La Guàrdia Urbana de Barcelona desaloja medio centenar de personas sin hogar del parque de la Estació del Nord

La Guàrdia Urbana de Barcelona desaloja medio centenar de personas sin hogar del parque de la Estació del Nord

La zona, catalogada como refugio climático, era refugio de decenas de personas que este verano lo han escogido como lugar de pernocta para paliar la ola de calor

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La Guàrdia Urbana de Barcelona ha desalojado este lunes por la mañana medio centenar de personas sin hogar que dormían en el parque de la Estació del Nord, en el distrito del Eixample. El dispositivo, tal como ha explicado La Vanguardia y ha confirmado elDiario.es, ha empezado a las ocho de la mañana.

Los afectados ya habían sido informados de que este lunes deberían abandonar el parque, pero la mayoría de ellos todavía estaban allí cuando han llegado los agentes de policía. Gorka, el más joven de los desalojados, explicaba hace unos días a elDiario.es que ya está acostumbrado a que le echen. “Pero es que ¿a dónde vamos a ir? Nunca nos dan alternativa. Simplemente nos echan y ya está”.

En este mismo parque, la policía venía de vez en cuando a expulsarles. Y ya nos ves desmontando todo el campamento a las tantas de la noche, porque si nos dejamos algo, nos lo incauta la poli o nos lo roban otros“, explica Julio César, un dominicano de 50 años que duerme en la calle desde hace un lustro y hace meses que compartía campamento con Gorka.

Cada vez que les echaban, recogían solían recoger sus cosas e irse a dar una vuelta. Al cabo de unas horas, ya podían volver. Y así hasta pasados unos días y la operación se repetía. Pero esta vez ha sido diferente. Agentes municipales han peinado el parque después del desalojo para llevarse las cosas que no han podido coger los afectados.

El parque como refugio climático

elDiario.es visitó el parque de la Estació del Nord al inicio de la ola de calor que ahora azota Catalunya ya que, como otras zonas verdes de Barcelona, es el lugar que han escogido muchas personas sin hogar para paliar las altas temperaturas.

Desde entidades como Arrels alertan de que las personas son quienes “más sufren” las consecuencias de las altas temperaturas. “Se habla mucho de los riesgos de trabajadores como los barrenderos, y es normal, pero no debemos olvidar que las personas sin hogar no tienen una casa a la que volver y dónde refugiarse”, explica Fernández, que asegura que cada verano atienden diversos golpes de calor, quemaduras solares o desmayos.

“Es mejor que la calle, que está mucho más caliente. Pero es una mierda igual. Hace un calor insoportable y estos días, si te quieres refrescar, solo tienes la fuente”, explicaba Manuel, un sevillano que también vive con Gorka en un pequeño campamento formado por algunas tiendas de campaña que estas semanas ni se usan.

Antes del verano, solían ir a centros de asociaciones que cuentan con lavadoras y duchas, pero ahora en agosto han cerrado. Así que han tenido que buscarse la vida. Han intentado ir a bibliotecas o estaciones, que tienen aire acondicionado. También a un gimnasio municipal cercano que cuenta con vestuarios y baños accesibles para toda la ciudadanía. Pero no para ellos. “Cuando nos ven los seguratas, nos echan”, se lamentan.

“Los conflictos derivados de la presencia de personas sin techo en lugares cerrados son frecuentes, pero se agravan cuando empieza la temporada turística”, explica Beatriz Fernández, presidenta de la entidad, quien asegura que las redadas para echarles de estaciones o aeropuertos se incrementan durante estas fechas.

La temporada turística también ha afectado a las personas sin hogar que vivían en el cercano, pero mucho más turístico parque de la Ciutadella. A estos ya se les expulsó hace semanas y muchos de ellos fueron a parar al parque de la Estació del Nord que es menos concurrido.

Ahora, el destino de muchos de ellos ha quedado en el aire. “El día que nos echen definitivamente no sé qué haremos”, explicaba Gorka a elDiario.es hace unas semanas. Este joven de 19 años vive en la calle desde que cumplió la mayoría de edad. Viene de Figueres, donde ingresó en un centro psiquiátrico cuando era adolescente. Al salir, su familia le había abandonado y no tenía dónde ir. “Así que sólo me quedaba la calle”, dice, resignado.

No se separaba de Manuel y Júlio César, con quienes pasaba los días charlando y riendo, intentando hacer más soportable la canícula. Pero ahora no se sabe si podrán seguir juntos o sus caminos se separarán. “Me encantaría salir de aquí, pero una vez entras es muy difícil salir. Esto es así. Nunca sabes qué puede pasar cuando te despiertas. Y casi nunca son cosas buenas”, vaticinaba, ya hace unas semanas, el joven Gorka.