Joan Punyet Miró, nieto de Joan Miró: «Mi abuelo no pintaba para hacerse millonario, estaba en contra de la especulación»

Joan Punyet Miró, nieto de Joan Miró: «Mi abuelo no pintaba para hacerse millonario, estaba en contra de la especulación»

El pintor, escritor y albacea del genio catalán defiende que su abuelo «siempre buscaba el anonimato y huía del protagonismo». En su opinión, Picasso, Dalí y Miró son «una especie de regalo divino» cuya obra debe difundirse «en todo el mundo» para que la gente «entienda la fuerza de España y sus artistas»

La obra de Joan Miró, el artista de formas simples y fuerza simbólica: “No solo fue un gran pintor, era muy generoso”

“Mi abuelo siempre buscaba el anonimato, huía del protagonismo, no quería ser una persona importante”. Joan Punyet Miró (Palma, 1968), pintor, escritor y albacea de Joan Miró (1893-1983), lleva varias décadas consagrado a preservar y difundir el legado artístico y humano del genio catalán, cuya obra palpita este verano en Palma gracias a Paysage Miró, un proyecto sin precedentes que reúne más de un centenar de pinturas y esculturas de Miró en cuatro espacios expositivos simultáneos de la capital balear: la Llotja, el Casal Solleric, el museo Es Baluard y la Fundació Pilar i Joan Miró.

Para su nieto, quien cita a elDiario.es en el mismo taller en el que su abuelo derramó sobre sus cuadros la luz y el color de Mallorca -con la que el artista barcelonés mantuvo una profunda vinculación a lo largo de su vida-, Paysage Miró salda una deuda moral con él después de décadas de ostracismo en su propio hogar: “Miró era un genio. Y eso se paga caro porque estás repudiado, la gente se ríe de ti, nadie te entiende. Tu trabajo triunfa en Estados Unidos y en Japón, pero en tu propia casa la gente dice que solo pintas a un niño”.

Durante esta entrevista, Punyet Miró defiende que la mayor herencia del pintor catalán no es solo su obra, sino una filosofía vital basada en “la filantropía y la generosidad”, las que transmitió un artista que “no pintaba para hacerse millonario” y que, en protesta contra la especulación en el mundo del arte, llegó a quemar cinco lienzos para demostrar que su obra era un manifiesto y no una mercancía. Recuerda, además, cómo Miró encontraba en la luz y el paisaje mediterráneos “una comunión constante con la naturaleza” que no hallaría hoy, dado que la isla que su abuelo conoció, ya no existe. “Si Miró estuviera vivo, evidentemente ya no estaría en Mallorca. Es una jungla de cemento”, incide, aseverando que el modelo turístico balear debe redefinirse “para no morir de éxito”: “Hay que reinventarse para no fracasar dentro de diez años”.


Joan Punyet Miró, en el taller de su abuelo: «Era un hombre siempre muy avanzado a su tiempo y era el poeta de los pobres. Le gustaba recoger ramas, piedras, conchas, huesos en sus paseos por las montañas de Cala Major, en la playa…»

¿Qué significa para usted custodiar ya no solo la obra, sino también el pensamiento de su abuelo?

Estoy contento de que haga esta pregunta, porque muchas veces hay que a ver la persona que se escondía detrás del pincel. Porque Miró era un genio. Y eso se paga caro porque estás repudiado, la gente se ríe de ti, nadie te entiende. Tu trabajo está todo el tiempo triunfando en Estados Unidos y en Japón, pero en tu propia casa la gente dice que solo pintas a un niño. Para mí ha sido el pensamiento, la filosofía existencial de Joan Miró, lo que más me ha gustado transmitir al público en general, y creo que se puede explicar con una palabra: generosidad. Generosidad en las exposiciones, en las donaciones, en los préstamos, al crear tres fundaciones, lo que yo llamo el triángulo Miró: la Fundación Joan Miró de Barcelona, que ahora cumple 50 años, la de Palma, creada en 1992, y la de Mont-roig del Camp en Tarragona, creada en 2015. Y todo eso ha sido gracias a la familia Miró. Eso es lo que yo quiero transmitir, que la filantropía, la generosidad y también el ánimo de ser una persona responsable con sus principios es lo que más me marcó de Joan Miró, aparte, evidentemente, de su legado artístico, que es muy complicado de gestionar.

