Ana Valtierra: «Los grandes historiadores nunca pensaron a las mujeres del mundo clásico como creadoras»

Ana Valtierra: «Los grandes historiadores nunca pensaron a las mujeres del mundo clásico como creadoras»

La historiadora del arte y divulgadora reivindica en su libro ‘Eclipse’ el ignorado papel de las artistas griegas que trabajaban en talleres de cerámica o como maestras

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Relegadas al ámbito doméstico, ignoradas por los historiadores varones desde hace siglos, escondidas tras los nombres de padres o maridos, las artistas de la Grecia clásica —que las hubo y muchas— han llegado hasta hoy ocultas tras un eclipse. Precisamente esta palabra, que significa desaparición o abandono, da título al libro que Ana Valtierra ha escrito para reivindicar la participación de las mujeres en el magnífico arte de la Grecia clásica entre los siglos VIII y I antes de Cristo.

“Es más cómodo”, señala la autora, “sostener que las mujeres eran musas y no maestras, que inspiraban pero no firmaban, que observaban pero no pintaban”. Esta profesora de historia del arte y divulgadora ha dedicado años de investigación a visibilizar a las artistas en el mundo clásico y de hecho su ensayo Eclipse (editorial Espinas) rebate la historiografía tradicional que ha tendido a eclipsar la contribución femenina en la creación artística.

Ana Valtierra (Madrid, 1978) reconoce que resulta más difícil investigar la presencia femenina en la Antigüedad que en periodos más recientes, pero ese reto siempre la estimuló en su trabajo. Digamos que se han recuperado a pintoras del siglo XX como Maruja Mallo o María Blanchard, pero las creadoras de la Grecia clásica siguen en la penumbra. En primer lugar la autora desmonta esa clásica división entre un ámbito doméstico ocupado por las mujeres y los espacios públicos ocupados por los hombres.

“Esa división en Grecia”, afirma tajante esta historiadora, “no se corresponde con la realidad, algo que está más que demostrado. Sin ir más lejos se han hallado herramientas masculinas en los gineceos junto a telares que manejaban sobre todo las mujeres. Estas pruebas avalan que los roles de género eran bastante intercambiables. Por otra parte, las fuentes hablan de las comerciantes y los comerciantes, en otro ejemplo claro de que ambos sexos compartían una misma profesión. Pero una evidencia mayor aparece en las obras de Aristófanes por las que desfilan hortelanas, fruteras o panaderas, todo tipo de oficios ejercidos por mujeres”.

Las investigaciones de Valtierra la han llevado a comprobar asimismo que la creación artística de las mujeres no respondía ni mucho menos al ocio o al capricho de las adineradas, sino que se trataba de profesionales que cobraban por su tarea. Todo ello, a pesar de las muchas prohibiciones y restricciones que sufría el sexo femenino en la Edad antigua.

Los talleres como trabajo en equipo

“Hay que considerar que buena parte de las obras artísticas se elaboraban en unos talleres concebidos como negocio y en los que colaboraba toda la familia, mujeres y niñas incluidas. La creación de vasos de cerámica o de mosaicos a gran escala suponía procesos complejos que exigían de mucha gente”, explica Valtierra.

La historiadora señala que todavía queda mucho por saber sobre el funcionamiento de esos talleres, pero sí está claro que “representaban sin duda un trabajo en equipo”. “Pero incluso la imagen de una mujer en un taller ha sido objeto de debate: no vaya a ser que una mujer en un taller del siglo V antes de Cristo haya pintado algo que terminemos colgando en una vitrina del Louvre”, indica.


Representación de un taller alfarero en la Hidria Caputi, cerámica ática de figuras rojas, siglo V a. C.

Junto a esa presencia indiscutible en los talleres, las artistas de la Grecia clásica desempeñaban un papel básico en lo que se refería al mundo funerario, tan importante en la Antigüedad. Ellas eran las encargadas de lavar y preparar los cadáveres, de organizar los ritos o de participar como plañideras.

