Los bomberos forestales en Galicia denuncian falta de prevención y de medios: «La sensación es de derrota»
En la provincia de Ourense, acosada por incendios que queman más de 20.000 hectáteas, el dispositivo está «sobrepasado»
Varios heridos, desalojos y confinamientos por los incendios de Ourense, que calcinan 20.000 hectáreas
“La sensación es de impotencia y de derrota”, es el resumen que hace Xosé Santos, un veterano agente ambiental de Galicia después de haber descansado unas horas tras pasar la noche intentando controlar las llamas del incendio de Seixalbo, en Ourense. Se refiere al impacto de ver calcinarse en pocas horas áreas de alto valor natural y al esfuerzo para que el fuego no llegue a viviendas, pero también a lo que califica como una política forestal “fallida” y una “total falta de previsión” por parte de la Xunta.
David, un bombero conductor destinado también en la provincia de Ourense, habla de un dispositivo “sobrepasado”, que no tiene los recursos suficientes para responder a todos los fuegos que arden simultáneamente en la provincia, que es una de las zonas más afectadas por los fuegos que se están cebando este mes de agosto también con el área de León y Zamora, con algunos de los mayores incendios de la historia.
Ourense está habituada a ver arder el monte cada verano, pero los brigadistas consultados por elDiario.es en Galicia coinciden en que se están encontrando fuegos más virulentos que amenazan más a menudo zonas habitadas. David expone que hace un mes que sopla el viento del nordés, sin lluvias y seco. “Es como si te da un secador en la cara”, ilustra. Se suma la -muy larga- ola de calor, que, recuerda, no es la primera del verano. Y un monte en el que ha crecido la vegetación tras una primavera húmeda.
En su último turno en el momento de hablar con este diario, David pasó la noche apagando las llamas en la Serra de San Mamede, en el Macizo Central ourensano, que sufre el impacto de varios incendios estos días. “Allí estás a 1.500 metros. Corre mucho el aire”, expone sobre las dificultades que se están encontrando. En el caso de Maceda, relata la frustración por ver desde lo alto cómo aparecen nuevos focos en puntos más bajos, que atribuye a un incendiario.
El dispositivo, asegura, está desbordado: “Se hace lo que se puede”. Con la activación del nivel 2 de emergencias en toda la provincia, sus turnos son más largos y pasan de 10 a 12 horas. El trabajo agota, pero considera que esta jornada prolongada permite salvar mejor los relevos entre equipos. La entrada es a las 8.00 y la salida es a las 9.00, pero señala que es habitual que el traslado desde el distrito de origen hasta donde está el incendio lleve más de una hora.
Un vecino de la aldea de Pareisás lucha contra en fuego en el incendio forestal que permanece activo en A Pobra de Trives (Ourense)
Xosé Santos insiste en que, año tras año, los medios no son suficientes. El plan de prevención y defensa contra los incendios forestales de Galicia (Pladiga) recoge que para 2025 hay en el dispositivo más de 7.000 personas. “Es mentira”, replica el agente ambiental. En cada brigada debería haber siete trabajadores, pero muchas entran a trabajar con dos, tres o cuatro bomberos porque no se cubren las bajas o las vacaciones.
Para Santos las deficiencias fundamentales están en la planificación política. En cuestión de prevención -trabajos de desbroce en los montes, limpieza de caminos…- asegura que este año “no se hizo prácticamente nada”. Considera que tampoco se han tomado medidas para revertir el abandono del monte en Galicia. Recuerda que el medio estaba tradicionalmente “muy usado” por las personas y eso llevaba a lo que se llama paisaje en mosaico: terrenos en los que se intercalan zonas arboladas con otras destinadas a cultivos y a ganadería y que provocan que no haya una continuidad como la que se da en los cultivos masivos de eucaliptos o pinos.
Añade el propio efecto del fuego en zonas que arden de forma recurrente. Hay, dice, un retroceso de la vegetación y erosión y deterioro de los suelos, que no tienen tiempo de recuperarse. Y el impacto va más allá: miles de animales mueren atrapados en las llamas y muchos de los incendios arrasan zonas de alto valor natural, como ocurrió en 2022 con el parque natural do Invernadoiro o está ocurriendo este verano con la Serra de San Mamede.
Un dispositivo fragmentado
El operativo para luchar contra los incendios en Galicia tiene varias patas. Una parte del personal depende directamente de la Xunta. Hay funcionarios y personal laboral y, dentro de estos últimos, los hay fijos-discontinuos, que este año trabajan ocho meses. Integrar a este personal dentro de la estructura estable y mantenerlo todo el año es una de las reclamaciones habituales de los sindicatos. Un acuerdo con la Xunta va a elevar el tiempo de trabajo a nueve meses en 2026. En total, el personal que depende directamente del Gobierno autonómico supera las 3.000 personas.
Por otra parte, está el personal de las brigadas municipales, que son trabajadores que contratan los ayuntamientos. En el plan de 2025 están previstos algo más de 1.000. Estos son trabajadores que se incorporan solo para la temporada alta de riesgo de incendios. El sindicato CIG denuncia que estas brigadas no son profesionales y sus integrantes empezaron a trabajar hace solo unas semanas, algunos de ellos sin tiempo para recibir una formación adecuada.
La Xunta suma también a la plantilla de los grupos de emergencias supramunicipales, a los bomberos de los parques comarcales y municipales y al personal que depende del Estado por las brigadas de refuerzo en incendios forestales (BRIF) para llegar al total de algo más de 5.000 personas.