Los incendios de agosto también baten récords de altitud: el fuego amenaza con asaltar el ‘polvorín’ de las montañas

Los incendios de agosto también baten récords de altitud: el fuego amenaza con asaltar el ‘polvorín’ de las montañas

Los fuegos del verano han llegado a altitudes que se consideraban protegidas, un veloz ascenso que nos conduce a un escenario de pesadilla: explora en 3D las cumbres quemadas en 2025 y otras campañas

El ‘día después’ de los megaincendios: tenemos tres meses por delante para evitar las peores consecuencias

Los fuegos del mes de agosto no solo han sido los más voraces de la historia, sino que han batido el récord de hectáreas quemadas por encima de los 1.500 metros de altitud. En las últimas dos décadas, nunca se había quemado tanto terreno en cotas tan altas como en 2025, lo que nos acerca a un escenario crítico: la posibilidad de que el fuego penetre sin control en los grandes reservorios de masa forestal de las montañas.

Los expertos avisan de que este ascenso, propiciado por el cambio climático, puede hacer que los incendios de este año se queden pequeños en comparación con lo que puede suceder en el futuro si se adentra más en zonas como los Picos de Europa o atacan en el entorno de los Pirineos.

El catedrático de la Universidad de León Fernando Castedo y su estudiante de doctorado Erika García Lima han sido los primeros en recopilar los datos de la ascensión del fuego de este año. “La principal diferencia que hemos visto es que muchos de estos incendios han ocurrido en zonas montañosas”, explica Castedo a elDiario.es. “Estamos hablando en muchos casos de más de 1.500 metros de altitud, que son zonas menos golpeadas habitualmente por el fuego porque hay más humedad y menos temperatura”.

En concreto, 6 de los 13 incendios en Castilla y León tienen una altitud media quemada superior a los 1.600 metros, y en cuatro de ellos se han quemado zonas a altitudes superiores a 2.000 metros. Pero si ampliamos el marco geográfico, vemos que en el resto del noroeste peninsular hay otras zonas altas que han ardido: el fuego que se adentró en los Picos de Europa afectó a refugios y rutas situadas por encima de los 2.000 metros, como el de Collado Jermoso (2.064 m) y en Galicia ha ardido Peña Trevinca (2.127 m), la cumbre más alta de esta comunidad autónoma.

“Lo que es extraño es que tengamos estos grandes incendios, de más de 500 hectáreas, en estas altitudes de 1.500-2.000 metros”, incide Castedo. “El cambio climático nos está llevando a que haya condiciones de sequedad, incluso para estas zonas en las que típicamente no se daban estas circunstancias en la vegetación. Los incendios están ascendiendo en altitud”.

Una circunstancia histórica

Cuando revisamos el registro histórico y ampliamos el marco a toda España, nos encontramos con que en los últimos 20 años se han registrado 38 grandes incendios forestales a gran altitud por encima de los 1.500 metros de media.

En el siguiente mapa puedes ver todos los grandes incendios forestales (de más de 500 hectáreas) y la altitud máxima de las zonas calcinadas en cada fuego. Los datos provienen del análisis de 674 grandes incendios forestales identificados por el Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS) entre 2003 y 2025 cruzado con el Modelo Digital de Tereno (MDT) del Instituto Geográfico Nacional (IGN). La barra en la parte superior del gráfico permite cambiar de año para ver la evolución histórica. Y puedes ampliar la información de cada fuego:

Fuente:
Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS), Modelo Digital de Tereno (MDT) del Instituto Geográfico Nacional (IGN)

De los cinco que más superficie han quemado, cuatro fueron en 2025: el de A Veiga en Ourense (28.000 hectáreas a 1.650 metros de altitud), el incendio de León de los Picos de Europa (19.000 hectáreas a 1.607 metros en promedio), Murias de Paredes en León (5.800 hectáreas a 1.616m) y Villablino en León (4.300 hectáreas a 1.634m).

Aunque la altitud mediana de los incendios no ha variado especialmente en dos décadas, la clave está en la superficie calcinada. Es decir, en 20 años no ha habido incendios tan grandes quemando masas forestales a gran altitud como los que ha habido este año.

Además, muchos de los incendios alcanzaron a quemar cotas por encima de los 2.000 metros: de los diez incendios más grandes en los que las llamas llegaron a esa altitud desde 2003, seis se han registrado en 2025. Además de los cuatro nombrados anteriormente, están el de Yeres (León) y el de Jarilla (Cáceres) que llegaron a quemar zonas por encima de los 2.000 metros de altitud. Con datos de los últimos 20 años, nunca en España se habían quemado tantas hectáreas en grandes incendios forestales a gran altitud como en 2025.

A las puertas del “polvorín”

Para Víctor Resco de Dios, profesor de incendios forestales y cambio global de la Universitat de Lleida, lo ocurrido este verano en el noroeste peninsular muestra que se están cumpliendo las previsiones que los especialistas vienen haciendo desde hace años. “Los datos nos indicaban que el cinturón de los incendios iba a ir ganando altitud, así que no sorprenden”, asegura.

Estamos hablando en muchos casos de más de 1.500 metros de altitud, que son zonas menos golpeadas habitualmente por el fuego porque hay más humedad y menos temperatura

Fernando Castedo
Catedrático de la Universidad de León

A escala global, los datos son contundentes: el área quemada en zonas de alta montaña se triplicó entre 2001-2021. En España, otros trabajos muestran que el Índice Meteorológico de Incendios (FWI), un indicador del riesgo, aumenta en las zonas de mayor altitud de la península, sobre todo en el Sistema Ibérico. “Lo habíamos visto también en la evidencia paleobotánica, que muestra cómo la alta montaña arde en los periodos más cálidos y no está siempre a salvo de los incendios”, dice Resco de Dios.

