
De joya patrimonial a pisos de lujo: Palma condena al derribo la obra del arquitecto que abrió la ciudad a la modernidad
El Ayuntamiento, gobernado por PP y Vox, autoriza, con un informe de Patrimonio en contra, la demolición de uno de los edificios diseñados por Gaspar Bennàzar, el arquitecto que lideró la revolución urbanística de la capital balear. Las entidades conservacionistas no descartan llevar el caso a los tribunales
Conventos, fortalezas militares y pubs para dormir: la ‘fiebre’ por convertir todo en hoteles arrasa en Mallorca
Frente al número 27 de la calle 31 de desembre, en Palma, peatones y vecinos se detienen a observar la fachada de un edificio singular: balcones de hierro forjado, ventanales simétricos, líneas sencillas que delatan la firma de quien lo diseñó, Gaspar Bennàzar, la mano que, guiada por las corrientes internacionales de principios del siglo XX, marcó el ensanche de la ciudad y plasmó su decisiva huella en la fisonomía de la capital balear. En cuestión de semanas, sin embargo, está previsto que esta joya arquitectónica desaparezca del tejido urbano. Tras meses de disputas políticas y sociales por el devenir del inmueble, la Comisión de Centro Histórico del Ayuntamiento de Palma ha dado el visto bueno a su demolición para dar paso a la construcción de apartamentos de lujo.
A pesar de que el Consell de Mallorca instó el pasado mes de enero la modificación de la licencia de derribo y la preservación y catalogación de la histórica finca, las vallas cercan el bloque desde hace varios días y las piquetas ya resuenan en su interior en lo que supone, más allá de su demolición, la confirmación de la fragilidad del patrimonio arquitectónico del siglo XX en Palma y un recordatorio de la deuda pendiente de la ciudad con uno de sus grandes creadores. Las circunstancias que rodean a esta edificación resumen, además, buena parte de las tensiones que atraviesa la ciudad, que ve perder piezas irremplazables de su memoria arquitectónica en pos de la homogeneización, el lujo y la turistificación y, con ello, a sus propios residentes, incapaces de hacer frente a los desorbitados precios de la vivienda.
“Si finalmente se perpetra la demolición, se perderá autentidad y sentará un precendente contra el patrimonio de la ciudad”, lamentan desde la Associació per a la Revitalització dels Centres Antics (ARCA), disconforme con el proyecto final que sustituirá el inmueble. Inicialmente, la intención de la promotora pasaba por levantar cuatro plantas sobre las dos ya existentes, una operación que disparó la alarma de los colectivos patrimonialistas y llevó al Consistorio palmesano -gobernado por el PP con el apoyo de Vox- a reducir la ambición volumétrica a una única planta adicional y a exigir la reproducción de la fachada original. Se trata de una solución que para el Ayuntamiento salva la continuidad urbana, pero que para ARCA se traduce en un calco decorativo que no compensa la pérdida del original.
El edificio a cuya demolición ha dado el visto bueno el Ayuntamiento de Palma, ya cercado por las vallas
Las circunstancias que rodean a esta edificación resumen buena parte de las tensiones que atraviesa Palma, que ve perder piezas irremplazables de su memoria arquitectónica en pos de la homogeneización, el lujo y la turistificación y, con ello, a sus propios residentes, incapaces de hacer frente a las desorbitados precios de la vivienda
Tras el pronunciamiento del Consell acerca de la necesidad de preservar, principalmente, la fachada del edificio, la “sorpresa” de ARCA no se ha hecho esperar: “De repente nos encontramos de que la promotora ya se ha puesto a demoler sin tener ni licencia conforme a la ley ni conforme a lo expuesto por el Consell Insular”, recrimina, en declaraciones a elDiario.es, el presidente de la entidad, Pere Ollers.
Desde el Ayuntamiento de Palma defienden, sin embargo, que el inmueble cuenta con una protección ambiental, figura que, alegan a este medio, no impide jurídicamente el derribo de la fachada, especialmente cuando ésta ha perdido “gran parte de su autenticidad original y presenta deficiencias estructurales graves”. Asimismo, aseveran, el informe técnico aportado por los promotores apunta a que la fachada actual se encuentra en un estado constructivo deficiente, lo que ya ha provocado el colapso parcial del edificio. La mercantil propietaria del bloque, Can Domenge 2013, vinculada al grupo empresarial Protur, ha eludido, por su parte, responder a las preguntas de este periódico. La misma empresa adquirió por 6,3 millones de euros una vieja residencia de suboficiales para convertirla en un hotel de cuatro estrellas en el centro de Palma.