Miró era un genio. Y eso se paga caro porque estás repudiado [en tu propia casa], la gente se ríe de ti, nadie te entiende. Tu trabajo está todo el tiempo triunfando en Estados Unidos y en Japón, pero en tu propia casa la gente dice que solo pintas a un niño

Joan Punyet Miró
Nieto de Joan Miró

Habla del repudio de un artista en su propia casa y Palma expone este verano Paysage Miró, un proyecto sin precedentes que reúne más de un centenar de obras de su abuelo. ¿Cree que con esta exposición se ha saldado una deuda moral con él?

Exacto. Hay que tener en cuenta la generosidad de Joan Miró y de mi familia. Tras la muerte de mi abuelo en 1983, mi abuela, Pilar Juncosa, mi madre, Dolores Miró, mis hermanos, David, Emilio, Teo y yo, hemos seguido haciendo muchísimas donaciones al Estado español y a las Balears porque sabemos que es nuestra obligación moral. Nosotros, un día, vamos a morir, pero antes tenemos que consolidar el legado de Miró en España. Y eso ha sido lo que hemos aprendido de mi abuelo. Por tanto, hemos hecho todo el catálogo razonado de la obra y hemos creado las tres fundaciones.

Hay tres estudios de Joan Miró abiertos al público y eso es un milagro. Es algo que, evidentemente, da mucha fuerza a todo lo que es el legado cultural de mi abuelo y nosotros, desde la humildad y desde el buen hacer, con grandes valores morales y éticos, hemos seguido la educación de mi abuelo, la filantropía y la generosidad para apuntalar y consolidar este legado.

¿Cómo fue la filosofía existencial de Miró, su modo de vivir?

Lo que más me sorprendía era que siempre buscaba el anonimato, huía del protagonismo, no quería ser una persona importante. No le gustaban las entrevistas ni los medios, le gustaba trabajar sus cuadros. Aquí, en el taller de la Fundación Miró de Mallorca, le gustaba leer poesía, escuchar música y cultivar su espíritu dentro de la máxima privacidad y en comunión constante con la energía de la luz del Mediterráneo, la luz de Mallorca, el cielo, el mar, estos paisajes anaranjados, crepusculares, que anuncian vientos del día siguiente. Es decir, la comunión con la tierra y la naturaleza eran una fuente de energía. Se nutría de la luz y el paisaje y eso era para él fundamental.


Joan Punyet Miró

¿Cree que su abuelo fue un adelantado de la conciencia medioambiental?

Era un hombre siempre muy avanzado a su tiempo y era el poeta de los pobres. Le gustaba recoger ramas, piedras, conchas, huesos en sus paseos por las montañas de Cala Major, en la playa… Le gustaba también poder coger todo lo que el mar traía a la arena después de la tormenta. Trozos de madera, residuos, conchas. Y con eso hacía una especie de orquestación de elementos encontrados por el mágico instinto del azar y de la mano de Miró, que era una persona intuitiva que siempre dejaba que el subconsciente colectivo dirigiese su mano hacia algún elemento en particular que luego él podía utilizar en un ensamblaje escultórico. Era un poco la filosofía de Marcel Duchamp del objet trouvé. Luego, en sus estudios los ponía todos en el suelo. También lo que hacía Breton en el despacho de investigación del mundo de los sueños en la época del surrealismo en París. Y era como lo que decía Sigmund Freud con su gran libro La interpretación de los sueños, publicado en 1900. Miró hacía un proceso de recolección de elementos para luego, de noche, pues llevarlos a su interior, a su colectivo, y luego al día siguiente ellos mismos pedían estar al lado de otro objeto, y de ahí surgía una escultura en bronce.