El especialista y su equipo han cuantificado recientemente cuánta sequía y calor son necesarios para acabar con el “margen de seguridad” de temperatura y humedad que protege a los Pirineos. “Y la respuesta no es muy alentadora”, señala. “En general, los bosques pirenaicos podrían estar al borde de un cambio importante y los megaincendios podrían alcanzarlos con un aumento de la temperatura del aire de tan solo 3ºC (30 a 33°C), lo cual se encuentra dentro de los aumentos proyectados en este escenario de cambio climático”. Y, al paso que vamos, esto puede pasar en la próxima década o adelantarse a la temporada que viene.

“A esto nos enfrentamos”

Durante el VIII Congreso Forestal Español, celebrado en 2022, el inspector jefe del Grupo de Apoyo de Actuaciones Forestales de los Bomberos de Catalunya (GRAF), Marc Castellnou, lanzó una llamada de auxilio a sus compañeros ante una situación que está a punto de generar la “tormenta perfecta” en las zonas boscosas del Pirineo. “Si la noche del 17 a 18 de junio no llegamos a cerrar el incendio de Lladurs (Lleida), habríamos tenido que decretar un perímetro de contención de 106.000 hectáreas”, relataba. “Porque no había capacidad de extinción. Esto es a lo que nos enfrentamos, esta es la realidad”.

En una simulación realizada por los bomberos forestales de Catalunya de qué sucedería en la zona de los Pirineos si se producen las condiciones que se prevén con el cambio climático de aquí a diez años, el resultado indicaba que el fuego podía arrasar más de un millón y medio de hectáreas de bosque en menos de cuatro días.

“El efecto del cambio climático sobre los incendios en ecosistemas de alta montaña ya está aquí”, recalca Resco de Dios. “Y esas zonas son un polvorín, porque acumulan mucha biomasa, con bosques muy frondosos donde podemos esperar unos incendios absolutamente devastadores”, advierte. “Debemos prepararnos para una mayor frecuencia de estos eventos de sexta generación en este tipo de bosques”.

Esas zonas de montaña son un polvorín, con bosques muy frondosos donde podemos esperar unos incendios absolutamente devastadores

Víctor Resco de Dios
Profesor de incendios forestales y cambio global de Universitat de Lleida

Un aspecto asociado a este avance del fuego hacia cotas más altas es que afectará a especies de árboles menos adaptadas a las llamas. “Lo hemos visto en estos incendios del verano en Castilla y León”, señala Fernando Castedo. “En el incendio de reserva que afectó al Parque Natural de la Montaña Palentina abundan especies frondosas, como el haya, el roble albar (Quercus petraea), y en los incendios de Villablino, Murias de Paredes o Páramo de Sil también hay especies de montaña, como abedul y pino silvestre, y Las Médulas es zona de castaños”. A diferencia de los matorrales o especies resistentes como el pino carrasco, estas especies son muy vulnerables frente a incendios.

De las 350.000 hectáreas que, a la fecha de realizar esta información, han arrasado 60 incendios en 2025, la mitad se han quemado en zonas por encima de los 1.000 metros de altitud. Si ampliamos a encima de los 1.500 metros, los incendios han arrasado 66.800 hectáreas. En los veinte años anteriores, nunca se superaron las 15.000 hectáreas quemadas a esa altitud. Por el contrario, en las áreas quemadas por debajo de los 1.000 metros en grandes incendios forestales estamos por debajo de las cifras de años anteriores, tal y como se ve en el siguiente gráfico:

“Es altamente probable que veamos incendios cada vez más recurrentes en bosques que están menos acostumbrados a los incendios”, confirma Andrea Duane, investigadora de la Universidad California Davis (UCD). “Y esto también se ha visto en California, en zonas subalpinas que serían equivalentes a las del Prepirineo, por hacer un símil con la península”. La especialista recuerda que estas especies de árboles no adaptadas al fuego se recuperan peor y quedarán grandes áreas sin un estrato arbóreo durante mucho tiempo. “Esto puede ser un gran desafío a nivel ecológico y una nueva amenaza para algunos de nuestros bosques de mayor valor”, sentencia.

Esto puede ser un gran desafío a nivel ecológico y una nueva amenaza para algunos de nuestros bosques de mayor valor

Andrea Duane
Investigadora de la Universidad California Davis (UCD)

En general, muchos expertos coinciden en que las políticas de no intervención en las zonas protegidas han dejado un reservorio que, en condiciones de cambio climático y ante la falta de gestión, convierte a las zonas de montaña en una bomba de relojería. “El cambio climático nos va a poner un espejo dramático sobre la situación en la que están nuestros bosques, adquiriendo cada vez cotas más altas”, advierte Marta Corella, vicedecana del Colegio de Ingenieros Forestales.

En opinión de la experta, el origen se remonta al momento en que las cabeceras de las cuencas hidrográficas dejaron de estar en manos del Estado y pasaron a las comunidades autónomas, en los años 80. “La administración autonómica estaba más cómoda sin hacer nada y se ha preparado la situación perfecta para que suceda lo que ha sucedido, que no ha sido más que la puesta en escena a través del cambio climático de un escenario muy vulnerable”.