La revolución arquitectónica de Palma
Los conservacionistas subrayan que la importancia del edificio radica, principalmente, en el hecho de haber sido construido en el momento en que Bennàzar lideró la revolución arquitectónica y urbanística de Palma. Al abrigo de las corrientes higienistas que dominaron Europa a finales del siglo XIX, la capital balear se encomendó al desarrollo industrial y se abrió a la modernidad con el derribo de sus murallas renacentistas, consideradas la obra más colosal erigida en los más de dos mil años de historia de la ciudad y una de las fortificaciones de mayor envergadura de las construidas en España: la expansión del imperio otomano,fue una preocupación de primer orden por el rey Felipe II, quien vio en Balears una posición estratégica para defender el territorio de posibles ataques.
El cinturón defensivo, proyectado en el siglo XVI por el ingeniero Giovan Giacomo Palearo Fratino, cercaba la urbe a lo largo de un anillo de seis kilómetros, ataviado con 12 baluartes –ocho terrestres y cuatro marítimos– y ocho puertas que daban acceso al interior de la ciudad. Con el tiempo, el recinto sería reforzado con un hornabeque y varios revellines. La construcción de la fortificación, sin embargo, no culminaría hasta comienzos del XIX, cuando, paradójicamente, la amenaza otomana era ya prácticamente inexistente y este tipo de muralla comenzaba a quedar obsoleto. A mediados de ese siglo, además, los estudios publicados por parte del urbanista y maestro de fortificaciones militares Pere d’Alcàntara Penya llevaron a plantear la necesidad de realizar un plan de ensanche para dar paso a una ciudad liberal del siglo XX.
Plano de Palma con su muralla renacentista, elaborado en 1644 por el canónigo Pere Garau
Los conservacionistas subrayan que la importancia del edificio radica, principalmente, en el hecho de haber sido construido en el momento en que Bennàzar lideró la revolución arquitectónica y urbanística de Palma. Al abrigo de las corrientes higienistas que dominaron Europa a finales del siglo XIX, la capital balear se encomendó al desarrollo industrial y se abrió a la modernidad con el derribo de sus murallas renacentistas
En 1901 -y con voces enfrente que se oponían fervientemente a la demolición de las murallas, como Bartomeu Ferrà, maestro de obras de la Societat Arqueològica Lul·liana, o Pere Garau Cañellas-, el Ajuntamiento de Palma se decantó finalmente por el proyecto presentado por el ingeniero Bernat Calvet, el conocido como ‘plan Calvet’, que, bajo el lema Felix qui potuit rerum cognoscere causas (“Dichoso aquel que puede conocer las causas de las cosas”), contemplaba la eliminación de la fortificación, seguía los criterios de un plano radioconcéntrico y apelaba al aprovechamiento urbanístico de los terrenos afectos a las murallas. Fue entonces cuando entró en escena Gaspar Bennàzar, ‘s’Arquitecte’.
Nacido al albor de una época marcada por la llegada de nuevas corrientes estéticas y los grandes planes urbanísticos, Bennàzar fue el encargado de hacer realidad el derribo de las murallas y expandir Palma más allá de la zona que ocupaban. En línea de otras ciudades europeas que comenzaron a dejar atrás sus recintos defensivos como sinónimo de desarrollo y modernización, la capital balear contempló la desaparición progresiva de la fortificación que durante más de tres siglos veló por la protección de sus habitantes, al igual que tiempo atrás lo habían hecho sus murallas islámicas y, mucho antes, sus murallas romanas y sus respectivas ampliaciones. Entre 1908 y 1913, el 80 % de la infraestructura renacentista ya había sido demolida.
Derribo en 1912 de la Porta de Santa Margalida, declarada Monumento Nacional cuatro años antes
Nacido al albor de una época marcada por la llegada de nuevas corrientes estéticas y los grandes planes urbanísticos, Bennàzar fue el encargado de hacer realidad el derribo de las murallas y expandir Palma más allá de la zona que ocupaban. Entre 1908 y 1913, el 80 % de la infraestructura renacentista ya había sido demolida
A partir de ese momento, el ensanche comenzó a poblarse de viviendas allá donde años antes tan solo había edificaciones dispersas, algunos arrabales junto a la costa, conventos, posesiones agrícolas y molinos. En la actualidad, las Avenidas circunvalan el casco histórico de la capital balear siguiendo el trazado del antiguo cinturón renacentista. En su subsuelo yacen las paredes inferiores de la fortificación que, de vez en cuando, emergen para recordar que un día estuvieron allí.
