
La culpa es de las madres
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Hola,
Las palabras nos ayudan a entender lo que vivimos. Por eso, hay términos que, de repente, se sienten como una lámpara: al final se nos ilumina lo que pensábamos que no era nada, o que solo vivíamos nosotras, lo que no entendíamos como algo sistémico… o lo que sabíamos que estaba ahí pero no validábamos.
En este videíto explicaba uno de esos términos que se ha puesto de moda en los últimos meses: ‘mankeeping’, esto es, todas las tareas sociales y emocionales con las que las mujeres solemos cargar en nuestras relaciones afectivas con los hombres. El concepto es heredero de otro, el de trabajo emocional, acuñado en los 80 por la socióloga Arlie R.Hochschild. Ella es autora de un libro de referencia para entender el conflicto económico y de género del reparto del empleo y los cuidados: ‘La doble jornada’ (en España está publicado por Capitán Swing).
El origen del problema está en la socialización: las mujeres somos socializadas en el mantenimiento del bienestar y los vínculos, en proveer cuidados y afectos; los hombres lo son para estar más centrados en sí mismos y para la parte de la vida que se entiende como productiva. La sexóloga y terapeuta de pareja Marta García Peris me decía para este reportaje: “Nosotras estamos educadas más en la emoción. Ellos, cuando sacamos por ejemplo temas importantes, lo viven más como un marrón que les toca. Al final es una posición cómoda: si no lo saca nadie no hay que hablarlo ni tienen que afrontarlo, y si lo saca alguien no van a ser ellos”, apunta.
Voy a unir esto con uno de los mensajes que recibí la semana pasada como respuesta al boletín (gracias, siempre, por escribirme y compartir impresiones e ideas). Me decía un lector como respuesta a esto de ‘vivir con los hombres’ que creía que parte de esta situación se debía a la manera en la que las madres crían a sus hijos. Al leerlo me revolví, lo reconozco, porque es un viejo argumento muy perverso. Primero, porque de esta socialización no nos libramos nadie, y a las mujeres también se nos asigna la ‘vigilancia’ de género. ¿Qué era para nuestras abuelas ser una buena madre? Probablemente encarnar su papel de ama de casa e inculcar a sus hijos los valores dominantes.
Y segundo: ¿dónde estaban los padres? Porque la educación que recibimos en casa es fruto de la presencia y también de las ausencias. ¿Qué hacían esos padres?, ¿qué ideas y valores inculcaban ellos o simplemente no se hacían cargo de esa parte del trabajo (emocional) y la responsabilidad recaía exclusivamente sobre ellas?
Además, como dice la escritora argentina Flor Freijo, nadie se cría solo. Ojalá (o no) lo que hiciéramos en casa fuera todo. Te recomiendo los libros de Flor Freijo, ‘Maleducadas’ (Temas de hoy) es muy apropiado para esto que hablamos: cuenta cómo se construyó la desigualdad estructural y cómo hemos ido heredando y transmitiendo esos patrones.
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Llevábamos tiempo trabajando en este especial sobre los casos de acoso que han registrado las universidades españolas. Te contamos los datos que hemos conseguido y te explicamos el contexto, importante para entender por qué la información que ofrecen los centros es incompleta y caótica y qué nos quiere decir eso. Tenemos también un buscador para que puedas consultar los datos del centro que te interese.
Hace unos meses se nos jubiló Carmen Moraga después de toda una vida en el periodismo político. Fue entonces cuando nos contó algo que le sucedió cuando empezó, muy joven: consiguió la exclusiva de la primera entrevista a Santiago Carrillo tras su regreso a España… y se la robaron. La revista que la publicó ni le firmó con su nombre ni, por supuesto, le pagó. Le dije que eso tenía que contarlo y ella escribió esto para Micromachismos.
No sé si conoces a Cazzu; es una cantante argentina bien combativa. Está de promoción y pasó por el podcast ‘Se regalan dudas’ y, la conozcas o no, te lo recomiendo. Habla de feminismo, de reggeaton, de mujeres con poder, y habla de algo que le ha sucedido: poco después de dar a luz a su hija, la rapera se separó de su pareja, el también cantante Christian Nodal, que se ha desentendido. Cazzu habla de la batalla legal por su hija y de las inercias patriarcales que, si bien ella está en mejor situación para sortear, tienen a tantas mujeres atrapadas en procesos judiciales.
La solución
El lugar del que te hablaba la semana pasada era L’Escala, en Girona, un pueblo rodeado de playas y calas y en el que nació y murió Caterina Albert, una escritora que utilizó el pseudónimo de Víctor Catalá para evitar los obstáculos que en ese momento (finales del XIX, principios del XX) se encontraban las mujeres que escribían. Lo decidió después de que un jurado, formado solo por hombres, le retirara un premio al descubrir que el autor era ella.
Caterina siguió escribiendo y su obra cumbre es ‘Solitud’, la historia de una mujer en crisis con su relación matrimonial. Ahora es reconocida como una de las autoras catalanas más relevantes de la primera mitad del siglo XX, aunque creo que ni su nombre ni su obra es muy conocida. Mi amiga Delia me la descubrió y no dejan de asombrarme tantos nombres de mujeres enterrados en la historia.
Así que aquí va otra pala de arena para despejar y hacer hueco a quien siempre debió haberlo tenido.
Ana