[Joan Miró] era un hombre siempre muy avanzado a su tiempo y era el poeta de los pobres. Le gustaba recoger ramas, piedras, conchas, huesos en sus paseos por las montañas de Cala Major, en la playa… Le gustaba también poder coger todo lo que el mar traía a la arena después de la tormenta

Joan Punyet Miró
Albacea de Joan Miró

Miró llegó a quemar cinco cuadros como protesta ante la especulación en el mercado del arte…

Sí, fue en diciembre de 1973. En mayo de 1974 se inauguró una retrospectiva en el Grand Palais y en lugar de hacerla de manera cronológica, desde los años veinte o treinta, comenzó con las cinco telas quemadas en el hall de recepción del edificio. Era una especie de manifiesto de lo que Miró quería: acabar con el Miró decorativo crematístico que utilizaban para especular con su obra. Él decía: “Tengo 80 años, soy joven, soy radical, soy violento. A Picasso lo habéis tachado de cubista, a mí me habéis tachado de surrealista. Después de la segunda guerra mundial, creéis que soy ya un viejo retirado y acomodado en su chalet de Cala Major, que pinta luces y sombras, noches y días o lunas, estrellas y mujeres. Pues no. Quiero mostraros que estoy vivo, que soy un artista contemporáneo y aún tengo mucho que demostrar”.


Joan Miró, en su estudio de Palma, en una fotografía de 1978

Mi abuelo decía: ‘Tengo 80 años, soy joven, soy radical, soy violento. A Picasso lo habéis tachado de cubista, a mí me habéis tachado de surrealista. Después de la segunda guerra mundial, creéis que soy ya un viejo retirado y acomodado en su chalet de Cala Major. Pues no. Quiero mostraros que estoy vivo, que soy un artista contemporáneo y aún tengo mucho que demostrar’

Joan Punyet Miró
Nieto de Joan Miró

¿Cómo era la lucha que mantenía para defender su postura frente al mercado globalizado del arte y las subastas desorbitadas?

Él estaba en contra del mercado especulativo. Por eso creó las fundaciones, para poder dejar su legado aquí y escapar de que cualquier otro coleccionista las pudiese comprar y llevárselas a otro país. Estaba en contra de los precios astronómicos a los que vendían sus obras en Estados Unidos. Decía que era una manera de trabajar que no se correspondía con su filosofía personal. Entonces quemó las telas para demostrar al mundo que él no las pintaba para hacerse millonario, sino para hacer un manifiesto en contra de la especulación en el mundo del arte. A partir de eso lo que hizo fue trabajar mucho los grabados y la litografía en París, con Adrian Maeght, para hacer tirajes de 25, 50, 75 ó 100 ejemplares con precios más asequibles para que la gente pudiese tener acceso a ellos.

[Joan Miró] estaba en contra de los precios astronómicos a los que vendían sus obras en Estados Unidos. Decía que era una manera de trabajar que no se correspondía con su filosofía personal. Quemó las telas para demostrar al mundo que él no las pintaba para hacerse millonario, sino como manifiesto en contra de la especulación en el mundo del arte

Joan Punyet Miró
Pintor, escritor y albacea de Joan Miró


Joan Miró, por Man Ray

¿Cree que ese carácter existencial y poético de la obra de Miró se entiende igual en Occidente que en países orientales cuya cultura se halla más próxima a esa visión?

Un cuadro de Joan Miró necesita que el espectador se pregunte tres cosas: primero, de dónde vengo; segundo, dónde estoy, y tercero, a dónde voy a partir de la estructuración filosófica de mi propia existencia. La pintura de Miró está para abrirte un mundo de interrogantes, para que todo el tiempo te puedas cuestionar cuál es tu misión en la vida, a qué has venido aquí y qué puedes aportar a la sociedad. Miró era una persona que siempre tuvo ese aspecto social muy marcado. Por ello, su obra es atemporal. Es una obra que pertenece al mundo de los sueños, de la poesía, del surrealismo. Además, no es una pintura figurativa ni es una pintura clásica.

La pintura de Miró es una pintura muy, muy difícil de interpretar porque pertenece al mundo de los sueños, del arte, de la poesía, de la filosofía. Por eso tiene tanto arraigo en Asia. En Japón, por ejemplo, hay una exposición -‘Joan Miró. Poesía en la pintura’- a la que acuden 2.000 personas diarias para verla. Eso es para mí una demostración de su filosofía budista de entender la vida, una concepción mucho más espiritual, una percepción de la muerte casi, a la que no le da tanta importancia, porque lo importante es lo que tú haces como persona y el legado que dejarás en la tierra cuando fallezcas. Por eso la obra de Miró posee esa fuerza tan existencial, tan poética y tan universal.

