
El calentamiento global ya juega con ‘las cosas del comer’: las cosechas son ahora una montaña rusa y vienen más curvas
Un estudio muestra las graves fluctuaciones que el aumento de temperatura produce en tres de los cultivos alimentarios más importantes del mundo (el maíz, la soja y el sorgo) y advierte de las crisis alimentarias que se avecinan
Hemeroteca – Europa ya sufre dificultades en el acceso a alimentos por las olas de calor y la sequía
El cambio climático acelerará las pérdidas de cosechas y afectará al rendimiento de tres de los cultivos alimentarios más importantes del mundo: el maíz, la soja y el sorgo, según un nuevo estudio publicado este miércoles en la revista Science Advances. De acuerdo con estos resultados, las pérdidas de cosechas que ocurren una vez por siglo podrían ocurrir cada década.
El trabajo, liderado por investigadores de la Universidad de Columbia Británica (UBC), muestra que las condiciones más cálidas y secas están haciendo que la producción de alimentos sea más volátil, con rendimientos de cultivos que fluctúan con mayor intensidad de un año a otro. Con tan solo dos grados de calentamiento por encima del clima actual, los desastres agrícolas podrían volverse más frecuentes.
Las pérdidas de cosechas de soja, que antes ocurrían una vez cada siglo, ocurrirían cada 25 años. Las pérdidas de maíz pasarían de una vez cada siglo a cada 49 años, y las de sorgo, a cada 54 años. En el peor de los escenarios, si las emisiones siguen aumentando, las plantaciones de soja podrían fracasar cada ocho años en 2100.
Para el ciudadano medio, esto significa que la cesta de la compra diaria se encarecerá, pero en muchos países esta inestabilidad puede traer dificultades económicas y hambre. “Una gran conmoción en un mal año puede suponer una auténtica penuria, especialmente en lugares sin suficiente acceso a seguros de cosechas ni almacenamiento de alimentos”, advierte Jonathan Proctor, profesor de la UBC y autor principal del estudio.
Una gran conmoción en un mal año puede suponer una auténtica penuria, especialmente en lugares sin suficiente acceso a seguros de cosechas ni almacenamiento de alimentos
Algunas de las regiones que corren mayor riesgo también son las menos equipadas para afrontarlo, incluidas partes del África subsahariana, América Central y el sur de Asia. Pero las consecuencias no se limitarán a las regiones de bajos ingresos. En 2012, recuerdan los autores, una sequía y una ola de calor en el Medio Oeste de EEUU provocaron una caída de una quinta parte en la producción de maíz y soja, lo que costó miles de millones a Estados Unidos y generó preocupación en los mercados de todo el mundo. En cuestión de meses, los precios mundiales de los alimentos se dispararon casi un 10%.
Fluctuaciones bruscas
Para entender cómo estas tensiones superpuestas afectan a los cultivos a escala global, los investigadores han combinado registros de cosechas globales con medidas de alta resolución de temperatura y humedad del suelo de estaciones, satélites y modelos climáticos.
Un factor clave es que los dobles golpes por calor y sequía cada vez se presentan más a la vez, afirma Proctor. El calor reseca el suelo. A su vez, la sequedad del suelo agrava las olas de calor al permitir que las temperaturas suban más rápidamente. Y el cambio climático intensifica estos procesos.
Decenas de estudios sobre la producción agrícola apuntan en la misma dirección y ofrecen señales de alarma. En un trabajo publicado recientemente sobre el análisis de la evolución de la humedad del suelo en Europa en los últimos treinta años, por ejemplo, la conclusión es clara: el suelo cada vez tiene menos agua y la sequía agrícola es cada vez más frecuente.
En el caso particular de la soja y el sorgo, la creciente superposición entre el calor y la humedad explica gran parte del aumento de la volatilidad, explican los autores del nuevo estudio en Science Advances. Para fortalecer la resiliencia, instan a invertir urgentemente en variedades de cultivos resistentes al calor y la sequía, mejorar la previsión meteorológica, optimizar la gestión del suelo y fortalecer las redes de seguridad, incluyendo los seguros de cosechas. Pero la solución más fiable es reducir las emisiones que impulsan el calentamiento global, concluyen.
