Ir al pueblo a teletrabajar en verano: «Es genial cerrar el ordenador y poder estar con la familia en la naturaleza»

Ir al pueblo a teletrabajar en verano: «Es genial cerrar el ordenador y poder estar con la familia en la naturaleza»

Cada vez más personas trabajan a distancia desde pequeñas localidades aragonesas, es el caso de Sonia, María, Lorena o Ana, que explican que esta fórmula permite cumplir con los objetivos laborales desde zonas rurales con conexión a internet, mientras se disfruta de la familia, los amigos y el entorno durante el verano

Un pueblo zaragozano de 20 habitantes ofrece trabajo y vivienda para una familia y recibe casi 100 solicitudes en 48 horas

La llegada del verano trae a los pueblos de Aragón a personas jubiladas que vuelven a la casa familiar, y a niños y adolescentes que veranean con sus familias lejos del asfalto de las ciudades. Sin embargo, cada vez son más las personas jóvenes y de mediana edad que pueblan las plazas, bares y piscinas en zonas rurales durante todo el verano. Una imagen nada corriente fuera de las dos semanas de vacaciones o fines de semana puntuales, y que está en auge gracias a las posibilidades que brinda el teletrabajo.

Lo que comenzó como una solución de emergencia durante la pandemia, se ha convertido en una nueva forma de entender el trabajo por parte de las empresas. Aunque el avance todavía es tímido: según un estudio de Randstad Research, aproximadamente el 11 % de los empleados en Aragón teletrabaja de manera regular, ligeramente por debajo del promedio nacional del 13 %.

Por otra parte, la mejora de la conexión a internet en el mundo rural y los cada vez más numerosos espacios habilitados por los ayuntamientos para poder trabajar en remoto, están haciendo posible que el fenómeno del teletrabajo vaya a más cada verano. Quienes han optado ya por esta fórmula, aseguran que las ventajas van más allá de una conciliación más fácil o de disfrutar de la familia y los amigos, también hay quienes se retiran a un pueblo en busca de tranquilidad y contacto directo con la naturaleza, lo que les reporta bienestar y una mejora notable de la salud física y mental.

Me voy al pueblo: otra forma de pasar el verano

Ana y María son dos hermanas que veranean en Urriés, un pequeño pueblo de la comarca de Cinco Villas con 49 habitantes censados, que también multiplica su población en verano. Su familia desciende de Urriés, y todavía conservan la casa familiar a la que acuden algunos fines de semana en invierno, puentes y vacaciones.

Ana tiene 35 años y es asesora fiscal en una asesoría llamada Afiris ubicada en Zaragoza. “Tengo la posibilidad de teletrabajar dos días por semana y en verano tengo la posibilidad de hacerlo semanas enteras”, explica Ana, que lleva optando por el teletrabajo en verano desde hace tres años, cuando empezó a trabajar en su actual empresa. El ayuntamiento de Urriés ofrece el espacio de la biblioteca con WiFi gratuito, y “sobre todo en verano, nos juntamos varias personas teletrabajando en él”, apunta Ana.


Espacio de trabajo en Urriés

Entre ellas ahora se encuentra su hermana María, de 38 años que trabaja en el sector de la tecnología en la capital irlandesa. En Dublín teletrabaja a tiempo completo desde hace cuatro años, lo que le permite venir a España en épocas de vacaciones, Semana Santa o Navidad. “Trabajando en el pueblo puedo pasar más días con mi familia y amigos, somos un pueblo pequeño así que es como ser una gran familia, y aunque estás trabajando en remoto unas horas, te sientes acompañado siempre”, asegura la joven.

Por la misma razón, su hermana Ana opta por el teletrabajo las semanas que la empresa se lo permite. “Cambias de aires, dejar unos días Zaragoza y venir a disfrutar más de mi pueblo es una maravilla, sobre todo en verano ya que mi jornada laboral termina sobre las 14:00 o 15:00 y tengo toda la tarde para estar con la cuadrilla de amigos, bajar a la piscina y tomarme un helado en la tienda”.

En Urriés tienen una tienda que pertenece al proyecto rural ‘Red Onsella’, en la que “hacemos todas las compras necesarias para los días que estamos”, apunta María, y un bar-hostal en el que toman el café de media mañana cuando hacen el descanso laboral. Allí se vuelven a encontrar al salir de la piscina o del gimnasio, ubicados ambos en las mismas instalaciones, a cinco metros de la terraza del bar. “Es genial cerrar el ordenador y poder estar en la naturaleza y tenerlo todo cerca. Lo mejor es que terminas de trabajar y desconectas enseguida”, confiesa Ana.

