Un cráneo descubierto en Grecia cambia el mapa de la evolución en Europa

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Un equipo internacional de investigadores ha logrado fechar con mayor precisión uno de los fósiles más enigmáticos de Europa: el cráneo humano hallado en la cueva de Petralona, en el norte de Grecia. Según el trabajo, publicado en la revista Journal of Human Evolution, el ejemplar tiene una antigüedad mínima de 286.000 años, lo que lo sitúa en pleno Pleistoceno Medio y refuerza la hipótesis de la coexistencia de diferentes linajes humanos en el continente.

En estudio y sujeto de debate durante 65 años

El cráneo de Petralona fue descubierto en 1960 y desde entonces se convirtió en objeto de intensos debates científicos. Su posición estratigráfica nunca quedó clara, lo que dificultó su datación precisa. A lo largo de más de seis décadas se han propuesto edades que oscilaban entre 170.000 y 700.000 años, sin que se alcanzara un consenso. El nuevo análisis, basado en la datación por series de uranio del calcito adherido directamente al fósil, ofrece por primera vez una cifra fiable que reduce considerablemente la incertidumbre.

Los autores del estudio, liderados por el Institut de Paléontologie Humaine de París y con participación de la Universidad Normal de Nankín (China) y el Museo de Historia Natural de Londres, han trabajado con muestras de calcita que cubrían el cráneo. El resultado principal establece una edad mínima de 286.000 años, lo que sitúa al fósil dentro de un marco temporal clave para la evolución humana en Europa.


Ubicación de la cueva de Petralona en la zona de Calcídica, Grecia. Vista del karst, incluyendo las principales localidades

No encaja ni con Homo sapiens ni con los neandertales

Desde el punto de vista morfológico, el cráneo de Petralona no encaja ni con Homo sapiens ni con los neandertales, sino que se asocia a un grupo más primitivo. Su aspecto recuerda al célebre cráneo de Kabwe, hallado en Zambia, con el que comparte rasgos y que suele incluirse dentro del amplio conjunto de fósiles atribuidos a Homo heidelbergensis. Los investigadores señalan que ambos podrían representar poblaciones relacionadas que persistieron en paralelo a la aparición de los neandertales.

El trabajo también aborda la controversia sobre la localización exacta del fósil dentro de la cueva. Aunque durante décadas se asumió que estaba cementado a una pared del llamado Mausoleo, las nuevas dataciones muestran que la calcita del cráneo y la de esa pared pertenecen a fases distintas. Esto apunta a que el cráneo pudo haber llegado a la cavidad en un momento posterior, entre hace unos 410.000 y 277.000 años, lo que complica aún más la reconstrucción de su historia geológica.


Las nuevas dataciones muestran que la calcita del cráneo y la de esa pared donde se halló pertenecen a fases distintas

Convivencia entre poblaciones y escenario evolutivo complejo

La importancia del hallazgo radica en que confirma la diversidad de homininos, una subtribu de primates homínidos caracterizados por la postura erguida y la locomoción bípeda, en Europa durante el Pleistoceno Medio. Según el estudio, grupos vinculados a Homo heidelbergensis convivieron con poblaciones que ya mostraban rasgos neandertales. Esta coexistencia, documentada también en yacimientos de Francia, Italia y España, sugiere un escenario evolutivo complejo en el que diferentes linajes compartieron territorio y posiblemente interactuaron.

Los investigadores subrayan que los nuevos datos refutan algunas de las estimaciones más antiguas, como las que situaban el cráneo en más de 600.000 años, y aportan una base sólida para reevaluar su posición en el árbol evolutivo. “Nuestros resultados apoyan la idea de que homininos afines a Homo heidelbergensis persistieron en Europa junto a un linaje neandertal en desarrollo”, indican los autores.

Con este avance, el cráneo de Petralona se consolida como una pieza clave para entender la evolución humana en Europa. Aunque todavía quedan incógnitas sobre su contexto exacto, el nuevo estudio aporta la datación más robusta hasta la fecha y confirma que este fósil, hallado hace más de 60 años en Grecia, sigue siendo fundamental para desentrañar la compleja historia de nuestra especie en el continente.