
El Madrid de los macroconciertos adapta sus estadios a las quejas vecinales: “No nacieron para ese uso”
Recintos deportivos como el Santiago Bernabéu o el Metropolitano repiensan sus estructuras para contener el ruido y hacer más ‘sold out’. El Movistar Arena, espacio multiusos frecuentado por grandes artistas, también refuerza su protección acústica. ¿Cómo han influido los barrios de alrededor?
Lo que Aitana y Lola Índigo no cuentan cuando dicen que no ganan dinero con sus conciertos en estadios
Julio de 1982, una noche de tormenta. La expectación era máxima en el antiguo estadio Vicente Calderón, donde unas 60.000 personas desdeñaron a la lluvia para bailar y chapotear sobre una pista inundada. Ataviadas con chubasqueros o paraguas, ni los truenos disuadieron de celebrar el que probablemente fue uno de los primeros grandes conciertos que acogió la capital. The Rolling Stones hizo retumbar Madrid desde un escenario engalado con globos de colores, fuertes vendavales y un público entusiasta. De aquello hace más de 40 años, pero su impacto aún se recuerda. En cambio, hoy en día no es extraño colgar carteles de sold out o llenar estadios con miles de personas durante varias jornadas.
Puede que el Vicente Calderón ya no exista, pero otros recintos deportivos le han tomado el relevo. Los macroconciertos se han convertido en un negocio pujante concentrado sobre todo en tres grandes epicentros: el estadio Santiago Bernabéu, el Riyadh Air Metropolitano y el Movistar Arena, hasta hace poco conocido como el Wizink Center. El primero tiene un aforo de 84.000 personas, en el segundo caben algo más de 70.000 y el tercero ronda las 17.000. Entre ellos se reparten muchos de los conciertos más codiciados de la ciudad.
Lo habitual es que se celebren en estadios deportivos –el Bernabéu pertenece al Real Madrid y el Metropolitano, al Atlético– porque son los que permiten más aforo, dada su amplitud. Esto aumenta el número de entradas disponibles e incrementa las ganancias, en un momento en el que no se entiende un gran concierto sin envolverlo de luces, show y espectáculo. Pero llenar de ruido unos campos deportivos que no nacieron preparados para este fin también da rienda al rechazo, sobre todo entre los vecinos.
El fiasco del Bernabéu marcó un punto de inflexión y explotó una burbuja que venía formándose con los años. La onda expansiva inspiró más protestas ciudadanas contra el ruido en otros estadios como el Metropolitano. Con el primer caso, las constantes denuncias vecinales acorralaron a Florentino Pérez y tuvo que cancelar todos los grandes eventos que iban a celebrarse en el campo del Real Madrid; entre ellos algunos muy esperados, como los conciertos de Aitana, Dellafuente o Lola Índigo, artistas exitosos y con mucha demanda.
La normativa municipal se rige por una ordenanza de Protección contra la Contaminación Acústica y Térmica, que fija en 63 los decibelios permitidos durante el día y 53 los que podrán alcanzarse en horario nocturno, un límite que se ha superado en grandes conciertos como los de Taylor Swift, Karol G, Duki o Manuel Carrasco. Este último artista desveló en La Revuelta que había tenido que pagar varias multas de unos 400.000 en total por el ruido en el Bernabéu.
Parapentes, membranas acústicas o recubrimientos para el sonido
En el último año, tanto este estadio como el Metropolitano han acometido reformas para paliar los daños por sus conciertos y resistir a las quejas vecinales. Tratan de adaptarse a un tipo de uso que, aunque quieren mantener, levanta suspicacias. El recinto merengue anunció una reforma para instalar membranas acústicas en las gradas, colocar parapentes en los laterales del escenario o reforzar la pantalla de sonido de otra remodelación anterior, la de 2019, que ya trató de reconvertirlo en un espacio multiusos con un desembolso cifrado en 500 millones de euros.
