
Wattpad, relaciones tóxicas y el espectro de Mario Casas: ‘Sigue mi voz’ frente al romance juvenil español
La obra literaria de Ariana Godoy vuelve a saltar al cine tras el éxito en Netflix de ‘A través de mi ventana’, consolidando el fenómeno del ‘young adult’ romántico en nuestro país
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En una escena climática de Sigue mi voz los protagonistas se emocionan viendo en el cine Tres metros sobre el cielo. Y es de lo más raro. Esta adaptación de Federico Moccia que protagonizaron Mario Casas y María Valverde se estrenó allá por 2010, de forma que su revisionado nostálgico no encaja con la edad que se supone que tienen estos personajes menores de edad —aunque eso no les impida conducir vehículos, como si esto fuera EEUU y el carné te lo pudieras sacar con 16 años—, y aún más difícilmente encaja con el imaginario cultural que puedan compartir. Tres metros sobre el cielo es un fenómeno más bien millenial, añejo. Remite a cosas como Física o química, Mentiras y gordas, y a cuando Casas era un ídolo adolescente en lugar de un actor de prestigio.
¿Cómo se puede entonces leer el recuerdo de Tres metros sobre el cielo en Sigue mi voz, un romance adolescente juvenil que además es mucho más naíf que el intenso idilio de Hache y Babi? Pues, inevitablemente, desde el comentario meta. Tres metros sobre el cielo difícilmente significará algo para Klara (Berta Castañé), aunque desde luego significa mucho para Zeta Studios: la productora de Sigue mi voz que hace 15 años tuvo un apabullante éxito de taquilla gracias a, precisamente, Tres metros sobre el cielo. Y hay incluso otra connotación más sutil, que podría remitirnos a la autora de la novela en la que se basa Sigue mi voz. Ariana Godoy es una escritora venezolana de quien no cuesta tanto imaginar que tuviera algún tipo de afinidad con la obra, pues en 2010 se hallaba inmersa en la escritura de otro romance young adult. El mismo que le haría famosa.
Solo que, para ello, Godoy no dispuso de los mecanismos industriales convencionales que auparon a Moccia —el italiano había empezado a publicar novelas en los 90—, sino que fue pionera en otro escenario. Godoy publicó su primera novela romántica en 2011. Su título era Mi amor de Wattpad y se centraba en una usuaria de la plataforma que compartía sus escritos con gran acogida de la comunidad, hasta toparse con un lector que le dedicaba comentarios hirientes. Un lector del que se acabaría enamorando.
Mi amor de Wattpad había empezado a publicarse, naturalmente, en Wattpad, una plataforma donde los usuarios pueden compartir sus relatos literarios. Poco después obtendría el respaldo editorial de Grupo Planeta, catapultando a Godoy a la fama e inaugurando una tendencia que pronto desafiaría los procesos habituales del mundo editorial, mientras el cine tampoco tardaba en hacerse eco. Mucho antes de Sigue mi voz, a decir verdad.
Un terremoto editorial (y amoroso)
Además del autohomenaje industrial, el uso que hace Sigue mi voz de Tres metros sobre el cielo reconoce algo así como una genealogía estética. Es equivalente a lo que sucede en un filme como Mi primer beso (muy relacionado con lo que nos ocupa) frente a El club de los cinco. Mi primer beso —donde el rol de estrella de carpeta a punto de saltar a ligas más respetables lo ocupa Jacob Elordi en lugar de Mario Casas— recupera de este clásico ochentero la canción Don’t You (Forget About Me) y a la actriz Molly Ringwald, ahora como figura materna de la protagonista. De esta forma Mi primer beso reclama una tradición y se asume como parte de una corriente del cine estadounidense respetada de forma casi universal, acaso queriendo zafarse preventivamente de las críticas mordaces que vaya a recibir. Que, a su estreno en Netflix en 2018, efectivamente recibió.
Mario Casas y María Valverde en ‘Tres metros sobre el cielo’
Al igual que pasa con Sigue mi voz/Tres metros sobre el cielo, no es un esfuerzo muy convincente porque todo vuelve a girar en torno a Wattpad. Ese es el auténtico y definitorio enclave. Mi primer beso es una novela que Beth Reekles sacó de Wattpad y es, asimismo, la primera película que ha propiciado esta plataforma, fundada en Canadá por Ivan Yuen y Allen Lau allá por 2006. El funcionamiento de Wattpad, que hoy por hoy cuenta con algo más de 80 millones de usuarios, es sencillo: ofrecer un espacio donde los usuarios puedan publicar, leer y compartir textos. Textos de todo tipo, con especial incidencia de las historias románticas o adscritas al fanfiction.