La pintura de Miró es una pintura muy, muy difícil de interpretar porque pertenece al mundo de los sueños, del arte, de la poesía, de la filosofía. Por eso tiene tanto arraigo en Asia. En Japón, por ejemplo, hay una exposición -‘Joan Miró. Poesía en la pintura’- a la que acuden 2.000 personas diarias para verla

Joan Punyet Miró
Nieto de Joan Miró


Exposición ‘Joan Miró. Poesía en la pintura’, en el Museo Metropolitano de Tokio

¿Cree que España ha sabido cuidar la memoria de sus grandes artistas?

Yo creo que se puede hacer más, porque no se pueden guardar cuadros de Joan Miró en los almacenes del Reina Sofía de Madrid o los de la Fundación Miró. Hay que dejarlos a museos de Bilbao, de Sevilla o de Mallorca para que estén expuestos. Es como tener un Ferrari tapado en el garaje de casa. Por favor, vendedlo o sacadlo a pasear. Hay que entender la importancia de Picasso o Dalí. Deben ser vistos, enseñados, en itinerancia, en Japón, en Seúl, en Washington, para que la gente entienda la fuerza de España y sus artistas. Los cuadros y esculturas pueden alquilarse y hay que poner precios a esos alquileres y que Dalí, Picasso y Miró den la vuelta al mundo sin parar. Pueden alquilarse por 500.000 euros en seis meses y el Estado podría así generar ingresos.

No se pueden guardar cuadros de Joan Miró en los almacenes del Reina Sofía de Madrid o los de la Fundación Miró. Hay que dejarlos a museos de Bilbao, de Sevilla o de Mallorca para que estén expuestos. Es como tener un Ferrari tapado en el garaje de casa. Por favor, vendedlo o sacadlo a pasear

Joan Punyet Miró
Albacea de Joan Miró

¿Cree que Mallorca ha sabido encontrar una identidad cultural propia?

Creo que no. Pero soy optimista porque la presidenta del Govern [Marga Prohens] y el actual alcalde de Palma [Jaime Martínez] están haciendo un esfuerzo extraordinario para que en 2031 Palma se convierta en capital cultural. Son conscientes de que el mundo del arte trae turismo de calidad y también han hecho una apuesta muy importante por Joan Miró y la cultura en general.


Parte de la muestra instalada en la Fundación Pilar i Joan Miró de Palma, uno de los cuatro espacios expositivos del proyecto ‘Paysage Miró’

¿De qué forma puede el legado de Miró, Picasso o Dalí convertirse en una herramienta para proyectar la imagen de Mallorca y España en el resto del mundo?

Creo que tener a Picasso o Dalí en España es una especie de regalo divino, porque son embajadores gratuitos que tenemos y hay que aprovechar este momento para hacer exposiciones sobre ellos en todo el mundo. En el caso de Joan Miró, está la exposición de Tokio. En marzo haremos una exposición en Seúl. También iremos a la Collection de Washington, al lado de la Casa Blanca. En 2026 iremos a Shanghái y a China, y esto para Mallorca es un potencial cultural extraordinario. Hay que aprovechar estos momentos como un win-win, como una colaboración máxima para vender Mallorca a través de Miró en el extranjero.

Por otro lado, hay que entender que Europa está pasando momentos muy complicados y si no redefinimos su imagen a nivel continental, no podemos luchar contra los gigantes que nos quieren quitar el protagonismo cultural, como ya pasó tras la segunda guerra mundial. La CIA compraba cuadros de Rothko, Pollock y Motherwell, pagaba exposiciones en el MoMA, arrebató la capital cultural de París para dársela a Nueva York. Estamos a ese nivel. Por lo tanto, o Europa despierta o no podremos tener margen de reacción.


Joan Miró, en su residencia de Son Abrines (Palma), en 1981

¿Y de qué modo debería despertar?

Para empezar, yo daría más fuerza a lo que son Picasso, Miró, Dalí o Gaudí. Acabar con la especulación del pelotazo, como ocurrió con Marina d’Or o el aeropuerto sin aviones de Castellón. Ejemplos así son los que realmente arrasan con el paisaje de este país. Tenemos que recuperar la industria cueste lo que cueste. No podemos vivir solo del turismo, no podemos ser los camareros de Europa. Tenemos que volver a cuidar el campo. De lo contrario, no podremos autoabastecernos en caso de conflicto nuclear o mundial. Hay que volver a tener las fábricas de España, porque si no, no tendremos manera de competir.

