Siete destinos franceses a un paso de España que merece mucho la pena visitar

Siete destinos franceses a un paso de España que merece mucho la pena visitar

Desde pueblos medievales entre montañas hasta ciudades costeras bañadas por el Cantábrico o el Mediterráneo, algunos de los rincones más bonitos de Francia se encuentran a solo unos minutos de la frontera con España

Tardes de verano en jardines históricos: paseos verdes para refrescarse en el pueblo o en la ciudad

A veces no hace falta recorrer cientos de kilómetros para sentir que estás de viaje. Basta con cruzar un puerto de montaña o seguir el curso de un río para plantarte en otro país. Y en este caso, la recompensa está clara: al otro lado de la frontera, Francia ofrece un buen puñado de lugares con mucho encanto, listos para descubrir sin necesidad de planearlo demasiado.

La cercanía es su mejor baza. Si ya estás por Euskadi, Navarra, Aragón o Catalunya, basta con improvisar y dejarse llevar. Son escapadas de las que se deciden casi sobre la marcha, sin apenas complicarse, y que terminan regalando calles medievales, fortalezas, playas o plazas llenas de vida.

Además, lo interesante es que puedes ir encadenando paradas, como si hicieras una ruta de costa a costa pegada a la frontera. Desde el Cantábrico hasta el Mediterráneo aparecen Saint-Jean-de-Luz, Biarritz, Bayona, Ainhoa, Saint-Jean-Pied-de-Port, Prats-de-Mollo-la-Preste o Colliure. Lugares diferentes entre sí, pero todos con un punto en común: lo fácil que resulta llegar a ellos desde España.

Saint-Jean-de-Luz

Saint-Jean-de-Luz, o San Juan de Luz, fue en los siglos XVII y XVIII un importante puerto corsario y aún conserva huellas de esa época. El casco histórico tiene casas de armadores y la iglesia de San Juan Bautista, donde en 1660 se casaron Luis XIV y la infanta española María Teresa. La plaza de Luis XIV y la rue Gambetta son el corazón del centro, con comercios y ambiente animado.


Barcos en el muelle en San Juan de Luz.

La Grande Plage, junto a villas de la Belle Époque, muestra el atractivo turístico que alcanzó la ciudad en el XIX, cuando se puso de moda como destino de baños de mar. A pocos metros está el fuerte de Socoa, levantado en el siglo XVII para defender la bahía. Hoy, Saint-Jean-de-Luz combina su pasado marinero con una oferta gastronómica donde destacan el pescado y los dulces locales, como los macarons.

Biarritz

En la costa cantábrica, Biarritz fue un pequeño pueblo pesquero que se convirtió en centro turístico en el siglo XIX gracias a Napoleón III y la emperatriz Eugenia, que hicieron de la ciudad un destino de moda entre la aristocracia europea. Con el tiempo, la localidad también se convirtió en uno de los grandes referentes del surf en Europa.


La playa de Biarritz.

Hoy se puede recorrer su litoral, desde la Grande Plage hasta el Rocher de la Vierge, pasando por la fotogénica Villa Belza o el pequeño puerto de pescadores. El faro, del siglo XIX, ofrece una panorámica completa de la bahía y de la costa vasca. Además de su patrimonio y playas, Biarritz conserva un ambiente relajado, con terrazas frente al mar, restaurantes de marisco y paseos al borde de los acantilados.

Bayonne

Bayonne, o Bayona, es una ciudad con historia, muy próxima a la costa y situada en el País Vasco francés al igual que las dos anteriores. Fue un importante puerto comercial y conserva barrios con carácter propio como el Grand Bayonne, el Petit Bayonne y Saint-Esprit. Sus calles reflejan la mezcla de influencias vascas y francesas, con casas de entramado de madera, contraventanas de colores y plazas animadas.


Bayonne y sus casas de colores.

