
Casa Alfaro, la defensa de la artesanía en tiempos de prisa: “El olor a cuerda es la esencia de mi familia”
Cuatro generaciones de artesanos han cosido a mano alpargatas en Zaragoza, un oficio que resiste a la inmediatez y a la amenaza de las grandes multinacionales
Donar, reparar y abrazar: Zaragoza le da la vuelta al consumo y lucha contra la exclusión social
En Zaragoza, donde todo parece correr, todavía hay oficios que resisten al empuje de la inmediatez. Casa Alfaro lleva más de un siglo cosiendo a mano alpargatas, un trabajo que reivindica la belleza de lo sencillo y el valor de lo artesano frente a la producción industrial.
Definir la esencia de algo tan cotidiano como una alpargata no es fácil. Para Alejandro Lastra Alfaro, la cuarta generación al frente de Casa Alfaro, esa esencia no cabe en una sola palabra: “esfuerzo, dedicación, tradición, comodidad, sencillez, color…”. Sin embargo, cuando intenta explicarlo, aparece un recuerdo. “El olor a cuerda y de las suelas embriaga mi mente y me llena de recuerdos de infancia ya olvidados. Tienen que ver con los veranos en mi pueblo, con la alpargatería de mi familia donde jugaba de niño y con el abrazo de mi madre cuando venía de trabajar”, expresa.
Y mantener viva esa conexión con el origen es fundamental, todavía más en tiempos de producción masiva y consumo rápido. De hecho, ese vínculo íntimo entre materia y memoria es lo que distingue a lo artesano de lo industrial.
Una lucha desigual frente a la industria
En este sentido, Alejandro se mantiene claro. Aunque competir con las multinacionales es una batalla perdida en términos de volumen, lo artesanal “juega otra liga”. Mientras la industria sustituye hilos por pegamento, fibras naturales por plásticos y cuñas de corcho por poliuretano, en Casa Alfaro todo sigue haciéndose a mano.
“Cada alpargata se corta y se cose una a una sin utilizar ningún tipo de máquina. La horma es el pie del cliente, se adapta poco a poco a cada persona. Eso no lo puede replicar ninguna fábrica”, defiende.
Casa Alfaro, este lunes.
Al respecto, explica que “si el cliente tiene un pie especial que está fuera de las medidas universales, las ajustamos al pie ensanchando o estrechando la pala”. Al contrario, la alpargata industrial usa todo tipo de hormas para dar forma al producto y si tu pie se sale de las medidas no se permiten arreglos.
La diferencia, explica, no es solo estética, sino de salud y sostenibilidad. En sus palabras, el esparto previene problemas en los pies, el yute es biodegradable y cada par, cosido con hilo de algodón, respira mejor que cualquier zapato fabricado en serie.
Al otro lado, la industria utiliza “materiales nocivos y altamente contaminantes”, de tal forma que provocan “insalubridad y deterioran la salud social y el medio ambiente”.
Más retos en sus cien años de historia
Mantener vivo un oficio artesanal en pleno centro de Zaragoza no es tarea sencilla. La ciudad corre y detenerse a observar el detalle parece un lujo. O algo insólito, puntual, fugaz. Aun así, Casa Alfaro ha encontrado su forma de resistir.
Según sostiene Alejandro, otro de los secretos es exponer bien sus alpargatas, acudir a eventos y convenciones, y diseñar nuevos modelos y colores de temporada. Además, tal y como indica, algo que nunca falla es el buen tiempo.
“Cuando el calor aprieta, nadie puede resistirse a mirar nuestras alpargatas, da igual la prisa que tengan. Somos un oasis en medio del desierto”, asegura.
Y esto es así desde 1905, cuando, en un pueblo de La Rioja, Gerardo Melero y Sebastián Alfaro comenzaron a fabricar alpargatas. Allí sus hijos y nueras aprendieron el oficio familiar hasta que, 75 años después, sus nietas y sus hermanas retomaron el oficio en Zaragoza. “Mi tía y sus hermanas tuvieron que reaprender el oficio, pero les enseñó una buena maestra, nuestra abuela Raimunda Melero. Al principio fabricaban modelos más básicos, pero, con el tiempo, fueron evolucionando. Y la imaginación de ellas fue dando lugar a nuevas creaciones”, recuerda.