Wattpad se maneja con aparente horizontalidad: escritores y lectores se confunden, todo se comenta y hay un feedback constante. Siempre, claro, siguiendo los principios de la popularidad y de algo que no deja de ser trabajo gratuito. “Wattpad, a cambio de la promesa de la pertenencia a una comunidad, el potencial vínculo con las editoriales y la acumulación de seguidores, crece gracias a los contenidos que suben los usuarios sin darles ninguna retribución monetaria”, escribe Victoria Sáez en Experiencias de lectura en la era digital. “Se emborronan los límites entre la red social, el entretenimiento, la creatividad y el comercio, basado principalmente en la explotación de datos y metadatos para determinar gustos y consumos de los usuarios”, añadía.
En fin, a estas alturas todos sabemos cómo funciona este capitalismo de plataformas diseccionado por Nick Srnicek. Lo interesante de Wattpad es su carácter fundacional y, una vez nos ubicamos en el nicho de la literatura romántica, su lugar privilegiado dentro de una intersección. Hay una considerable cercanía entre Wattpad y ese fanfic de Crepúsculo que E.L. James convirtió en Cincuenta sombras de Grey en 2011 —el mismo año que Godoy triunfó con Mi amor de Wattpad—, así como la hay entre sus ficciones románticas destinadas al público femenino. En Wattpad se escribe de todo, pero lo que ha tenido más pábulo han sido las historias de amor con una trasnochada dialéctica de género, ejemplarmente representada por Cincuenta sombras de Grey.
Una chica insegura, claro álter ego de la autora, es seducida por un chico guapísimo, atormentado, y perteneciente a una clase social distinta. Las edades pueden variar, la relevancia del sexo también, y el chico puede ser el rico o no —en Tres metros sobre el cielo, dentro de que Hache no fuera precisamente pobre, ocurría al revés—, pero los ingredientes son esos. Anna Todd escribió After inspirándose en Harry Styles para el interés romántico de la protagonista, y al traspasar los límites de Wattpad en 2014 se topó con las primeras críticas en torno a la relación abusiva de los personajes. Hablemos de Cincuenta sombras o de este tipo de young adult, el machismo es omnipresente. El objetivo de la mujer es aliviar el sufrimiento del malote, y soslayar cualquier conducta tóxica.
Clara Galle y Julio Peña en ‘A través de mi ventana’
En 15 años esto no ha cambiado mucho. Dentro de su explotación de la galaxia Wattpad, Netflix ha sido la primera gran compañía en adaptar la obra de Godoy, y así es como en A través de mi ventana (2022), el “fea” con el que Hache increpaba a Babi se convirtió en el “bruja” con el que Ares apoda cariñosamente a Raquel (ella, a su vez, le llama “dios griego”). A través de mi ventana ha dado pie por su parte a toda una trilogía, solo que apartándose ligeramente de lo diseñado por Godoy. En lugar de que, como pasó originalmente en las páginas, se haya cedido el protagonismo a los hermanos de Ares —la saga es conocida como “los hermanos Hidalgo”—, Netflix se ha ceñido a Raquel y Ares, utilizando una estrategia similar a lo planteado en Mi primer beso 2 para A través del mar al preguntarse cómo estos dos lidiarían con una relación a distancia.
Son disonancias anecdóticas, manteniéndose los diálogos sonrojantes y un escaso disimulo a la hora de explotar lo que es a todas luces un filón: una forma fácil de hacer dinero congraciándose al unísono con la comunidad de Wattpad y la Gen Z más acrítica. Netflix, desde Mi primer beso y ahora A través de mi ventana, suele llevar la delantera en esta corriente, aunque no nos podemos olvidar de la fuerza de la saga After —cinco películas en cinco años a partir de 2019— y la reciente incorporación de Amazon a la competencia. Compañía que, justamente, coproduce Sigue mi voz.
