
De tradición ganadera a ‘rincón con encanto’: la presión inmobiliaria hace acopio de cabañas pasiegas para uso turístico
Las ancestrales construcciones de montaña para el cuidado del ganado experimentan un boom de compraventas para su reconversión hostelera para el alquiler turístico o como segunda residencia
Reportaje –
La voz de los últimos pasiegos aislados: “Antes pasaba algo y cualquiera te echaba una mano; pero ahora ¿a quién recurres?”
En los valles pasiegos de Cantabria se calcula que hay 11.000 cabañas, muchas de ellas en ruina o prácticamente abandonadas, pero otras ocupadas como segunda residencia o como refugio turístico. Son construcciones sencillas, levantadas sobre paredes de piedra y tejado de pizarra, con una planta para el ganado y la paja y otra para el ganadero y su familia. Su emplazamiento agreste en los altos de los montes de las comarcas de los ríos Miera, Pas y Pisueña -también hay cabañas pasiegas en otras comarcas como las de Soba, lo que elevaría el número total estimado- ha salpicado los montes de este ejemplo de arquitectura popular que está experimentando un resurgir al calor de la presión inmobiliaria y la demanda turística a la búsqueda parajes tranquilos y, en apariencia, vírgenes.
Bien como segunda residencia, bien como alquiler turístico, la compra de cabañas pasiegas para su recuperación se disparó con la pandemia. Ya era un fenómeno anterior y no faltaron casos de picaresca en donde la rehabilitación sin control hacía que el resultado no respetara la configuración original, pero el proceso se disparó tras el confinamiento y una tecnología que permite cada vez más el trabajo lejos de la oficina y la búsqueda de espacios de asueto fuera de lo convencional. ¿Cómo está la situación hoy? Según comenta coloquialmente una fuente local conocedora del mercado: “Se venden como por un tubo”.
El entorno natural en el que se enmarcan, la autenticidad que respiran, vinculada con las raíces culturales de Cantabria, y la gran oferta y bajo precio vinculado al escaso valor comercial que se le daba han hecho que desde hace años las compras se sucedan. Se suceden las autorizaciones para su rehabilitación, como la publicada hace unos pocos días, cuando el Gobierno de Cantabria daba permiso a una empresa catalana dedicada a la compraventa de viviendas de lujo para rehabilitar de golpe nada menos que una decena de cabañas.
La restauración de cubiertas de estas diez cabañas pasiegas situadas en una parcela de 20.862 metros cuadrados en Pisueña, en el municipio de Selaya, a solicitud de Marisa Heatherwick -empresaria de Masvell House, con trayectoria vinculada a la rehabilitación de casas rústicas, sobre todo en Cataluña- es un caso llamativo de una realidad ya habitual, que ha provocado la preocupación entre algunos partidos y colectivos vigilantes por los cambios que este boom inmobiliario introduce en la organización del territorio, así como por la conservación de las señas de identidad, que se diluyen con los usos hosteleros.
Archivo – Valles Pasiegos
El órgano competente para otorgar autorizaciones es la Comisión Regional de Ordenación del Territorio y Urbanismo (CROTU), que, en cada una de sus reuniones, examina decenas de cambios urbanísticos y solicitudes de reforma o construcción, en el marco de la Ley de Ordenación del Territorio y Urbanismo de Cantabria. Pero también hay otros soportes legales como la Ley del Suelo, dos veces reformada sucesivamente por los gobiernos PRC-PSOE y PP, que ha abierto la mano en cuanto al desarrollo residencial del mundo rural en una comunidad antes conocida como La Montaña.
En el caso de las cabañas pasiegas, el referente normativo es un decreto de 2014 que regula su aprovechamiento turístico, pero también los procesos de rehabilitación para acabar con los excesos previos. Ahora una cabaña no puede tener una ventana mayor de un metro, pero antes se llegaron a instalar grandes ventanales, cambiar tejados no acordes con los materiales y tipología constructiva y añadir estructuras modernas.
El caso de las diez cabañas de Masvell House es prototípico del momento actual. La Comisión Regional de Ordenación del Territorio y Urbanismo le concedió permiso para cambiar sus cubiertas dado que se respetaba la tipología arquitectónica íntegra. La restauración deberá de ser con madera de características equivalentes a las existentes y lastra de pizarra para la cubierta. No puede haber aumento de volumetría, mi modificación de huecos, y la envolvente exterior ha de respetar las alturas actuales al alero y a la cumbre, manteniendo, por tanto, las pendientes.
La normativa puede preservar que no se altere la configuración típica de las cabañas, su idiosincrasia arquitectónica, pero otra cosa es el control del boom turístico-inmobiliario. Hay dos fuerzas encontradas aquí: una encaminada a poner coto a la masificación de los valles (los valles pasiegos han duplicado la oferta de camas turísticas en los últimos 15 años) y, por el otro, la presión económica de las empresas, propias y foráneas, que quieren desarrollar el negocio turístico.
La mayor parte del aprovechamiento turístico surge de los propios valles: familias o particulares que han visto cómo la cabaña heredada, de la noche a la mañana, se convertían en un objeto turístico codiciado. Aunque no hay cifras exactas, se calcula que el 80% del aprovechamiento turístico surge de los propios valles, que se beneficia de las ayudas que proporciona el programa europeo Leader, encaminadas a la recuperación de estas cabañas en un contexto de desarrollo de las economías rurales. El resto es foráneo, combinando una oferta turística en donde no falta el alquiler residencial de temporada con alquileres de corta estancia, promocionándose por medios propios o a través de plataformas con Airbnb.
