‘Materialistas’, la comedia romántica que te hará volver a creer en el amor en tiempos de clasismo y violencia

‘Materialistas’, la comedia romántica que te hará volver a creer en el amor en tiempos de clasismo y violencia

Celine Song (‘Vidas pasadas’) se alía con Pedro Pascal, Dakota Johnson y Chris Evans para desgranar el complejo, a ratos terrorífico, y también disfrutón universo de las citas

Entrevista – Celine Song, cineasta: “La altura, el peso, el sueldo y la edad reducen a los seres humanos a números”

Celine Song debutó en la dirección hace dos años con Vidas pasadas, una tiernísima película que desgarraba al seguir la historia de un amor a ratos imposible entre dos amigos de la infancia. A veces la vida no termina de atar las redes de quienes se quieren a distancias que no entienden de kilómetros, y en cantidades sin unidad de medida posible. Deja que se entrelacen, que se entreguen, que sufran, que disfruten, que sonrían en silencio, que se abracen a gritos, que caigan en los generosísimos pozos de vulnerabilidad desde la que reconocerse enamorado. Con todo lo que ello implica. Deja que a partir de ahí sientan y respiren acompasados, frenéticos, tranquilos; a ‘la’ velocidad y forma que se quieran inventar. Sin embargo, pese a que todas las piezas del puzzle parezcan estar dispuestas para encajar con todas sus irregularidades, hay un ‘algo’ que las mantendrá separadas, para siempre. Aunque no siempre.

La vida también reencuentra, conecta con otros alguien que nos abrirán los ojos a los que realmente queremos, al valor de lo que un día dejamos pasar, a lo que deberíamos aspirar, siempre. Y aquí es donde entra en juego Materialistas, la nueva película de la cineasta coreana, llamada a ser la comedia romántica del año –y no solo de este–, con un elenco que no podía estar mejor elegido. Pedro Pascal, Chris Evans y Dakota Johnson son los encargados de ‘materializar’ la esencia que sostiene el filme.

La película sigue a Lucy (Johnson), una casamentera que se dedica a ayudar a los clientes de su agencia a encontrar al amor de su vida. Trabaja, básicamente, en un Tinder en versión real para ricos. Es perfecta lanzando discursos que convencen a hombres y mujeres a querer contratar sus servicios, sean más o menos vacíos, más o menos maquillados, más o menos reales. Pero que convierten al amor en pura matemática, que ella misma se encarga de explicar a los curiosos que se acercan a preguntarle “cómo lo hace”.

El éxito lo mide la cantidad de bodas que cada casamentera consiga que acabe celebrándose. Bodas a las que por supuesto se le invita por si hay que resolver alguna crisis de última hora, porque en el periodo de cortejo, ella ejerce prácticamente de mejor amiga. La confidente a la que puedes revelar los secretos que ni tu familia conoce, deslices, dudas y envidias mediante. Y de paso, sentarse en la mesa de solteros y solteras a los que repartir su tarjeta de contacto.

Es en su boda número 32 –el récord de todas sus compañeras– en la que acapara la atención del hermano soltero del novio, Harry (Pascal) y donde se reencuentra con un ex, ‘el’ ex en mayúsculas, que está trabajando como camarero, Peter (Evans). A partir de ahí, Song sigue en paralelo el viaje que realizan las relaciones que Lucy intenta generar, con las suyas propias. Todas ellas atravesadas por números, como la propia directora reconoció en su conversación con elDiario.es sobre en lo que se ha convertido ahora la búsqueda de tu perfect match. La altura, la edad, el peso, la renta. Sobre todo la renta, porque aunque el físico es la puerta de entrada a un posible flirteo lo que haya en la cuenta bancaria se ha convertido en un dato cada vez más determinante.


Lucy (Dakota Johnson) celebrando con sus compañeras una nueva boda

El clasismo abarcándolo todo, una vez más, para conseguir que Romeo y Julieta sean prácticamente una distopía, o prehistoria. Ya hay aplicaciones de citas en las que además de poner si haces deporte, qué estudiaste –si estudiaste–, dónde naciste o tu canción favorita, también se te pide el salario.