Hay que dar más fuerza a lo que son Picasso, Miró, Dalí o Gaudí. Acabar con la especulación del pelotazo, como ocurrió con Marina d’Or o el aeropuerto sin aviones de Castellón. Tenemos que recuperar la industria cueste lo que cueste. No podemos vivir solo del turismo, no podemos ser los camareros de Europa

Joan Punyet Miró
Pintor y escritor

William Morris [maestro textil fundador de las Arts & Crafts, activista socialista y amante de la belleza y el arte] ya criticaba a finales del XIX cómo las ciudades se estaban deshumanizando como consecuencia del capitalismo industrial y el comercialismo masivo, y apelaba a recuperar los métodos artesanales. ¿Está sucediendo lo mismo en la actualidad?

Evidentemente, la deshumanización está galopando por Europa. Tenemos retos sociales muy grandes. La emigración para mí es importantísima. Estoy contentísimo de que lleguen colombianos, argelinos, marroquíes y venezolanos, gente de todo el mundo. Solo faltaría. Ellos salvan el país. Sin ellos, España estaría hundida en la miseria. Pero también soy ordenado. Si aquí viene alguien a robar, hay que meterlo en un avión y llevarlo a su casa enseguida. Es importante que entendamos lo que hizo Pablo Neruda con el barco Winnipeg, que fletó un carguero para llevar a 1.300 exiliados españoles del exilio de la segunda guerra mundial hacia Chile, y Chile lo recibió con manos abiertas. Éramos un carguero de gente con hambruna, éramos como gente que desde España va en patera hacia Chile. España pasó una guerra civil muy grave y nosotros nos fuimos. Y ahora el cambio climático y el calentamiento global hacen que la gente de África suba hacia Mallorca. Es inevitable, no se puede parar.


El Winnipeg, la primera acción política de Pablo Neruda

Desde hace años se debate en Balears cómo caminar hacia un turismo más sostenible y más amable con el residente. ¿Hay que repensar el actual modelo?

En Mallorca tenemos la suerte de contar con los mejores empresarios de España, del mundo de la hostelería, con cadenas internacionales. Miró hizo el sol de Mallorca para fomentar el turismo en la isla y el rol del turismo en España. Sol y playa. Miró siempre estuvo a favor del turismo. Lo que ocurre es que falleció en 1983. Han pasado más de 30 años y el turismo ha cambiado mucho. Es el eslabón más frágil de la industria de un país, porque si las cosas van mal no te quitarás el comer, el pagar alquiler, la ropa, pero te quitarás 1.000 euros para irte una semana a la playa en agosto. No te lo vas a gastar porque no lo tienes y en las prioridades de una familia lo último que se mantiene es el gasto para las vacaciones. Por eso es una industria frágil.

Sobre el turismo siempre está presente la espada de Damocles y es importante que podamos definir, a partir de un concepto más ambicioso, un modelo turístico que pueda aportar capital natural y cultural, y no las borracheras, a la oferta turística. Si Miró estuviera vivo, evidentemente ya no estaría en Mallorca, y tampoco en Cala Major. Y después hay un problema con el cambio climático que afecta a nuestros recursos naturales. Por ello la industria del turismo debe redefinirse para poder estar a la altura de los retos que tenemos actualmente en Balears. No hay que morir de éxito, hay que reinventarse para no fracasar dentro de diez años.

Si Miró estuviera vivo, evidentemente ya no estaría en Mallorca, y tampoco en Cala Major. La industria del turismo debe redefinirse para poder estar a la altura de los retos que tenemos actualmente en Balears. No hay que morir de éxito, hay que reinventarse para no fracasar dentro de diez años

¿Por qué Miró no estaría en Mallorca en la actualidad?

Porque es una isla insostenible. No se puede vivir aquí. Hay que irse. Mi abuelo vino aquí cuando le subían con un carro y una mula, cuando repartían la barra de pan y el litro de leche cada día. Le gustaba estar aquí porque en Cala Major no había vecinos. Esto era un paraje de almendros y algarrobos. Y eso ya no existe. Estamos entre una jungla de cemento.

Estamos al lado del Palacio de Marivent. Una de las reivindicaciones de una parte de la sociedad balear es la recuperación de la mansión para destinarla o para reconvertirlo en un espacio museístico. ¿Qué opina al respecto?