En el caso del Riyadh Air Metropolitano, más lejos del centro, los vecinos del barrio de Las Rosas se temieron repetir situaciones como la del Bernabéu: ya han lanzado advertencias por miedo a superar los límites sonoros permitidos. En este sentido, la presidenta de la Comunidad de Madrid ha abierto la puerta a otra vía para consolidar los macroconciertos en estadios: reformar la Ley de Espectáculos Públicos y Actividades Recreativas (LEPAR) antes del próximo año. La idea, sin embargo, aún no es más que un embrión.
El único de los tres recintos mencionados que sí nació con una función multiusos es el Movistar Arena. Su aforo es casi cuatro veces menor que el de los anteriores, pero hace poco que también instaló un muro de 440 metros en su fachada de Goya para minimizar molestias. Sea en unos u otros, la resaca de las cancelaciones en el Bernabéu ha hecho mella a su alrededor. Después de recibir varias denuncias por parte de asociaciones vecinales, el espacio suspendió los actos programados y dejó en el aire a unas 260.000 personas, que ya habían adquirido entrada en sus instalaciones.
Aitana durante uno de sus conciertos en el Metropolitano. Asistieron 110.000 personas en total
Esto supuso un duro golpe económico para el club, mientras que la ola vecinal terminó llegando al estadio del Atlético de Madrid, donde se trasladaron los conciertos de mayor afluencia. Vecinos de San Blas-Canillejas, el distrito al que pertenece el Riyadh Air Metropolitano, se revolvieron especialmente contra las intenciones del club después de que el artista puertorriqueño Bad Bunny anunciara nada menos que 10 fechas en el campo para 2026, cuando iniciaría una gira por España que se centrará sobre todo en Madrid. Los ruidos elevados, las frecuentes aglomeraciones o los problemas de movilidad que colapsan el metro y las carreteras obligan a reinventarse incluso a los tótems del macroconcierto. Aunque no siempre llueve a gusto de todos.
“Han profanado un espacio que no nació para usarse así”, resume el abogado de una de las asociaciones que han llevado al Bernabéu a los tribunales. Se llama Ricardo Ayala y también es miembro de la asociación Juristas Contra el Ruido, que aúna a magistrados especializados en denuncias por molestias acústicas derivadas, en buena medida, de grandes eventos junto a barrios residenciales. En una conversación con Somos Madrid, el letrado señala incluso a los “poderes fácticos” del mundo del deporte como principales beneficiados de un modelo de conciertos “manifiestamente incompatible con la convivencia”.
Las “licencias tácitas” para convertir lo extraordinario en ordinario
La situación es la siguiente: para acoger espectáculos musicales masivos en un recinto diseñado con otros fines hay que pedir una licencia extraordinaria. Como la actividad que quiere celebrarse se sale de lo común –es decir, de los requisitos mínimos que hubo que demostrar al obtener la licencia ordinaria o habitual– se necesita un nuevo permiso del Ayuntamiento de Madrid, que ha de avalar ese uso temporal y teóricamente circunstancial. Esto, en el caso de un campo de fútbol que quiera hacer un concierto, le someterá a un estudio de impacto ambiental (EIA) distinto al de los permisos ordinarios.
El Bernabéu fue obteniendo estos permisos y organizó conciertos, a priori, dentro de la legalidad. Pero incluso el Ayuntamiento de Madrid acabó reconociendo que los límites acústicos se sobrepasaron en cada evento. He ahí el quid de la cuestión, según el abogado: “Si un recinto que no está insonorizado para conciertos pide licencias excepcionales al año entonces ya no son excepciones, es un uso recurrente”, denuncia Ayala.
El abogado habla directamente de “licencias tácitas”, algunas con “ciertas deficiencias”, que se conceden a los estadios deportivos en lugar de construir “un recinto grande y preparado desde cero para toda esa gente”. Y lanza una última advertencia: “La ciudad no tiene por qué elegir entre el ocio y el descanso. La clave está en la planificación inteligente, la inversión en prevención y el respeto a la ley. El futuro pasa por recintos multifuncionales y sostenibles, no solo a nivel ambiental, sino también acústico y social”.