Hoy, más de un siglo después y tras cuatro generaciones, Alejandro sigue cosiendo a mano con la misma vocación que sus antepasados. “Con más de cien años y cuatro generaciones de artesanos a las espaldas, podemos decir que la vida en alpargatas es más bonita”, afirma.
El camino, sin embargo, no está exento de dificultades. Al revés, cada vez son más los grandes almacenes y multinacionales, así como hay una tendencia al alza de los productos de importación y una subida de precios de materiales.
Entrada a la alpargatería Casa Alfaro, en la calle de San Lorenzo de Zaragoza.
Más en concreto, la subida del precio del yute importado de India, la falta de relevo generacional en los oficios artesanos, la competencia desleal de la producción barata en Asia o el impacto del cambio climático en un negocio de temporada son otros de los desafíos a los que se enfrentan diariamente.
“Por todo ello, lo artesanal ha acabado sin resultar rentable. Así que nos queda el trabajo, el esfuerzo y la esencia de lo artesano, que está al alcance de unos pocos privilegiados y que ojalá fuera para todos”, lamenta.
Al final, tal y como explica, los altos precios de los aranceles en los materiales de importación “obligan a los comercios a incrementar sus precios y esto no es bueno para nada”. En su caso, con el precio del yute, el precio de las suelas ha subido entre un 30% y un 40% de un año para otro.
En esta línea, señala que “las grandes multinacionales ofrecen precios muy competitivos”, pero detrás de estos precios “desgraciadamente hay un mercado negro de explotación infantil y miseria”.
“Por suerte cada vez hay más gente interesada en el valor artesanal de lo fabricado en nuestro país, donde tratamos de tú a tú sin intermediarios, con productos personalizados y con materiales de primera calidad. El cliente también puede ver nuestro taller y sentir que no solo compran una alpargata sino que la diseñan ellos mismos”, detalla.
Pese a todo, Alejandro mantiene la convicción de que la artesanía hoy tiene más sentido que nunca: “Los trabajos artesanos son de vital importancia porque aseguran que exista un mañana con empleos dignos y respetuosos con el medio ambiente”.
Y precisamente por su función social y económica, considera que se deberían incrementar las ayudas para la artesanía porque “de ella dependen muchas familias y su proliferación es beneficioso para todos”.
No obstante, innovar sin perder la raíz es el horizonte. En Casa Alfaro ya conviven las alpargatas baturras con modelos modernos y personalizados. El cliente, de hecho, elige la tela, la cinta y la suela. Así, lo artesanal se transforma en experiencia y se teje un vínculo directo entre la persona que cose el zapato y quien se lo lleva a casa.
Seguir construyendo belleza con las manos
“Hay algo que jamás podrá imprimir una máquina: el sentimiento humano. Detrás de él, está la vocación de una persona que ha dedicado su vida a este oficio. Y es que una buena mano deja siempre una belleza especial en lo que crea”, subraya Alejandro.
Por eso, para Casa Alfaro es fundamental encontrar a “gente a la que le guste su trabajo y tenga vocación, talento y ganas de trabajar bien”, ya que “eso conduce a obtener un resultado y un producto de calidad”.
En la calle San Lorenzo, mientras la ciudad sigue su ritmo acelerado, Casa Alfaro recuerda que la artesanía es también una forma de mirar el mundo: con calma, con detalle, con respeto por la materia y por las manos que la transforman.
Y es que, tal y como concluye Alejandro, “los trabajos artesanos son de vital importancia”, ya que, gracias a ellos, “aseguramos que exista un mañana en el que todos podamos tener un trabajo digno y que no sea nocivo ni para el medio natural ni para las personas”.