Por tanto esa presencia indica que muchos monumentos funerarios, algunos tan famosos y valiosos, como el ánfora del Dípilon, debían llevar la firma de una mujer. Sin embargo, curiosamente esa ánfora de metro y medio de altura y recubierta de preciosos dibujos ornamentales se suele atribuir a un maestro anónimo y no a una maestra. “No hay cerámica más bella y duradera que la griega clásica que tuvo una producción enorme”, agrega la profesora.


Cratera del Dípilon del período Geométrico encontrada en el cementerio del Dípilon (Atenas), 750-735 a. C.

“Los grandes historiadores del mundo clásico en los siglos XIX y XX”, aclara la autora de Eclipse, “como el alemán Joachim Winckelmann o el británico John Beazley, entre otros, nunca pensaron en una mujer como creadora. Como mucho atribuyeron a hijas o esposas sin nombre alguna obra o bien creyeron que toda creación anónima respondía a un varón. Un caso muy llamativo es el de la llamada hija de Butade, una chica que trazó el contorno de su rostro en una pared por motivos amorosos en un origen del retrato. Pues fue su padre quien pasó a la Historia porque realizó el proceso técnico de rellenar aquello con arcilla y endurecerlo”.

El libro Eclipse, un ensayo riguroso con una clara voluntad divulgativa que incluye multitud de ilustraciones y una amplia bibliografía, ahonda en la especialización de Ana Valtierra. Así pues esta doctora en teoría e historia del arte, profesora en la madrileña Universidad Complutense y colaboradora de la cadena SER en temas artísticos está empeñada en romper esa historiografía masculina que tanto ha eclipsado a las creadoras.

En su opinión como docente, “resulta complicado cambiar las mentalidades del alumnado o de la gente aficionada al arte y por ello hay que insistir en la divulgación en colegios, universidades y en los medios de comunicación”. Ana Valtierra sabe bien de lo que habla porque ha colaborado con instituciones prestigiosas como el Museo del Prado o el Thyssen-Bornemisza en nuevas narrativas museológicas.


‘Las Tres Parcas’, Giorgio Ghisi, según Giulio Romano, dibujo, 1558-1559

Fue el historiador romano Plinio el Viejo, fallecido en el 79 d.C, quien escribió un listado de artistas de la Grecia clásica donde figuraban cinco mujeres: Timarete, Irene, Aristarete, Laia y Olimpias. Aunque no se conservan muchas referencias de ellas, tal vez fuera Laia de Cízico la más importante. Nacida en Asia menor, se trasladó a Roma en el siglo I a.C. donde ganó celebridad por la rapidez y calidad con la que pintaba en tabla o grababa en marfil. Independiente y soltera, dominadora de una técnica sofisticada, pintó su autorretrato con la ayuda de un espejo con la voluntad de dejar huella en la posteridad y como acto de autoafirmación.


‘El origen de la pintura’, de Heinrich Eddelien

“No obstante”, comenta Valtierra, “la historiografía tradicional la ha considerado un prodigio irrepetible en un intento de negar el papel de las mujeres en el arte antiguo”. La autora de Eclipse ha volcado buena parte de su carrera académica y profesional en visibilizar a las artistas en el mundo antiguo, una tarea que exige un esfuerzo suplementario, pero también otra mirada. O mejor dicho, una mirada de género.

Por ello, esta historiadora concluye así su libro: “Hace falta reescribir la historia del arte con un poco más de atención hacia aquellas que pintaron pero no firmaron. Porque no hay mayor ficción que una historia del arte sin mujeres y en el mundo griego esta cuestión no fue diferente. Todas las huellas están ahí si uno se molesta en buscarlas, en los textos, en los talleres, en las sombras trazadas en una pared al resplandor de la luna. El reto está en dejar de mirar para otro lado”.