
(Sobre)vivir en un apagón permanente: el día a día de los vecinos de Sevilla que sufren cortes de luz a más de 40 grados
Colchones en la azotea, hornillas de gas en la cocina, a la luz de las linternas… eso, en los mejores casos, para otros vecinos electrodependientes, vivir con constantes apagones es cuestión de «supervivencia»
Protesta vecinal en un centro de salud de Sevilla contra los cortes de luz: “O nos metemos aquí o morimos de calor en casa”
En plena ola de calor, mientras muchos sevillanos amanecen con el aire acondicionado encendido y el café recién hecho, Mamen Caballero, vecina de Las Letanías (en el Polígono Sur) empieza el día con una carrera contrarreloj para garantizar que su hijo Jorge pueda seguir respirando: “Todo el mundo se levanta, va al baño, desayuna… yo me levanto y lo primero que hago es ir enchufando aparatos para que se vayan cargando”.
Jorge, de 32 años, es electrodependiente: su vida depende de cinco aparatos eléctricos. Entre ellos, un respirador y un convertidor de oxígeno. En uno de los barrios más castigados por los continuos cortes de luz, eso significa vivir en vilo las 24 horas del día. “Hasta de madrugada, si escucho que ha vuelto la luz, me levanto de la cama y corriendo enchufo las baterías porque no sabes a qué hora se va a ir de nuevo”, confiesa esta madre, que se ha gastado cientos de euros en baterías para mantener encendido el respirador y un ventilador que alivie el calor sofocante.
“Encima de que yo pago mis facturas, a mí me está costando el dinero que mi hijo pueda vivir”, lamenta Mamen. Al igual que ella, otros tantos vecinos de barrios obreros de Sevilla llevan años denunciando constantes interrupciones en el suministro eléctrico, pese a tener al día sus recibos. “Pagar la luz no garantiza el servicio, pues se presentan fallos reiterados en la electricidad cuando las altas temperaturas ponen en riesgo la salud y la vida de la población”, advierten desde la plataforma Nosotros también somos Sevilla, al término de una semana en la que los termómetros no han bajado de los 40 °C.
Bajo la amenaza de un apagón constante
El 28 de abril de 2025 España sufrió un gran apagón que, durante unas horas, dejó a millones de personas sin electricidad. Esa realidad es la que viven a diario familias del Polígono Sur, Su Eminencia, Torreblanca, Palmete, Padre Pío y La Plata en Sevilla capital. Para ellos, el gran apagón “fue un día más”. En estos barrios, los apagones son una constante durante todo el año, pero se disparan durante los episodios de intenso calor, como los que se han vivido durante la primera quincena de agosto. Manuel Rosa, miembro de la citada plataforma ciudadana, insiste en conversación con elDiario.es en Sevilla que “la ola de calor es algo coyuntural, pero nosotros hablamos de un problema estructural que nos afecta desde hace años”.
Así lo confirma Inma Jiménez, que vive en el mismo bloque sin ascensor que Mamen, junto a su hermana y sus padres (de 83 y 79 años). “Estamos aguantando como podemos, llevamos muchos años así, pero esta semana ha sido insoportable”, lo dice una tarde de agosto, tras varias horas sin luz. Durante la semana más calurosa del año, en el piso de Inma se han formado “colas en el baño para echarnos agua y así refrescarnos”. Su padre, también electrodependiente, es quien peor lo ha pasado: “Está siempre en alerta y se agobia mucho porque depende de sus máquinas para todo”.
El padre de Inma necesita esta máquina para su vida cotidiana
Mientras el calor lo asfixia en una habitación donde “el ventilador solo mueve aire caliente”, su mujer, diabética, también convive con la preocupación de que los cortes prolongados echen a perder su medicación, que tiene que conservar en el frigorífico. La situación ha ido complicándose a lo largo de los años hasta el punto de llevar a Inma a decir: “Odio el verano”. Pero lo que más le afecta no son las noches tórridas ni que su casa parezca un horno, sino el estigma: “Nos toman como un barrio marginal cuando somos muchas familias las que sufrimos estas condiciones, estando al corriente de los pagos”.
A unos kilómetros de allí, en el barrio de Su Eminencia-La Plata, una de las zonas más vulnerables del distrito Cerro-Amate, Rocío Moreno también define su día a día como “un sinvivir”. Su marido tiene 49 años y un implante medular que requiere “un aparato siempre conectado”. Además, como depende de una grúa para moverse –y con los apagones no la puede utilizar–, fruto del calor y de estar “todo el día en la cama”, le ha salido una úlcera en la cadera. Rocío reconoce que las personas afectadas “psicológicamente estamos fatal” porque los cortes se producen siempre sobre la misma hora –las de mayor pico de consumo eléctrico– y, conforme se acerca el momento, “nos va entrando la angustia”.
