‘The Ibiza final boss’, el joven británico que se ha hecho viral en TikTok por representar el turismo de borrachera

‘The Ibiza final boss’, el joven británico que se ha hecho viral en TikTok por representar el turismo de borrachera

Jack Kay, el protagonista de un vídeo que ha acumulado más de 25 millones de reproducciones en apenas una semana, pasa de fiestero anónimo a ‘deejay’ en algunas de las discotecas más conocidas de la isla

La histórica pugna de la familia Matutes por controlar la noche ibicenca

Quizás lo haya visto durante los últimos días bailando electrónica en la pantalla de su móvil. Son apenas siete segundos que acumulan, mientras se escribe este artículo, 25,6 millones de reproducciones en TikTok. Un zoom in vertiginoso, digno de Valerio Lazarov, se posa en un hombre joven. Su descripción podría comenzar por arriba –gafas de sol inmensas, una barba como marco de unos labios en forma de u, una sonrisa híper blanqueada cuando los labios se abren– e ir bajando –camiseta de tirantes negra, cadena brillante, un bolso sujeto por unas correas que cruzan el pecho, tinta bajo la piel de los brazos, un vaso de plástico rosa en una mano y la mano contraria partiendo el aire con un sello atornillado al dedo corazón– para volver a la cabeza. Es el corte de pelo, un champiñón, el detalle que concede a este ser anónimo algo más que quince minutos de fama. Siete segundos, 25,6 millones de reproducciones. La mecha del algoritmo es corta. Usain Bolt necesitó más tiempo para ganar sus oros olímpicos.

Quizás se haya fijado también en los miles de comentarios que tratan de encontrar la etiqueta perfecta para capturar tanta peculiaridad. Hay quien lo compara con Lloyd Christmas, el chófer de limusina que encarnaba Jim Carrey en Dos tontos muy tontos. Hay quien dice que es el eslabón perdido entre el beatle Ringo Starr y un soldado de la batalla de Hastings, cuando los normandos derrotaron a los anglosajones y conquistaron Gran Bretaña allá por el siglo XI. Hay quien no se va tan atrás en el tiempo e insiste en que es una réplica de Oliver Tree, un cantante, californiano y contemporáneo, que parece haberse escapado de la nave industrial donde se almacena el vestuario de las películas de Wes Anderson. Pero es un boxeador galés llamado Ben Crocker quien escribe el concepto que todos andan buscando. “THAT is the Ibiza final boss”.

Quizás no hubiera mejor manera para definir al protagonista del vídeo que, comparándolo con el último de los malos a los que había que matar para pasarse un beat ‘em up, aquellos videojuegos de principios de los noventa en los que se avanzaba por calles en 2D repartiendo tortas a diestro y siniestro. Aclamación popular: el comentario del boxeador recibe miles de ‘me gusta’ en cuestión de horas. Crocker da en el clavo; es el mejor gancho de su carrera: acaba de bautizar al jefe final de las discotecas ibicencas.

El ‘boom’ del vídeo, todo un negocio

La cronología de este fenómeno viral podría resumirse así. El 3 de agosto, la cuenta de TikTok de Zero Six West –una tienda que vende ropa, vapeadores y, sobre todo, entradas de las fiestas de electrónica más famosas de la isla– cuelga el vídeo en su perfil. Es una cuenta que no alcanza los 10.000 seguidores, pero la publicación estalla. El enlace se comparte hasta el infinito y llega hasta una audiencia parecida a la que logran, por ejemplo, los clips que sube Taylor Swift en su perfil oficial, donde cotillean 32 millones de fans.

A otra escala, la historia de The Ibiza final boss empieza a parecerse a un negocio. Un día después, el protagonista del vídeo crea sus propias cuentas en redes sociales. Como es lógico, aprovecha el tirón y se hace llamar por el apodo que le han puesto, pero tras la arroba del usuario aparece el nombre que, supuestamente, figura en su pasaporte británico: Jack Kay. Él mismo se presenta con mucha brevedad en uno de los primeros vídeos que cuelga. Será un patrón de comportamiento: no hacen falta explicaciones para que te conozcan. Mientras se escriben estas líneas, dispone de más de 10.000 seguidores en Twitter, más de 73.000 en TikTok, alrededor de 156.000 en Instagram. Su fama repentina ya no parece un negocio. Lo es.

Un día después de que la tienda Zero Six West subiera el vídeo de Jack Kay bailando en su cuenta de TikTok, el joven británico creó sus propias cuentas en redes sociales para aprovechar el tirón y hacer negocio

En la última semana, Jack Kay ha visitado la peluquería donde un migrante kurdo le corta por 26 libras el pelo a tazón para dar gracias. Ha regresado a Eivissa volando en avión privado con un grupo de colegas. Ha derramado paquetes de arroz sobre el caldo de una paella junto a un chef privado que ofrece menús en yates y villas. Ha aparecido en la cabina junto a uno de los deejays más cotizados de la escena ibicenca. Ha llegado a ponerse tras los platos en otro conocido garito. Se ha convertido en un fetiche para una cadena de panaderías y una empresa de electrodomésticos. Ha visto cómo una de las mayores leyendas de la electrónica mundial se aprovechaba de su peinado para promocionar su fiesta en la discoteca más grande de la isla.

