La ‘bisabuelita’ Manuela Xiqués, la hija y viuda de esclavistas en Cuba que dejó su fortuna en fincas por toda Barcelona

La ‘bisabuelita’ Manuela Xiqués, la hija y viuda de esclavistas en Cuba que dejó su fortuna en fincas por toda Barcelona

Un manuscrito familiar reconstruye la vida de esta rica heredera, ejemplo de cómo los que acumularon capitales con esclavos invirtieron en inmuebles de ciudades como la capital catalana

De las casas palacio de Cádiz a las calles de Vilanova: tras las huellas de los esclavistas en España

La huella de los grandes esclavistas en España se esconde en edificios señoriales de todo el país. De Portugalete a Cádiz y de Madrid a Vilanova i la Geltrú, los propietarios de cafetales e ingenios en Cuba y Puerto Rico, así como principales los traficantes de esclavos, invirtieron parte de sus fortunas en inmuebles y fincas. Solo en la Rambla de Barcelona se encuentran los conocidos Palau Moja, adquirido en su día por Antonio López, o el Palau Marc, por Tomàs Ribalta. También el edificio residencial del número 126. 

Este bloque de cinco plantas (originalmente eran cuatro) lo mandó construir en 1855 Manuela Xiqués Romagosa, recién aterrizada en Barcelona a sus 48 años tras toda una vida en Cuba. Hija y viuda de hombres de negocios de la isla, ambos empresarios que fueron en su día tratantes de esclavos, destinó la fortuna heredada a numerosas operaciones inmobiliarias, tanto en La Habana como en la capital catalana. 

Su historia emerge ahora gracias al hallazgo de una biografía escrita a mano por su hija, Mercedes Llopart Xiqués, titulada La bisabuelita, y que iba destinada a relatar sus vivencias a una bisnieta. Con el mismo título, el historiador Martín Rodrigo, profesor de la Uniersitat Pompeu Fabra (UPF), ha publicado ahora un libro editado por Icaria que reconstruye el origen del patrimonio de Manuela Xiqués y sus peripecias entre La Habana y Barcelona. Como coautora aparece además Lisa Surwillo, profesora de literatura ibérica en Stanford (Estados Unidos), que analiza el valor literario del documento. 

“El manuscrito nos ha permitido tirar del hilo y reconstruir su historia de vida y la de su familia de indianos y esclavistas, que quizás no es tan conocida como los apellidos habituales de Güell o Vidal-Quadras”, señala Rodrigo. Una pieza más en el puzzle del comercio ilegal de esclavos en España, que entre 1821 y 1867 –cuando ya estaba prohibido por el tratado con el Reino Unido– embarcó por la fuerza desde África a las colonias españolas en América a más de medio millón de personas.


Foto de la cubierta de ‘La Bisabuelita’, la biografía manuscrita de Manuela Xiqués que escribió su hija Mercedes Llopart Xiqués. El documento lo conservaba uno de sus descendientes y lo localizó el historiador Martín Rodrigo

‘Manuelita’, el barco negrero más veloz

La biografía La bisabuelita, escrita por la hija de Manuela Xiqués, es el retrato de las vicisitudes domésticas de una acaudalada y devota madre de familia nacida en 1807 en La Habana e hija de Lorenzo Xiqués, originario de Canet de Mar (Barcelona). El documento ofrece pocos detalles de sus negocios, como tampoco del que sería su marido, Roque Llopart. “Parecía bendecir el Cielo los negocios de mi padre, concediéndoles el éxito más favorable y, en su consecuencia, pensó en separar parte del capital para la adquisición de fincas urbanas”, recoge su hija. 

De lo que no hay rastro es de la trata de esclavos en la que participaron tanto Lorenzo Xiqués como Roque Llopart, este último con una goleta que se llamaba directamente Manuelita. El primero participó como armador en varias expediciones negreras y llegó a gestionar un amplio patrimonio en el que destacaba el cafetal La Purísima Concepción, en el que trabajaban como 150 esclavos. Para Lorenzo Llopart, que se convertiría después en prestamista de hacendados, el historiador Rodrigo ha documentado hasta ocho expediciones de tráfico de esclavos, con cerca de 2.000 hombres y mujeres desembarcados ilegalmente. 

“Ocho expediciones en ocho años es un volumen muy significativo”, contextualiza Rodrigo. La embarcación Manuelita llegó a ser elogiada por los funcionarios británicos que se encargaban de controlar e interceptar estas operaciones. “La mejor goleta y el más rápido de los veleros dedicado al tráfico de esclavos”, lo describieron. En su séptima expedición, en 1833, la embarcación llegó a ser detenida, condenada y subastada. Con todo, Roque Llopart acabó recuperándola y fletando una última expedición negrera documentada, antes de venderla en 1836 por 10.400 pesos fuertes. 