Un fenómeno más amplio de lo que parece
No es la primera vez, entonces, que Amazon recurre a Wattpad. El estudio ha querido competir con A través de mi ventana mediante otra trilogía española. La integran Culpa mía, Culpa tuya y —este diciembre llegará a Prime Video— Culpa nuestra. Un rasgo divertido, y que evidencia cómo todo se ha vuelto bastante endogámico, es que la actriz de Culpa tuya es Nicole Wallace mientras que su hermana, Chloé Wallace, resulta ser la directora de otra adaptación de Wattpad que se estrenó este mayo, Mala influencia. De la escritora de la novela original ni siquiera sabemos el nombre, por otro lado. Sigue usando su nombre de usuaria, Teensspirit, mientras la promoción acredita a “Wattpad” como si fuera el autor total. “El fenómeno de Wattpad”. Capitalismo de plataformas.
La cuestión es si, a medida que este entramado se ha fortalecido, ha habido algún tipo de evolución narrativa. A la vez que hacía referencias directas al Hache de Mario Casas, Mala influencia coqueteaba con esto al reducir la agresividad del personaje masculino, y Sigue mi voz juega a algo muy distinto. Comparado con los romances que hemos ido observando, su historia es… bastante sana. Hasta sosa. Aunque la produzca Zeta —que en los últimos años también ha estado detrás de series como Élite u Olympo con Clara Galle, que justamente protagonizaba A través de mi ventana—, Sigue mi voz participa de un repentino cambio en las inquietudes de Godoy como escritora, habiendo publicado la novela original bastante tiempo después de Mi amor de Wattpad.
Jacob Elordi y Joey King en ‘Mi primer beso’
Los protagonistas de Sigue mi voz, para empezar, se preocupan de algo más que de su amor adolescente. Van al psicólogo, tienen traumas familiares que han afectado a su salud mental, y también lidian —por qué no— con el cáncer. De esta forma Sigue mi voz reclama para sí otra tradición, cercana en el tiempo a Tres metros sobre el cielo. Pues ya hubo un young adult que matizaba sus eufóricos romances con la tragedia, entre John Green y Jordi Sierra i Fabra. En 2014 la cartelera encadenó dos adaptaciones respectivas de su trabajo, Bajo la misma estrella y Por un puñado de besos —protagonizada por Ana de Armas—, dándole un poco de seriedad al asunto.
Sigue mi voz, con los dramas de sus protagonistas, se refleja en ambos films más que en la fatigosa remesa de romances tóxicos impulsada por Mi primer beso, apostando por valores positivos y una imagen mucho menos áspera que refrenda la presencia de Amaia en la banda sonora. Por contraposición, A través de mi ventana empleaba música urbana y canciones de VVV Trippin’ you. Pero eso no es todo. Sigue mi voz también desafía la norma de que los dos integrantes de la pareja sean blancos, pues de quien se ha enamorado Klara es de un chico coreano llamado Kang (Jae Woo). Que tiene un consultorio en redes sociales (llamado “Sigue mi voz”) y quiere ser músico.
Esto es interesante no solo por la acumulación desmedida de clichés, al respaldar la creciente influencia de la cultura de Corea del Sur en Occidente. La cara más visible de esto la volvemos a hallar en Netflix, con Las guerreras K-Pop y El juego del calamar siendo la película y la serie más vistas de la historia del streamer, mientras que la menos visible —y acaso la relevante de verdad— es la que nos remite a quién maneja el dinero. No hace mucho que la propia Wattpad se ha lanzado a producir sus propias adaptaciones, y así es como junto a Zeta y Amazon destaca en los créditos de Sigue mi voz un nombre, Wattpad Webtoon Studios. ¿Qué demonios es Webtoon?
Originalmente Webtoon era como Wattpad, solo que con cómics digitales. Y era una empresa oriunda de Corea del Sur bajo propiedad de Naver, un inmenso conglomerado digital al que se le ha apodado el “Google coreano” y este mismo verano ha comprado Wallapop. ¿Qué pasó en 2021, cuando Wattpad ya tenía varias franquicias bajo nómina? Pues que Naver la compró igualmente, y la fusionó con Webtoon en la forma de una productora que se encargara directamente de adaptar sus propias obras. Sigue mi voz no es tanto una manifestación multicultural como la forma de explicitar tardíamente que su manufactura es inseparable del capital coreano.
Y de, lo que es lo mismo, una globalización digital donde termina siendo lo de menos quién escribe o quién publica. Tan controlada, con tantas áreas de negocio en coordinación, como para poder achacar a esto que la práctica totalidad de las películas comentadas sean tan horrendas e impersonales. Desde luego que la mano de sus autoras ha tenido que ver, pero ocurre simplemente que nuestro sistema es más receptivo a elementos como el machismo, el oportunismo, la mala literatura o las relaciones afectivas rancias. Capitalismo de plataformas. Capitalismo.