Yo estoy en contra de eso porque tener a la familia real en Balears es una maravilla por la imagen y la publicidad que da a las islas, además de la regata de la Copa del Rey de Mapfre. Y además es un aspecto también para luchar contra el independentismo del 1 de octubre de 2017, cuando Puigdemont declaró la declaración unilateral de independencia que ha provocado que se hayan ido 8.000 empresas de Catalunya y ha creado desconfianza legal y jurídica. No podemos permitir bajo ningún concepto que el independentismo pueda crecer en Balears.


Imagen del Museo Saridakis antes de convertirse en residencia veraniega de los reyes

¿Y eso le parece más importante que dar cumplimiento a las pretensiones del pintor y filántropo Ionannes Saridakis [expropietario de Marivent que en su testamento dispuso que el edificio se transformarse en museo y escuela de arte para disfrute de toda la ciudadanía]?

Sin duda, porque [Saridakis] no es Picasso, no es un pintor importante. Te aseguro que si lo metes allí se va a vaciar y no va a haber nadie que vaya a verlo. De hecho, nosotros hemos dejado 15 esculturas de Miró en Marivent. Es un fracaso. La gente no va. Estas reivindicaciones son sueños, utopías de las que la gente habla para atacar a la monarquía. La monarquía es la garante del Estado, y si no tenemos una garantía de legalidad jurídica sobre el Estado, las inversiones extranjeras no vendrán más.

Hemos hablado sobre todo de su abuelo, pero me gustaría saber cómo influyó en usted la obra de Joan Miró.

El color. Me fascinó el color. Cuando yo tenía diez años, en 1978, bajé al estudio de esta fundación con mi abuelo. Él tenía 85 años y yo estaba siempre en casa de los abuelos comiendo paella y jugando, cuando de repente me sorprendió el mundo del color y el olor a sentina, a aguarrás, a disolventes, las manchas de colores, las tintas, los acrílicos. Eso fue fascinante para mí. Luego subía a verle al despacho y lo encontraba siempre inmerso en una lectura de poesía francesa y escuchando a Erik Satie. Y eso fue también lo que me fascinó. Cómo podía conjugar dos mundos tan aparentemente antagónicos como la poesía y la música. Pues él estaba en su sillón leyendo poesía y escuchando un vinilo en el tocadiscos. Todos los vinilos cuidadísimos en una vitrina con sus nombres. Era un hombre que tenía mucha admiración por la música.


Un marco recuerda el lugar desde donde se inspiró Joan Miró para pintar ‘Mont-roig, l’esglèsia i el poble’ de 1919

Cuando yo tenía diez años, en 1978, bajé al estudio de esta fundación con mi abuelo. Él tenía 85 años y yo estaba siempre en casa de los abuelos comiendo paella y jugando, cuando de repente me sorprendió el mundo del color y el olor a sentina, a aguarrás, a disolventes, las manchas de colores, las tintas, los acrílicos. Eso fue fascinante para mí

Joan Punyet Miró
Nieto de Joan Miró

¿Se define más como un creador de espacios que como pintor?

Sí. Es lo que comentábamos antes de mi abuelo, que el cuadro tiene que ser un espacio para una reflexión personal. Y mi pintura tiene ese aspecto. Las monocromías que tengo ahora expuestas hablan precisamente del impacto del color sobre el subconsciente colectivo del espectador. También estoy preparanto una nueva exposición para el próximo mayo en Manila, Filipinas. Y quiero hacer también una nueva serie que se llamará Policromía. Dentro del aspecto del espacio pictórico, voy a conjugar el rojo, el negro, el amarillo y el verde. Y el azul, claro.

¿Cuál es hoy la mayor amenaza para la cultura? ¿La censura, la precariedad…?

Yo creo que es la inteligencia artificial (IA). La IA es fantástica para la medicina y las matemáticas, pero no para la música, la pintura o la poesía, porque una manera de acabar con la creatividad del ser humano. La IA puede crear música, puede escribir el guion de una película o una novela, puede pintar un cuadro, pero no puede sustituir la capacidad del error. Nosotros somos humanos, con muchos problemas y muchos errores. Y esa intuición fue la que creó la penicilina. Hay que entender que del fracaso se puede hacer un éxito. Esa es la capacidad que tiene el ser humano de reinventarse y que la inteligencia artificial nos está robando.