Europa y Trump, la razón y la fuerza

Europa y Trump, la razón y la fuerza

Necesitamos ahora una Unión Europea capaz de enfrentarse a los retos del mundo de Trump, Putin y Xi Jinpinga. Además de razón hay que tener fuerza

Dominique de Villepin, que puede ser candidato a presidente de la República francesa en la primavera de 2027, tiene publicados tres libros sobre Napoleón. Admira apasionadamente al personaje, sobre todo el de los Cien Días, el derrotado que se rebela contra el destino, se evade de Elba, desembarca en Golfe-Juan y viaja raudo hacia París para tentar su última suerte, “como un águila, de campanario a campanario hasta las torres de Notre-Dame”.

En el pie de página de uno de estos libros, cuenta Villepin que, en el curso de aquella mítica remontada, el emperador se detuvo en una masía de Sisteron, donde aún hoy se conserva una placa de la época con una inscripción en lengua provenzal: “Eishi Lou 5 de Mars 1815, Napoléon 1é P.P.” A su lado, la traducción en francés da la clave de aquella parada imperial: “Ici, le 5 mars 1815, Napoléon Ier passa et pissa”. Es decir: “Aquí, el 5 de marzo de 1815, Napoleón I pasó y meó”.

Recordé el detalle mientras leía las crónicas del “acuerdo” comercial alcanzado el pasado 27 de julio en Trump Turnberry, el hotel de cinco estrellas con varios campos de golf que el presidente estadounidense posee en Escocia y al que acudieron la presidenta de la Comisión Europea con su equipo, para entrevistarse con el presidente y los negociadores estadounidenses. Aunque es poco probable, no puede descartarse del todo que algún fan MAGA coloque allí una placa para conmemorar los desahogos de Donald Trump en su encuentro con la Comisión Europea.

En un recordado discurso en el Consejo de Seguridad de la ONU, el 14 de febrero de 2003, Villepin se opuso con convincentes razones al monumental error histórico de la guerra de Irak. Ahora ha comentado la reunión escocesa del 27 de julio diciendo que tal vez será recordada como el “Día de la Dependencia” de Europa. Lo hizo primero en un contundente mensaje en X y, después, en un artículo en la revista digital Le Grand Continent, de recomendable lectura. Sostiene Villepin que el “acuerdo” sobre aranceles entre Trump y Ursula von der Leyen no es en realidad un acuerdo sino un tributo, y que “la Unión acaba de sufrir un revés político, económico y moral de una gravedad sin precedentes”. Cree que “una humillación colectiva de este tipo interpela a todos los ciudadanos europeos, sobre todo teniendo en cuenta que la Unión tenía los medios para actuar, mientras que cada uno de los 27 Estados por separado no habría tenido ninguna posibilidad de resistir la presión estadounidense”.

Muchos compartimos sus razones, como lo hicimos en febrero de 2003, protestando contra la guerra de Iraq (George Bush padre dijo a la sazón que “la política de seguridad de Estados Unidos no puede depender de si sale mucha o poca gente a la calle en Barcelona”). Entonces Villepin tuvo razón, como la tiene ahora.

Sin embargo, tener razón y tener éxito no es lo mismo, y en política a menudo sucede lo contrario. Aquel discurso de Villepin en 2003 tuvo éxito (levantó inéditos aplausos en el Consejo de Seguridad y permanece en la memoria del mundo). Pero ni los discursos ni las manifestaciones pudieron impedir la invasión de Iraq, que ha pasado a la historia como una sangrienta estupidez geopolítica. La conclusión es evidente: además de razón hay que tener fuerza. Esta lección ha recobrado una nueva y urgente actualidad.

Que tener razón no sea sinónimo de éxito no significa que sumar razón y éxito sea una meta imposible. La propia historia de la construcción europea demuestra lo contrario. Pero ahora necesitamos una Unión Europea capaz de enfrentarse con fuerza a los retos del mundo de Trump, Putin y Xi Jinping. “Cuando se impone la ley de la selva”, ha dicho Olivier Blanchard, “los débiles no tienen más remedio que aceptar su destino, pero Europa puede ser fuerte, sola o en coalición con otros”.

Este fracaso estructural europeo será un revulsivo, como lo fue la pandemia, para avanzar en las imprescindibles reformas que permitan que Europa hable con una sola voz, responda con rapidez a las crisis, y se convierta, como sostiene Villepin, en una “potencia de equilibrio” en el mundo, capaz de defender la paz, el derecho internacional y las instituciones multilaterales ante los imperialismos agresivos. Más y mejor ambición europea es el camino. Por esta meta vale la pena luchar.