El teletrabajo en el pueblo para las familias con hijos

Sonia Buey tiene 52 años y vive en Pamplona, donde trabaja en una empresa multinacional alemana. Desde hace cuatro años, cuando llega el verano, Sonia teletrabaja dos días y medio a la semana desde Lobera de Onsella, un pequeño municipio de la provincia de Zaragoza, en el que viven unos 15 o 20 vecinos en invierno, a 50 minutos en coche de Pamplona. Durante la pandemia, la empresa de Sonia aplicó el teletrabajo en aquellos puestos que se podían desempeñar desde casa, “y después han dejado un día en invierno y dos en verano fijos”, apunta.


Espacio de teletrabajo en Lobera de Onsella

Esos dos días de teletrabajo en verano, más el medio día anterior y el fin de semana permiten a Sonia estar con su hijo prácticamente todo el verano. “Es una gran ventaja porque puedo estar con él casi toda la semana, sin tener que cargar a los familiares con más trabajo”, confiesa esta descendiente de Lobera, el pueblo de sus padres. Su hijo tiene nueve años “y le encanta estar en el pueblo”, asegura Sonia, así que “mientras él disfruta, yo sigo trabajando en remoto gracias a la conexión a la red del Ayuntamiento”, celebra Sonia.

En Mainar, localidad de 170 habitantes ubicada entre las comarcas de Campo de Daroca y Campo Romanos, el ayuntamiento también dispone de un espacio donde en verano teletrabaja Lorena Gonzalvo, socia de HAIKU Comunicación. Mientras ella trabaja en remoto en una zona equipada para ello en las Escuelas del pueblo, sus hijas mellizas de 10 años asisten en el aula de al lado a las colonias de verano gratuitas de 09:00 a 14:00: “Nos facilita una semana la Comarca del Campo de Daroca y luego el propio ayuntamiento, para cubrir más tiempo”, explica Lorena.

“Estamos varias personas en el aula equipada para poder trabajar con sillas, mesas y aire acondicionado, microondas y nevera. Además, también disponemos de una sala donde podemos meternos si tenemos reuniones online”, añade Lorena que dice sentirse agradecida de la posibilidad de conciliar que le ofrecen las colonias tanto en Mainar como en Codos, y del espacio municipal para teletrabajar, ambos servicios gratuitos, ya que: “Cada vez es más complicado porque los abuelos se hacen mayores”.

Al igual que Ana y María, teletrabajar hace posible que Lorena y Sonia puedan disfrutar de regresar al pueblo cada verano, y “darle vida -que cada vez tienen menos-, volver a salir a la fresca -que no es poca cosa-, volver a encontrarte, estar con tu familia viviendo las cosas a otro ritmo y, lo mejor de todo, hacerles ese regalo también a nuestros hijos”, confiesa Lorena. Como ellas dicen, esta es una forma de “devolverle al pueblo la vida que nos dio, pudiendo comprar el pan en la panadería o la leche en la tienda, echándote el café en el bar o pagando el bono de la piscina”.

Teletrabajo como desconexión y respiro de la ciudad

Entre el turismo estacional en las zonas rurales encontramos una nueva figura, son los “veraneantes digitales”: trabajadores que trasladan su oficina a segundas residencias o alojamientos rurales con buena conexión a Internet, desde las que trabajan o, directamente se toman un respiro. Es el caso de la directora Cris Blanco, la última artista que ha acogido la Residencia de Artistas que Lucía Camón puso en marcha hace más de una década en la casa de su bisabuela en la localidad de Torralba de Ribota, con menos de cien habitantes en aquel momento.

Esta residencia ofrece estancias semanales, o de más tiempo, a todos aquellos artistas que buscan desconexión de las ciudades en las que residen habitualmente. “Aquí encuentran un espacio rodeado de naturaleza, en un pueblo y una casa adaptados para que puedan trabajar, pero con la tranquilidad y el ritmo de una zona rural”, explica Lucía Camón, caspolina y artista multifacética que se trasladó desde Madrid a este pueblo de la comarca de Calatayud para poner en marcha Pueblos con Arte.

En Yebra de Basa, en la provincia de Huesca, el albergue también ofrece un espacio de coworking para personas interesadas en teletrabajar desde esta localidad, bien sean residentes o turistas, que pueden alojarse en régimen tanto de corta como de larga estancia. “Disponemos de una sala con cuatro puestos habilitados, conexión, impresora, aire acondicionado y, además pueden emplear las zonas comunes del albergue para prepararse la comida o hacer un descanso si lo necesitan”, explica Ángela Millán, miembro de Tararaina y responsable de este albergue que ha decidido convertir también en un centro de dinamización cultural para el pueblo.

