Desolación a pie de tierra quemada de Ourense: «Estábamos absolutamente solos»

Desolación a pie de tierra quemada de Ourense: «Estábamos absolutamente solos»

El megaincendio de Chandrexa quema espacios de valor natural, el entorno de la única estación de esquí de Galicia y obliga a los residentes de varias aldeas a salir con sus propios medios para enfrentarse a las llamas

Los bomberos forestales en Galicia denuncian falta de prevención y de medios: “La sensación es de derrota”

Un rebaño de cabras y ovejas bloquea el paso en la carretera que baja de la estación de esquí de Manzaneda al pueblo el jueves a mediodía. Alrededor el paisaje es de vegetación calcinada y ceniza. Los animales bajan de un curro en lo alto de la montaña. Melas es el pastor que las conduce a su casa, en el lugar de Borruga. Se detiene en medio del camino para contar que los animales se han salvado de las llamas porque, viendo que se acercaba el fuego, llamó desesperado para que subiese uno de los vehículos del Ayuntamiento a protegerlos.

Allá arriba siguen quedando algunas vacas, que ahora pastan en los pocos retales de hierba que, en alguna carambola, se han librado de las llamas. Desde lo alto, donde se apean del telesilla quienes van a esquiar, en todas direcciones se ve monte quemado, en el que siguen humeando rescoldos. Y, al suroeste, la gran nube de humo y las llamas del gigantesco incendio (unas 10.500 hectáreas en el momento de escribir estas líneas) que sigue arrasando Chandrexa de Queixa.

Desde la cumbre de Manzaneda acaba de bajar David Álvarez, el jefe de la estación de montaña, cuando muestra un vídeo del terreno arrasado que se ha encontrado. Ha ido a hacer un primer balance de daños el jueves por la mañana y dice que lo que ha visto es “desolador”: “Todo son árboles quemados y ceniza”. Están destruidas las pistas para bicicletas, una de las actividades fundamentales en unas instalaciones que cada vez dependen menos de la nieve.

La propia estación y los edificios se han salvado. El fuego los rodeó, pero ahí se concentraron los esfuerzos. Estaba, además, confinado un campamento con menores de edad, que ya han regresado con sus familias. También está en aparente buen estado el telesilla, aunque entre las muchas tareas que empiezan cuando se apagan las llamas, estará la de que las revise un técnico.


Tres vacas pastan en junto a la tierra quemada en Manzaneda (Ourense), afectada por un gran incendio que empezó en Chandrexa de Queixa.

Álvarez cuenta que el fuego llegó desde dos puntos. En un primer momento, desde Chandrexa y después, subió desde Trives, en donde sostiene que las llamas fueron provocadas porque había varios focos. Provocadas o no, estos son en realidad dos flancos del mismo gran incendio, que, según la Xunta, prendió primero en la parroquia de Requeixo y luego en la de Parafita, en Chandrexa.

Un camión sin agua

En esa aldea, la de Parafita, un grupo de vecinos baja a media tarde del jueves de apagar llamas en el monte, agotados e indignados. Describen la desesperación al ver el fuego acercarse a las casas y al ganado, del que viven. Flora Castro es vecina de la aldea de Casteligo, ladera abajo con respecto al núcleo de Parafita. No contiene su enfado al relatar cómo, en la madrugada del martes al miércoles, cinco vecinos afrontaban “absolutamente solos” la amenaza del incendio. “Mi hija se hartó de llamar al 112”, pero allí no apareció ayuda hasta las 5.30 horas, cuenta: “Llegó un camión del Ayuntamiento. Sin agua”.

Tampoco amortigua sus opiniones sobre la política forestal de la Xunta ni sobre la visita que el miércoles hicieron el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, -presidente de la Xunta durante 13 años- y el jefe del Gobierno gallego, Alfonso Rueda, a Chandrexa para escenificar su seguimiento de los incendios. Allí Feijóo aprovechó para volver a hablar de su teoría –refutada– del terrorismo incendiario y poner el foco en quien prende fuego al monte sin hacer mención al resto de factores que alimentan la voracidad de los incendios. Flora Castro habla con sus vecinos de insuficiencia de medios, de un operativo desbordado, de falta de mantenimiento en el entorno de las aldeas y en unos montes en los que hay cada vez menos actividad.

También dicen que han visto descoordinación entre los mandos del operativo contraincendios y maniobras a las que no encuentran sentido. Relatan cómo una pala estaba dispuesta para abrir una segunda línea que sirviese como cortafuegos cuando fue reclamada para acudir a otra aldea amenazada por el fuego y tuvo que dejar la tarea a medias.

La velocidad del fuego

En el grupo hablan también, con los batefuegos aún en la mano, José Carlos, que tiene una explotación ganadera, Tramoias, y Rubén Fernández, uno de los dos concejales de la oposición -de Xuntos por Chandrexa- en el Ayuntamiento. Dicen que la preocupación empezó cuando comenzó a arder la zona de Requeixo -allí se declaró hace una semana el primero de los dos fuegos de Chandrexa que acabaron por unirse y sumar 10.500 hectáreas-. Tenían vacas pastando sierra arriba.

Cuando las llamas se declararon en Parafita, el martes, subieron a rescatarlas. Terminaron 20 vecinos con unas 200 reses defendiéndose del fuego que los rodeó durante varias horas, a la espera de que llegase ayuda. Ellos se salvaron y salvaron a los animales, pero cuentan que otro vecino, que ha dejado ya el corrillo, ha perdido a todas sus cabras.


Tierra, aún humeante, desde el alto de Manzaneda (Ourense).

José Carlos insiste una y otra vez en la velocidad a la que se propagaron las llamas. “Era impresionante. Creo que en dos horas estaban en Manzaneda”, expone. Cuando por fin pudieron bajar del monte -dejaron atrás a los animales para evitar que se quemen las patas y ahora deben subirles alimento, aunque algunos vieron arder hasta el forraje-, tuvieron que dar un rodeo que los llevó por Covas, en el municipio vecino de A Pobra de Trives. Allí las llamas se acercaban a las casas. Lo atestiguan alguna vivienda quemada y los campos calcinados que se detienen justo en la línea de coles que marca el final de alguna huerta. Cuentan que tampoco había medios y se pusieron a intentar apagar las llamas. “Pero salimos de allí. Íbamos a arder nosotros”, cuenta Rubén Fernández.

El fuego no ha dejado de todo Parafita. Hay personal de la Unidad Militar de Emergencias desplegado controlando que las llamas no se reaviven. Uno de sus miembros cuenta que el fuego trazó un semicírculo en torno a la aldea y acaban de apagar la última parte de monte que prendió. “Entró por la única parte que quedaba sin arder”, cuenta. El incendio de Chandrexa, camino de convertirse en el mayor de Galicia desde que hay registros, sigue activo.


Casa quemada en Paradaseca, en Chandrexa de Queixa (Ourense).