Por qué es importante decirle a los niños que hacen bien las cosas (y en qué medida conviene hacerlo)

Por qué es importante decirle a los niños que hacen bien las cosas (y en qué medida conviene hacerlo)

Elogiar a los hijos puede estimularlos para que hagan algo o repitan una conducta, pero puede ser un arma de doble filo si se utiliza constantemente y no se trabaja con ellos para que confíen en sus capacidades

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Los padres son el espejo en el que se miran sus hijos. Pueden (y deben) ser una buena influencia para los pequeños para que, como recomiendan los profesionales, adquieran una mayor seguridad en sus actos y desarrollen su criterio. Cuidarlos, apoyarlos, mostrar interés por lo que les pasa, escucharlos o dejarles claro que no hay nada malo en errar, además de dirigirse a ellos con comentarios positivos y llenos de amor, puede hacer que sean más responsables, autónomos y comprometidos.

Pero las alabanzas han de usarse en su justa medida, según recomienda en conversación con este medio Teresa Querol Cortés, psicóloga clínica, psicoterapeuta familiar y profesora universitaria. Con los “me gusta” o los “bien hecho” constantes, explica, los menores pueden desarrollar dependencia hacia las consideraciones constantes de los padres sobre ellos y así perder la capacidad de darse valor por sí mismos. La psicóloga añade que de esta forma puede reducirse la motivación para hacer las cosas a no ser que sea a cambio de un refuerzo positivo rápido.

“Es normal que queramos felicitarles, nos sale solo y, a veces, casi automáticamente, pero si eso se traduce en la gasolina de todo lo que construyen, podemos estarlos convirtiendo en ‘buscadores de likes”, asegura. Para Querol resulta indispensable que ellos mismos desarrollen su propia satisfacción por lograr algo y no estén pendientes de si a mamá o a papá les ha gustado.

Querol subraya que en muchas ocasiones vale más remarcar el esfuerzo o preguntar cómo se sienten ellos. “Podemos decir: ‘Se nota que le pusiste cariño, ¿tú cómo lo ves?’. Cambia el foco: de nuestro aplauso a su propio orgullo. Con eso vamos a fabricar una buena autoestima y una buena capacidad de esfuerzo sin necesidad de retener nuestro instinto halagador”. Aclara también que, según la teoría psicológica, el refuerzo mantiene las conductas y se usa, sobre todo, cuando los niños empiezan con un hábito nuevo o necesitan un pequeño empujón, pero que no debe confundirse con estar dando constantemente “palmaditas” en la espalda. “En ese caso harán las cosas solo por el premio o el halago. Entonces, ¿el día que no haya refuerzo qué sucederá?”, cuestiona.

Es normal que queramos felicitarles, nos sale solo y, a veces, casi automáticamente, pero si eso se traduce en la gasolina de todo lo que construyen, podemos estarlos convirtiendo en ‘buscadores de likes

Teresa Querol
psicóloga clínica y terapeuta familiar

Darse valor a sí mismos

La psicóloga Teresa Querol explica que puede haber un equilibrio entre el refuerzo y la motivación a los hijos, y lograr que se valoren por sí mismos. Como expone, la clave se encuentra en el núcleo del refuerzo y en la intención: “No es lo mismo decir ‘eres un genio por recoger tus juguetes’ (elogio centrado en lo que nos gusta a nosotros) que ‘¡qué gusto da ver el suelo despejado! Debes estar orgulloso de cómo ordenaste” (cumplido que reconoce el proceso, le da protagonismo y refuerza su autoevaluación)“, describe. En lugar de dar siempre una opinión los padres, se les puede devolver la pregunta: ”¿Qué piensas de lo que hiciste?“ o ”¿cómo te sientes con eso?“. ”Según su respuesta, se puede ver crecer su autoestima desde dentro, sin depender tanto del refuerzo externo“, apunta.

Para Lola Álvarez-Romano, pedagoga y psicoterapeuta autora de Pero ¿qué te pasa? (2021) y ¿Qué me he perdido? (2024) de Editorial Planeta, la comunicación con los niños tiene que ser, ante todo, congruente con lo que está ocurriendo en cada momento y en cada etapa de su desarrollo. “A medida que los niños crecen vamos modificando el modo de expresarnos de acuerdo con su lenguaje y su nivel de comprensión. Las frases motivadoras o cariñosas siempre son un buen estímulo y eso ocurre a cualquier edad”, identifica.

La pedagoga considera que esas expresiones, utilizadas en el contexto de un aprendizaje, “infunden confianza para que sigan en su proceso; ayudan a consolidar conductas que queremos reforzar, por ejemplo, que recojan su plato de la mesa y trasmiten que estamos atentos a lo que hacen”. Resalta además que es crucial prestar atención a los niños: “Lo que más refuerza la autoestima es saber que estás presente en la mente de otra persona, sobre todo si es tu figura de apego”.

La etapa de desarrollo en la que se encuentren los niños también es clave. Álvarez-Romano apunta que no es lo mismo resaltar que lo están haciendo bien, por ejemplo, cuando se está enseñando al menor a dejar el pañal, donde una vez logrado se puede celebrar; que seguir aplaudiéndolo un año después.

Para esta profesional resulta relevante enseñar a los pequeños que se logran habilidades en diferentes etapas evolutivas. “A veces un hermano menor se queja de que no puede dibujar tan bien como su hermano tres años mayor. Se le puede explicar esas diferencias desde el punto de vista de su desarrollo y recordarles que esas cosas se van igualando con la edad”, apunta. “Decir que lo podrá hacer un poco más adelante es un mensaje realista y constructivo”.

Álvarez-Romano explica que los niños perciben el halago constante y por ello pierde efectividad, y que a medida que se hacen mayores van aprendiendo de quien es honesto con ellos. “Esa opinión será la que deseen utilizar como referencia, más aún, en la adolescencia. De hecho, hay jóvenes que prefieren que sus padres desconozcan sus logros porque creen que sus críticas les estropearán el momento. Me parece lamentable que algunos adultos no tengan tacto ni empatía cuando dan una opinión o expresan su rechazo o decepción en temas académicos o deportivos”, dice.

La psicoterapeuta insiste en no caer en excesos a la hora de halagar porque hay que estar ahí para los hijos con lo que pase. “También es fundamental apoyar a los hijos cuando las cosas no han ido del todo bien, pese a los esfuerzos, esto es, dar valor también al trabajo realizado. Una buena autoestima se construye no solo escuchando piropos, sino sabiendo que te los mereces”, concluye.