
Una derrota tras otra en la batalla a mano contra el segundo fuego que amenaza Baldriz y As Mercedes en 24 horas
Los vecinos de estas dos parroquias del ayuntamiento ourensano de Cualedro viven cercados por las llamas desde hace varios días mientras esperan la llegada de una ayuda que solo aparece en el último momento
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El “batelume”, una gran lengua de caucho adherida a un palo largo y flexible, se ha convertido en un elemento indispensable en los aperos de cualquier casa del interior de la provincia de Ourense. Los vecinos esperan el fuego con él a mano, como último recurso para proteger sus casas de las llamas. En la parroquia de Baldriz, perteneciente al municipio de Cualedro, llevan aferrados a este artilugio desde el jueves. De poco ha servido: el sábado el fuego entró por un lateral de la aldea. Solo 24 horas después esperan el segundo envite por el otro flanco de esta pequeña localidad de poco más de 20 habitantes.
Joaquín espera el fuego frente a la puerta de su casa
Joaquín tiene casi 80 años y espera sentado a la puerta de su vivienda preparado para sortear otra noche de vigilia. Al igual que cualquier vecino con el que se entable conversación se queja de la falta de medios: “Por aquí no se ha visto ninguna brigada de la Xunta. Somos los vecinos los que estamos parando lo que podemos”, asegura. Junto a él, su hija Rosi relata el pavor con el que comprobaron lo rápido que el fuego lo puede desbaratar todo.
Durante la sobremesa de este sábado un foco bajó hacia la aldea con tal velocidad que los voluntarios, que descansaban en ese momento, apenas tuvieron tiempo de calzarse las botas para salir a combatirlo. Su relato de esos minutos resume el terror de quienes dan por seguro que el fuego llegará y frente al que ya solo esperan poder salvar sus casas: “Los voluntarios que estaban ahí lo pasaron muy mal. Tuvieron que saltar paredes, tirarse para abajo, echarse agua los unos a los otros”. Cuando las llamas cercaban las casas llegaron las motobombas; el drama se esquivó por muy poco.
Vecinos de Baldriz observan el fuego acercándose a su aldea
Pero la dificultad de enfrentarse al fuego, exhaustos y sin dormir, también afecta a los profesionales que estos días combaten los 12 grandes incendios que este domingo avanzaban incontrolados en distintos puntos de la provincia de Ourense. A apenas unos kilómetros del lugar en el que Joaquín y Rosi esperan el segundo ataque de las llamas, los bomberos intentan contener el fuego en un pinar que rodea la aldea.
Son las cuatro y media de la tarde, el calor aprieta y el conductor de la motobomba no da más de sí: un golpe de calor obliga a reclamar la asistencia de una ambulancia. Sus compañeros intentan calmarle, refrescándole con un paño húmedo mientras esperan a los sanitarios.
Un miembro de los equipos de extinción es atendido por sus compañeros tras sufrir un golpe de calor
En las pistas de tierra que rodean los pinares se mueven con rapidez los voluntarios que por su cuenta intentan frenar el desastre. Son, principalmente, jóvenes, pero los hay de todas las edades. Como relata Joaquín, “hay gente de setenta años echados al monte trabajando. Hacen lo que pueden”. Un puñado de todoterrenos antiguos van y vienen por pequeñas vías que conocen de memoria y que rodean las masas de arboleda. Cuando el fuego cruza uno de esos pequeños caminos transitables en coche, esa parte del monte se da por perdida y la lucha comienza unos pasos más atrás. Es entonces cuando vuelve el trajín de suzukis, mitshubishis y otros viejos todoterrenos. La derrota en una parcela de monte viene acompañada por gritos de rabia, cansancio y adrenalina. Alguien a lo lejos clama por la llegada de un camión que nunca llega.
Un vecino lucha contra el fuego en la parroquia de As Mercedes (Ourense)
La pelea de los vecinos contra el fuego supone asumir una derrota tras otra. Unos cuidan de los otros y gritan al que cree que aún hay posibilidades de vencer a las llamas cuando lo más lógico de nuevo es una retirada. El camino se desanda. Es el momento de beber agua y buscar el siguiente lugar desde el que esperar lo inevitable.
A apenas dos kilómetros de donde crepita el fuego, la aldea espera noticias. Y es que el incendio se ha llevado también por delante la cobertura telefónica, convirtiendo la angustia en un miedo que se vive en ‘modo avión’. Rosi lo resume así: “Estamos esperando al fuego”. A su lado, su padre certifica el carácter histórico de lo que estos días sucede en la provincia de Ourense: “Lo que está pasando ahora nunca sucedió igual”.