
El cambio climático es el mayor pirómano: revelan que hizo 40 veces más probables los megaincendios del verano
Un nuevo estudio atribuye los voraces incendios de agosto en el noroeste de la península al calentamiento global, que también hizo que la ola de calor de diez días fuera 200 veces más probable y 3°C más calurosa
El ‘día después’ de los megaincendios: tenemos tres meses por delante para evitar las peores consecuencias
El cambio climático provocado por el ser humano hizo que las condiciones de calor, sequedad y viento que alimentaron los incendios forestales de este verano en España y Portugal fueran hasta 40 veces más probables. Y no solo eso: el calentamiento hizo que la ola de calor de diez días fuera 200 veces más probable y 3°C más calurosa.
Es el resultado de un estudio urgente elaborado por el grupo científico internacional World Weather Attribution (WWA), que analiza los vínculos entre el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos. Los autores analizaron datos meteorológicos utilizando métodos revisados por pares para comparar cómo han cambiado este tipo de fenómenos entre el clima actual, con un calentamiento global de aproximadamente 1,3 °C, y el clima preindustrial, más frío.
Para entender el grado de excepcionalidad, los autores indican que en el clima actual se espera que las temperaturas máximas de 10 días tan altas como las registradas durante el período más caluroso, que coincidió con los incendios, se produzcan aproximadamente una vez cada 13 años. Antes de que los seres humanos calentaran la atmósfera, temperaturas tan altas habrían sido extremadamente raras, y solo se habrían esperado menos de una vez cada 2.500 años.
La extinción, desbordada
Los autores destacan que los incendios simultáneos en toda Europa están desbordando los recursos de extinción así como la importancia de controlar la vegetación en las zonas afectadas por los incendios forestales. “Europa seguirá experimentando incendios más intensos y este año, por primera vez desde que se tiene registro, los incendios forestales han quemado más de un millón de hectáreas en todo el continente”, ha destacado Theodore Keeping, investigador del Imperial College y coautor del estudio, en un encuentro con periodistas.
“España ha sufrido su peor temporada de incendios en 30 años”, ha recordado Maja Vahlberg, coautora y miembro del Centro Climático de la Cruz Roja y la Media Luna Roja. “Comunidades enteras en Galicia, el norte de Portugal y Castilla y León fueron desarraigadas, y tesoros culturales y ecológicos, como los hábitats de los osos pardos en peligro de extinción, quedaron marcados. Los costos se extenderán mucho más allá de este verano”.
El factor humano
David García, coautor e investigador de la Universidad de Alicante, recalca que la opinión pública en España se ha centrado en el problema del declive de las actividades rurales, con el consiguiente crecimiento de la vegetación que ha alimentado los incendios. “Sin embargo, se ha hablado mucho menos del efecto del cambio climático en estos incendios, que, como se ha demostrado, ha sido inmenso”, asegura.
Se ha hablado mucho del declive de las actividades rurales y mucho menos del efecto del cambio climático, que ha sido inmenso
“El comportamiento humano también tiene un impacto realmente significativo sobre si el fuego puede encenderse o no”, admite Keeping. “Pero el efecto de temperaturas más cálidas conlleva que el comportamiento real del fuego que ocurriría en un grupo específico de árboles es mucho más intenso de lo que hubiera sido anteriormente sin ese cambio climático y, por lo tanto, es más difícil de extinguir y es más probable que salte los cortafuegos, por ejemplo”. Y todo esto se agrava, añade, por el hecho de que las temporadas de incendios empiezan antes y terminan más tarde.
La crisis climática llega a toda España
Diferencia, en grados (ºC), de la media de las temperaturas máximas de 1 ene. a 31 ene. de cada año respecto a
la
media de ese periodo entre 1981-2010
Sobre la existencia de incendios provocados, los expertos recalcan que para el panorama general no importa qué produjo el fuego. “El enfoque de este estudio es el clima, y las condiciones que vimos lo hacen mucho más probable, ya sea por un incendio provocado o también por cables eléctricos o un rayo”, indice Keeping. En otras palabras, a la hora de analizar el factor humano, es más importante mirar a las emisiones que no detenemos que al porcentaje de incendios causados intencional o accidentalmente por personas.
Aunque se basa en observaciones meteorológicas, y no modelos climáticos, los autores defienden que el resultado es muy robusto. “En este caso, dado que ya habíamos iniciado un estudio de atribución completo sobre los incendios forestales en Grecia, Turquía y Chipre, tomamos la decisión de producir un informe más breve”, señala Keeping. “Sin embargo, las tendencias que informamos son completamente consistentes con los hallazgos de nuestro reciente estudio sobre los incendios forestales en Grecia, Turquía y Chipre, y también están respaldados por los hallazgos de otra literatura publicada que se centra en los incendios en la región”.
Reducir su vulnerabilidad
Ernesto Rodríguez Camino, meteorólogo y presidente de la Asociación Meteorológica Española (AME), coincide en que las conclusiones están en línea con estudios similares en la cuenca mediterránea. “El origen último de la mayor frecuencia e intensidad de este tipo de incendios hay que atribuirlo a las emisiones crecientes de gases de efecto invernadero causadas principalmente por el uso generalizado de combustibles fósiles”, explica al SMC. “Las sociedades, además de contribuir a reducir las emisiones, deben reducir su vulnerabilidad preparándose para afrontar este tipo de eventos que serán cada vez más frecuentes e intensos”.
“El análisis de datos es claro y concuerda con la mejor evidencia científica”, coincide Gustavo Saiz, científico titular del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria INIA-CSIC. “Hemos cambiado el clima, lo que combinado con acumulación de combustible vegetal en nuestros montes (fruto del abandono rural) hace que la ocurrencia de incendios cada vez más devastadores sea ya una realidad”.
En su opinión, comenta al SMC, este informe evidencia que “las administraciones requieren implementar de forma urgente inversiones significativas en políticas de prevención y adaptación, para al menos, minimizar los efectos de los grandes incendios que están por venir debido a las condiciones climáticas y ambientales que entre todos hemos generado”.
Para María José Sanz, directora del Centro Vasco de Investigación sobre Cambio Climático (BC3) es un estudio muy rápido que se limita a relacionar los fuegos con estos cambios de las condiciones, pero la situación es más compleja, porque hay otras áreas con cambios y anomalías mayores en donde no se han producido estos incendios. En cualquier caso, asegura, “estos ejercicios son útiles para reforzar que tenemos una emergencia climática y los mensajes de la reciente evaluación del IPCC con evidencias ya materializadas”.
Vanessa Castán Broto, catedrática de Urbanismo Climático en la Universidad de Sheffield, recuerda que el aumento del riesgo no solo depende de la probabilidad del peligro y la exposición a olas de calor y condiciones de sequía, sino también de la vulnerabilidad de los ecosistemas y las poblaciones humanas. “Una evaluación exhaustiva de estas vulnerabilidades requiere un profundo conocimiento de la historia socioecológica de las zonas afectadas, algo que excede el alcance de este informe, pero que es necesario para los futuros esfuerzos de gestión”, señala.