
Dos mochilas de agua, herramientas manuales y mucha valentía: el retén que combate el incendio del norte de Cáceres sin camión
Dos todoterrenos, dos mochilas de agua y herramientas manuales. Con esos medios trabaja uno de los retenes desplazados al incendio que arrasa el norte de Cáceres, después de que su camión quedara fuera de servicio. Mientras la magnitud del fuego mantiene en vilo a la población, los bomberos forestales en primera línea denuncian carencias que los dejan en situación de vulnerabilidad
Privatización, sueldos bajos y contratos temporales: los incendios destapan la precariedad de los bomberos forestales
El fuego avanza implacable por el norte de Cáceres desde hace seis días, y un retén de bomberos forestales se enfrenta a él… sin su camión operativo. En plena emergencia, su vehículo principal sufrió una avería en la zona de Castañar de Ibor y, aunque acudieron los mecánicos, no pudieron repararlo ni sustituirlo.
“Estamos aquí con dos todoterrenos y con herramientas manuales. Para un conato podemos hacer algo, como ayer que sofocamos un fuego pequeño en Bohonal, pero ahora solo tenemos dos mochilas de agua y nada más”, explica uno de los integrantes del retén, con la voz cargada de frustración y cansancio.
El problema no es menor. Se trata de un retén activo, acostumbrado a responder en los focos más críticos, y encontrarse sin su vehículo principal significa exponerse a una vulnerabilidad total. “Cuando no tienes el camión, estás más vendido que nunca, sobre todo ahora, con tantos incendios activos. No entendemos cómo no nos han traído un camión de reemplazo directo. Ahora mismo haríamos mucha falta en lugares donde los focos están más peligrosos”, añade, haciendo visible la tensión y el riesgo extremo al que se enfrentan cada día. Seis jornadas luchando contra el gigante, y la impotencia de no poder hacer mucho más pesa tanto como las llamas mismas.
La denuncia no es un hecho aislado, sino el reflejo de un sistema que los propios profesionales describen como “una prueba de resistencia”. Entre largas jornadas, contratos temporales, sueldos ajustados y noches de guardia a seis euros, no resulta sencillo mantenerse en primera línea contra las llamas en Extremadura. A ello se suman problemas de coordinación, diferencias notables en la dotación de medios entre retenes, dificultades para encontrar alojamiento y un desgaste físico y emocional que apenas encuentra reposo. Son los bomberos forestales del Plan INFOEX (Plan de Lucha contra los Incendios Forestales de Extremadura), quienes relatan la cara menos visible de un trabajo esencial que no termina cuando se apagan los titulares del verano.
“En los grandes incendios o cuando coinciden varios a la vez, las primeras horas son un verdadero descontrol”, reconoce Álvaro Tarrés, con seis campañas en el INFOEX. Su experiencia le ha enseñado que la maquinaria y los medios no llegan por igual a todos los puntos: “Hay retenes mejor cubiertos que otros. Depende de la frecuencia de incendios en cada zona. Eso determina dónde aterrizan primero los nuevos vehículos o la maquinaria”. (Nombre ficticio como el resto de sus compañeros de este reportaje).
Tarrés comparte la reflexión con Javier Peña, su compañero, que confirma que muchas veces el hambre se posterga en medio del fuego: “Llegas, te pones a trabajar y no comes hasta más tarde, pero lo esencial a mí, por lo menos, nunca me ha faltado”. No todos opinan lo mismo. Jesús Puertas recuerda que en el incendio de Aldea del Cano “hubo compañeros que tuvieron que buscar agua y comida por su cuenta con los 46 grados que se alcanzaron ese día”. “Eso es inadmisible”, sentencia.
Salarios y contratos: grietas en el sistema
El sueldo base ronda los 1.300 euros mensuales, y las horas extras no se pagan: se compensan con tiempo libre. La disponibilidad nocturna —esa que obliga a estar localizable y listo para intervenir— apenas se remunera: seis euros entre medianoche y las siete de la mañana. “A seis euros, la noche entera”, resume Tarrés. Aunque reconoce que las condiciones superan a las de la empresa privada, advierte que “los problemas estructurales persisten: la coordinación, la disponibilidad y la logística todavía fallan en situaciones de emergencia extrema”.
La temporalidad es otra de las grandes losas del sistema. “Todavía hay contratos de seis meses, lo que deja al personal medio año en paro. Algunos optan por el fijo discontinuo, que les permite trabajar solo en la campaña alta y dedicarse a otras cosas después, pero la estabilidad anual sigue siendo una prioridad para la mayoría”, explica Peña, señalando la vulnerabilidad constante de quienes sostienen la lucha contra los incendios.
Dormir en un coche tras jornadas extenuantes
A esa inseguridad se suma la vivienda. La necesidad de estar disponible de inmediato obliga a moverse con apenas margen de maniobra. “Te llaman y, en menos de media hora, tienes que estar preparado y en el lugar. Hay compañeros que terminan durmiendo en la furgoneta o en un camping, si tienen suerte de encontrar disponibilidad esa noche”, relata Peña. Carlos Serrano añade que esta obligación “complica la conciliación y afecta al descanso. Después de jornadas extenuantes, es muy difícil recuperar fuerzas si duermes en un coche o esperas a que haya hueco en un camping”.
Más allá del verano
El trabajo no termina con la campaña estival. En invierno, quienes tienen contrato anual se dedican a tareas de prevención: desbroces, cortafuegos y limpieza de zonas de riesgo. Tarrés explica que estas áreas se revisan cada tres años para evitar que la vegetación avance demasiado cerca de carreteras o poblaciones. “Para estas labores contamos con EPIs preparados, aunque su reposición suele tardar bastante. Nunca me ha faltado lo básico, pero a veces hay que esperar demasiado para que te repongan una pieza”, señala.
Las infraestructuras tampoco acompañan. Muchas cocheras son pequeñas, antiguas y poco operativas, y los vehículos presentan un deterioro que resta eficacia en plena extinción. “No todos los vehículos presentan problemas, pero sí los suficientes como para que el servicio pueda verse afectado”, advierte.
Una prueba de resistencia permanente
A pesar de todo, Tarrés reconoce que el INFOEX ha evolucionado. “Cada verano es una prueba de resistencia para nosotros y para el sistema. Hay cosas que se van probando y se quedan definitivamente. El tema de la disponibilidad ha mejorado ligeramente y algunas medidas salariales han empezado a aplicarse. Pero cuando llega el invierno, casi nadie recuerda lo que hemos vivido durante la temporada alta de fuegos”.
Entre maquinaria desigual, contratos temporales, desplazamientos urgentes y jornadas que se alargan más allá del sol, los bomberos forestales de Extremadura siguen trabajando en condiciones extremas, sosteniendo un servicio que salva vidas y protege el territorio. Su lucha, sin embargo, no es solo contra las llamas: también contra la precariedad que amenaza con apagar la vocación de quienes ponen el cuerpo frente a un enemigo implacable: el fuego.