Desobedecer para salvar tu casa puede acabar en tragedia: «El fuego es capaz de llevarse por delante pueblos enteros»
En la lucha contra el fuego, desoír las indicaciones de los responsables de la extinción conlleva un gran peligro: “Alimentar un divorcio entre la población y el sistema que tiene que protegerla es muy mala receta”, advierten los expertos, que recuerdan la importancia de crear una “cultura del riesgo”
¿Qué zonas se han quemado más? Los datos y mapas de los incendios de 2025
El relato de un grupo de vecinos que desobedece la orden de evacuar y se queda para salvar su aldea del fuego tiene un gran atractivo. Es fácil simpatizar y ponerse en el lugar de quienes han parado el fuego con sus medios en la sierra de O Courel, e incluso con ese vecino de O Seixo, en Galicia, que ha sido detenido cuando trataba de hacer un cortafuegos por su cuenta.
Mientras en los medios de comunicación se suceden las historias de ciudadanos que desafiaron los confinamientos para salvar sus casas, los expertos advierten de que no suele servir de mucho y de que fomentar mensajes como “solo el pueblo salva al pueblo” es muy peligroso, porque estamos hablando de incendios con una virulencia sin precedentes que ni los propios equipos especializados pueden enfrentar.
“Esta desobediencia conlleva un riesgo muy alto, en cualquier momento el fuego puede llevarse por delante un pueblo entero con toda esa gente”, advierte Federico Grillo, vocal del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales. “Alimentar un divorcio entre la población y el sistema que precisamente tiene que protegerlo es muy mala receta”.
Creo que hay que explicar por qué a veces se decide evacuar, y que lo que puede hacer un vecino realmente no es tanto como cree
“Yo entiendo perfectamente lo que están haciendo estas personas, es algo muy humano”, explica Víctor Resco de Dios, profesor de incendios forestales y cambio global de Universitat de Lleida. “Pero ahora no es el momento de hacer eso. Ahora estamos en emergencia, ahora es el momento de hacer caso a protección civil, a bomberos, a policía, a las autoridades competentes. En algunos casos saldrá bien, no digo que no, pero el riesgo de que esto no sea así es muy elevado”.
Mantener la confianza
“Tenemos un problemón”, recalca Andrea Duane, investigadora de la Universidad California Davis, asociada al Centro de Tecnología Forestal de Catalunya (CTFC). “Los que más saben son los técnicos que están gestionando toda la emergencia, y si en un momento no estás viendo un helicóptero en el incendio, no quiere decir que no haya un dispositivo enorme enfrentándose a toda la situación. Quizá si en ese momento no lo hay allí es porque resulta más necesario en otro sitio”, incide. “Tenemos unos equipos buenísimos —insiste—, hay que confiar en ellos”.
En la mente de los especialistas hay precedentes con fuegos incontrolables y muchas víctimas, como los sucedidos en Portugal o Grecia en los últimos años. Los cambios de dirección del viento, con llamas de más de 20 metros de longitud, hacen que estar cerca del fuego sea un peligro para los propios equipos especializados. Si las autoridades dicen que hay que evacuar un pueblo, insiste Grillo, es porque han valorado el riesgo de que se produzcan pérdidas personales, que siempre están por encima de las materiales, aunque cueste aceptarlo. “Creo que hay que explicar por qué a veces se decide evacuar, y que lo que puede hacer un vecino realmente no es tanto como cree. No es tan eficiente la función de los vecinos”.
El técnico explica que las personas suelen actuar cuando ven venir el fuego y eso no suele servir de mucho, salvo casos excepcionales con mucha suerte. “Es bastante delicado tener vecinos metidos en frentes de llamas, sobre todo en cabezas de incendios”, asegura. “Si acudimos a las viviendas una vez que ha pasado el incendio, el porcentaje de éxito es mucho mayor”. Entretanto, los peligros a los que se puede enfrentar la población son múltiples, desde los cambios de dirección del fuego a las cenizas que multiplican los focos o el humo asfixiante. “La recomendación es limpiar la vegetación seca alrededor de la vivienda y marcharse. Si limpiamos las viviendas, se van a defender por sí mismas. Y hacer caso a protección civil, que ellos saben lo que hacen”.
“Esto se queda abandonado”
Del lado de los vecinos, los recelos vienen por órdenes de desalojo que no vienen acompañadas de medios. “El problema es que te desalojan y tampoco se queda nadie que defienda al pueblo” asegura Carmen, una vecina de un valle de León en el que han desalojado cuatro de sus quince pueblos y sigue ardiendo buena parte del monte. “O sea, no es que echen a la gente y vengan los bomberos. Es que esto se queda abandonado”.
