La expedición Orellana: los míticos galeones de Vital Alsar agonizan en tierra firme tras cruzar el océano Atlántico

La expedición Orellana: los míticos galeones de Vital Alsar agonizan en tierra firme tras cruzar el océano Atlántico

La falta de mantenimiento pone en peligro las réplicas de las naves de madera de siglo XVI que el aventurero construyó en la selva amazónica y en las que navegó hasta Santander en una travesía en 1978

Antecedentes – Mástiles rotos, madera podrida y cartelería destrozada: los galeones de Vital Alsar en Santander se caen a pedazos

La biografía de Vital Alsar (Santander, 1933 – Acapulco, 2020) pertenece a la mítica categoría de aventurero. Cuando falleció, el Ayuntamiento de Santander organizó y protagonizó varios homenajes oficiales. Dieron mucho lustre a su nombre, pero ni una sola capa de barniz a los galeones de madera con los que atravesó el océano Atlántico depositados en el recinto de la península de La Magdalena y a los que, podridos y caducos, ahora dan casi por perdidos. Cinco años después del fallecimiento del navegante su legado hace aguas.

Sin embargo, las caracolas del Cantábrico aún susurran el eco del jubiloso estruendo que recibió a los galeones de Vital Alsar aquel otoño de 1978 en Santander. Fue un éxtasis colectivo en la ciudad. Al asomar las tres naves por Cabo Mayor desde tierra, una multitud de 50.000 personas rugió para dar la bienvenida al navegante que coronaba una hazaña náutica que parecía épica. Desde el mar, un centenar de embarcaciones, yates, pesqueros y barcas contribuían con bocinas y sirenas a la celebración que levantó, sin duda, la mayor expectación que ha conocido la bahía de Santander en muchas décadas.

Se trata de una travesía que iba a recordarse para siempre en la memoria local. Los barcos escoltaron a los tres galeones hasta Puertochico, donde quedaron atracados y abiertos a los curiosos. Era el final de un viaje vital y náutico que había durado dos años.

La imagen de aquel momento forma parte de la biografía sentimental de varias generaciones de cántabros que, desde la orilla, saludaban alborozados y agitaban pañuelos con viveza para recibir aquella singular expedición. Vital Alsar quiso emular la hazaña de Francisco de Orellana en 1512 y atravesó el océano Atlántico con tres galeones desde México hasta España.

La expedición Orellana

Junto a su tripulación cruzó Los Andes a pie, remontó un afluente del Amazonas y construyó tres galeones de madera con las mismas técnicas del siglo XVI que bautizó como Cantabria, Ana de Ayala y Quitus Amazonas. Con ellos navegaron el río -les acompañaba un equipo de Televisión Española con el reconocido reportero Miguel de la Cuadra Salcedo- y al llegar a la desembocadura las autoridades brasileñas les impidieron continuar.

Finalmente, después de algunos meses pudieron retomar la odisea. Viajaron hasta México para poner a punto las naves. La expedición partió desde Tampico el 7 de mayo de 1978 y llegó a Santander el 7 de octubre, después de una travesía por el verano del océano Atlántico.


El navegante cántabro Vital Alsar.

Cuando los galeones estaban 20 millas al norte del puerto asturiano de Luarca, un barco pesquero salió de Santander para llevarles el programa de actos de recibimiento, que incluía la inauguración de un monolito en Puertochico y una placa en el Museo Marítimo del Cantábrico. Ese día, en la tribuna de autoridades el alcalde, el gobernador civil y el obispo recibieron desde la playa de La Magdalena a la tripulación.

Llegaron 14 marineros que pisaron tierra con barbas de varios meses, pañuelos a la cabeza y el deseo común de una ducha caliente después de semanas sin un aseo en condiciones. A uno de ellos lo llevaron de inmediato al Hospital Valdecilla con varias costillas rotas a causa de la tormenta que acababan de librar antes de entrar en la bahía. El primero en bajar fue un polizón, un ingeniero que les había ayudado a construir los barcos, que descubrieron iniciada la travesía. A la historia no le faltaba detalle. Emuló todas las expectativas clásicas: incluso llegaron a puerto tras haber sido sacudidos por una galerna.

Una travesía polémica

La travesía tuvo su cuota de polémica. Recorrió 18.000 kilómetros. Llegaron con más de un mes de retraso. Pasaron hambre y del equipo inicial desertaron cuatro españoles y un mexicano.

