En las aldeas que el fuego calcinó en Vilamartín: «Se sabía que iba a pasar, pero no vino nadie, no hubo previsión»

En las aldeas que el fuego calcinó en Vilamartín: «Se sabía que iba a pasar, pero no vino nadie, no hubo previsión»

En la comarca ourensana de Valdeorras los vecinos se organizan para evacuar aldeas, hacer cortafuegos y llevar agua en tractores para hacer frente a las llamas y repiten una queja: «Estamos abandonados»

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En Vilamartín de Valdeorras (Ourense) los vecinos llevaban dos días preparándose para la llegada de las llamas. El incendio prendió el miércoles en Larouco y se extendió por ambos lados del valle en el que se asienta la comarca de Valdeorras, así que ellos, desde el flanco norte, sabían que era cuestión de tiempo que asomase en su territorio. Lo hizo. Y los vecinos repiten que se vieron solos y que tuvieron que defender las casas como pudieron. “Se sabía que iba a pasar, pero no vino nadie. Tiene que haber previsión en quien tiene el dispositivo”, lamenta Jovita Fernández, que vio el peligro a la puerta de su casa.

El fuego, repiten profesionales, voluntarios y vecinos estos días, corre a gran velocidad y alcanza una intensidad que dicen no haber visto antes. En Vilamartín se prepararon con tractores, cubas de agua, palas y lo que encontraron a mano. Viendo lo que se les venía encima, el propio Ayuntamiento hizo un llamamiento a quienes tuviesen maquinaria agrícola que pudiese ser útil para que colaborasen. Establecieron un punto de encuentro, en la parte baja del pueblo, en donde quienes bajan del fuego pueden comer y beber algo. Eso, si les da tiempo: los avisos son continuos.

Organizados entre ellos, los vecinos cuentan que salvaron muchas casas, pero hay aldeas que han quedado arrasadas. Es el caso de la de San Vicente, que un anciano se resistió a abandonar. Lo encontraron a salvo, pero desolado, quienes fueron este domingo a comprobar qué había quedado en pie. Los vídeos que ha tomado Pilar Fernández Nogueira y que acompañan a esta información muestran tanto las casas ardiendo en medio de la noche como la desolación a la luz del día.

Ella explica que subió porque había alguna persona mayor que no quería desalojar San Vicente pese al riesgo. Es el pueblo del que procede su familia y siguen teniendo casa allí, que vieron arder, explica. Ella se encuentra ya en Córgomo, un núcleo al que el fuego amenazaba el domingo a mediodía tanto desde arriba como desde abajo. Los vecinos tratan de protegerlo de forma expeditiva: están cortando un grupo de árboles para evitar que prendan; una pala de obra está haciendo cortes entre los campos a modo de cortafuegos.


En la carretera que conduce a Córgomo (Vilamartín de Valdeorras, Ourense), los vecinos están preparados con un tractor cargado de auga. Más abajo, cortan los árboles para que no prendan.

Desde la carretera, un grupo de personas observa junto a un tractor cargado con agua, por si llegan las llamas. En una loma cercana, coronada por pinos, aparece el fuego y es cuestión de minutos que todos los árboles sean engullidos.

El estruendo del incendio

En ese grupo aparece Raúl, que se detiene un momento a contar cómo ha visto el fuego saltar entre los árboles directamente de copa en copa, arrasar hectáreas “en segundos” y avanzar con un gran estruendo. Los vecinos hablan de otras aldeas que han corrido una suerte parecida a la de San Vicente: O Robledo, O Mazo, Cernego. De esta última ha tenido que escapar Nagore Fincias, que dice que han ardido al menos diez casas, la mitad de ellas “habitables”. Lo dice así porque en este núcleo quedan apenas cuatro vecinos que viven allí todo el año. Ellos sí han salvado sus casas. Los otros son residentes solo durante algunas temporadas.

Cuando el fuego llegó a sus puertas salieron a combatirlo “con medios mínimos”, dice Fincias. “Había algunos tractores, hemos utilizado lo que hemos podido”, relata y califica de “vergonzoso” que el dispositivo contra incendios, que está desbordado por la cantidad de fuegos que hay en la provincia, no llegase hasta allí, cuando el fuego va acorralando aldea tras aldea.

Los esfuerzos de los residentes no fueron suficientes. Solo hay un acceso a Cernego, se vieron rodeados y tuvieron que salir “corriendo”, dice. Ahora está alojada en un albergue habilitado por el Ayuntamiento. A su lado, Jovita Fernández habla entre el llanto, la impotencia y la indignación: “La Xunta ha fallado cien por cien. Nos dejaron abandonados”.

“Como una montaña derritiéndose”

Ella es de las vecinas que llevaba días mirando al monte. Cuenta que estaba refrescando el terreno cerca de la casa cuando empezó a escuchar “un ruido ensordecedor” procedente del incendio. “Parecía que la montaña se estaba derritiendo entera”, dice. Está impresionada por la rapidez de las llamas, pese a que ha vivido ya varios incendios en una comarca, la de Valdeorras, habituada a ellos -y especialmente azotada en los grandes fuegos de 2022-. Pero “nada como esto”. Las cortezas de los pinos se desprenden y salen disparadas, convertidas en pavesas del tamaño de una mano, explica. Estos fragmentos provocan con facilidad nuevos focos donde caen.

Jovita Fernández se queja de que la situación era crítica a las 15.00 de este sábado, pero los primeros efectivos, que eran de la Unidad Militar de Emergencias (UME), aparecieron a las 20.00, “cuando ya había acabado todo”. Pide más medios destinados a prevención y extinción de unos fuegos que, para ella, tienen una fuerza inusitada. Y que los equipos trabajen todo el año. “Somos una comarca abandonada”, protesta.