Resurrección digital: fascinación y temor ante el auge de los bots póstumos

Resurrección digital: fascinación y temor ante el auge de los bots póstumos

El empleo de una imagen creada por inteligencia artifical del fallecido cantante Ozzy Osbourne ha generado debate ante el auge de un fenómeno que promete devolver los muertos a la vida «en el mundo virtual»

En un reciente concierto en Charlotte, Carolina del Norte, Rod Stewart tuvo un invitado sorpresa. Su viejo amigo Ozzy Osbourne, vocalista de Black Sabbath fallecido el mes pasado, apareció como si lo hubieran proyectado desde una especie de paraíso del rock, donde se reunió con otras estrellas también muertas, como Michael Jackson, Tina Turner y Bob Marley. Las imágenes, generadas por inteligencia artificial (IA), dividieron a los fans de Stewart. Algunos las tacharon de irrespetuosas y de mal gusto, mientras que otros consideraron que se trataba de un emotivo homenaje.

Por las mismas fechas, Jim Acosta, excorresponsal de la CNN en la Casa Blanca, hizo una polémica entrevista. El periodista entrevistó a una recreación digital de Joaquín Oliver, un estudiante que murió en 2018 a los 17 años en un tiroteo en un instituto de Florida. El avatar del adolescente fue creado a petición de sus padres, que aseguran que para ellos es un consuelo volver a oír su voz.

En junio, Alexis Ohanian, cofundador de Reddit, publicó en X una animación de su difunta madre abrazándolo cuando era niño, creada a partir de una fotografía. “Maldita sea, no estaba preparado para lo que iba a sentir. No teníamos videocámara, así que no hay ningún vídeo de mí con mi madre… Así es como me abrazaba. Lo he visto 50 veces”, escribió.

Estos son solo tres ejemplos de un fenómeno cada vez más extendido, la “resurrección digital”, que consiste en crear imágenes y bots de personas fallecidas a partir de fotografías, vídeos, mensajes de voz y otros materiales. Abundan las empresas que ofrecen crear “griefbots” o “deathbots” (bots de duelo o bots póstumos), y con ellos crece el debate en torno a la explotación, la privacidad y su impacto en el proceso de duelo.

“Ahora es mucho más posible desde un punto de vista tecnológico, gracias a los grandes modelos de lenguaje como ChatGPT, que están al alcance del público en general y son muy fáciles de usar”, explica Elaine Kasket, una ciberpsicóloga afincada en Londres. “Estos grandes modelos lingüísticos permiten crear algo que parece plausible y realista. Cuando alguien muere, si hay suficientes restos digitales —textos, correos electrónicos, notas de voz, imágenes— es posible crear algo que resulte muy reconocible”, señala.

Hace solo unos años, la noción de la “inmortalidad virtual” era futurista; un sueño tecnológico fuera del alcance de la gente común. Ahora, se pueden crear avatares interactivos con relativa facilidad y a bajo coste, y todo parece indicar que la demanda crecerá.

En una encuesta encargada por el think tank cristiano Theos y realizada por YouGov en 2023, el 14% de los encuestados afirmaba que le reconfortaría interactuar con una versión digital de un ser querido que hubiera muerto. Cuanto más jóvenes eran los encuestados, más abiertos se mostraban a la idea de un “bot póstumo”.

El deseo de preservar los vínculos con los seres queridos fallecidos no es nuevo. En el pasado, las personas que pasaban por el duelo de un ser querido conservaban objetos personales valiosos que les ayudaban a sentirse cerca de la persona muerta. Los dolientes miran con atención fotos y vídeos, y escuchan repetidamente mensajes de voz o música que les recuerda a la persona fallecida. A menudo sueñan con los muertos o imaginan que los ven en una habitación o en la calle. Algunos incluso intentan contactar con su ser querido a través de sesiones de espiritismo.

“Los seres humanos han intentado relacionarse con los muertos desde el inicio de la humanidad”, afirma Michael Cholbi, profesor de Filosofía en la Universidad de Edimburgo y autor de Grief: A Philosophical Guide (El duelo: una guía filosófica para la pérdida). “Hemos creado monumentos y memoriales, conservado mechones de pelo, releído cartas. Ahora la pregunta es: ¿qué aporta la IA?”.

Louise Richardson, del departamento de Filosofía de la Universidad de York y coinvestigadora en un proyecto de cuatro años sobre el duelo, señala que los dolientes a menudo buscan “mantener una conexión y cercanía” con un ser querido fallecido visitando su tumba, hablando con él o tocando objetos que le pertenecían.

“Los bots póstumos pueden servir para el mismo propósito, pero también pueden alterar el proceso de duelo”, afirma. “Pueden impedir asumir y aceptar la pérdida, porque pueden interactuar sin descanso con un bot”. Por ejemplo, es frecuente que, tras la muerte de un ser querido, alguien se pregunte que habría hecho o dicho en una determinada situación. “Ahora parece que se les puede preguntar”.