Bolsillos por delante de la inteligencia, billetes por delante de la empatía, cheques por delante de la química, hasta el punto de convencernos de que la persona por la que no sientes nada, pero tiene un cochazo, te lleva a los restaurantes más caros, tiene un casoplón y tarda dos minutos en comprarte un billete de avión al país más remoto, es, intrínsecamente, de la que tienes que enamorarte. Sí o sí.

Y a su vez, si a quien sí consigue cambiar el ritmo de los latidos de tu corazón le cuesta llegar a fin de mes, comparte piso pese a haber pasado los treinta y te tendrá horas buscando aparcamiento por no meter el coche en un taxi; te irritará, le culparás por ello y, por supuesto, le dejarás en seguida. Obligada a hartarte pese a todo lo que se detiene cuando os miráis fijamente a los ojos.

Las citas son arriesgadas

La comedia romántica no suele ser el género mejor considerado. Parece que el drama lleva implícito ser, por norma, más valioso que la comedia. Que hacer llorar vale más que hacer reír. Claro que la amplia mayoría hemos visto clásicos como Cuando Harry encontró a Sally, La boda de mi mejor amigo, Notting Hill O Love Actually, y nos los hemos gozado; pero cuando llegan las temporadas de premios, este tipo de títulos tienen menos prestigio. Como si por hablar de amor fuera algo ‘menor’. A Celine Song le ha dado absolutamente igual, y ha armado un filme que disecciona, que tiene en cuenta las aristas, que es valiente y que habla de situaciones a las que todas nos hemos enfrentado alguna vez, porque nadie puede escaparse al amor. A sentirlo, a compartirlo, a sufrirlo, a encontrarlo, a perderlo, a anhelarlo, a tenerlo.


Peter (Chris Evans), el antiguo amor de Lucy

La forma en la que nos relacionamos con nuestras parejas –actuales o futuribles– es signo de la sociedad en la que vivimos. Habla de quiénes y cómo estamos, de las expectativas, los ritmos y el terror que genera la soledad (más allá de que, por supuesto, estar soltero no es sinónimo de estar solo).

Las citas dan miedo y, como refleja la película, conllevan siempre un riesgo que, en el peor de los casos, puede incluir hasta violencia. Una violencia que, en especial las mujeres, ya damos por supuesta. Convivimos con la posibilidad de que nos agredan sexualmente, dando por hecho que lo más probable es que –si no ha pasado ya–, nos acabará ocurriendo. Y no a todos los agresores se les ve venir, incluso si han pasado una práctica entrevista de trabajo y test de personalidad como los tíos que contratan a Lucy para que les busque pareja.

Es espeluznantemente real, cabrea y da miedo, pero haberlo tratado en el filme es una de las muestras de lo profundamente realista que es Materialistas, que no cae en clichés que han hecho otros títulos anteriores, romantizando incluso la violencia. El largometraje se pone muy serio cuando tiene que hacerlo, consiguiendo aun así no dejarte con la sensación de que el mundo es una mierda, porque pese a toda la mierda que no podemos obviar que abarca, no todo, ni mucho menos, lo es.

El materialismo nos vuelve ridículos

Probablemente la mayor cota de comedia está en cómo Celine Song enfrenta los requisitos y expectativas de hombres y mujeres a la hora de explicarles qué es lo que buscan, desde que sean menores de 25 a que tengan como mínimo dos casas. Detectar quién, entre todos ellos, puede acabar acosando a tu otra clienta, no es fácil. Ni en una aplicación de citas, ni en una oficina, ni en un bar. Pero detectar quien sí puede encajar, también. Por eso la directora ironiza sobre las situaciones y excentricidades que se generan, dentro de que no juzga que convertir encontrar el amor prácticamente en un trabajo. Porque ahí está, porque quién no quiere aspirar a enamorarse con relativamente buen ojo.


Una de las clientas de Lucy, durante una de sus reuniones

Otra cosa es que la tendencia sea juntarnos con nuestros supuestos iguales. Quizás la diferencia es lo que más une, aunque para detectarla hay que ser capaz de dejarse conocer a la otra persona con el menor número de filtros posibles. Los filtros que consiguen que un “te quiero” verdadero de repente no sea para tanto; con lo que cuesta estar con alguien con quien nos salga decirlo, sin pensarlo, y muy de dentro.