Ya en España, Vital Alsar dio una rueda de prensa para denunciar los recelos y trabas que presuntamente había puesto a la expedición el Ministerio de Asuntos Exteriores de España. El navegante llegó a recurrir al rey Juan Carlos I para conseguir su objetivo. Al parecer, desde la Embajada española se informó de que las embarcaciones no eran aptas para la navegación oceánica y que Alsar solo tenía conocimientos ligeros de navegación.

Aunque, en realidad, previamente, en origen, se había achacado a otra cuestión: fueron retenidos en la ciudad de Belem a causa de unos “celos históricos”, informaba el periódico El País. Las autoridades portuarias brasileñas consideraban que el descubridor del Amazonas no fue Francisco de Orellana, sino Pedro de Texeira.

“He sido acusado de contrabandista de armas, de tramposo, de oportunista y de muchas cosas más”, denunció en aquella comparecencia. También explicó su desencuentro con la televisión pública, que no llegó a acompañarle durante todo el viaje. Desveló que Miguel de la Cuadra Salcedo aparecía en la serie que grabó como jefe de la expedición aunque solo se subió diez minutos a un galeón para simular que estaba remando. El reportero, al parecer, navegó el Amazonas en una lancha con motor acompañado de su familia. “Se me han pasado por la cara falsas facturas supuestamente pagadas por Televisión Española”, reprochó públicamente.

Una poeta salvó del naufragio a los galeones

No fue el único viaje que hizo, pero la notoriedad de aquella primera gesta marinera quedó grabada en una iniciativa: los galeones de Vital Alsar se instalaron en el parque del Palacio de La Magdalena a finales de los años 80 del pasado siglo. Uno de ellos, el Cantabria, lo donó el propio aventurero y los otros los acabó comprando la ciudad.

De hecho, en 1980 se fundó la Asociación Vital Alsar -hoy presidida por Javier Cantera Gómez- para proteger los galeones que ahora están en peligro y que el Ayuntamiento de Santander dice que no pueden recuperarse, aunque una empresa del sector se ha ofrecido a restaurarlos, lo cual añade un hilo de esperanza a la historia.

Aquella asociación, entonces presidida por la poeta local Marisa del Campo, rescató las naves del naufragio porque se estaban literalmente hundiendo, y favoreció un museo en tierra firme, sobre los acantilados del mar Cantábrico en la península de La Magdalena donde ahora agonizan. La entonces Caja de Ahorros de Santander y Cantabria y el Ayuntamiento de Santander aportaron un millón de pesetas de la época (6.000 euros) cada uno, más otro medio millón (3.000 euros) que recaudó la asociación.

Réplica de la balsa con la que cruzó el Pacífico

También se quiso rescatar la balsa en la que Vital Alsar cruzó el Pacífico -“el viaje en balsa más largo de la historia, exaltó la publicación Reader’s Digest- en una epopeya anterior y que estaba abandonada en un almacén del puerto Marina del Cantábrico de Raos. La Diputación se comprometió a restaurarla y pagó para ello otro millón de pesetas al navegante. Finalmente, no pudo recuperarse y, actualmente, junto a los galeones se expone una réplica que encargaron las autoridades en 1999.

La Asociación Vital Alsar tiene como objetivo perpetuar la figura del navegante “como símbolo de la cultura oceánica universal” a través, entre otras cuestiones, de la preservación de su legado material: el museo al aire libre ‘El hombre y la mar’ de la península de la Magdalena conserva, por tanto, los tres bergantines en peligro, la réplica de la balsa y la burbuja de salvamento. A su vez, el Museo Marítimo del Cantábrico custodia la vela con parte del aparejo de una de las balsas y otros materiales donados por el navegante como maquetas de distintas expediciones. Otra de las balsas construidas y navegadas por el marino está en Australia, expuesta en el Museo Marítimo de Ballina, en Nueva Gales del Sur.

El propósito de la asociación es ampliar y gestionar un museo dedicado a su persona e impulsar y dar continuidad a los valores universales que defendió, empezando por la paz. “Vital Alsar es un verdadero defensor de la paz, yo le comparo con Mandela”, elogió el padre Ángel de Mensajeros por la Paz.