Cholbi señala que estos bots también pueden ofrecer representaciones “edulcoradas y mejoradas” de una persona. Por ejemplo, alguien que crea un bot de su difunta abuela puede optar por no incluir en el material que introduce en un generador de IA sus tendencias racistas u otros aspectos poco atractivos de su personalidad.

Según Nathan Mladin, autor de AI and the Afterlife (La IA y el más allá), un informe de Theos publicado el año pasado, también existe el riesgo de crear una dependencia en la persona doliente. “La nigromancia digital —la supuesta práctica de comunicarse con los muertos para predecir el futuro o influir en el mundo de los vivos— es una experiencia engañosa. Crees que estás hablando con una persona cuando en realidad estás hablando con una máquina. Las personas en duelo pueden volverse dependientes de un bot, en lugar de aceptar la muerte y sanar”.

El auge de los clones digitales de los fallecidos comenzó en Extremo Oriente. En China, crear un avatar digital de un ser querido puede costar apenas 20 yuanes (unos 2,40 euros), pero según una estimación, el mercado tenía un valor de 12.000 millones de yuanes (aproximadamente 1.385 millones de euros) en 2022 y se espera que se cuadruplicara para 2025.

Los avatares más avanzados e interactivos, que se mueven y conversan con el cliente, pueden costar miles de euros. Fu Shou Yuan International Group, una importante empresa funeraria, afirma que “los muertos pueden volver a la vida en el mundo virtual”. Según la Asociación Funeraria de China, el coste es de unos 50 000 yuanes (6.000 euros) por persona fallecida.

Según Cholbi, la explotación comercial del dolor con fines de lucro entraña riesgos, y recuerda que el sector funerario arrastra una larga tradición de prácticas abusivas y ventas engañosas.

Kasket indica que otro escollo es la privacidad y los derechos sobre los restos digitales. “La persona fallecida ya no tiene la posibilidad de dar su consentimiento, ni tiene derecho de réplica ni control”. También señala que el uso fraudulento de material digital para crear avatares convincentes con fines lucrativos es otra preocupación.

Algunas personas ya han comenzado a estipular en sus testamentos que no quieren que su material digital sea utilizado después de su muerte.

Atractivo incierto

Los avatares interactivos no son solo para los muertos. Abba Voyage, un espectáculo que presenta versiones digitales de los cuatro miembros del grupo pop sueco en su época dorada, ha sido un éxito rotundo, con una recaudación semanal de unos 1,8 millones de euros. El público se emociona y canta con esta experiencia estimulante, mientras los miembros de la banda, que ahora tienen entre 75 y 80 años, descansan en sus casas.

De forma más sobria, el Centro y Museo Nacional del Holocausto del Reino Unido puso en marcha en 2016 un proyecto para capturar las voces y las imágenes de los supervivientes del Holocausto con el fin de poder crear en un futuro avatares interactivos capaces de responder a preguntas sobre sus experiencias en los campos de exterminio nazis.

Según Cholbi, hay un elemento de “autobombo de la IA” en torno a estos bots. “No dudo de que algunas personas estén interesadas y creo que podría tener algunas aplicaciones terapéuticas interesantes. Podría ser algo que la gente utilizara en alguna ocasión; por ejemplo, que resuciten a alguien digitalmente en la cena de Navidad o en su cumpleaños. Pero dudo que la gente intente mantener relación con los muertos a través de esta tecnología de forma sostenida en el tiempo. En algún momento, creo que la mayoría de nosotros nos reconciliamos con esa muerte y aceptamos que esa persona ha fallecido”.

“Eso no significa que algunas personas no puedan entusiasmarse con esta idea, pero parece más bien un caso en el que las perspectivas no son tan prometedoras como algunos inversores comerciales podrían esperar”, subraya.

Para Mladin, la industria de los bots póstumos plantea profundas cuestiones para los especialistas en ética y los teólogos. El interés por la resurrección digital puede ser una consecuencia del “desvanecimiento de las creencias religiosas tradicionales, pero esos anhelos más profundos de trascendencia, de vida después de la muerte, de permanencia del amor se redirigen hacia soluciones tecnológicas”, afirma.

“La creencia de que la tecnología vencerá a la muerte y nos dará la vida eterna es una muestra de la modernidad en su máxima expresión. Es sintomático del tipo de cultura en la que vivimos ahora”, opina.

Kasket señala que no tiene ninguna duda “de que algunas personas crean este tipo de fenómenos y los utilizan de la forma que les resulta útil”. “Pero lo que me preocupa es la forma en que los distintos servicios que venden este tipo de productos muestran el duelo como una patología que se puede esquivar. Si perdemos la capacidad de afrontar el duelo o nos convencemos de que somos incapaces de hacerlo, nos volvemos verdaderamente frágiles desde el punto de vista psicológico. El duelo no es una patología, una enfermedad ni un problema que deba resolver la tecnología. El duelo y la pérdida forman parte de la experiencia humana normal”.

Traducción de Emma Reverter