Una masa colosal de algas recorre medio mundo y ya está alterando la vida marina y las costas
Destrucción del planeta – La acumulación detectada este año alcanzó cifras nunca vistas y se extendió desde África Occidental hasta el golfo de México, con toneladas de biomasa que provocan varamientos y gases tóxicos
Los expertos alertan de la desaparición de los lechos de algas del Cantábrico: “Se preocupa quien quiera preocuparse”
Los cinturones gigantes de sargazo se entienden como extensas acumulaciones de algas pardas que flotan libremente en la superficie del Atlántico y que forman manchas visibles incluso desde el espacio. Estas masas no están ancladas al fondo marino, sino que se desplazan arrastradas por corrientes y vientos, lo que les permite recorrer miles de kilómetros.
La vegetación la componen sobre todo dos variedades, Sargassum natans y Sargassum fluitans, que desarrollan pequeñas vejigas llenas de gas para mantenerse a flote. Aunque históricamente estas algas se concentraban en la zona de aguas tranquilas conocida como mar de los Sargazos, en los últimos años su proliferación se ha expandido hacia regiones costeras y tropicales, con impactos que van mucho más allá de la curiosidad científica inicial.
Los satélites muestran un cinturón de algas que atraviesa el Atlántico de extremo a extremo
Satélites de observación registraron en mayo una imagen que reflejaba la magnitud de este fenómeno, con 37,5 millones de toneladas métricas de sargazo extendidas a lo largo del Atlántico, desde la costa de África occidental hasta el golfo de México. Este cinturón, conocido como Gran Cinturón de Sargazo del Atlántico, no existía hace 15 años y ahora ocupa más de 8.800 kilómetros.
En ese desplazamiento intervienen factores como el transporte de nutrientes procedentes de la cuenca amazónica o las corrientes del golfo que empujan estas algas hacia aguas caribeñas y estadounidenses.
La expansión de estas masas tiene un origen en buena parte ligado al exceso de nutrientes derivados de actividades humanas. Investigaciones lideradas por el Instituto Oceanográfico Harbor Branch de la Universidad Atlántica de Florida apuntan a que el aumento de nitrógeno en los tejidos del sargazo desde la década de 1980 ha sido del 55%.
Ese cambio está relacionado con la escorrentía agrícola, las aguas residuales y la deposición atmosférica, que han transformado el balance entre nitrógeno y fósforo y favorecido un crecimiento más acelerado. El resultado se aprecia en pruebas de laboratorio que muestran que la biomasa puede duplicarse en 11 días cuando las condiciones de nutrientes son abundantes.
Los efectos de esta proliferación se dejan sentir en múltiples frentes. En el mar abierto, los mantos flotantes ofrecen refugio y alimento a peces, crustáceos y tortugas, hasta el punto de que la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica los ha catalogado como “hábitat esencial para la pesca”.
Sin embargo, en la costa la acumulación se convierte en un problema. El sargazo se descompone rápidamente al tocar tierra, libera sulfuro de hidrógeno con fuerte olor, genera zonas sin oxígeno y ahoga arrecifes. Además, ha ocasionado cierres de playas, pérdidas en el turismo y gastos millonarios en limpieza de arenas en países del Caribe y en el golfo de México.
Australia sufre una crisis paralela con un alga tóxica que arrasa su vida marina
La magnitud de lo que ocurre en el Atlántico encuentra un paralelo en el hemisferio sur. En Australia Meridional, una proliferación de la microalga tóxica Karenia mikimotoi cubre un área superior a 4.500 kilómetros cuadrados en los golfos de Spencer y San Vicente. El Mundo recogió que las estimaciones más recientes hablan de la muerte de unos 14.000 animales pertenecientes a más de 450 especies. Surfistas locales como Anthony Rowland describieron que “a la media hora de estar en el agua comenzamos a sentir la garganta irritada. A mí me entró una tos seca”.
La explicación científica está en que las células de esta microalga afectan a las branquias de los peces, lo que les impide respirar adecuadamente. Además, al morir y descomponerse consumen el oxígeno del agua y provocan asfixia masiva de animales marinos. El profesor Mike Steer, director del Instituto de Investigación y Desarrollo de Australia Meridional, señaló que “sabemos que les afecta el rocío marino asociado con las algas y los cambios en el ecosistema, ya que podrían no encontrar suficiente presa o alimento”.
La Karenia mikimotoi ha provocado una mortandad de miles de animales en el sur de Australia
El detonante de esta proliferación ha sido una ola de calor marina iniciada en septiembre de 2024 que elevó la temperatura del mar en 2,5 grados. Ese calentamiento, unido a la llegada de nutrientes del río Murray y a corrientes ascendentes de aguas frías cargadas de materia orgánica, creó las condiciones perfectas para que el crecimiento del alga se disparara. La luz solar intensa completó un escenario que ha resultado devastador tanto para el ecosistema como para actividades económicas clave como la pesca y la acuicultura.
El gobierno regional reaccionó con un paquete de ayudas de 15,5 millones de euros destinado a negocios locales, pescadores y servicios de salud mental, mientras que el gobierno federal sumó otros 8,5 millones. La senadora verde Sarah Hanson-Young criticó que estas cifras resultaban insuficientes y afirmó que “ni siquiera se acerca a lo que se necesita”. Desde la Sociedad Australiana para la Conservación Marina, Paul Gamblin recalcó que “ningún lugar es inmune a los efectos cada vez más graves del cambio climático” y pidió una respuesta coordinada.
Más allá del impacto inmediato, quedan incógnitas sobre cuánto tardará en recuperarse el ecosistema y hasta qué punto estas proliferaciones se harán habituales en un planeta cada vez más cálido. En el Atlántico y en Australia, las algas están mostrando que los océanos ya no responden solo a dinámicas naturales, y la imagen de playas enteras cubiertas de algas es la prueba más visible de un cambio en marcha.