Un radical musical feminista sobre Ann Lee, la líder pionera de una secta en el siglo XVIII, polariza al Festival de Venecia

Un radical musical feminista sobre Ann Lee, la líder pionera de una secta en el siglo XVIII, polariza al Festival de Venecia

Mona Fastvold, guionista de ‘The brutalist’, dirige una película que ensalza la utopía comunista de la pionera protagonizada por Amanda Seyfried y que se recibió con ovaciones y abucheos

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El año pasado, el Festival de Venecia se quedó paralizado tras la proyección de The Brutalist. Aunque era la tercera película de Brady Corbet —las otras dos también se habían presentado en la Mostra—, pocos esperaban la magnitud de su filme, rodado en Vistavisión y 70 milímetros y ambiciosa tanto en lo estético como en lo temático. Aquel sopapo al sueño americano, que terminó siendo uno de los favoritos al Oscar y ganó el León de Plata a la Mejor dirección, estaba escrito por Corbet junto a su pareja, la también directora Mona Fastvold.

La dupla creativa siempre trabaja junto, y los proyectos siempre se escriben a cuatro manos aunque uno de ellos tome la batuta en la dirección. Ambos han regresado al sitio donde comenzó todo, Venecia, para presentar un filme tan ambicioso como el anterior, pero todavía más radical y arriesgado que aquel. Se trata de El testamento de Ann Lee, un musical a contracorriente sobre una de las primeras mujeres líderes de una secta en el siglo XVIII. La Ann Lee del título fundó un grupo conocido como los Shakers, que consideraban que ella era la segunda venida de Jesucristo en la tierra.

La secta se meneaba con movimientos espasmódicos, de ahí su nombre shakers (agitadores) y siguieron a Ann Lee de Reino Unido a América para establecer su nuevo culto, que se basaba en el protestantismo, pero que pedía celibato y que seguía a pie juntillas lo que decía su líder. Lo lógico con semejante material sería haber hecho un clásico filme de época sobre la secta y su líder loca. Pero como siempre cuando se trata de estos creadores, su filme va por otro sentido.

Cuando Fastvold, de familia laica, descubrió los textos de Ann Lee y las publicaciones en torno a ella, descubrió que más allá del aspecto religioso, lo que había intentado y de alguna forma logrado —llegó a tener más de 6000 seguidores—fue crear una comuna basada en la igualdad de sexo y raza, algo que en el siglo XVIII era absolutamente revolucionario. También que habían sido unos pioneros en el diseño de muebles y la arquitectura y que su utopía les había hecho ser proscritos por las autoridades eclesiásticas, que les persiguieron y quiseron expulsar de unas tierras que habían colonizado y evangelizado según su doctrina.


Mona Fastvold y Amanda Seyfried presentan ‘El testamento de Ann Lee’ en Venecia

También vio que habían creado canciones e himnos propios cuyas letras quedaron escritas, y ahí surgió la gran idea del filme, convertirlo en un atípico y radical musical que da el salto mortal en lo estético, con unas increíbles coreografías espasmódicas y la increíble banda sonora de Daniel Blumberg, también responsable de la banda sonora de The brutalitst. Pero también radical en lo narrativo al decidir empatizar de manera frontal con ella. Para Fastvold aquel acto comunal tenía algo de revolucionario. Rompía las normas de la economía, de la sociedad y hasta la religión, ya que aseguraba que dios era mujer y hombre a la vez, y apostaba por una horizontalidad que no se iba a permitir en un contexto donde el dinero ya era lo más importante.

Como pasaba en The brutalist, el filme no es complaciente con el espectador. Es una película exigente, arriesgada y valiente comandada por una Amanda Seyfried que, a pesar de un acento que va y viene, se entrega en cuerpo y alma en una interpretación que puede romper prejuicios hacia su carrera. Quien crea que va un musical como Mamma mia —también protagonizado por Seyfried— que se dé la vuelta. Ni las canciones quieren romper las listas de éxitos ni las coreografías parecer un flashmob. Aquí los movimientos, los sonidos (muchas veces guturales) son viscerales y hasta incómodos. Sin duda la propuesta más personal y diferente de la sección oficial, lo que se notó en las decenas de personas que abandonaron el pase de prensa y su recibimiento con aplausos fuertes pero también abucheos.

Hacer una película en un negocio dominado por hombres es difícil, pero yo intento crear una cultura diferente en la que se pone en el centro los cuidados y la empatía

Mona Fastvold
Cineasta

Mona Fasvold ha definido su filme como “un relato especulativo” sobre unos textos que le conmovieron porque vio en ellos una búsqueda de “justicia, trascendencia y gracia comunitaria”. Vio en esa “búsqueda radical de una utopía autoconstruida” también una metáfora del acto creativo, que no entiende de otra forma que desde lo común y con el fin de “transformar el mundo”. No ha escondido que la película se posiciona claramente con Ann Lee y que le parecía muy interesante “hablar de mujeres que lideran en este momento”.

“Hacer una película, crear una pieza de arte en un negocio dominado por hombres es difícil, pero yo intento hacer comunidad en el set, crear una cultura diferente en la que se pone en el centro los cuidados y la empatía, y por eso me apeló esta historia”, contó la directora en la rueda de prensa del Festival de Venecia, que también hizo hincapié en que ella era una mujer que buscaba la “igualdad total de hombres y mujeres, de la comunidad negra… y es importante de hablar eso ahora”. Cuando le preguntaron a Fastvold por qué rodarla en 70 milímetros dijo que porque el personaje le merecía y dejó caer que esa pregunta no se la hubieran hecho si el protagonista fuera un hombre.

Brady Corbet explicó cómo deciden qué película dirige cada uno. Cuando uno tiene un proyecto claro embarca al otro en el guion, pero es esa persona quien dirige y nunca se han planteado hacerlo entre ambos, porque “solo puede haber un jefe”. También en este filme han tenido su peleado corte final, y Corbet remarcó que esta comunidad fue pionera en el diseño de muebles y en su arquitectura, algo que se ve en el último tercio del filme, que ha costado menos de 10 millones de dólares. “Como podéis imaginar, vender a un productor un musical sobre los shakers no era lo más fácil”, dijo Corbet que tomó la palabra cuando les preguntaron quien sería una posible Ann Lee del presente no dudó: “Mona Fastvold”.