La ley antitabaco, los hosteleros y el cuento de Pedro y el lobo

La ley antitabaco, los hosteleros y el cuento de Pedro y el lobo

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¿Cuánto puede cambiar una sociedad en 15 años? En la España de 2010 flipábamos con las filtraciones de Wikileaks, no teníamos Instagram y Whatsapp era un bebé recién nacido. Fue el terremoto de Haití y el mundo se resquebrajaba en la peor crisis económica desde la Gran Recesión de 1929. Aquel año se aprobó una ley contra el tabaco que prohibió por primera vez fumar en todos los interiores del país tras cinco años con restricciones parciales.

Yo acababa de empezar la universidad, pero recuerdo muy bien el enfado de los fumadores y las previsiones de los hosteleros de que se venía el fin del mundo. Pero, contra todo pronóstico, el mundo no se acabó: la sociedad aceptó civilizadamente que para fumar había que salirse fuera del bar y a unos cuantos empezó a darles pereza. Otros tantos ni siquiera empezaron a fumar y la mayoría terminó alegrándose de no dejar un reguero de olor infernal al llegar a casa. 

Así que nada de lo que predijeron los peores augurios se cumplió. Aquí puede verse con datos: no solo el sector facturó más sino que un par de preguntas del CIS, a raíz de la prohibición de fumar en interiores, dejaron muy claro que la gente no estaba dejando de ir a los bares por este motivo. 

Por eso no he podido evitar sorprenderme cuando he visto esta semana que las reacciones de la hostelería al nuevo anteproyecto para reformar la ley antitabaco son los mismos que hace 15 años. El tabaco provoca 140 muertes al día en España, pero quienes regentan los bares y restaurantes de nuestro país –al menos las patronales que los representan– creen que la legislación quiere ir demasiado lejos, que es “desproporcionada”. Para la Mesa del Tabaco “no es necesario restringir más”.

Menos mal que esta vez no ha salido el argumento de la libertad individual, aunque tiempo al tiempo. Todavía queda mucha tramitación por delante. La cuestión es que todo este maremágnum de reacciones, recuerdos y datos me ha llevado al cuento infantil de Pedro y el lobo. Como algunos sigan avisando de que viene el lobo unas cuantas veces más, nadie les creerá. Mientras escribo esto me acuerdo de otra cosa: de la prohibición temporal de fumar en las terrazas una vez acabó el confinamiento y de lo difícil que era encontrar una libre con los cuatro amigos que eligieras.

La modificación legal, aprobada en primera vuelta esta semana en el Consejo de Ministros con alguna medida menos de las previstas inicialmente, prohíbe por primera vez consumir tabaco y cualquier producto asimilable como los vapeadores en algunas zonas exteriores: campus universitarios, marquesinas, piscinas… y también las terrazas. 

Estas últimas son el centro de la atención mediática y dejan en la sombra otras novedades de la ley que responden a lo que sí ha cambiado en España desde 2010. Por ejemplo, los cigarrillos electrónicos y toda la panoplia de productos relacionados que la industria trata de vender como dispositivos para la “reducción de daños” sin que haya evidencia científica –porque no ha dado tiempo– de que eso es así. De hecho, muy al contrario, sí hay cifras que muestran un consumo dual, de tabaco convencional y nuevos dispositivos, bastante alto.

Lo más preocupante, según organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud, no es eso, sino que estos vapeadores con o sin nicotina y de sabores estén enganchando a una nueva generación de consumidores que pasan de los pitis pero se pirran por el vaper de sandía, que además es de un color monísimo. Por cierto, que los de un solo uso desaparecen del mercado si el Gobierno logra que una mayoría de los grupos parlamentarios apoye la ley.  La campaña del Ministerio de Sanidad de este año vuelve a centrarse en estos dispositivos. “Es un falso mito que son inofensivos”, dijo la ministra el jueves en la presentación. 

Aquí te dejo todas las medidas que propone la ley bien explicadas para no repetirme. 