Los intentos de frenar la masificación, no obstante, no han prosperado como pretendían sus defensores. El principal intento fue la redacción de un Plan Especial de Protección y Ordenación del Territorio Pasiego (PEPOTP) que, surgió en 2010 y del que no se ha vuelto a saber. Su principal interés es que concitaba miradas e intereses de muchos grupos, desde empresarios a conservacionistas del patrimonio, pasando por ayuntamientos, y en cuyo seno ya se debatía las dos líneas que colisionaban en cuanto al control del desarrollo de la faceta turística.
Cabañas pasiegas a la venta.
Uno de los impulsores de este PEPOTP fue la Asociación de Propietarios de Cabañas Pasiegas Pisueña, Pas, Miera, ahora con escasa actividad. Su presidente, Fernando Diego, ya en aquel entonces fue uno de quienes más intentó aunar voluntades con el fin último de frenar el deterioro de un patrimonio colectivo, para lo cual consideraba básico el parecer de los habitantes de los municipios pasiegos, como son Castañeda, Corvera de Toranzo, Luena, Liérganes, Miera, Penagos, Puente Viesgo, San Pedro del Romeral, San Roque de Riomiera, Santa María de Cayón, Santiurde de Toranzo, Saro, Selaya, Vega de Pas y Villacarriedo.
Hace 15 años, la asociación promovió encuentros informativos con intención de “defender los intereses y fines tanto de los propietarios de las cabañas, como de los habitantes de la zona, cumpliendo con sus objetivos de mantener y rescatar los valores pasiegos para facilitar el desarrollo integral y sostenible de la zona y mejorar la calidad de vida de sus habitantes”. Aquel intentó no cuajó en un PEPOTP que quedó en el olvido, y con ello la oportunidad de una implicación colectiva en la gestión de territorio, “ya que este es un pilar fundamental para la conservación del patrimonio pasiego frente a su actual deterioro”, como señalaba entonces Fernando Diego. En la actualidad, impera la visión empresarial y cada propietario busca su propio camino para rentabilizar su patrimonio.
El partido Cantabristas es uno de los que más hace hincapié en la preservación del territorio y las señas de identidad de lo autóctono. Según ha manifestado un portavoz, el problema que subyace en la actualidad es el espíritu “cortoplacista” que el mercado impone al mundo rural, es decir, “todo está en venta, pero una vez que se vende se pierde para siempre”.
Las trabas burocráticas para poner en el mercado hotelero una cabaña es lo que más ha frenado la rápida expansión, aunque no la detiene. Han de intervenir cuencas hidrográficas, ayuntamientos, la comisión regional del territorio… Una vez obtenidos los permisos, la rehabilitación puede producirse con profesionales de la zona, aunque la alta demanda hace que la recuperación no se realice de un día para otro.
Precios y servicios
No hay que dejarse engañar por las apariencias. Aunque externamente la cabaña pueda ser como siempre fue, tras una rehabilitación en donde uno de los elementos más importantes es el camino de acceso, el interior puede ser el de cualquier otro alojamiento rural moderno. La promoción de una de las empresas que tiene en cartera una decena de cabañas presume de que “las casas tienen un estilo encantador e incluyen paredes de piedra y vigas de madera de estilo rural y zona de estar con chimenea o estufa de leña. La cocina privada está equipada con fogones, microondas y utensilios de cocina”.
No es infrecuente encontrar ofertas de cabañas en internet en donde cada vivienda viene acompañada de una finca de grandes dimensiones, eso sí, en pleno monte. Un anuncio oferta dos cabañas en San Pedro del Romeral junto con una finca de 29.500 metros cuadrados por 48.000 euros. Tiene agua, luz y acceso, pero por lo general hay que hacer un gasto importante en su acondicionamiento. Otra oferta consiste en un lote de tres cabañas en el mismo municipio, con 27.500 metros cuadrados alrededor. También hay luz, agua y accesos. El precio es de 84.000 euros. Para que el precio total no sea disuasorio, las propias promotoras recuerdan que “hay posibilidad de hasta un 55% por ciento de ayudas de fondos europeos”.
Una noche en una cabaña de alquiler puede costar entre 115 y 205 euros, un precio que se digiere mejor al compartirse entre varios, ya que hay cabañas dispuestas hasta para ocho personas. Así, en verano, los montes pasiegos se pueblan de visitantes que se observan con la tradicional reticencia de quienes han vivido pegados al mismo paisaje, natural y humano, siempre: andaluces, catalanes o valencianos que huyen del calor en verano; y madrileños, vascos y castellanos que buscan escapadas cortas el resto del año.
Quién lo iba a imaginar antaño cuando originalmente solo tenían valor para su propietario y daban cobertura a la muda, un fenómeno de trashumancia entre cabañas en donde cada familia se desplazaba con todos sus enseres a cuestas y su ganado dependiendo de la estación del año, a la búsqueda de pastos de alta montaña o donde mejor pasar el invierno. De aquellos ritos ancestrales del pueblo pasiego que se remontan al medievo, hoy en día se da otro tipo de trashumancia, no menos estacional, en donde el turista se desplaza con sus escasos enseres a una cabaña en busca, no tanto de pastos, sino de experiencias insertas en una naturaleza en apariencia respetada por la mano del hombre y que daba carácter al territorio.