Sondas y satélites para tener a raya en las lagunas de Doñana a un «organismo primitivo» que devora los ecosistemas

Sondas y satélites para tener a raya en las lagunas de Doñana a un «organismo primitivo» que devora los ecosistemas

La Estación Biológica desarrolla un programa de vigilancia constante para alertar de la presencia de cianobacterias tóxicas, que encuentran su mejor caldo de cultivo en la degradada situación del parque

El verano con más agua en una década multiplica las aves en Doñana, pero no garantiza la supervivencia de las lagunas

Lo advirtió la propia Estación Biológica de Doñana (EBD) a principios del verano: la prolongada inundación de la marisma tras las abundantes lluvias de meses atrás “también plantea retos como la proliferación de especies invasoras y de cianobacterias”. ¿Y qué son las cianobacterias, para que haya que estar tan pendientes de ellas? Pues a simple vista son como algas pero, en comparación, son “organismos unicelulares muy sencillos y primitivos” que se convierten en un problema cuando proliferan en exceso porque “se cargan todo el ecosistema” en el que aparecen.

De ahí la preocupación, porque hablamos de Doñana, un enclave único pero también muy frágil, sobre todo por la acumulación de factores preocupantes: cada vez llueve menos, hace más calor, el acuífero sigue en muy malas condiciones… Esto se traduce en una creciente debilitación de estos entornos naturales, y ahí irrumpe la especial vigilancia para controlar estas cianobacterias, que desde hace cuatro años se monitorizan con un sistema que incluye satélites y sondas de agua para alertar de manera temprana de su presencia.

El responsable de este programa de seguimiento es el biólogo Joaquín Cobos, investigador de la Estación Biológica, que por lo pronto contextualiza que las cianobacterias “han estado presentes desde que hay agua y son la base de que la humanidad esté aquí”. “En sí son necesarias, el problema es cuando son muchas”, lo que se conoce como bloom, que no es otra cosa que una época de gran crecimiento que puede ser explosivo.

La necesidad de una vigilancia constante

Cuando ocurre esto, “suben a la superficie, flotan y se cargan el ecosistema en el que están”, ya que agotan todo el oxígeno, impiden que penetre la radiación solar, generan toxinas… No es difícil imaginar las consecuencias en espacios acotados como las lagunas de Doñana, de ahí que se considere “fundamental” este sistema de alerta temprana que permite avisar a las autoridades del parque cuando se detecta una floración excesiva.


Estación de vigilancia en una de las lagunas de Doñana.

“Las cianobacterias siempre están ahí y algunas son incluso beneficiosas, porque fijan nitrógeno y acumulan fósforo, pero el cambio climático y la actividad humana han modificado las reglas del juego”. Por eso es vital este control constante, para garantizar el “equilibrio” en el ecosistema.

Cobos considera que este verano, al haber más agua, la situación es menos preocupante. “Hay más blooms de algas, pero menos de cianobacterias”, de las que suele haber dos explosiones al año, la primera de ellas por abril y no suele generar toxinas. La cosa cambia con la que se da en junio, cuyas consecuencias se ven entre agosto y septiembre.

“La falta de agua degrada los ecosistemas, y ahí las cianobacterias tienen el caldo de cultivo perfecto para matar la vida”, empezando por las propias algas con las que tantas veces se les confunde. Lo que más preocupa es la generación de toxinas, que puede ser tan elevada que provoque la intoxicación de mamíferos y aves. La peor parte se la llevan los peces, que en estas condiciones lo tienen imposible para sobrevivir.

Un “círculo vicioso”

El investigador señala que estamos ante un “círculo vicioso” en el que siempre pierde Doñana. “El cambio climático hace que llueva menos, y la agricultura, la ganadería y el turismo también afectan al parque”, una suma de elementos que llevan a que el acuífero tenga menos agua. “Es como al perro flaco, que todo se le vuelven pulgas”.


Cianobacterias en una laguna de Doñana.

Las armas para enfrentar a este primitivo riesgo incluyen el seguimiento con cámaras, la sensorización en remoto con satélites y la instalación de sondas de agua sobre todo en las lagunas más grandes, lo que da información en tiempo real. La alarma se dispara cuando se detectan concentraciones desproporcionadas, momento a partir del cual entra en juego el laboratorio, con procedimientos para analizar si son tóxicas o no.

El siguiente paso, y en ello se está ahora, es poner en marcha proyectos para predecir cuándo se va a producir una explosión. “Esto permitiría ir por delante y conocer las características de las cianobacterias”, apunta Joaquín Cobos, que insiste en que “no todas son malas” y que las que hay que tener controladas son las que producen toxinas. Una presencia antigua, primaria, que no hay que dejar de monitorizar para al menos evitarle más pulgas a ese perro flaco que hoy es Doñana.