Te comparto también otra inquietud. Lejos de querer ser naif, las presiones de las tabaqueras existen. Tienen mucho dinero y tentáculos bien fuertes para hacer lobby. Y los gobiernos progresistas no se libran de las contradicciones. Sin ir más lejos, el desacuerdo en el seno de la coalición ha dejado caer de la ley el empaquetado genérico, una medida que impide los logotipos de marca y los colores en las cajetillas para evitar que sean un reclamo. La evidencia científica, a base de experiencias en otros países donde ya está implantado (al menos 25 según la OMS), dice que impacta mucho más ver solo una caja de color neutro con una advertencia de salud. Desde luego que por sí sola tampoco es milagrosa, pero es algo más para remar que en España, de momento, no será posible. Y no porque el Ministerio de Sanidad haya querido. Su texto inicial contenía esta medida. 

La desaparición de la subida de impuestos al tabaco es también inquietante. Formaba parte del conjunto de decisiones que incluía el plan contra el tabaco aprobado con el apoyo de las comunidades autónomas (la mayoría gobernadas por el PP). Te reproduzco el literal: “Impulsar el establecimiento de medidas fiscales incrementar los precios” de las cajetillas y “promover la creación de una nueva figura impositiva que establezca un gravamen específico para los cigarrillos electrónicos con nicotina”. Estos párrafos se esfumaron cuando el plan pasó por el filtro del Consejo de Ministros. 

Las organizaciones que luchan contra el tabaquismo (el Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo (CNPT), las sociedades científicas o la Asociación Española contra el Cáncer) son muy conscientes de las medidas que han ido cayendo del texto final –aún sujeto a muchos cambios– y así lo han puesto de manifiesto esta semana. Presionarán para lograr una ley que sirva al menos para los próximos 15 años. Es el momento, dicen, de ser ambiciosos. A la vez, están contentos de que por fin se apruebe una actualización de las medidas, que no son ni más ni menos una manera de protegernos a todos.

Lo que pase con la ley… eso será otro capítulo de la historia. Todavía hay ocho millones de fumadores en España y los efectos de la norma de hace más de una década parecen haberse agotado. Con todo, este dato puede dar una idea de cómo la legislación funciona: las ventas de cigarrillos en España en el último año cerrado (2024) se situaron en 2.143 millones de cajetillas, lo que supone una reducción del 53,8 % respecto a 2005, el año en el que se aprobó la primera ley que prohibía fumar en espacios cerrados. 

Mientras estabas a otras cosas…


Imagen de una actuación de urgencias durante un Congreso de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria.

Me permito recuperar algunos temas que se publicaron en agosto, cuando este boletín estaba de vacaciones, por si te los perdiste. Ahí van: 

¿Qué pasa cuando un MIR deja su plaza en mitad de la residencia? Se pierde para siempre. Así te lo cuento. Sanidad quiere cambiarlo. 

Hablé con una médica de un centro de salud de Zaragoza que aspira a presidir la organización mundial de médicos de familia (WONKA). Creo que fue una charla interesante. 

Unos datos alucinantes. Los fuegos de Canadá de 2023 causaron 70.000 muertes a distancia: ¿qué impacto tendrá el humo del verano en España?

Un hongo que da miedo

El Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés) está preocupado por un hongo que puede causar graves estragos en los hospitals. Se llama Candidozyma auris –antes conocido como Candida auris– y España es el país de la UE con más infecciones registradas en entre 2013 y 2023, según un informe del organismo de esta semana. 

Sin caer presas del pánico, es un hongo curioso: fue descubierto por primera vez en un paciente japonés en 2009 y en Europa parecía una amenaza lejana. El primer caso en España se registró en 2016 y desde entonces no han dejado de gotear año a año con 1.807 infecciones notificadas entre 2013 y 2023. 

Su contagio se da, fundamentalmente, en los pacientes ingresados en los hospitales –ahí se concentra la transmisión y los brotes– y es peligroso para los que están críticos porque puede tener, además, resistencia a los fármacos para combatirlo. Pasa de unas personas a otras a través del contacto con los fluidos corporales o con material usado en pacientes con la infección activa.

El ECDC es muy claro: no es algo inevitable. Mejorando los sistemas de vigilancia, de prevención y de gestión en el caso de que haya casos, se puede parar la transmisión. Es cuestión de estar encima. Muy pocos países (y España no está entre ellos) tienen formas de vigilarlo adecuadas. A tomar nota. 

Con esto me despido, feliz de estar de vuelta en esta carta semanal que tanto me gusta escribiros. 

Buen fin de semana.