
Oulego, la aldea ourensana «indefendible» que salvaron de las llamas los vecinos: «Os quedáis por vuestra cuenta y riesgo»
El pueblo, en el parque natural de la Serra da Enciña da Lastra, es accesible por una única carretera y se vio rodeado por el incendio que asola la comarca de Valdeorras
En las aldeas que el fuego calcinó en Vilamartín: “Se sabía que iba a pasar, pero no vino nadie, no hubo previsión”
Oulego es una aldea recóndita que está casi en la frontera entre Ourense y León, entre montañas. Solo se llega a ella si se va a propósito: tiene una única carretera de acceso. “Esto es última parada”, bromea uno de sus vecinos tras una noche en vela defendiendo las casas de las llamas del incendio que asola desde hace cinco días la comarca de Valdeorras. Lo hicieron, como en tantos otros pueblos de la provincia, en solitario. No es que no hubiese medios en la zona, es que consideraron que el lugar era simplemente “indefendible”, cuenta Rober, otro de los habitantes. Eso, asegura, es lo que les dijeron miembros de la unidad militar de emergencias (UME), que les recomendaron abandonar Oulego: “Os quedáis por vuestra cuenta y riesgo”.
Rober está con Rubén en un corrillo con otros vecinos y dos agentes de la Guardia Civil este lunes por la mañana. Hablan de cómo se desarrollaron los acontecimientos el domingo. Alrededor de Oulego, que pertenece al municipio de Rubiá, hay cumbres montañosas y señalan hacia una de ellas. “A las 16.00 horas asomaba en lo alto. A las 18.00 horas esto era el infierno en la tierra”, dice Rober. Antes de que llegasen las llamas sacaron a los mayores del pueblo. Los llevaron a O Barco de Valdeorras y a Ponferrada. Se quedaron los más jóvenes con sus escasos medios.
Rubén califica la organización del dispositivo profesional de “pésima”. “Tenían motobombas paradas abajo. Pedíamos solo una. Como si hubiese subido vacía. La podíamos cargar aquí. ¡Será por pozos!”, protesta. Con ese “abajo” se refiere a los núcleos de O Porto y O Real, en donde, en efecto, había vehículos y personal de la UME, que hicieron un cortafuegos por la noche para evitar que las llamas llegasen a las casas. Esa es la consigna en unos incendios rápidos y voraces que tienen al dispositivo desbordado: los esfuerzos se centran en las casas, el monte arde, aunque sea, como en este caso, un espacio de alto valor natural. Estos parajes están en el parque natural de la Serra da Enciña da Lastra, un frágil entorno ya amenazado por una autovía y la actividad de las canteras.
“Una cosa es decirlo y otra verse rodeada”
Este es el relato en el barrio de arriba de Oulego, pero la aldea tiene un segundo núcleo, más pequeño, que se encuentra bajando la única carretera que hay. Allí Carmen Franco Alija cuenta que a ella y a su marido, ambos ancianos, los sacaron también cuando el fuego se acercó: “Salimos entre llamas”. “Pensé que íbamos a arder todos aquí. Una cosa es decirlo y otra verse rodeada”, enfatiza.
Los vecinos de este barrio de Oulego tampoco pegaron ojo en toda la noche. Tuvieron que hacer frente a las llamas con batefuegos y sus propias mangueras, más alguna que les llevó la UME. Como ocurrió arriba, en esta parte de la aldea también les dijeron que no iban a contar con ayuda externa. “Nos dijeron que no había medios y que no iba a subir nadie”, expone Carmen, mientras recibe el agua que le acaban de subir de O Barco de Valdeorras porque la del pueblo ya no se puede beber.
Las casas del barrio de abajo de Oulego, con el campo quemado a su espalda.
Otro de los vecinos, Marcos, relata la intranquilidad que sigue habiendo en la aldea. Estuvieron vigilando de noche y no pueden permitirse dejar de mirar alrededor porque saben que el fuego se puede reactivar. A las 10.00 horas tuvieron que apagar un pequeño foco que volvía a prender. “Si va a arder todo, por lo menos que arda ya”, dice, cansado.
Este hombre piensa ya en todo lo que se ha perdido y que la persistente humareda aún no permite apreciar con claridad: “En Valdeorras ardió todo. No nos queda nada. Es un desastre. Hace tres años quedó algo, pero esta vez ardió toda la comarca”. En el verano de 2022, en el que se habían registrado los que eran, hasta este mes de agosto, los peores fuegos de Galicia, hubo un gran incendio, de casi 11.000 hectáreas en Valdeorras. El que aún angustia a los habitantes de Oulego se ha llevado por delante al menos 15.000.
Por la zona de Oulego hay vecinos preocupados por sus colmenas de abejas. Uno de ellos se apea del coche tras comprobar que las suyas han sobrevivido. También han ardido muchos castaños, abundantes en estas laderas, y que van a comprometer los ingresos por la venta de castañas de sus propietarios.
Unas colmenas de abejas rodeadas de tierra quemada y humo en el camino que lleva a Oulego, en Rubiá (Ourense).
“No voy a parar, se me está quemando la casa”
También han visto de cerca las llamas en Santigoso, una parroquia de O Barco de Valdeorras. Roberto Fernández y Diego Pérez son dos vecinos que caminan por la carretera principal este domingo. Se suman a la infinita lista de habitantes de Valdeorras que anotan noches sin dormir. “Temimos por el pueblo bastante. Si no fuese por los vecinos, nos quedamos sin casas”, dice Fernández, que recalca que subió gente desde otros puntos a ayudar y varios vecinos que tienen maquinaria pesada salieron al monte a hacer cortafuegos.
Él salió de Ourense capital y cuenta que el panorama de incendios que se encontró recorriendo la carretera N-120 era “para llorar”. Lo paró la Guardia Civil, que estaba tratando de limitar el tráfico en las zonas afectadas. “No voy a parar, se me está quemando la casa”, replicó. La carretera que sube a Santigoso desde O Barco ofrece un paisaje arrasado. La tierra quemada se detiene justo en el cartel que anuncia que se ha llegado a Santigoso porque los vecinos protegieron esa parte con mangueras.
En el pueblo siguen este lunes “a la expectativa”. Como en Oulego, no pueden quitar la vista de la vegetación que aún no ha ardido. Dos bomberos del consorcio provincial de Lugo se acercan a preguntar dónde queda el cementerio. Los han enviado de apoyo desde la provincia vecina y buscan al resto de sus compañeros, que vigilan arriba, en el camposanto. En estos lugares, reflexiona uno de ellos, los que salvan las casas están siendo los vecinos.