Gaspar Bennàzar, en el centro con sombrero negro y abrigo, observando los trabajos de construcción de una de sus obras más memorables: es Pont des Tren, hoy desaparecido en su forma original
El almacén de maderas de Cayetano Segura, diseñado por Gaspar Bennàzar, otro de los edificios que cayó en manos de la piqueta en las Avenidas (fotografía de los años noventa)
Bennàzar, de la espiritualidad del neogótico a la funcionalidad del racionalismo
“Hay que tener en cuenta algo por encima de todo: la época que a Bennàzar le tocó vivir. Tuvo la suerte de nacer en la segunda mitad del siglo XIX, en 1869, un periodo de esplendor, de actividad cultural en todos los terrenos, no solo en arquitectura, sino también en la música, en la filosofía, en todo. Fue una época de lo más estimulante y de lo más controvertido, con tendencias de todo tipo”, subraya el arquitecto y doctor en Ingeniería Industrial Carlos García-Delgado. En declaraciones a elDiario.es, el experto destaca cómo el arquitecto palmesano se movió con naturalidad entre múltiples estilos: respetó la tradición pero, al mismo tiempo, supo absorber con rapidez las tendencias que llegaban del resto de Europa.
Hay que tener en cuenta algo por encima de todo: la época que a Bennàzar le tocó vivir. Tuvo la suerte de nacer en la segunda mitad del siglo XIX, en 1869, un periodo de esplendor, de actividad cultural en todos los terrenos, no solo en arquitectura, sino también en la música, en la filosofía, en todo
Su obra, diversa y en muchos casos monumental, revela un arquitecto que no se conformaba con una única etiqueta. En algunos de sus proyectos recurrió al lenguaje neogótico, evocador de la espiritualidad y la grandeza de un pasado medieval idealizado. En otros, apostó por las líneas limpias y funcionales del racionalismo, un estilo que lo situaba en sintonía con los movimientos de vanguardia que buscaban dar respuestas prácticas a una sociedad en plena transformación. También se acercó al regionalismo, tan influyente en las Balears de principios del siglo XX, integrando elementos tradicionales en edificios que pretendían afirmar una identidad propia.
Almacenes El Águila, proyectado por Bennàzar en 1907 y ya desaparecido
El Paseo Sagrera, en Palma, diseñado por Gaspar Bennàzar
“En aquel momento, Inglaterra estaba saliendo del artesanado y de una arquitectura donde pesaba mucho el trabajo manual para pasar a una arquitectura industrializada, con la famosa exposición de 1850 en el Cristal Palace, proyectado por Joseph Paxton. Allí se exhibieron miles de objetos hechos por los propios industriales. Sillas, lámparas, muebles de todo tipo… Y entonces surgió la corriente de las Arts and Crafts de la mano de William Morris [maestro textil que apelaba a recuperar los métodos artesanales], con quien se puso de moda el neogótico y comenzó a reivindicarse la arquitectura medieval”, explica el arquitecto, autor, entre otras obras, de Las Raíces de Palma: los mil primeros años de la construcción de una ciudad. Para cuando Bennàzar terminó la carrera, la belle epoque se encontraba en plena efervescencia, el romanticismo encaraba su final y la industrialización ya estaba en marcha.
Al frente destacaron Frank Lloyd Wright, con sus innovaciones desde el punto de vista del diseño, y Adolf Rost, padre del racionalismo, de quienes Bennàzar se empapó con fruición. “Se vio inmerso en todas las corrientes: bebió de la corriente regionalista que, sobre todo en Italia, defendía la arquitectura tradicional, del racionalismo, del academicismo francés y su Beaux Arts, del neoclasicismo del Renacimiento, e incluso de los primeros rascacielos…”, señala García-Delgado. “Era muy ecléctico y siempre estaba muy atento a todo”, añade.
