
¿Cómo afecta el aire acondicionado a los ojos?
El aire acondicionado hace nuestra vida mejor en verano, pero a veces se puede convertir en el enemigo de nuestros ojos
Lentes de contacto y verano: cómo usarlas y qué cuidados debemos tener
El verano es una época bienvenida por las vacaciones, el buen tiempo y la playa, pero también puede traer otras molestias: el calor, las quemaduras solares, problemas gastrointestinales y, para quienes se tienen que quedar trabajando en casa o en la oficina, vivir horas y horas con el aire acondicionado en marcha para sobrevivir a las altas temperaturas.
Si se usa bien, el aire acondicionado puede proporcionar muchos beneficios para la salud. Mantener una temperatura estable entre 24 y 26 °C previene el golpe de calor y la deshidratación durante olas de calor extremo, particularmente en personas vulnerables como ancianos y niños. El aire acondicionado, además, reduce la humedad relativa por debajo del 60%. En los lugares húmedos o de costa, esto ayuda a reducir el crecimiento de moho, ácaros del polvo y otros alérgenos.
Además, los filtros del aire acondicionado (más aún si tienen un filtro o purificador de aire incorporado) capturan partículas contaminantes, compuestos orgánicos volátiles, como olores y emanaciones químicas, y alérgenos respiratorios, mejorando la calidad del aire de la casa o la oficina. En un estudio en hospitales se comprobó que los sistemas con filtros HEPA reducían hasta en un 50% la presencia de aspergillus y otros microorganismos en el aire, disminuyendo la incidencia de infecciones. Por si fuera poco, el aire acondicionado ahuyenta a los mosquitos y otros parásitos, a quienes les gusta más el calor, y nos ayuda a dormir mejor en verano, con todos los beneficios que eso trae.
Sin embargo, estos aparatos prodigiosos también pueden tener un lado oscuro. Precisamente por su capacidad para resecar el aire, hasta el 50% de las personas expuestas a ambientes climatizados desarrollan algún síntoma de irritación ocular, según investigaciones publicadas en Journal of Clinical Medicine. ¿Cuándo se convierte el aire fresco en una amenaza para nuestros ojos?
El aire acondicionado y la sequedad del aire
El aire acondicionado no solo enfría, sino que reduce la humedad relativa. Esto puede ser adecuado en climas costeros o muy húmedos, pero en los climas más áridos el efecto se multiplica.
Para empezar, la pérdida de humedad en el aire favorece la deshidratación, lo que puede llevar a dolores de cabeza, mareos y fatiga, especialmente si no nos damos cuenta y no lo compensamos bebiendo más líquidos. Pero, además, al resecar el aire, si se usa durante mucho tiempo, el aire acondicionado a menudo provoca sequedad en la piel, dolor de garganta y sequedad en las membranas mucosas, y esto incluye los ojos.
El efecto más documentado es el síndrome del ojo seco (SOS). Según explica la Sociedad Oftalmológica de Madrid, esta dolencia se produce por aire contaminado, la evaporación de barnices y pinturas, pero también por los chorros de aire en movimiento como ventiladores, viento, o aires acondicionados de flujo rápido en casas y coches.
El aire frío y seco acelera la evaporación de la película lagrimal, esa fina capa de lágrima que protege, nutre y lubrica el ojo. Cuando esta barrera se debilita, aparecen síntomas como una sensación de “tener arena” o un cuerpo extraño en los ojos, enrojecimiento, ardor, visión borrosa e incluso mayor lagrimeo. Según el Instituto Nacional del Ojo de EEUU, la baja humedad ambiental altera la estabilidad de la lágrima, especialmente en personas más sensibles como las que usan lentes de contacto, así como personas mayores de 50 años.
Pero la sequedad prolongada no es solo una molestia, sino que aumenta el riesgo de infecciones. La película lagrimal contiene inmunoglobulinas y enzimas que neutralizan a los microorganismos. Al secarse el ojo aumenta el riesgo de conjuntivitis, o reacciones alérgicas. En los casos más graves, puede producirse una queratitis, una inflamación de la córnea que puede ulcerarse si no se trata. Además, las personas que padecen dolencias como la rosácea ocular, blefaritis (inflamación de los párpados) o enfermedades autoinmunes experimentan un empeoramiento de los síntomas en entornos climatizados.
Todo esto se agrava si el aparato de aire acondicionado no se limpia y mantiene adecuadamente. Los filtros sucios u obstruidos pierden su capacidad para retener compuestos orgánicos volátiles como benceno y formaldehído, que irritan la superficie ocular. Un estudio en la India con 400 trabajadores encontró que aquellos que trabajaban en oficinas climatizadas presentaban un 30% más de problemas respiratorios y oculares que quienes trabajaban en espacios naturales ventilados, más alergias y menor capacidad pulmonar.
Cómo proteger los ojos del aire acondicionado
Para minimizar los riesgos del aire acondicionado para nuestra vista y nuestra salud en general, se recomienda realizar un mantenimiento regular del aparato, especialmente la limpieza de los filtros. También hay que ejercer cierta moderación con la temperatura y la potencia del ventilador interno. La climatización es más eficiente y se consume menos electricidad al cabo del día si se deja encendido a una temperatura razonable entre 24 y 26 °C durante más tiempo en lugar de ponerlo al máximo cuando sentimos calor y apagarlo cuando notamos fresco. Hay que tener en cuenta que cada grado por debajo de 22 °C reduce la humedad aproximadamente en un 5%.
Además, es importante mantener una humedad adecuada, especialmente en climas secos. Podemos usar humidificadores o recipientes con agua cerca de ventanas para contrarrestar la sequedad del aire acondicionado.
Tampoco podemos olvidar la hidratación, tanto interna, bebiendo suficiente agua y otros líquidos, como la de nuestros ojos, sobre todo si padecemos ya molestias. Las gotas de lágrimas artificiales sin conservantes pueden ayudar en estos casos. Un estudio español indica que, en las personas que ya sufren del síndrome de ojo seco, las fórmulas con ácido hialurónico, aloe vera o centella asiática son eficaces.
Por último, la forma natural de proteger el ojo es parpadear. Si estamos trabajando con pantallas, la regla “20-20-20” puede ser útil: cada 20 minutos, mira 20 segundos a 20 pies (6 metros) parpadeando intencionadamente.