De repente, todos quieren estar cerca de Jack Kay. Eso significa monetización. Con rapidez, Neon Management, una agencia londinense de relaciones públicas, lo ha incorporado a una nómina de celebrities donde figuran, sobre todo, concursantes y ex concursantes de la versión anglo de La isla de las tentaciones. En la última semana, este joven se ha convertido en un icono de las redes sociales repitiendo el esquema que lo convirtió en un personaje viral sin que, supuestamente, él lo supiera. Es un patrón sencillo: bailar, sonreír, beber un refresco, bailar, sonreír, levantar el pulgar, bailar, sonreír. Jack Kay podría quedarse a vivir en la definición que la Britannica, una enciclopedia que empezó a publicarse hace tres siglos y medio, le da a la palabra clubbing: “La costumbre de ir a clubes nocturnos para bailar, beber alcohol, etcétera”.

Una agencia londinense, que representa sobre todo a concursantes de La Isla de las Tentaciones británica, ha fichado al ‘Ibiza final boss’. Ya ha hecho publicidad para una cadena de panaderías y de electrodomésticos y ha tocado con una de las leyendas de la música electrónica a nivel mundial

Carne de tabloide

Para los medios sensacionalistas del Reino Unido, este nuevo jugador en la partida de la farándula es una golosina. Sobran un par de datos (que tiene veintiséis años; que es de Newcastle y habla en geordie, el dialecto de esta ciudad del norte de Inglaterra; que tiene una novia que, lógicamente, anda disgustada por su exceso de farra) para que un tabloide arme una noticia. El protagonista tampoco los aporta en sus redes sociales: apenas escribe, ni siquiera abre demasiado la boca en sus vídeos. Jack Kay no necesita relatarse para ser viral.

“En el capitalismo de la atención, donde está siempre rodeado de estímulos, el ciudadano parece abocado a convertirse en un yo mínimo, sin apenas autoconciencia y, paradójicamente, desatento, incapaz de conversar, de rozarse, de comprender al otro. Y si la incapacidad de trasladar al lenguaje nuestras experiencias nos vacía de ellas, nos uniformiza y nos convierte en analfabetos afectivos, en ciudadanos acríticos e individualistas, la pregunta que surge en este inciso y extraordinario ensayo es: ¿somos hoy menos humanos?” Basta leer la contraportada de Sin relato (Premio Anagrama de ensayo 2024) para intuir que la psicoanalista y escritora Lola López Mondéjar reflexiona en el interior del libro sobre las causas y consecuencias de fenómenos como el de Jack Kay.

En tan sólo una semana, las redes sociales también se han llenado de memes y vídeos que lo parodian. Por obra de la inteligencia artificial, en cuestión de segundos, The Ibiza final boss es un Lego, un Simpson, un joven, que parece de carne y hueso, que, de repente, se quita un peluquín. También hay imitadores, que sí son de carne y hueso, que salen de fiesta disfrazados de Jack Kay. Más alimento para el algoritmo. La bola de nieve en la bola de nieve.

El internauta británico: 42 horas al mes viendo vídeos cortos

La consultora We Are Social elabora un informe anual que evalúa el impacto de las redes sociales en varios países. Casi el 80% de los habitantes del Reino Unido, según este estudio, tienen, al menos, un perfil abierto en redes sociales. Son 54,8 millones de usuarios y, más de un tercio, reconoce que utiliza estas plataformas “para llenar el tiempo libre”. Aunque no es la red más multitudinaria, TikTok es la más adictiva: el británico que entra en ella pasa viendo vídeos cortos el doble de tiempo que haciendo scroll por los viejos muros de Facebook: una media de 42 horas al mes.

Un fenómeno global y, aunque se trate de una red social creada y financiada en China, con fuerte arraigo entre el público anglosajón. Según The New York Times, entre los 1.600 millones de usuarios que TikTok tenía en el planeta, casi un 10%, unos 170 millones, eran cuentas estadounidenses. La mitad de la población yanqui. Más que una herramienta, un arma a la que Hollywood no ha podido renunciar para promocionarse. Aunque cuatro vídeos por minuto en una pantalla minúscula sea la antítesis de sentarse a contemplar una película de dos horas en una pantalla gigante.

Estas fueron algunas de las categorías más buscadas entre los usuarios de TikTok de Estados Unidos durante 2023: Sexy water (agua “sexy” con frutas, hierbas y aderezos para fotos), unexpected red (“rojo inesperado”, uso de rojo brillante en looks neutros), bed rotting (“pudrirse en la cama”, pasar el día acostado sin hacer nada), 75 soft (versión más suave del reto fitness “75 Hard”), bookshelf wealth (“riqueza de estantería”, decoración con muchos libros para transmitir estatus), loud budgeting (“presupuesto ruidoso”, mostrar públicamente tus límites de gasto), looksmaxxing (maximizar el atractivo físico mediante cambios de apariencia), corecore (montajes de videos estéticos o emocionales sin narrativa clara)…

The Ibiza final boss podría encajar como un guante en una lista que baila agarrada al impulso humano de informarse. No es únicamente una fiebre juvenil. El 14% de los adultos de Estados Unidos reconocen utilizar TikTok como su buscador principal de noticias.