La conexión a internet rompe el aislamiento de las zonas rurales

“Puedo teletrabajar porque me conecto con cable a la red en el espacio coworking habilitado por el ayuntamiento en la biblioteca municipal de Lobera, con la cobertura que tenemos en casa sería complicado porque no es muy buena”, explica Sonia, que desempeña su labor en el departamento de compras y como community manager, trabajo para el que necesita un ordenador con conexión y teléfono con cobertura si quiere salir de Pamplona y estar en su pueblo con su hijo y su familia en verano.

Sonia, María, Lorena o Ana son ejemplos de personas que de manera puntual se pueden trasladar a zonas rurales teletrabajando gracias a que los municipios de destino están preparados para acogerlas, con la garantía de tener una buena conexión a internet que les permite seguir conectadas con sus empresas y con el mundo a través del trabajo en remoto. Sin embargo, cada vez son más las personas que se interesan en vivir en los pueblos de manera permanente si se dan los servicios necesarios que les permiten teletrabajar.


La terraza del bar de Mainar donde trabaja Lorena, con una torta que le han hecho en la panadería

Con la mirada puesta en el teletrabajo para todo el año, algunos municipios como Palo, en el Bajo Aragón, están llevando a cabo iniciativas transformadoras. En esta pequeña localidad con menos de 30 habitantes empadronados y unos 15 residentes fijos, el Ayuntamiento ha habilitado un espacio coworking con aerotermia, paneles solares y mobiliario adecuado, en el que ha invertido casi 75.000 euros. El objetivo es fomentar estancias prolongadas de teletrabajadores y estudiantes y, aunque han enfrentado algunas dificultades para obtener subvenciones y ayudas, están asumiendo los 400 euros al año que cuesta la conexión a Internet.

El teletrabajo también ha abierto una puerta para combatir la despoblación rural y desde el programa “Tu Pueblo Te Llama”, una iniciativa de los grupos Leader de la comunidad impulsada por Pueblos Vivos y apoyada por la Universidad de Zaragoza, se promueve el retorno al medio rural ofreciendo asesoramiento para facilitar el traslado, vivienda y facilidades para el empleo de las personas que estén interesadas en desarrollar su proyecto de vida en alguno de los pueblos de Aragón.

Una cadena positiva no exenta de retos

El auge del teletrabajo en estos entornos amenazados por la despoblación, también ha impulsado la rehabilitación de viviendas en zonas rurales, el aumento de la demanda de servicios de telecomunicaciones y, aunque todavía de manera estacional, trae consigo una revitalización del comercio local en los pueblos.

Sin embargo, la expansión del teletrabajo rural no está exenta de limitaciones, y algunas persisten debido principalmente a la baja densidad de población en algunas áreas de la comunidad, la dispersión territorial y a la orografía: muchas zonas rurales carecen de servicios básicos o infraestructuras adecuadas y, a pesar de las inversiones en conectividad, todavía existen localidades donde el acceso a Internet es limitado, inestable o ni siquiera existe.

Según datos del Ministerio de Transformación Digital, alrededor del 10% de las zonas rurales sigue sin cobertura de banda ancha de alta velocidad. Además, aproximadamente el 5% de los núcleos poblados de la comunidad autónoma no dispone de una conexión adecuada, según Aragón Open Data, un dato que se traduce en una barrera para la digitalización, el acceso a la información y la comunicación con el exterior, y que afecta directamente a la posibilidad de teletrabajar de las personas que estarían dispuestas a hacerlo.

Ante el desafío que suponen las zonas con baja densidad de población, los expertos inciden en la necesaria y equilibrada colaboración entre las administraciones públicas y las empresas privadas para mejorar la calidad de la cobertura móvil y fija en los pueblos de Aragón en los que se da esta casuística. Y es que, tal y como tal y como reconocen desde el CONCITI -Consejo General de Colegios Oficiales de Ingeniería Técnica en Informática- , en declaraciones de su presidente Eduardo Peris, profesor en la Escuela Universitaria Politécnica de La Almunia, ante procesos como la despoblación se hace “más imprescindible” hacer llegar un internet de alta velocidad que cosa la brecha digital que se ha abierto en algunas zonas “y que se está agravando”, ya que las compañías tecnológicas, en ocasiones, apuestan por las nuevas vías de conectividad “olvidándose de los cimientos”.