
Serena Williams y las políticas de la obesidad
Mal le haremos al mundo si solo celebramos a las mujeres que se salen del canon oficial cuando se vienen al nuestro
Cristiano Ronaldo es propietario de una cadena de clínicas dedicadas a los injertos capilares. Rafa Nadal pone cara a una línea de suplementos nutricionales. Iker Casillas hacía anuncios de cerveza y Luis Enrique, de natillas. No encontrarás sobre ninguno un artículo que diga que están empujando a los jóvenes a ponerse pelo, o que van contra la posibilidad de ser calvo y estar orgulloso. Nadie temerá por los hombres que se vean empujados a tomar suplementos farmacéuticos que no necesitan, ni por los que se vean impelidos a consumir cerveza y postres azucarados.
Y, sin embargo, esta semana, cuando Serena Williams ha lanzado una campaña para contar su experiencia usando uno de los medicamentos contra la obesidad que más éxito está teniendo, el mundo se ha abierto bajo sus pies.
Serena Williams es –por si has vivido estos años debajo de una piedra– una de las mejores tenistas de la historia. Con cuatro medallas de oro olímpicas y 23 títulos individuales de Grand Slam, ocupa el quinto lugar en títulos de carrera de todos los tiempos. Con su 1,75 de altura y su complexión fuerte es, además, un icono de eso que se llama en internet la cultura “body positive”, un movimiento que promueve una buena relación de cada uno con su cuerpo, tome este la forma que tome.
Hace unas semanas, la deportista reveló, en una campaña publicitaria, que se había encontrado incapaz de perder peso en los últimos años por sus propios medios. Desde el nacimiento de su segundo hijo y a pesar de tener el régimen de entrenamiento de una atleta olímpica, todo tipo de entrenadores, asistentes y médicos, y de seguir una dieta tan estricta como podamos imaginar, no podía quitarse los kilos que esperaba.
“Quiero desmentir el mito de que las mujeres deben sentirse cansadas o incómodas y simplemente seguir adelante. He pasado por eso. Incluso con todo lo que sé sobre mi cuerpo, he tenido momentos en los que no me sentía bien y no encontraba respuestas. Merecemos algo mejor” decía en la publicación.
A Internet no le pareció bien y esta semana las redes han estado llenas de gente criticando la decisión de la tenista que, dicen, “lanza el mensaje de que ningún cuerpo es bueno si no es delgado y pequeño”. En The Guardian, Bryan Ander Graham resumía el sentir de los críticos:
“Al asociarse con [la farmacéutica] Ro, Williams ha pasado de encarnar la resistencia a contribuir a normalizar una industria construida sobre la reducción de los cuerpos. […] Si alguien podía haber usado con credibilidad su plataforma para exigir una reforma sistémica, era ella. En cambio, ha prestado su nombre a una empresa con fines de lucro que comercializa fármacos para bajar de peso dirigidos a quienes ya pueden pagar medicina de élite.”
Y yo no me puedo quitar de la cabeza que estamos viendo otro episodio de esa “cultura de la pureza” de la que ya hemos hablado alguna vez. Esa tradición que hemos heredado de la religión cristiana donde a las mujeres se les exige que no sean solo una persona, sino un símbolo. Que cada gesto suyo tenga que ser ejemplar, que no se les permita la contradicción, la fragilidad, la desviación o simplemente el deseo personal. Que tengan que convertir su biografía en un ejemplo permanente de lo que cada espectador quiere que sean (en este caso, “una reforma sistémica”, como dice este señor).
En realidad es que eso no es nada distinto de la cultura de la extrema delgadez a la que estamos acostumbrados. Al fin y al cabo, es la imposición de dos cánones distintos: uno que quiere que las mujeres sean delgadas por obligación y otro que quiere que las mujeres no intervengan en sus cuerpos… pero también por obligación.
Serena Williams no le está diciendo a nadie que se medique. Aunque lo hiciera, las palabras de las mujeres no embrujan, ni manipulan, todo el mundo es libre de no escucharlas. Lo que está contando es que en su experiencia los métodos “tradicionales” para perder peso –que, por cierto, demasiado a menudo tienen que ver con el sacrificio y con culpabilizar al que los sufre–, no funcionan siempre. Y que para ella la mejor opción ha sido otra.
Yo voy a seguir celebrando a la GOAT Serena porque sigue siendo una mujer que elige su camino al margen de lo que quiera imponerle la sociedad.
Mal le haremos al mundo si solo celebramos a las mujeres que se salen del canon oficial cuando se vienen al nuestro.