637.427 personas registradas el día 6. La media se situó en 1.702.028 personas, un 0,88% menos que mayo de 2024. Por islas, en el día de mayor presión humana en Mallorca se alcanzaron las 1.360.551 personas; en Menorca, 161.659; en Eivissa, 276.185, y en Formentera, 22.317 personas.


Bañistas en uno de los caminos que se dirigen a Cala Mondragó, integrada en un parque natural de 766 hectáreas con gran riqueza de hábitats y diversidad paisajística

Como en Cala Mondragó, otros enclaves emblemáticos de Mallorca como Es Trenc, es Caló des Moro o Sa Calobra experimentan cada verano una presión similar, con accesos colapsados, problemas de aparcamiento y un deterioro progresivo del entorno natural. Menorca, que hasta hace pocos años mantenía una imagen de destino más tranquilo, ve cómo playas vírgenes como Macarella, Macarelleta o Cala Mitjana se llenan de turistas. En Eivissa, las playas de Ses Salines, Cala Comte o Benirràs -conocidas por sus puestas de sol- afrontan cada temporada un desbordamiento de visitantes que pone en riesgo sus ecosistemas y dificulta el acceso de sus residentes, mientras Formentera sufre una presión especialmente intensa en espacios como Ses Illetes o el Parc Natural de ses Salines.

Menorca, que hasta hace pocos años mantenía una imagen de destino más tranquilo, ve cómo playas vírgenes como Macarella, Macarelleta o Cala Mitjana se llenan de turistas

Consecuencias de la turistificación

Como señala el ‘Estudio sobre la prospectiva económica, social y medioambiental de las sociedades de Balears en el Horizonte 2030’, elaborado por la UIB y el Consell Econòmic i Social (CES) de Balears, el turismo genera una importante fluctuación demográfica a lo largo del año y, de rebote, el gran incremento poblacional de la temporada alta provoca un aumento proporcional en el consumo de recursos y en la generación de residuos, lo que tensa la capacidad de carga de las infraestructuras existentes, que tienden a la saturación en verano, mientras que en invierno se encuentran sobredimensionadas.


Cala Mondragó

El estudio indica, además, que reducir la presión humana derivada del turismo que experimentan las islas, que se añade a la de la población residente y le da un carácter marcadamente estacional, permitiría reducir las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes, principalmente, de la producción de energía eléctrica y del transporte -ambos sectores representan casi el 80 % de las emisiones directas generadas en Balears-. El mismo informe proponía en 2019 el impulso de un Plan de Mitigación dirigido a reducir en un 45% las emisiones de CO2 hasta 2030 respecto de las emisiones de 2010 y de lograr un volumen neto de emisiones igual a 0 alrededor del año 2050.

Por otro lado, la gran presión humana y turística que afecta a Balears se traduce en un gran número de impactos sobre el medio marino, en buena parte debido al aumento en la producción de residuos y en el consumo de recursos. Como señalan desde Marilles, cada bañista se lleva unos 34 gramos de arena de forma involuntaria cada vez que visita una playa, a lo que se suma la eliminación de arena de las playas durante las maniobras de retirada de los restos de posidonia –una planta marina fundamental para el Mediterráneo– acumulada que se llevan a cabo durante la temporada turística.

Las playas de Balears, en peligro

En un contexto de cambio global, en que la subida del nivel del mar amenaza la desaparición de la mitad de la superficie aérea de las playas a finales de siglo, estas pérdidas de arena contribuyen a poner todavía más en peligro el futuro de las playas del archipiélago. La masificación afecta, asimismo, a las especies costeras: las cremas solares, por ejemplo, se disuelven en el agua y pueden provocar diferentes tipos de afectaciones en los organismos marinos e interferir en el intercambio de gases entre la atmósfera y el agua de mar.


Turistas en la playa mallorquina de Cala Agulla

Como apunta la entidad conservacionista, la saturación también está perjudicando al comportamiento de animales como los delfines, además de a un gran número de especies marinas. La elevada presión humana también está provocando una gran generación de aguas residuales que deben ser tratadas a las Estaciones Depuradoras de Aguas Residuales (EDAR). Durante los meses de verano, algunas EDAR superan su caudal máximo, sobrepasando su capacidad y repercutiendo de forma negativa en la calidad del agua, que acaba vertiéndose al medio marino.

En este contexto, el aumento sostenido del número de visitantes, sumado a la limitada capacidad del territorio, está generando un debate social y político cada vez más intenso sobre la necesidad de establecer límites claros, no solo para preservar la calidad de la experiencia turística, sino para garantizar la conservación de un patrimonio natural que constituye, precisamente, la base de la economía balear.