Como estar de camping dentro de casa
Testimonios como los de Rocío, Inma y Mamen demuestran que “las personas electrodependientes están en situación de riesgo vital, y el resto de vecinos y vecinas se enfrentan a golpes de calor, deshidratación y un deterioro generalizado de su salud física y mental”, alertan desde Nosotros también somos Sevilla. “Hoy en día todos somos dependientes de la electricidad para cualquier función diaria, la energía eléctrica es indispensable para una vida digna”, defiende Manuel Rosa.
Durante el verano, las escenas cotidianas que se viven en los barrios afectados evocan un camping dentro de casa: colchones en las azoteas, cocinar en hornillas de gas, jóvenes estudiando a la luz de las linternas, camisetas mojadas para soportar los 40 grados… Así se sobrevive los meses de calor en pisos como el de Santos Piña, en Su Eminencia. Junto a esta vecina de 56 años, viven su nieto de 17 y su nieta de 5. “Cuando tenemos mucha calor durante el día, vamos al patio, abrimos la goma, nos ponemos la ropa mojada y nos sentamos en el sofá con dos plásticos, como el que se sienta a comer en la playa”, relata Santos, con la voz empapada de indignación.
Vecina del Polígono Sur alumbrando con linternas un día de apagón
Por las noches, “si no podemos dormir por el calor, subimos los colchones a la azotea”. Santos, además, se asegura de cargar las linternas “como la que carga un móvil”. Pero, más allá de cómo alteran los apagones su rutina diaria, lo que peor lleva es tener que tirar la comida. “Después del trabajo que me cuesta hacer la compra, hay veces que la comida se estropea porque se rompe la cadena de frío y eso me da mucha angustia”, reconoce.
Manuel, otro vecino afectado por los cortes de luz en el Polígono Sur, explica que “tenemos que vivir al día porque en el frigorífico no podemos tener comida” por el riesgo de que se eche a perder tras tantas horas sin suministro eléctrico. “Vivimos como si estuviéramos en un camping”, resume este vecino que lleva 40 años en el barrio. Se refiere a que “hemos tenido que comprar hornillas de gas para cocinar, de noche tenemos que andar por casa con linternas frontales y alumbramos las casas con focos recargables”. A todo ello se suma que las personas que, como él, precisan para dormir la máquina de la apnea del sueño, “cuando no podemos conectarla por las noches, nos levantamos reventados”.
“Nos sentimos estafados”
La reivindicación vecinal no se limita al día a día ni al calor del verano. Apuntan directamente a la falta de inversión en las infraestructuras eléctricas en las barriadas más desfavorecidas de la capital andaluza. “La solución es cambiar todo el cableado, que tiene 50 o 60 años, y lo único que hacen es parchear”, critica Santos, expresando un pensamiento extendido entre la mayoría de vecinos.
Endesa, por su parte, reconoce que las medidas adoptadas hasta ahora –como elevar la carga eléctrica o invertir en nuevos transformadores– son solo paliativos a corto plazo, ya que las soluciones de más calado “se escapan del ámbito de responsabilidad de una distribuidora”. En este punto, la compañía insiste en que la raíz del problema radica en los enganches ilegales vinculados con el cultivo de marihuana, que “cometen unos pocos”, pero terminan afectando a muchos clientes con contrato en vigor porque sobrecargan la red al demandar una potencia “excesiva”.
La Plataforma del Polígono Sur critica «apagones» en plena ola de calor» y pide «medidas preventivas».
Mientras tanto, las familias afectadas siguen viviendo con el miedo permanente a un nuevo apagón. Según los datos recopilados por Nosotros también somos Sevilla, entre los meses de junio y julio se han registrado un 35% más de cortes que en el mismo periodo del año pasado. Y a esas cifras aún hay que sumar las relativas al mes de agosto. Como resume Rocío Moreno, “ha llegado un momento en el que contamos las horas de luz, en vez de las que no tenemos”. Por eso dice sentirse “estafada” al estar “pagando por un servicio que no me están dando”. En ese mismo sentido se expresa Inma Jiménez: “Exijo lo que pago”. Y concluye verbalizando el sentir compartido por el resto de sus vecinos: “Esto no es forma de vivir”.