Entre sus visitas más destacadas está la catedral gótica de Santa María, Patrimonio de la Humanidad, y su claustro. También llaman la atención las murallas reforzadas por Vauban y el mercado de Les Halles, que los sábados se convierte en un punto de encuentro lleno de productos locales. Además, Bayona cuenta con el Museo Vasco y de Historia y con calles como la Rue d’Espagne, que recuerdan su papel como ciudad fronteriza.

Ainhoa

Ainhoa es una de las bastidas mejor conservadas del País Vasco francés. Se fundó en el siglo XIII como apoyo para los peregrinos del Camino de Santiago y conserva una disposición muy peculiar: una única calle central flanqueada por casas vascas de entramado de madera, muchas de los siglos XVII y XVIII.


Ainhoa y el aire medieval de sus calles.

Pasear por esa avenida permite descubrir fachadas blancas con vigas rojas o verdes y dinteles con inscripciones históricas. Entre sus edificios más representativos está la iglesia de Notre-Dame-de-l’Assomption, con un interior típico vasco de galerías de madera, y la capilla de Notre-Dame-de-l’Aubépine, situada en las afueras. También merece la pena acercarse a su frontón o al lavadero, vinculado a una visita de Napoleón III y Eugenia de Montijo en 1858.

Saint-Jean-Pied-de-Port

A un paso de Navarra, Saint-Jean-Pied-de-Port es conocido por ser punto de inicio del Camino de Santiago en su variante más clásica, el Camino Francés. Su historia está ligada a los peregrinos que, desde hace siglos, cruzan los Pirineos para dirigirse a Roncesvalles. El pueblo conserva un casco medieval muy bien cuidado, rodeado de murallas y atravesado por el río Nive.


Saint-Jean-Pied-de-Port y su Puente Viejo.

La Rue de la Citadelle es la calle principal, llena de casas de piedra rosa y entramados de madera, tiendas de artesanía y antiguos palacios. Merece la pena subir hasta la Ciudadela del siglo XVII para tener una vista completa del valle y recorrer puertas históricas como la de Santiago o la de Navarra. Tampoco falta una visita a la iglesia de Notre-Dame-du-Bout-du-Pont, una de las más destacadas del País Vasco francés.

Prats de Mollo-La Preste

En el extremo oriental de los Pirineos, muy cerca de la frontera con Girona, aparece Prats de Mollo-La Preste. Es una villa medieval rodeada de montañas, con murallas reformadas por Vauban en el siglo XVII y un casco antiguo atravesado por el río Tech. Sus calles empedradas y la iglesia fortificada recuerdan la importancia estratégica que tuvo en la Edad Media.


Prats de Mollo-La Preste, una villa medieval.

El Fuerte Lagarde, que se alza sobre la villa, es uno de sus puntos más representativos y se comunica con el pueblo a través de un camino cubierto. Prats también es conocida por la Fiesta del Oso, un carnaval popular que se celebra en febrero, y por las aguas termales de La Preste, a pocos kilómetros, donde se puede disfrutar de baños y tratamientos. El entorno natural invita a practicar senderismo o simplemente pasear por un valle que conserva un aire tranquilo.

Colliure

Colliure está en la costa mediterránea, en los Pirineos Orientales, y forma parte de la antigua comarca del Rosellón. Fue puerto estratégico para romanos, visigodos y reyes de Mallorca, y más tarde pasó a manos francesas. La historia del Castillo Real refleja esa sucesión de dominios y sigue siendo el monumento más imponente de la localidad.

El casco antiguo conserva el aire marinero con casas de colores y calles estrechas. Frente al mar se encuentra la iglesia de Santa María de los Ángeles, con su campanario integrado en el agua. Colliure también es lugar de memoria: aquí está enterrado Antonio Machado, que llegó enfermo tras huir de la Guerra Civil en 1939. Además, el pueblo fue refugio de pintores como Matisse o Derain, atraídos por la luz y el ambiente costero. A un paso se encuentra Argelès-sur-Mer, en cuya playa se refugiaron entre 100.000 y 200.000 exiliados republicanos durante la Guerra Civil española.