Una receta para salvar lo que queda del humanismo europeo de las fauces del fascismo

Una receta para salvar lo que queda del humanismo europeo de las fauces del fascismo

El pensador Rob Riemen defiende en su último libro, ‘La palabra que vence a la muerte’, que la cultura y la razón son, como en otras etapas del pasado, instrumentos para combatir la oleada totalitaria

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George Steiner decía que leer a Rob Riemen (Países Bajos,1962) es experimentar tanto angustia como esperanza. Probablemente es así porque el filósofo neerlandés describe, analiza y da respuestas a aquellos que todavía creen en una civilización en la que el humanismo sobreviva a la barbarie. De ahí el título de su último libro, ‘La palabra que vence a la muerte’ (Taurus y Arcàdia, en catalán), como reivindicación y bandera de esperanza de unos valores capaces de combatir la intolerancia que, de nuevo, adopta la forma del fascismo.

El autor lo denomina así porque considera que fascismo es una definición más correcta que otras también habituales, ya sea populismo, derecha radical o derecha alternativa. Con un nombre u otro, Riemen defiende que la cultura, las palabras y la razón son instrumentos imprescindibles para hacerle frente. O al menos para intentarlo.

El director del Nexus Instituut, situado en Tilburg, se vale de cuatro historias con cuatro protagonistas cuyas vidas ejemplifican en otros periodos esa misma reivindicación del humanismo: Thomas Mann, Janusz Korczak, Antoine de Saint-Exupéry y George Orwell.

Riemen describe los últimos días del autor de ‘La montaña mágica’ (1924) para transmitir sus pensamientos sobre el ser humano y la oposición a cualquier tipo de fanatismo: “Es una actitud en la vida, un estado de ánimo que anhela la justicia y la libertad, conoce la cortesía del corazón y la duda que permite encontrar la verdad. No busca las discrepancias, sino el punto medio entre el mundo y el espíritu, la comunidad y el individuo, la democracia y la aristocracia, la razón y la fe”. Mann fue un defensor de la República de Weimar, últimamente tan citada porque hay quien compara la Europa actual y los riesgos que afronta con esa etapa y también con su fracaso.

El escritor alemán reflexionó a lo largo de su vida sobre el papel de la democracia. Riemen recuerda que para él era un sinónimo de razón, humanismo, literatura, política, racionalismo y materialismo. En otro de sus libros, ‘Consideraciones de un apolítico’ (1918), un ensayo menos conocido y más controvertido que la novela ambientada en el sanatorio de tuberculosos en los Alpes, Mann señala los que, en su opinión, son los peligros que amenazan a una sociedad democrática. Entre ellos apunta al riesgo de que reinen el dinero y la corrupción y todo gire alrededor del materialismo y las luchas de poder. “O el peligro de los medios de comunicación que atrapan al público con una combinación de estupidez y chabacanería”, escribió un siglo antes de que los algoritmos se convirtiesen en un buen motivo para darle la razón. Mann y también Riemen citan a Goethe para recordar su definición de civilización, un ejercicio permanente de respeto, tanto por el prójimo como también por nuestra propia dignidad. Suena actual porque lo es.

Janusz Korczak, un maestro que acompañó a sus huérfanos hasta los trenes de Treblinka sin abandonarlos y Antoine de Saint-Exupéry, autor de ‘El Principito’ (1943), permiten al filósofo neerlandés teorizar sobre cómo en medio del horror se puede optar por la compasión. Saint-Exupéry consideró que Europa se había transformado en un “desierto espiritual” en el que solo podían subsistir los “regímenes sanguinarios” que no quieren saber nada de la libertad, la verdad ni la dignidad. Ya entonces, el escritor francés expresó su frustración con Estados Unidos, la que presume de ser la democracia más poderosa del mundo.

De todas las lecciones que transmitió a partir del protagonista de su celebrado libro, además de la más famosa de que lo esencial es invisible a los ojos, el aviador y escritor francés aporta otras sobre la verdad, la amistad o la lealtad. Y una incómoda pero muy pertinente también en estos tiempos: es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que a los otros. “Si consigues juzgarte rectamente es que eres un verdadero sabio”, concluye.

No es la primera vez que Riemen, hijo de un sindicalista y que merece el título de intelectual de referencia que otros lucen sin tantas credenciales como él, reivindica el humanismo europeo. De hecho, Nexus, la fundación que impulsó hace más de tres décadas, es referencia en este ámbito del pensamiento. Como en otras ocasiones recurre también, aunque sea de pasada, a Sócrates, Kant, Nietzsche o Freud para defender los valores atemporales de la cultura europea. Atemporales y universales.

Por ejemplo, cuando Sócrates dice que se trata de saber cómo tenemos que vivir, la respuesta del humanismo europeo, según resume el autor, es “la nobleza de espíritu”. Dicho así puede parecer muy etéreo aunque traducido sería algo parecido a superar los temores e impulsos para priorizar la verdad y la justicia. De Freud, a quien define como un maestro en el arte de decirle verdades incómodas a la gente, destaca que se dio cuenta de que las distopías se vuelven realidad por la sencilla razón de que la gente quiere que se hagan realidad. “Son muchos los que acogen sin problemas el espíritu del fascismo, porque se corresponde mejor con los miedos y deseos que sienten”, se lamenta Riemen.

Si las civilizaciones somos mortales, como defendió Paul Valéry en una carta escrita en 1919, cinco años después de que estallase la primera Guerra Mundial, es posible que ahora la nuestra esté en riesgo. Pero si algo puede ayudar a salvarla es el combate contra la estupidez. Por eso necesitamos pensadores como Riemen y libros como este.

** ‘La palabra que vence a la muerte’ llega el martes 2 de septiembre a las librerías.