
Lourdes Verdeja, presidenta de Tolerancia 0 al Bullying: «La falta de vigilancia hace que los procesos de acoso escolar no se resuelvan»
«A veces se omite en los centros educativos que ha habido un conflicto y los padres se encuentran con la gran sorpresa de que sus hijos son acosadores cuando llegan denuncias», admite esta experta
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Lourdes Verdeja (Torrelavega, 1978) lleva desde 2017 al frente de Tolerancia 0 al Bullying, asociación que ella misma fundó para apoyar y ofrecer acompañamiento a familias afectadas por acoso escolar. A las puertas del inicio de un nuevo curso, esta experta señala “el acoso invisible que sufren en silencio muchos menores” como el principal problema a abordar, puesto que el 15% de casos que apuntan los datos oficiales suponen solo “la punta del iceberg”. “Banalizamos la violencia como algo normal y no lo es. Los chavales se maltratan y tenemos que ser nosotros, los adultos, los que lo corrijamos”, subraya.
Empezamos un nuevo curso escolar con un 15% del alumnado afectado por acoso, según cifras oficiales. ¿Qué lectura hace la asociación de este dato?
Lo que vemos es la punta del iceberg. Es lo que nos llega a nosotros, pero hay muchos niños que sufren en silencio y que realmente no se atreven, no pueden, no son capaces de verbalizar.
¿Y cómo se detecta ese acoso invisible, ese maltrato que no se ve y que no deja marcas físicas?
Observando desde la distancia, no minimizando los problemas que tienen los menores. Tampoco hay que agrandarlos, pero no minimizarlos. Cuando hay un conflicto hay que estar en alerta para saber qué es lo que sucede. Hay conflictos que los propios menores no saben resolver.
¿Cree que desde una parte de las familias o de la comunidad educativa todavía se considera que ese tipo de situaciones, más que acoso, son “cosas de críos” y no se afrontan adecuadamente?
Se sigue diciendo que son cosas de niños que se tienen que resolver entre ellos. Se justifica constantemente que un niño pueda insultar o empujar a otro. Si es algo puntual podríamos intentar encajarlo, pero es que no deberíamos ni de aceptarlo.
Y en ese contexto, ¿cree que hay una cultura del silencio en torno a esta situación?
Sí, banalizamos la violencia como algo normal y no lo es. Los chavales se maltratan y tenemos que ser nosotros, los adultos, los que lo corrijamos, y eso no se hace, desde las familias hasta los mismos centros. La diferencia es que en los centros educativos no estamos los padres. No nos sentamos en una silla allí para controlar a nuestros hijos. Y, además, tiene que haber comunicación entre el centro y los padres. A veces se omite que ha habido un conflicto y los padres se encuentran con la gran sorpresa de que sus hijos son acosadores cuando llegan denuncias. Tenemos casos en los que los padres de los agresores no son conscientes de que sus hijos están agrediendo y haciendo lo que hacen dentro de los centros educativos hasta que no hay un problema más serio.
¿Y qué protocolos hay que mejorar para tratar de corregir esas carencias del sistema?
El protocolo es una guía que nos indica cómo tenemos que hacer un procedimiento. Pero es que el papel lo aguanta todo y la realidad es otra. Es decir, el protocolo es una herramienta más, pero la falta de vigilancia es la que hace que los procesos de acoso escolar no se resuelvan. No olvidemos que son niños. Pero mañana u otro día pueden ser maltratadores o maltratadoras.
¿Y cómo se corrige esa circunstancia que denuncia?
Lo tengo muy claro: Cuando hay unas risas en clase tenemos que cortarlas. Cuando hay un insulto, tenemos que pararlo. Tenemos que empezar a ver la violencia como violencia. Ponernos esas gafas de aumento para ver este tipo de situaciones. Y después tomar medidas reeducativas. No puede ser que a los niños se les mande para casa 15 días. ¿De qué le sirve a un niño que ha hecho algo mal que se le castigue 15 días y después de un procedimiento largo? Se le tiene que castigar en el momento. Y si se ha metido con una persona con autismo, pues igual esos 15 días tienen que estar en un centro de autismo haciendo prácticas, o si lo hace con una persona con discapacidad, lo mismo.
Los servicios públicos de salud mental están saturados y hacen falta muchos más profesionales, también en los centros educativos
¿Qué papel juega hoy en día el ciberacoso dentro del bullying? ¿Estamos reaccionando quizá demasiado tarde ante esta amenaza digital?
Llevamos diciéndolo mucho tiempo. No hay que prohibir, hay que educar, y si no lo hacemos, nosotros, los adultos, seremos los responsables de lo que puedan hacer los niños con las redes sociales.
¿Qué perfiles son los más vulnerables o qué situaciones son más frecuentes que otras en el contexto del bullying?
No hay perfiles concretos, pero está claro que las necesidades específicas se centran en un perfil muy vulnerable. El año pasado, por ejemplo, ha habido un aumento tremendo de casos de acoso en niños con autismo.
¿Y qué debería ocurrir a lo largo de este curso que va a empezar para que en junio, cuando termine, podamos decir que hemos dado un paso adelante como sociedad y que se ha avanzado en la lucha contra el bullying?
Necesitamos concienciación y sensibilización. Necesitamos que aquellos que miran para otro lado sean sancionados. Necesitamos reeducación real, no que nos digan que están reeducando cuando no es así. Y necesitamos que haya medidas sancionadoras para quienes no hacen bien su trabajo. Hacen falta cambios reales desde el Gobierno y el Parlamento, a través de una ley que responda realmente al acoso escolar. Hay que ayudar al profesorado y a los directores de los centros educativos en ese aspecto, porque ellos también se ven atados de pies y manos.
Mencionaba a los que miran para otro lado. ¿Cómo podemos involucrar a esos compañeros que son testigos de bullying para que precisamente no se conviertan en cómplices silenciosos?
El problema del acoso escolar viene desde casa, desde una base de educación en empatía, en valores y en una serie de emociones, pero no podemos poner toda la responsabilidad en los menores que observan. Nosotros como adultos muchas veces también miramos para otro lado cuando nos encontramos con un problema de alguien en la calle. Pasamos de largo. ¿Por qué vamos a darle esa responsabilidad a los menores?
Desde su experiencia como presidenta de Tolerancia 0 al Bullying, ¿podría mencionar o relatar algún caso complicado y revelador que ha tenido acompañamiento por parte de la asociación?
Sí, claro que sí. Un menor que ha estado viviendo tres años en un baño. Un menor que vive en su casa recluido porque tiene miedo o fobia a salir a la calle porque le ridiculizaron en su momento y ahora no es capaz de volver a un centro educativo. El acosador no va al psicólogo ni al psiquiatra. Los que van al psicólogo y al psiquiatra son aquellos menores que sufren acoso escolar. Y hay quienes se cortan, se autolesionan, tienen trastornos alimentarios… Los servicios públicos de salud mental están saturados y hacen falta muchos más profesionales, también en los centros educativos. Entiendo que [los docentes] reivindiquen temas económicos, pero lo que no entiendo es que cuando pasan estas cosas miren para otro lado. Hay profesionales muy buenos y otros que deberían dedicarse a otra profesión.