El navegante cántabro sostenía que el hombre es bueno por naturaleza. Sus viajes, para él, eran mucho más que una hazaña náutica, lo importante es el viaje que cada uno de los tripulantes hace dentro de sí mismo. Trataba de demostrar que el hombre era capaz de convivir sin violencia incluso en las peores condiciones durante seis meses en una barca.

El hombre que vivió sobre el mar

Vital Alsar nació en Santander, murió en Acapulco y vivió sobre el mar atravesando océanos desde que haciendo la mili en Marruecos leyó un libro sobre la expedición en balsa por el Pacífico que realizó el explorador noruego Thor Heyerdahl. Una epopeya náutica que él mismo reproduciría años después. Fue uno de sus diez míticos viajes. Estuvo trabajando en distintos países europeos y en Alemania empezó a madurar la idea de cruzar el Pacífico en balsa. El empujón definitivo fue tras conocer en Canadá a Marc Módena, su compañero de viaje, aunque el primer intento acabó en naufragio. Después, sobre otra balsa construida con más pericia, cruzó dos veces el Pacífico. Las velas de las tres expediciones salieron de la imaginación y los pinceles de Salvador Dalí: “pinto las velas de estas balsas porque quiero que mis obras sean vistas por los delfines, las gaviotas, la luna, las estrellas y el sol, es decir, Dios”.

Una década después de la famosa expedición de los galeones de Orellana, Vital Alsar construyó una réplica de la nave de Colón y emuló su travesía marítima. Entró en el puerto de Santoña y después en Santander el 22 de noviembre de 1987 en medio de otra ceremonia de éxtasis en la ciudad que salió a recibirle con desbordado entusiasmo.

El muelle estalló en vítores cuando arribó el aventurero cántabro, apareció sobre la cubierta de La Marigalante -procedente del otro lado del Atlántico- en pantalón vaquero y un jersey con capucha. Días después lo recibieron hasta en el Palacio de La Zarzuela. Pisó tierra, se abrigó con un chaquetón marinero y posó con las autoridades de la época: el presidente de Cantabria, Juan Hormaechea; el alcalde de Santander, Manuel Huerta, y el duque de Alba, Jesús Aguirre.

Un legado descuidado

La muerte del navegante Vital Alsar en octubre de 2020 fue un duelo en la ciudad. Las autoridades presidieron un funeral en la Catedral, soltaron palomas blancas a la salida y se constituyó una comisión encargada de organizar actos en su recuerdo. Parte de sus cenizas se depositaron en el Panteón de Personalidades Ilustres del cementerio de Ciriego. En la ceremonia sonó el rabel del músico Chema Puente con su tradicional ‘Santander, la marinera’.

La comitiva de autoridades se desplazó después al paseo de La Maruca y al centro de interpretación, ambos bautizados desde ese día con el nombre de Vital Alsar. Allí, el resto de sus cenizas se disolvieron en el Cantábrico. Además, se inauguró una exposición en La Magdalena, se reivindicaron sus hazañas náuticas en una mesa redonda y se presentaron dos libros.


La alcaldesa de Santander, Gema Igual, con el navegante Vital Alsar, fallecido en 2020, junto a los galeones de La Magdalena en 2016.

Se tomaron muchas iniciativas salvo, tal vez, la más importante: mantener en buen estado los galeones que donó a la ciudad. Desde hace años se ha venido alertando sobre su progresivo deterioro hasta que, ahora, la alcaldesa de Santander, Gema Igual (PP), dice que no tiene solución. La ciudad puede perder un patrimonio significativo por la reiterada desidia municipal en su mantenimiento.

Más recientemente, hace tan solo cuatro años, se inauguró la escultura ‘Paloma de la paz’, concebida como mascarón de proa del trimarán Zamná, el barco de la última expedición capitaneada por el marino santanderino. Tanto la escultura como las gradas del dique de Gamazo donde se ubica también presentan un preocupante estado de deterioro.

Cantabria está huérfana de patrimonio náutico y marinero pese a su pasado intensamente marítimo y únicamente quedan algunos referentes como el legado de Vital Alsar, lo que incrementa la necesidad de preservar estas piezas que son historia, sueño y épica.

Pese a ello, los galeones de madera se han ido pudriendo a la vista de todos, con periódicas advertencias y llamadas de atención que han sido ignoradas por el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Santander. “La muerte no existe, es un invento del ego”, proclamó Vital Alsar en una entrevista. Aquellos que en el otoño de 1978 recibieron la expedición Orellana también quieren que sus galeones sean eternos.