Según escribe su hija, Manuela Xiqués nunca se sintió cómoda con el negocio con esclavos, que le causaba “alarmas de espíritu”. Describe en el manuscrito la renuncia de Llopart a la compra de fincas agrarias, “cuyo necesario personal de esclavos imponía deberes de conciencia muy difíciles de cumplir”. Si embargo, su participación en la trata de esclavos duró años. Si Manuela logró convencer a su marido de que dejara el tráfico tardó años, puesto que se casaron en 1824 y la última expedición fue en 1836. 


Mujeres paseando en un quitrín por La Habana

Con todo, Manuela Xiqués mantuvo a sus criados esclavos y, ya desde Barcelona, fue protagonista de las campañas públicas para combatir el abolicionismo. En 1873 estampó su firma junto con la de 240 mujeres indianas en un manifiesto que demandaba al Gobierno frenar el fin de la esclavitud. “Bárbara crueldad será, que no caridad y aun filantropía, el lanzar a tantos millares de hermanos nuestros en la sima de los vicios y el crimen”, denunciaba el manifiesto. 

“Siempre se ha visto una relación directa entre el abolicionismo y el feminismo y figuras como Clotilde Cerdà o Gertrudis Gómez de Avellaneda, pero luego estaban las mujeres proesclavistas y antiabolicionistas”, recoge Rodrigo. La esclavitud en Cuba fue prohibida definitivamente en 1886. 

Fincas de la Rambla al Eixample

Fallecido su marido en Cuba en 1846, al cabo de cinco años Manuela Xiqués decidió emprender un viaje a Europa junto con sus tres hijas. Se establecieron en Barcelona, visitaron Canet de Mar y también cumplieron su “sueño dorado” de ir a Roma y conocer al Papa Pío IX. “Determinada la conveniencia de quedarnos en Barna, dio orden para que se alquilase la casa de La Habana, viniesen fondos y a poco se ofreció la compra de los jardines de la gran casa Rocafort”, relata Mercedes en La bisabuelita. En ese solar levantaron el que fue su hogar en la Rambla.

A aquella adquisición la siguieron varias a lo largo de los años, algunas junto con sus hijas u otros familiares, documentadas casi una veintena por parte de Rodrigo. Las primeras fueron en el centro histórico, pero posteriormente, como hicieron otras grandes fortunas indianas, se aprovechó del crecimiento del Eixample a partir de la década de 1860. Entre Gran Via y Passeig de Gràcia compró tres solares, uno de ellos al escritor Pablo Milà i Fontanals. Otro, de 1.713 m2, lo dividió en tres partes para cada una de sus hijas. En su lugar se levanta hoy el Hotel Majestic, aunque no queda claro si el edificio actual es el que mandó construir su hija Carmen Llopart.

“Es hasta cierto punto paradójico que si las tasas de beneficio en Cuba eran muy altas, porque la economía esclavista generaba mucho dinero, luego invirtieran en el sector inmobiliario con un margen relativamente más bajo, aunque más seguro”, reflexiona Rodrigo. Eso sí, las rentas que extraían de los inmuebles les permitían vivir más tranquilamente después de sus negocios iniciales. Especialmente en el caso de las mujeres, señala Rodrigo, que sin sus maridos podían seguir manteniendo un alto nivel de vida. 

De todo ese parque inmobiliario destaca fuera de Barcelona la casa Can Catà, una finca en la montaña de Collserola que hoy todavía conservan sus descendientes. O la conocida actualmente como Casa Gertrudis Zorrilla, en el cruce entre las calles Escudellers y Còdols, construida en 1769 y con unos esgrafiados que decoran su fachada. Manuela la compró en 1863 y la legó a sus descendientes, que acabaron partiendo la finca. 

Desde su religiosidad hasta su amor por la costura, pasando por sus obras de la beneficencia, el manuscrito La bisabuelita aporta numerosos detalles domésticos de Manuela Xiqués. El último y más relevante para su historia es el de su muerte y sepultura, el 1 de enero de 1891, tras lo cual su hija Mercedes se decidió a redactar su biografía. Sus restos fueron trasladados a Montserrat, por cuya virgen sentía devoción y visitaba a menudo, y a día de hoy su cuerpo y el de su marido están en la capilla Sant Benet, cerca del Altar Mayor de la Abadía.