Hacia la escasez global
La pérdida de cosechas cada vez más frecuente es un riesgo real, asegura Rosa Porcel, vicedirectora del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (IBMCP-UPV) que no ha participado en el estudio. “Por eso estamos trabajando gran parte de los biotecnólogos vegetales en esa área”.
Los efectos del cambio climático, señala la experta, pueden crear una gran inseguridad alimentaria, porque estos cultivos afectados son pilares de la dieta humana, pero también animal. “Si se reduce la producción, podría llevar a una escasez de alimentos a nivel global, aumentando los precios y provocando crisis de hambre, especialmente en países en desarrollo que dependen de estos cultivos”.
Si se reduce la producción, podría llevar a una escasez de alimentos a nivel global, aumentando los precios y provocando crisis de hambre
Respecto al aumento del precio, esto afectaría tanto a los consumidores finales como a las industrias que dependen de ellos, como la ganadería (para la alimentación del ganado), la producción de aceites, biocombustibles y otros alimentos procesados.
“La soja y el maíz son los principales componentes del pienso para el ganado”, apunta. “Una producción menor o más cara podría encarecer la carne, los lácteos y los huevos, así que todos los alimentos derivados de la ganadería”. Y, al mismo tiempo, los efectos del cambio climático aumentan la vulnerabilidad de los cultivos a plagas y enfermedades.
Neus Escobar, investigadora en el BC3 e investigadora invitada en el IIASA de Austria, confirma la importancia del maíz, la soja y el sorgo para la seguridad alimentaria en el mundo. El maíz es, junto a la caña de azúcar, el cultivo con mayor producción mundial, y la soja desempeña un papel fundamental para la seguridad alimentaria como fuente importante de proteínas y calorías, apunta. El sorgo es igualmente uno de los cereales más consumidos a nivel mundial y especialmente en algunas partes de África, América Central y Asia meridional.
“Los resultados tienen implicaciones importantes, ya que poder proyectar las variaciones de rendimientos a lo largo de los años y con alta resolución espacial permite asesorar las políticas agrarias futuras y la planificación de stocks de alimentos para asegurar la seguridad alimentaria en periodos de menores rendimientos”, señala Escobar. “Todo ello también permite diseñar acciones de adaptación para el cambio climático en aquellas regiones más sensibles y con menor acceso a los mercados globales de alimentos”.
Los precios que ya suben
Para ver los efectos del cambio climático sobre la cesta de la compra, sin embargo, no hay que esperar a 2100. La situación ya afecta al precio de los alimentos a escala global y, también, local. En España, el ejemplo más claro lo vimos hace unos meses con el aceite de oliva. Las persistentes sequías en las zonas olivareras durante 2022 y 2023 derivaron en dos de las peores cosechas de la historia y en unos precios que, meses después, alcanzaron cotas que no se habían conocido nunca. A principios de 2024, el precio del ‘oro líquido’ llegó a superar los 900 euros por cada 100 kilogramos. Ese era el coste al salir de la almazara, porque en las tiendas de alimentación y supermercados llegó a ser habitual encontrar botellas de un litro de aceite de oliva virgen extra por encima de los 11 o 12 euros, incluso más.
Lo mismo ha ocurrido con otros productos no tan esenciales, a priori, como el café o el chocolate. En cuanto a este último, hace unos meses alcanzó la cotización más alta de su historia por la baja producción en dos de los principales países productores, Ghana y Costa de Marfil. En concreto, el cacao llegó a cotizar a 12.000 euros por tonelada, un precio históricamente alto. Y el motivo, según explicó la Organización Internacional del Cacao, fueron “condiciones climáticas adversas, las enfermedades y las plagas” en los Estados productores de África Occidental.
Algo muy similar ocurre con el café, donde las cosechas han vivido fluctuaciones, bien por la sequía, bien por lluvias extremas, sobre todo, en Vietnam y Brasil. Y no hay perspectiva de que los precios bajen en el corto y medio plazo. Así lo han reconocido multinacionales como Nestlé. De hecho, esta subida de cotizaciones está cambiando todo el mapa de multinacionales, porque asumen que puede ir para largo. Hace unos días, la multinacional estadounidense dueña de Dr Pepper lanzó una oferta de adquisición para hacerse con el control de marcas europeas como Saimaza o Marcilla y, así, conseguir ahorros en su operativa.