
En el Palacio de la Novela ahora yacen ratas: futuro de piqueta para el Magerit en el distrito madrileño de los artistas
La antigua sede de la Editorial Castro se ha convertido en el ‘cementerio de los libros olvidados’ de Carlos Ruiz Zafón. Volvió a los focos cuando un nido de roedores en el edificio alertó a vecinos, pero sigue abandonada en el número 5 de la calle Águeda Díez, donde también estuvo el centro ocupacional Magerit
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El cementerio de los libros olvidados es de esos lugares ficticios a los que el tiempo dota de vida, forma u olores propios. Carlos Ruiz Zafón (1964-2020) imaginó una biblioteca maldita y conectó a través de ella su tetralogía más famosa, que inicia en La sombra del viento y terminó en otros bestsellers. No es de extrañar: la idea de un laberinto oculto lleno de manuscritos prohibidos o historias que nadie recuerda suena romántica; más aún para un lector empedernido. Sin embargo, todo pierde glamour cuando se materializa. Aunque la obra de Zafón se ambienta en Barcelona, basta un paseo por el sur de Madrid para hallar otros santuarios desdeñados con el tiempo. Bienvenidos al Magerit, antiguo Palacio de la Novela y hasta hace poco, un nido de ratas.
Corría 1930 en una España muy distinta a la actual. Quedaba un año para proclamar la Segunda República y la Editorial Castro, fundada en 1840 y famosa por aquella época, acababa de instalarse en Carabanchel Bajo (por entonces pueblo independiente de Madrid capital) para convertir un edificio modernista en la sede de la compañía. En lo que hoy es el número 5 de la calle Águeda Díez levantaron el Palacio de la Novela, nombre por el que pasó a conocerse este nuevo espacio que abriría otro epicentro en la industria lectora del momento. El palacio se construyó en hormigón armado y con un único ornamento exterior, el busto de Benito Pérez Galdós que encabezaba el volumen. Con más de 4.000 metros cuadrados de superficie y 50 metros de fachada, el edificio destacó a simple vista desde el minuto uno.
La casa editorial que se afincó en lo que entonces era un pueblo independiente llevaba años especializada en el género de la novela popular, que hacía llegar libros a todos los estratos de la población alfabetizada. De hecho, la ubicación seleccionada para construir su ambicioso Palacio de la Novela ya era una declaración de intenciones, lejos del núcleo político y administrativo que giraba en torno a Madrid. Aquel edificio se convirtió en un portento de la industria: no solo gozaba de talleres de imprenta con todo lo necesario para la producción de la época (litografía, estereotipia o encuadernación), sino que servía a la vez como lugar de creación gracias a sus estudios o despachos para los autores. También tenía algunas habitaciones, que utilizaban sobre todo los trabajadores de la editorial.
Con la caída de la monarquía y el fin de Alfonso XIII, la compañía comenzó a adaptar su producción a las peculiaridades de la nueva era republicana. Dejaron a un lado algunos de los contenidos habituales para incluir publicaciones vinculadas a la actualidad española o la historia política reciente. Esta casa editorial se había autoproclamado como la más importante de España por “abarcar sus actividades todos los ramos de la industria editorial”, tal y como recoge el académico francés Jean-François Botrel, catedrático emérito de lengua y cultura hispánicas en la Universidad de Rennes 2 que abordó el tema en su libro El Palacio de la Novela (1930-1936). La Editorial Castro S.A. entre conservadurismo y compromiso.
Una segunda vida: la historia del Magerit, un centro ocupacional
El hispanista es crítico con el viraje en los contenidos en la Segunda República, que tilda de “oportunista” para agradar al nuevo gobierno. “Desde luego, la Editorial Castro tardó poco o nada en darse por enterada de tal cambio y en acompañarlo de manera casi militante”, considera. En 1936 estalló la Guerra Civil y la producción quedó paralizada, dejando al Palacio de la Novela a merced de la suerte. Después del conflicto y con la victoria del bando sublevado, la compañía trasladó su centro de operaciones a Madrid. El que fue su proyecto estrella se quedó en Carabanchel Bajo y pasó por diferentes usos; el más reciente, cuando se convirtió en el centro ocupacional Magerit.
Lejos quedaron los días entre libros y escritores. El edificio comenzó a utilizarse para atender a personas con alguna discapacidad intelectual, pero la actividad fue suspendida en 2011 por orden del Gobierno regional, capitaneado entonces por Esperanza Aguirre. La Consejería de Asuntos Sociales, de la que dependía del espacio, alegó una serie de deficiencias estructurales en ese y otros dos centros que suponían un problema de seguridad para usuarios y trabajadores, a quienes mandó a trasladar a otros puntos de la red de atención social pese al rechazo que obtuvo la medida, con encierros en señal de protesta dentro del propio Magerit.