[Bennàzar] se vio inmerso en todas las corrientes: bebió de la corriente regionalista que, sobre todo en Italia, defendía la arquitectura tradicional, del racionalismo, del academicismo francés y su Beaux Arts, del neoclasicismo del Renacimiento, e incluso de los primeros rascacielos…
La condena del edificio de 31 de desembre
Palma estaba redefiniendo su perfil urbano, y Bennàzar fue uno de los nombres que marcaron esa transición. Su huella puede rastrearse en edificios institucionales, viviendas privadas y proyectos urbanos que dialogaban con la modernidad sin romper con la memoria de la ciudad, como el edificio de la calle 31 de desembre, un inmueble que, con la volumetría, el lenguaje y las características propias de construcción de aquel momento, contribuyó a caracterizar el ensanche de la ciudad. Ahora, la Comisión de Centro Histórico permitirá su demolición para que ser reconstruido con una réplica exacta de la fachada siguiendo los planos originales. Tras ese telón de cartón piedra, lo que emergerá será otra cosa: viviendas nuevas de alto valor para los bolsillos más adinerados.
Balcón saliente del edificio de la calle 31 de desembre
Otro de los característicos balcones del edificio
Desde ARCA subrayan que la altura del edificio y su proporción con la anchura de la calle le otorgan “unos valores de asoleo, sensación de amplitud y visión del cielo en sintonía con las propiedades con las cuales fue proyectado el ‘Eixample’”. No pasa así con muchos de los inmuebles de los alrededores, que ya fueron sustituidos en años de gran desarrollismo urbano y que, tal como lamentan los conservacionistas, presentan unas características tanto volumétricas como formales que “contribuyeron a distorsionar la lectura de este lugar del ensanche”. La entidad recimina que el proyecto de derribo “de ninguna de las maneras” cumple con las prescripciones técnicas del Consell de Mallorca, que, en su informe, consultado por este medio, señala que la protección más adecuada para este inmueble es una protección ambiental, con la consiguiente protección de la fachada y del primer ‘aiguavés’ -cubierta típica de las casas mallorquinas- unido a ella.
Ante este escenario, ARCA ha remitido un escrito al departamento de Patrimonio en el que pone en evidencia la contradicción entre la demolición total y el informe técnico de la institución insular y alerta de que, de no echar atrás el derribo, “se verá obligada a denunciar les actuacions ante la autoridad judicial”.
El rótulo de la histórica pastelería Llull, abierta en 1953 y clausurada en 2017, aún se conserva junto al edificio de Bennàzar de la calle 31 de desembre
El Ayuntamiento defiende la legalidad de la licencia de derribo
Consultadas por elDiario.es, fuentes del Ayuntamiento defienden que, hasta la fecha, nadie había solicitado formalmente la catalogación del inmueble, por lo que el edificio no estaba incluido en ningún catálogo municipal de protección ni gozaba de la consideración de Bien de Interés Cultural (BIC). El Consistorio alega que el Plan de Ordenación Detallada (POD) vigente no establece la obligación de preservar el bloque, de modo que “no existe impedimento urbanístico que impida su sustitución”. Asimismo, asevera que la licencia de demolición ha sido concedida “conforme al ordenamiento jurídico municipal”.
“La licencia fue concedida dentro del marco legal y conforme a la normativa municipal. No aplicarla supondría una vulneración del principio de legalidad al que están obligadas todas las administraciones públicas”, insisten las mismas fuentes, incidiendo en que la Corporación municipal solicitó un informe técnico, jurídico y económico para evaluar las consecuencias de una posible catalogación del inmueble, “mediando y dialogando en todo lo posible para garantizar que se agotasen todos los mecanismos en la búsqueda de una solución”.
La licencia [de demolición] fue concedida dentro del marco legal y conforme a la normativa municipal. No aplicarla supondría una vulneración del principio de legalidad al que están obligadas todas las administraciones públicas
Mientras tanto, cuando el catálogo de edificios protegidos no alcanza a tiempo, la puerta queda abierta a la sustitución. La fórmula más repetida es el fachadismo, una práctica que conserva o sustituye por otra similar la imagen urbana mientras el interior se renueva por completo. Una solución que tranquiliza conciencias, pero que plantea una pregunta incómoda: ¿qué se conserva realmente? Caminar hoy por 31 de desembre es asomarse a ese dilema. A un lado, la memoria de un arquitecto que definió la Palma moderna; al otro, la presión de un mercado que premia la altura y el lujo y expulsa a sus residentes. El Ayuntamiento insiste en que el barrio ganará uniformidad, mientras los conservacionistas recriminan la pérdida de autenticidad del barrio. Condenado a desaparecer, el edificio de Bennàzar formaba parte de esa constelación de obras que hablaban de un arquitecto inquieto, capaz de reinterpretar lenguajes diversos bajo una mirada propia. Un creador que plasmó en sus edificios la tensión entre lo nuevo y lo heredado, entre lo internacional y lo local.