El problema es que te desalojan y tampoco se queda nadie que defienda al pueblo. No es que echen a la gente y vengan los bomberos. Es que esto se queda abandonado
Ella y su pareja, Manuel (ambos nombres ficticios porque prefieren proteger su identidad), consideran que si no llega a ser porque muchos se quedaron, las perdidas habrían sido mayores. “Los agentes forestales nos han dado hasta las gracias, porque si no llega a ser por los voluntarios, el fuego habría saltado a muchas más zonas y esto ya hubiera sido muchísimo más terrible de lo que está siendo”, explica. Manuel cuenta que en varios frentes del valle él y otros vecinos han detenido el fuego y apenas había efectivos. Y considera que su presencia es fundamental, porque un brigadista a menudo no sabe dónde están elementos tan importantes como las boca de incendios, que a menudo están tapadas.
Al final, la gente tiene una gran desconfianza y les parece que quieren que arda el monte. Es un poco desolador todo esto
“Yo no he visto a ningún técnico por aquí. Están a resguardo en una carpa, abajo o donde sea que estén, y son los que dan las órdenes”, asegura Manuel. “Los brigadistas tampoco entienden las órdenes que les están dando. Están mandándolos marchar porque dicen que no es una zona segura, cuando les están diciendo los propios jefes de los brigadistas que están arriba viendo el panorama que pueden actuar. Al final, la gente tiene una gran desconfianza y les parece que quieren que arda el monte. Es un poco desolador todo esto”.
Hacia una cultura del riesgo
Joaquín Ramírez, ingeniero que lidera la empresa Technosylva, que trabaja junto al Departamento Forestal y Protección contra Incendios de California (CAL FIRE), coincide en el riesgo de estas situaciones, pero pide no señalar a quienes tratan de hacer lo que pueden ante una situación desesperada. “Lo que tenemos que hacer es no criminalizar a esta gente, sino todo lo contrario, ayudarles a que sean parte de la solución y aprovechar todo lo que conocen”.
Lo que tenemos que hacer es no criminalizar a esta gente, sino todo lo contrario, ayudarles a que sean parte parte de la solución y aprovechar todo lo que conocen
Ramírez recuerda que las personas que viven en estas áreas rurales con las que conocen mejor el terreno, cuáles son los caminos para acceder a diversas zonas, dónde puede haber puntos de agua o dónde puede haber una majada, un sitio donde se pueda parar el fuego. “El fuego también se combate conociendo el territorio, y lamentablemente este año nos está enseñando que hay muchos puntos de aprendizaje, tenemos que hacer campañas de preparación por parte de toda la sociedad que vive en esas zonas y ayudarles a participar de una manera organizada como voluntarios”.
Víctor Resco de Dios coincide en que las medidas para proteger nuestras casas y urbanizaciones del fuego hay que tomarlas antes. Y no lo hemos hecho, no por culpa de los ciudadanos, sino por falta de previsión de las autoridades. En su opinión, necesitamos desarrollar una cultura de riesgo para que los ciudadanos sean conscientes de qué hacer bajo ese tipo de circunstancias y que tienen que obedecer a lo que dicen los mandos competentes de la extinción.
“Tenemos que desarrollar estos mapas de zonas inflamables para que la gente sepa qué riesgo tiene. Tendremos que fomentar el mantenimiento de la agricultura, porque los cultivos eran la principal protección de estas franjas urbanas. Y limpiar y proteger las casas, entender cuáles son las medidas que cada ciudadano puede tomar para disminuir el riesgo que tiene el incendio para su vivienda”.
El ejemplo de California
En lugares acostumbrados a los megaincendios, como California, la población tiene mucho más claro cómo actuar y qué instrucciones seguir durante una situación extrema. “Aquí hay muchísima más cultura y la gente tiene en su casa algún algún equipo de emergencia, tiene el coche preparado y cuando pasan estas cosas ya saben lo que tienen que hacer”, recalca Andrea Duane. En su opinión, ante una situación como la que vamos a estar viviendo en las próximas décadas, hará falta más educación y más concienciación para que los ciudadanos estén mejor preparados.
Aquí [en California] la gente tiene en su casa algún algún equipo de emergencia y cuando pasan estas cosas ya saben lo que tienen que hacer
“En el oeste americano tenemos los operativos de incendios más profesionales del mundo, pero también tenemos y se organizan muchos movimientos de voluntarios”, señala Ramírez. En su opinión, en España tenemos pendiente mejorar estos mecanismos y ayudar a la gente que se ha quedado en el medio rural, con lo duro que es, en lugar de estigmatizarla.
“En cada una de nuestras comarcas debería existir esa formación, esa integración de la gente que quiere defender su territorio”, afirma. “No se puede pedir a los que quedan que esperen a que otros vengan a apagar sus fuegos. Necesitamos que se organicen como voluntarios, tenerlos integrados y darles formación, porque nadie quiere defender su territorio tanto como ellos”.