Pero poco pudieron hacer. Al final, los tres centros cuya seguridad había sido puesta en entredicho terminaron cerrándose y sus usuarios, unos 300 en total, fueron desplazados a otros puntos ocupacionales de la red municipal. En 2012, la presión para reabrir el centro volvió a las calles y hubo una concentración en marzo junto a la Plaza de Oporto, centro neurálgico de la zona. Un centenar de personas denunciaron conjuntamente que el edificio siguiera cerrado y advirtieron de la “poca información” que se sabía respecto a actuaciones o planes para recuperarlo.
Al año siguiente, un juez avaló la actuación de Aguirre y determinó que la Comunidad de Madrid hizo bien en desalojarlos. El Juzgado de lo Contencioso-Administrativo número 33 de Madrid reconoció las “deficiencias” en la infraestructura, y también que estas suponían un problema para la “seguridad” de las personas. No se pronunció sobre la forma en que se manejó la situación, un asunto que consideró fuera de lo que analizaba el recurso. “Fue un cierre inexplicable. Lo justificaron en unos daños cuya gravedad nadie ha demostrado ni tampoco se ha reparado después de la clausura. Desde el exterior podías ver grietas superficiales, pero cuesta creer que esté en estado de ruina y nadie lo haya atajado aún”, reflexionan desde el portal especializado Karabanchel.com, que recoge historias del distrito a lo largo de los años.
Hasta 2015 no volvieron a oírse intentos de reactivar el espacio. Una plataforma vinculada al antiguo Magerit recuperó el debate y pidió su reapertura, afirmando que el “estado de ruina” no era tal y, por lo tanto, esto no era un impedimento para traer de vuelta la actividad. Además, deslizaron que el cierre por esta causa vino bien a un acuerdo sellado entre el Gobierno de Esperanza Aguirre y la Universidad de Nueva York para ceder a estos últimos una parte de la finca de Vista Alegre, en el barrio que alberga los tres recintos cerrados de golpe.
El antes y el después: en la imagen superior, el Palacio de la Novela; debajo, una fotografía actual del edificio tomada este verano
La plataforma señaló a la expresidenta y a otros dos cargos de su Ejecutivo como responsables: la entonces consejera de Asuntos Sociales, Engracia Hidalgo, hoy responsable de Economía y Hacienda en el Ayuntamiento de Madrid; y Américo Puente, que estaba al frente del Servicio Regional de Bienestar Social que determinó el cierre de los tres centros en 48 horas. Pero han pasado diez años desde entonces y el centro sigue cerrado. Este mismo verano volvió a los focos, aunque por una razón muy distinta: se había convertido en un foco de ratas.
Los vecinos de Oporto enviaron varios avisos a Madrid Salud, el órgano municipal que vela por las políticas de salud pública, ante la presencia de roedores de gran tamaño merodeando por la zona. Cuando las autoridades se pusieron a investigar, detectaron que una de las madrigueras provenía del antiguo Palacio de la Novela. La otra, precisamente, se advirtió en el mítico palacete en ruinas de General Ricardos, abandonado desde hace más de tres décadas. Las ratas no solo surgían de estos dos edificios, según Madrid Salud: la suciedad del barrio y las aglomeraciones en la plaza de Oporto también influyen en su aparición.
El distrito de Carabanchel trata de resignificarse como casa de los artistas en Madrid. En los últimos años, la Junta Municipal dirigida por Carlos Izquierdo ha impulsado actividades o proyectos asociados a distintas ramas del arte: pintura, escultura, arquitectura, música, danza, fotografía, cine, teatro, diseño y también literatura. Sin embargo, el antiguo Palacio de la Novela no encuentra forma de resucitar su viejo edificio, ni siquiera con este nuevo boom. Eso sí, las ratas en el interior comienzan a desaparecer.
Imagen del interior del antiguo Magerit, abierto después de fumigar
Esta semana, los vecinos de Oporto comenzaron a ver abiertas por primera vez en años las puertas del Magerit. De ella entraban y salían operarios protegidos con máscaras respiratorias. Uno de ellos explicó el martes a Somos Madrid que terminaban de recoger la mugre y los cadáveres de roedores: el viernes previo fumigaron después de ser contratados para ello por la administración. En el lugar que un día albergó la sede de la Editorial Castro ahora yacen ratas, pero eso no ha borrado su historia. Uno de los personajes más misteriosos de Zafón en la saga literaria de El cementerio de los libros olvidados, Julián Carax, lo definía así: “Existimos mientras alguien nos recuerda”.