El empujón del algoritmo

Fenómenos como el de Jack Kay subrayan la relación entre la viralización de un contenido y los ingentes beneficios de las tecnológicas que crean, desarrollan y gestionan las redes sociales. Según medios económicos como Expansión, ByteDance, el conglomerado detrás de TikTok, disparó su beneficio un 60% en 2023 después de facturar 120.000 millones de dólares. Los datos –quiénes son, de dónde son, cómo se comportan– significan oro. Parafraseando a Byung Chul Han, puro “dataísmo”. “La inteligencia artificial no razona, sino que computa”, escribe el filósofo coreano en su libro Infocracia, “y los algoritmos sustituyen a los argumentos”. Y añade: “El conocimiento digital total hace que el conocimiento sea superfluo. La visión dataísta del mundo no incluye al individuo que actúa racionalmente, que pretende hacer una afirmación válida y la defiende con argumentos. Los dataístas imaginan una sociedad que puede prescindir por completo de la política. Cuando los conflictos y de intereses de clase disminuyen, los partidos pierden su importancia”.

Como explica en su ensayo López Mondéjar, no hace falta relato para ser célebre. Son suficientes una “identidad adhesiva” y el empujón algorítmico, algo así como un toque divino para obtenerlo. El caso de Jack Kay sería un modelo clarísimo y, sin embargo, que no emplee una narrativa, no significa que el jefe final de la fiesta ibicenca no tenga una historia llena de detalles y complejidades. Todo lo contrario al “peligro del pensamiento a corto plazo” del que alertan analistas como Ben Rhodes, que trabajó como consejero de Seguridad Nacional durante la Administración Obama.

Ni Neon Management ni el propio Jack Kay respondieron a la petición de elDiario.es para entrevistarlo. La mayoría de las decenas de artículos que se han publicado sobre The Ibiza final boss repiten lugares comunes (y le otorgan ganancias de hasta 40.000 libras la noche)… excepto en BBN Times, un digital que, no sin tintes de sensacionalismo, se centra en asuntos tecnológicos. En el artículo que publicaron el 11 de agosto, no obstante, fueron un poco más allá y explicaron que proviene de “un entorno de clase trabajadora” y, citando al Daily Mail, que tiene un padre con antecedentes judiciales “por robar en la casa de un anciano en la Navidad de 2021”.

Lemington, el barrio donde supuestamente creció Jack Kay, es un ejemplo para entender la desindustrialización inglesa. Una reseña publicada en la web de la Newcastle University lo retrata muy bien. Hay fotos de operarios subidos en pequeñas locomotoras de hierro, de familias metodistas a la puerta de la iglesia, de una formación de chavales iniciándose en los scouts. La vida giraba en torno a unas enormes fábricas de acero, en el XIX, y de vidrio, durante casi todo el XX, que fueron prósperas alimentándose con el agua del río Tyne.

Luego, las chimeneas se apagaron, una tras otra, durante los ochenta y principios de los noventa. La actividad industrial cesaba a golpe de reajuste decretado por los gobiernos tories de Margareth Thatcher y John Major. Los mismos gabinetes que, como cuenta Owen Jones en Chavs, “demonizaron” a la clase obrera. A las gargantas que hablan con acento geordie. A los pasajeros que, como tuvo que hacer el propio Jack Kay, se suben a alguno de los vuelos que, a diario, conectan sin escalas Newcastle con Eivissa para olvidar sus problemas pegándose una farra junto al Mediterráneo.

Ahora, The Ibiza Final Boss viaja en jet, se fotografía con Solomun (un deejay balcánico al que pillaron pinchando en una fiesta ilegal que se celebraba en una cueva de Santa Eulària) o Tony Truman (uno de los socios de O Beach, discoteca al aire libre que ha sido denunciada por vecinos de Sant Antoni a causa de las molestias que genera: sin paredes, el ruido no encuentra límites). Va camino de rivalizar con su paisano más famoso: el ex futbolista Alan Shearer, que llegó a ser capitán de la selección inglesa siendo hijo de un trabajador del metal.

Sólo el tiempo dirá si se baja el suflé que comenzó a hincharse mientras Jack Kay se contoneaba una tarde de principios de agosto en la pista del 528, otra discoteca al aire libre que también acumula quejas vecinales, también está en Sant Antoni y, como el Ibiza Rocks, el hotel donde se concentra la mayor parte de las muertes por balconing de este verano en la isla, también es propiedad de Andy McKay, uno de los pioneros en trasplantar los grandes eventos electrónicos desde el Reino Unido a Eivissa. Volteando la frase de Andy Warhol, a Bansky le atribuyen el buen olfato de intuir que en el futuro cualquiera disfrutará de un cuarto de hora de anonimato. Jack Kay tal vez sea el síntoma de que ese futuro ya es hoy.